viernes, 20 de marzo de 2015



 TERCERA PARTE



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Desde luego el peligro inmediato era la consistencia tan erosionada  de la pared. En cualquier momento, del día o de la noche, un bloque capaz de aplastar tres tiendas juntas podría caernos encima. Todos conocemos el caso del refugio de alta montaña al pie del glaciar Ayoloco, vertiente oeste de la Iztaccíhuatl. Una  roca procedente del Pico José Aguilera lo aplastó. De tal manera que solamente una delgada hoja de lámina puede verse por debajo del bloque. Nunca se supo si en el momento del desastre estaba ocupado por montañistas. El año pasado una cordada de escaladores subieron a vivaquear hasta la base de la norte de la Cabeza. En lugar de dormir en el cercano refugio Teyotl instalaron su tienda de campaña  en ese lugar, con la idea de ganar tiempo y empezar temprano. En la noche otro bloque se desprendió de las alturas y cayó sobre ellos. La enorme roca siguió su camino por la empinada pendiente pero los escaladores  ya estaban muertos. Del más joven  no encontraron la cabeza.
 Considerar ese constante riesgo potencial era parte de nuestra situación mental. Desde luego que la temporada ayudaba a que la nieve congelada consiguiera mantener a las rocas, en precario equilibrio, pegadas a la pared sobre nuestras cabezas. Si bien esa misma circunstancia constituía un peligro. La humedad en el fondo de la grieta podría expandirse al pasar al estado sólido y, actuando como auténtica cápsula de nitroglicerina, hacer estallar las grandes rocas. Pero la potencial explosión pétrea es parte del riesgo  que todo montañista debe aprender a aceptar.
Benito Ramírez hizo una observación:
- Se le acepta, pero no hay modo de mantener lejos el fantasma de esa amenaza.
-¿O si temblara? Ya saben que en el valle metafísico tiembla cada tres horas - dijo Toci-.Con que uno de esos suba tres puntos en la escala de Richter…
- Entonces esto se convertiría en un infierno- dije -.Quedaríamos sepultados bajo una lluvia de rocas de todos tamaños. Los antropólogos del futuro sabrán qué tipo de equipo de acampar  teníamos en este siglo veintiuno...
- Nos informamos del probable estado del tiempo pero no de los temblores. Hubiéramos echado una llamada al Centro de Prevención de Desastres.
 Sabíamos  que un huracán se puede predecir con algún margen de tiempo, pero un temblor todavía no. Les comenté lo siguiente:
- Precisamente pronosticar los temblores importantes por su potencial destructor es lo que le falta a la ciencia. Sabemos que todos los días ocurren estos temblores. Pero es necesario saber cuáles serán los grandes. También conocemos los lugares en que estarán sus epicentros. Pero no podemos decir todavía cuándo. Le hemos puesto alambres y estetoscopios por todas partes al volcán... Es preciso aceptar que, por lo pronto, el poder devastador de este, se encuentra fuera del control del humano. En 1985 un temblor sacudió México. Cuando pasó ya no estaban muchos edificios del centro de la ciudad. Cientos de muertos. Unos años antes le había tocado a Orizaba, al pie del Poyahutecatl. En marzo de 1964 un temblor de 7 minutos destrozó incontables vidas en Anchorage, Alaska. En diciembre de 1988 murieron veinticinco mil personas en un temblor de apenas cuarenta segundos en Armenia. Mil quinientas personas   murieron al derrumbarse la ladera del volcán Casitas, en el noroeste de Nicaragua. Y para que duerman bien esta noche, no olviden que en los Ángeles, California, tenemos a la falla de San Andrés...


  Tres semanas más tarde empezaron a escasear los víveres. Tal vez por eso una noche Cork recordó el ambiente cálido de San Juan de Puerto Rico. Su clima y su gente. Ir entre los alegres boricuas. Comerse un cerdo entero en Guavate, llenándose los dedos, la boca y la cara de grasa. La cocina con abundantes tubérculos, arroz y frijoles. Después bailar a ritmo caribeño. El Moro, San Cristóbal. Big Ban... Carmen dijo que extrañaba sus camarones de la Laguna de Términos.
Benito Ramírez hizo una broma:
-Con esto de los tsunamis primero hay que cerciorarse  si aun existe la isla.
-Tienes razón-dijo Carmen-La isla del Carmen esta´ a sólo tres metros sobre el nivel del mar…
 Era hora de pensar en el regreso. Así, una hermosa mañana llena de sol, después del almuerzo, desmontamos el campamento y nos echamos la mochila al hombro.
Antes de partir Cork observó una nata de humo negro revuelto con la ligera niebla que se desprendía de los bosques. Le oímos decir, ya con el piolet listo para emprender la caminata:
-Los gases de las fábricas, y de los automóviles, que llegan del Valle de Puebla se mezclan con los gases que suben del Valle de México. Nadie podría explicar cómo es posible que vida alguna pueda existir en esas ciudades y en esos valles. ¿Cómo llegamos hasta este punto?
 Avanzamos atados por las cuerdas hacia el oeste. La nieve, abundante, conservaba su consistencia dura y las puntas de los crampones se afianzaban de manera satisfactoria. Una hora más tarde estábamos fuera de la pared. Fuera de su belleza y de su peligro. Y de su vacío. Llegamos a la pendiente inestable llena de rocalla y arena. Ahora teníamos libertad de desplazarnos sin la constante presencia de las cuerdas. La pared superior no se nos vino encima cuando acampábamos ni el Popocatepetl hizo erupción como venía haciéndolo desde quince años. Teníamos miedo de todo eso pero al final nada fatal  pasó. Así es el alpinismo, unos regresan y otros no. ¡Depende de la técnica, de la habilidad, de las condiciones climatológicas?
Cork hizo un comentario:
-En Tlamatzinco los viejos dicen que todo eso se escribió hace un millón de años.

Bajamos. Luego de otra hora cruzamos el principio de la cañada Nexpayantla, exactamente quinientos metros por debajo del lugar en el que habíamos vivaqueado tres semanas. Desde ahí empezamos a ascender por una pendiente movible, pero ya sin riesgo. La arena del volcán y las abundantes piedras sueltas,  producto de la fragmentación eterna por los constantes agentes erosivos de estas alturas, dificultaban la marcha. Pero habíamos permanecido mucho tiempo en la casi inmovilidad y entonces lo que necesitábamos era caminar. No paramos hasta alcanzar el adoratorio Nexpayantla, en el lado sur de la cumbre de la Torre Negra, después de una ascensión fatigosa por la pendiente llena de arena volcánica suelta. Nos aligeramos la ropa metiendo rompevientos y chamarras de pluma a las mochilas. Era la primera vez que nos las quitábamos en casi un mes. Enseguida, llevando puro suéter, emprendimos la bajada hacia el albergue de Tlamacazcalco. La arena húmeda  de su pendiente suave nos parecía una delicia. Más abajo empezamos a encontrar, con inusitada sorpresa y delicia, los grandes zacatones, primeras señales de que aun había bosque. 
Encontramos servicio de restaurante en el albergue. Decidimos pasar la noche en ese lugar. Después de la vida en la gran repisa oeste  era difícil de aceptar que pudiera existir un sitio con tanta comodidad. Y la gente le daba mucha calidez al mundo. Por la noche, después de la cena, en tanto tomábamos el café, extraje de mi chamarra una fina cadena de plata para ser llevada al cuello. Se la obsequié a Carmen. Me dio las gracias. Pero cuando observó lo que colgaba de  la cadena su mirada se volvió especial. Era una máscara bapende  de apenas un centímetro de alto, de metal, negra. De la región de Leopoldville, en el Congo Belga. Se trataba de un bello rostro femenino en forma triangular.
- Debería ser de marfil o de madera, pero...Me aseguraron que estaba consagrada por un especialista. Rechaza las enfermedades...Es como la Afrodita o la Xochiquetzal...
Se le quedó viendo por un momento. Quedé sorprendido cuando la escuché decir:
- ¿Ba - pende? ¡Esos comerciantes! ¡Puedo asegurar que es ba- yaka!.
- No me fue posible encontrar de marfil en los establecimientos de artesanía que busqué.
 Ella Iba a decir algo. Pero de pronto no encontró lo que consideraba apropiado, o no la dejó pronunciarlo la emoción. Se acercó y me dio un beso por demás apasionado. Debimos darlo por terminado ante las protestas de los del grupo que decían toda clase de alusiones respecto de los ricos que están desayunando frente a los pobres...
Cork quiso saber qué tan lúcidos habíamos salido de la experiencia de estar tres semanas en la pared del Abanico:
- Repitan: teodoromedespoliplusiohegiontindarofilocrates
Los cinco, incluida Toci, nos levantamos a un tiempo y, acercándonos hasta su cuello, le preguntamos:
- ¿Quieres callarte?
-Quiero- dijo  convencido de nuestro método democrático pero, agregó: -. Es evidente que   no hay  nada bueno en sus facultades mentales.
Un pequeño radio - receptor en la mesa contigua nos regresó al mundo del que habíamos estado ausentes. Volvimos al mundo donde la industria de la información periodística con ética, dentro del marco de la libertad de expresión, sigue librando su batalla en contra de la fantasía conductista que sólo busca colocar en el mercado un producto. O una idea. O un partido. O un personaje. La prensa  que interpreta, no la que informa. Apenas ayer el Papa de Roma ha pasado entre siete millones de mexicanos que lo saludaban con frenesí. Un niño de trece años, jugando con su escopeta de diábolos,  ha tirado desde lo alto de su casa a la cabeza de un guardia de la calzada de los Misterios. Esta mañana los titulares de los diarios italianos han amanecido con la noticia de un terrible atentado que ha sufrido el  Papa en México. Tanto así que la cancillería mexicana se ha visto precisada a meter un memorando aclaratorio a la cancillería de aquel país. Y el Vaticano ha hecho lo propio. También  escuchamos una más increíble: que la Iztaccíhuatl ha entrado en actividad volcánica.  Hace siglos que esa montaña no tiene otra cosa que erosión. Los geólogos mismos tendrían que emprender una labor de investigación para determinar la ubicación de sus cráteres…
 Benito Ramírez hace el comentario que la gente busca la veracidad en las noticias. “pero la industria de la información lo que busca es vender y ha permitido que la penetre la ficción. Eso a la postre no redunda en una mayor libertad de expresión si no en una pérdida de lectores.   Y pérdida de   empleos, bajos salarios de los profesionistas de los medios de comunicación, de por sí bajos de manera endémica, pocas o cero prestaciones...outsourcing. Se trata de una carrera de nivel universitario... Pero la redacción exige la nota del día. ¿Un niño tirando diábolos en dirección que va pasando el Papa? ¡Bien: por fin encontramos la noticia!”
Resulta difícil convivir entre humanos cuando estos permanecen algún tiempo junto en un espacio reducido, como nosotros lo habíamos hecho en el Abanico. Tarde o temprano el conflicto humano se hace presente. Se puede decir que es el sino maldito de las expediciones alpinísticas. Sin embargo nosotros habíamos salido bien librados de esta prueba. Básicamente se debió a que era un grupo mixto de mujeres y hombres.
En la mañana siguiente, después del almuerzo en la cafetería, abordamos un vehículo en la plazoleta. En realidad una camioneta vieja. Pero como eran veinte kilómetros de bajada, todo pudo funcionar sin contratiempos. Y bajamos hacia el valle. En el monumento que recuerda el paso de Hernán Cortés y los tlaxcaltecas hacia México- Tenochtitlán, nos detuvimos el tiempo necesario apenas para tomar la última  fotografía del Popocatepetl. Los rayos del sol pegaban aun en ángulo bajo.
- Ningún pueblo que conserve algo de su dignidad debería levantar monumentos a sus esclavistas.-le escuchamos decir a Toci-. Por fortuna España tiene reservas espirituales inmensurables. Yo levantaría no monumentos sino verdaderos  arcos del triunfo a Fray Bernardino de Sahagún, Fray Diego Duran y Fray Bartolomé de las Casas.
El tiempo era espléndido y la pared negra del Abanico resaltaba con sus corredores llenos de nieve y hielo. Reemprendemos el descenso por la carretera. Nos pareció que habíamos pasado tanto tiempo lejos de la vida del valle, que nos preguntamos quién sería ahora el líder de la república.
- Dudo que por fin la humanidad   haya decidido votar por los filósofos o por los neurobiólogos – dijo Juan Mereles-. Los filósofos son para pensar y los políticos para accionar.
  Cork nos comentó algunos criterios de su amigo Salim, que se había propuesto juntar un millón de dólares para trabajar en el sentido de incrementar la democracia en el país. Decía que todo crecimiento económico requiere de competitividad en los mercados. Y de educación en la población. El crecimiento económico ayuda a la democracia. La democracia es un instrumento para alcanzar el bienestar de todos. Aunque hay países ricos sin democracia y países democráticos muy pobres.  Como sea, allá abajo, en el valle metafísico, existen todas estas combinaciones posibles. 
 Cork nos abandonó en Ithualco, que es el nombre original del Paso de Cortés. Nos pidió que nos encargáramos de su mochila y que nos alcanzara en el hotel de Amecameca. Se cambio las botas por los tenis y empezó a bajar corriendo por el camino de terracería hacia el este.
- Necesito correr- dijo y partió.  Pronto  se perdió entre  los bosques llenos de una niebla azul matinal.
Toci intentó seguirlo. Pero el otro la detuvo:
- Necesito correr solo...
Toci  se enfureció de pronto y ya iba a decir algo horrible,  pero el otro agregó:
- Las mujeres mazahuas caminan durante semanas pe ro no tienen la costumbre de correr como los de Tlamatzinco. Pero ya que insistes. Veremos  quién llega primero.
Toci volvió a sonreír.
- Qué apuestas- dijo.
- Lo que quieras.
- Convenido. Nos vemos en el quiosco de Amecameca.
- Es un trato. Estos están de testigos.
En realidad correrían juntos y así llegarían al hotel del pueblo donde pasaríamos dos días más. Después marcharíamos hacia la montaña Tlaloc. Así empezaría la travesía hacia el Teocuicani. Cuarenta kilómetros caminando hacia el sur, en el nivel promedio de los tres mil quinientos.
Empezaron a correr metiéndose en la  azul lejanía. Cada vez que regresamos a la base y nos echamos la mochila al hombro, siempre tenemos la impresión, ya camino del valle, que estamos saliendo no de la montaña sino del ámbito donde habita el caos. Y a la vista de la primera cabaña del labriego, que divisamos en el fondo de la vertiente, sabemos con certeza que ahí la normalidad es de otra naturaleza.










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Las altas montañas verdes de origen volcánico, entre las que está enclavado el pueblo de Río Frío, quedaron a nuestras espaldas, hacia el sur. Grandes claros del bosque se veían en todas direcciones.



- A los aserraderos sin reforestación le pasó lo que a la industria ballenera.  Acabaron con  las ballenas y acabó la industria - dijo Mario Campos Borges -. Los marineros tuvieron que marcharse a otros mares.


En una casa de fachada sobria, bien estucada y pintada de blanco, con ventanas de marco de madera, vivía Abraham. Cerca empezaba el bosque y los pájaros habían iniciado su actividad matutina con el tremendo y alegre trinar que hacen antes de emprender el vuelo por las nubes. Al fondo, más allá de casas y cercas, hacia el oeste, la montaña Telapón se alzaba sobre una base muy amplia cubierta de azulosos bosques. Su cumbre estaba oculta en ese momento en las nubes oscuras de los cuatro mil.


Dos semanas antes Cork se había comunicado con él por teléfono para ponerse de acuerdo en la salida.  Era buen montañista. Tenía la mentalidad de poder pasar semanas entre la sierra sin manifestar el deseo de querer bajar. Por mi parte aprovechaba  las vacaciones  que me confería la compañía, en el país del centro de América.


- ¿Cuándo  conociste a Abraham?


- En una ascensión que hice a la Matlalcueye saliendo de Huamantla. Nos encontramos en la cumbre y bajamos en dirección a San Francisco, por el lado de Tlaxcala. Dos lugareños que andaban en aquella ladera intentaron asaltarnos. Abraham simuló sacar la pistola y los otros se la creyeron. Después hemos salido juntos varias veces de excursión...


Un niño de ojos rasgados había pasado corriendo frente a nosotros, descalzo sobre el suelo de tierra con hielo. Llevaba una bolsa de papel en la mano izquierda camino de la tortillería.

- Ya los bisabuelos de este niño pudieron observar - observó Mario Campos - cómo inexorablemente su medio ambiente se deterioraba en tanto los recursos del bosque, su bosque, se iban a embellecer a las ciudades mexicanas y europeas. Los ejidatarios de los pueblos en derredor de la montaña Tlaloc cuidan mucho su bosque. También las instituciones estatales y federales, pero…

Benito Ramírez  quitaba la delgada cáscara a una naranja. Observó:

- En el siglo dieciséis a esta gente, nuestros abuelos, se le cortó la comunicación con el universo sideral al derribar a sus ídolos. Después se le dificultó integrarse a la civilización occidental. De esa manera fueron detenidos en el tiempo, en tanto sus bosques, tan cuidados en la antigüedad, iban mermando sus mantos.

 -Los individuos de las civilizaciones internacionales - dijo José Méndez mientras se revisaba el broche de cintura de la mochila que le rodeaba el cuerpo - exigen para sí hasta el último de los derechos humanos... Pero en la realidad se lo niegan a las comunidades étnicas que reclaman su decisión de vivir según sus tradiciones...

Rezagado  tarareaba yo una canción de mis tiempos de la universidad: “Marcharé al continente de Gondwanalandia a buscar las rocas marinas del Jurásico y las doleritas mesozoicas. Y tal vez me encuentre a una linda gondwanalandiana con los senos abiertos al sol,  grandes o chicos. Pero que pueda alimentar a mis quince negritos que con ella pienso tener y  a éste desnutrido buscador de fósiles…”

Miré de soslayo a Carmen, en el mismo instante que ella también me miraba. Campeche, su tierra de nacimiento, había sido habitada desde el siglo dieciséis por gente traída de manera forzada desde África. Unos llegaron directamente de África y otros, como su familia, procedentes de la parte baja del Misisipi.

Masacre, el danzón de José Casquera, salía de una tienda donde se vendía cerveza y había una sinfonola. Los hombres se agrupaban frente a su puerta de acceso de la calle y fumaban medio envueltos en su cobija. Sombrero de paja y zapatos de guarache. Estos hombres eran capaces de caminar durante varios días por las montañas. Son excelentes guía alpinos en potencia, pensé. Si tuvieran la visión de guías alpinos convertirían esto en un gran terreno de juego para paseantes y montañistas en donde ellos serían los guías profesionales. Tienen montañas para todo eso.

Dos puertas más allá otra sinfonola tocaba un rap. Aquí el público era de unos diez muchachos. Apenas un mes antes había sido lanzada aquella melodía en Manhattan, la isla de Bud. Koperning, cuatro mil kilómetros al norte, y ya era popular en aquella apartada población de la sierra mexicana. Los muchachos tenían sus cachuchas puestas al revés, con la visera hacia atrás. Con ese simple hecho habían dejado en la antigüedad a los pocos que todavía la llevaban, como siempre, hacia adelante cubriendo la misión de su diseño de protegerse la cara de los elementos naturales.

- Esto lo  aprendieron de las mujeres que,-dijo Carmen-.con el detalle de subir veinte centímetros a su falda, creaban toda  una revolución para los sociólogos. Y a las otras las dejaban en el tiempo de la antigüedad… Como si traer la falda hasta donde empiezan las pantaletas garantizara que besan diferente a las de faldas largas – agregó al observar a los muchachos: - Con frecuencia lo normal o lo anormal  no corresponde a materias tan graves como la filosofía, la biología o la sociología, sino a simple maña de mercadotecnia. Esto funciona mucho en la cosmetología y en general en esas modas para las mujeres.

En ese momento pasábamos frente a la puerta que guardaba el amplio local de una cantina. Antes era biblioteca pública. La palabra  “biblioteca” todavía se veía bajo una capa de pintura blanca a base de cal.

Una señora regañaba a su pequeño hijo en un castellano cortado por la carencia frecuente de preposiciones. Tampoco pluralizaba. Decía: “Cuida los guajolote”

- En náhuatl se pluraliza de manera distinta-    dijo José Méndez y agregó que esa clase de juego le encanta a la humanidad pues nos empeñamos en hacer construcciones semánticas en un esfuerzo por clasificar o diferenciar las cosas-. ¿Naturalismo o antropocentrismo? En los principios de la ciencia, y aquí están estos  para desmentirme  si me equivoco (nos señaló a Cork y a mi), todavía en el siglo diecisiete, se creía que la naturaleza, como si fuera una persona consciente. La naturaleza hacía fósiles vegetales y animales. Reproducía en rocas, trilobites, hojas vegetales y huesos como una especie de ornamento. Y entonces había que jugar conque ¿se reproducían por la naturaleza o en la naturaleza?

Agregó que los graniceros de los pueblos de la sierra del Tlalocan siguen creyendo que la naturaleza es alguien que les confiere poder para hacer nevar. En tanto los geólogos se afanan por encontrar agua. Se acepta por los creyentes que Dios salva por medio del cirujano. Pero se rechaza que Tlaloc envíe el agua por medio  del granicero. “Veo cosas y gente donde quizá ustedes no ven nada” dijo un personaje de Pedro Páramo, o de Juan Rulfo. Nietzsche, siguiendo el pensamiento babilónico primigenio, luchó mucho por poner al hombre en el centro de todo. Ahora los movimientos ecologistas  ya no saben qué hacer por desempolvar el viejo enfoque animista de la naturaleza.

-Y nos quedamos con el juego de si el encantador de serpientes de la India-dijo Toci-, tocando su been, doble clarinete con reserva de aire, es el que cautiva a la serpiente o es ésta la que cautiva a su encantador. Delicioso juego de antropocentrismo y animismo. Esto casi siempre lleva a la consideración de declarar parque nacional a un área para poner dique a la conducta depredadora. Lo que es muy deseable, siempre que no resulte como le sucedió al grupo de los massais. Casi  han sido erradicados los massais debido a que ahora tienen más tierra los animales del Parque Nacional, que la gente de esta etnia africana.

- ¿Clemencia?- preguntó José Méndez.

Cork, al que de pronto le había cambiado la expresión, contestó:

- Nos alcanzará en unos días. La acompañará Salvador Alonso Medina.

- ¿Por qué no tomó parte desde el principio?

El otro se encogió de hombros:

-Ve tú a saber. Las hembras deciden desde que éramos lemúridos. ¿Te he contado que es discípula de Krisna? Bueno, Clemencia se ocupa habitualmente de cosas por demás serias. No siempre…  (empezó a entonar una canción de Alfredo Zitarrosa): “Yo vi a doña Soledad, en el almacén, peleando por un pincel…”

Una recua de mulas pasó por la calle Aldama trayendo madera desde los bosques del noreste. Alguien comentó que se trataba de una de las aportaciones más grandes que había hecho Europa a estas tierras.

-¿Cortar los árboles?

-No, las mulas. Las mulas habían sido traídas desde el segundo viaje de Colón. Ya a los pocos años de la conquista se empleaban unos cincuenta mil de estos animales para el comercio entre México y el puerto de Acapulco.

 Un niño jugaba con un escorpión. Le había arrancado la cola. El rapaz hablaba en náhuatl a otros chicos de su edad. Cuando nos aproximamos empezó a hablar en español. Les  saludé en nahuatl. Los niños se me quedaron viendo, sorprendidos, que gente de la ciudad supiera hablar en su  lengua.

- Debe ser del género centruroides, que es el que tiene mayor adaptación - dijo Cork que había visto escorpiones enormes en los desiertos del norte del país -. Habrá que tener cuidado.

- ¿Por qué?

- En estos pueblos algunos han  muertos por causa de los alacranes.

- Aunque el centruroides noxus, que es el más venenoso de todos, vive, por fortuna para nosotros, sobre todo en las tierras calientes del norte.

- Suelen ser mortales según la región. Aunque he conocido gente que se los come.

- Felizmente - agregó Eulalio Rivera  que estudiaba en veterinaria de la Universidad Nacional - arriba estaremos a salvo de ellos. Es raro verlos en altitudes más allá de los tres mil. Lo que conviene recordar es que el escorpión usa su ponzoña sólo cuando tiene que enfrentarse con animales más fuertes que él. Y que el piquete es una reacción de miedo del animal que ejecuta para su defensa. De no ser así, huye. O lucha nada más con las tenazas sin echar mano de su poderosa arma que es el aguijón.

- Será preciso no olvidarlo - musitó José Méndez-. Por fortuna la cueva en la que dormiremos se encuentra en los cuatro mil.

- En el desierto de Samalayuca  habíamos conocido el mortal escorpión transparente de diez centímetros de largo. También al falso escorpión, el que despide un fuerte olor a vinagre. Por tal motivo la gente del norte le dice vinagrón. Con frecuencia, en la mañana, lo escuchábamos dando vueltas a la tienda en un manifiesto afán de penetrar hasta nosotros, a través de la cremallera del mosquitero.



En ese momento aparecieron los sobrinos en la sala. Uno de diez años de edad y una niña de ocho. Benito Ramírez abrió los ojos. El niño vestía de traje. Chaleco azul pero destacaba en él la camisa blanca, limpia y almidonada del cuello. Llevaba corbata. Hasta entonces pareció reparar en el hecho de que Abraham también lucía una sobria corbata. En la ciudad de México aquella moda anglosajona era extraordinaria ya para estas fechas.  Había caído en desuso. En un pequeño pueblo serrano, como Río Frío, ese modo de vestir era fantástico. La niña vestía como todas las  de su edad de ese pueblo, si bien tenía algo que la hacía diferente. Tardé un rato en descubrirlo. Llevaba colgando del hombro un pequeño bolso negro que quedaba de manera discreta y práctica debajo del brazo izquierdo. El niño lucía también un corte de pelo de apenas unos centímetros y se peinaba a base de vaselina sólida para sujetar en su lugar los cabellos lacios negros.

Los niños saludaron. Lo hicieron con tanta formalidad que a través de ellos se descubría en Abraham la existencia de un reformador social intransigente. Discretos se retiraron a los asientos del fondo de la sala. Todo el tiempo que permanecieron en el lugar conservaron una posición  de espalda completamente derecha.

Pedro Xochiteotzin era el nombre original de Abraham.  Pero el cielo lo había tocado en una etapa de su vida. En la ceremonia en que  había sido simbolizado en agua cambió su nombre, por el de Abraham Set Lamec, como corresponde a alguien que vuelve a nacer. Además  el Libro era de tan especial manufactura que, aseguraba,  ya era antes que la sociedad existiera en parte alguna  del planeta.

Benito se fijó  en una pequeña mesa de madera, de sobrio acabado. En ella estaba colocado el Libro de pasta flexible y negra. No era un detalle al acaso. Aquello parecía un altar cuidadosamente colocado en el que todo se había tomado en cuenta. Color de la habitación, dimensiones, altura del piso al techo, acabado de las paredes. Donde uno estuviera sentado o parado iba a dar la vista a aquella mesa y al Libro. El piso y toda la casa tenían un aspecto y un olor marcado de limpieza.

Uno de los niños dijo llamarse Mizra. Eulalio Rivera recordó a Mizra Ghulam.

- ¿Mizra?

- Sí.

- ¿Mizra qué?

- Mizra Ghulam García Jiménez.

Eulalio tardó un poco en acordarse de los detalles. En 1889 un tal Mizra Ghulam Ahmad había fundado un grupo religioso en una aldea del Paquistán.

- Hasta el Cónsul de Malcolm Lowry - dijo Juan Mereles - cree que Cristo, después que lo bajaron de la cruz, se marchó a Cachemira.

Luego de los saludos, dejamos las mochilas  y salimos. Después de la cena, en un restaurante de la calle Madero, volvimos a la casa. Abraham pensaba  instalarnos en la amplia y cómoda sala. Una parte de ella estaba alfombrada. Como cada uno de nosotros llevábamos  bolsa de dormir no habría problemas por el número de camas o literas del que pudiera disponer. Sin embargo preferimos el cobertizo, casi al aire libre, lleno de paja confortable y paredes de madera basta, del lado posterior, frente a la Iztaccíhuatl.

                                                                           


Masacre volvía a escucharse a la distancia. Las notas del danzón recorrían la calle serrana y sus notas se metían por la sobria y bien construida ventana con rejas de hierro cuadrado pintadas de negro de la casa de Abraham y llegaban a nuestro cobertizo.

Abraham era del pueblo de Río Frío, en los tres mil. Allí había nacido y crecido. Dedicado, entre otras faenas, a la rutina del campo. Por eso su mentalidad estaba en perfecta armonía con el espectáculo de las cumbres. Su organismo tenía una insospechada energía física que le permitiría caminar por mucho tiempo sin detenerse.

Vivía al pie (diez kilómetros de distancia y mil metro de desnivel) del santuario más formidable que se le haya construido al dios del agua, por los ancestros de Xochiteotzin. Circunstancia privilegiada, como un griego que viviera al pie del monte Olimpo. Pero de Tláloc Abraham  prácticamente no sabía gran cosa. En cambio era un experto en la vida de Mizra Ghulam Ahmad.

- ¿Resistirá Clemencia las caminatas de alta montaña y las bajas temperaturas?- inquirió Abraham dando un giro a la conversación.

- ¡Resistirá!

Abraham se acordó de la figura elegante y en el bello rostro de la muchacha.

- ¿Dónde la conociste?

- En la isla del Carmen-dijo Cork-, al nivel del mar - se apresuró a decir en tanto ponía una mano en el hombro derecho de su amigo de Río Frío-. Pero vive en (pensó en varios planetas) México - Tenochtitlán, por lo que su aclimatación natural es por lo menos de los dos mil metros sobre el nivel del mar.

-Dirás en México.

-No. En México Tenochtitlán. México es todo el país. México Tenochtitlán es el primer cuadro de la capital.

Vio una persistente preocupación en la cara de Abraham y  se sintió obligado a añadir:

- Resistirá. Los krisnas son fuertes - se detuvo al ver el rostro de sorpresa de su amigo, más luego concluyó:-. Quiero decir, son fuertes de la mente. Además es  filósofa y sabrá arreglárselas  cuando se presente en su organismo la batalla de los glóbulos rojos debido a la altitud.

- Dime, ¿cómo es ella?

- Mujer bella  de rasgos afrancesados, del Bajío, cabello largo y rubio como el Sol…Formidable de cuerpo…Alta.. Senos pequeños que no se colgarán… Nalgas…

- No hombre, la conozco…Quiero decir si habla algún idioma diferente al suyo?

- El español.

- ¿Es extranjera? Si habla el castellano de manera adyacente, ¿cuál es su lengua materna?

- Hindú.

- ¿Es mexicana?, dices que del Bajío…

- De Jalisco.

- No entiendo. ¿Habla el náhuatl o el purépecha?..

El otro lo interrumpió para tratar de aclarar el enredo:

- Clemencia ha vivido seis veces. La primera en la India. Por eso su idioma materno es el hindú. Después nació, otra vez, en China, otra en Brasil, una más en Cuba y  en México- Se acordó que Clemencia le había contado de la ocasión que reencarnó en una perra pulgosa de Coyoacán que iba de la plaza de San Juan Bautista al mercado, seguida por diez perros anhelantes-. Me olvidé que otra vida fue también en México. En Coyoacán.

Abraham estaba consternado.

- ¡No!-

Transcurrió algún tiempo antes que  pudiera recuperar el habla. Sacudió la cabeza. Después volvió a preguntar:

- ¿Y, piensa en…

- En hindú, naturalmente. Busca la felicidad por  medio de la meditación de manera persistente. El objetivo central es no desear algo. Absolutamente. En esa medida abate el deseo. Como el que quiere bajar de peso. Si no come grasas ni pan ni sal ni azúcar, irá en el buen camino. Si tienes sed buscará el agua para beber. Bueno, pues no tengas sed...

- ¿Persistente?

- Trata de eludir enfermedades y problemas…Te digo que sigue la meta de poder dominar cualquier deseo. Los krisnas no tienen representantes del cielo que absuelvan los errores de los mortales y borrón y cuenta nueva, como los católicos. A los buenos krisnas no les queda más que la abstinencia o   chingarse naciendo de nuevo para la expurgación.

Pasó un  rato para que Abraham formulara otra pregunta:

- ¿La has tratado mucho?

- Algún tiempo...Ella dice que nos conocemos desde hace varias vidas. Una vez atravesamos los territorios del norte entre las flechas de los apaches, en el marco de la guerra de independencia norteamericana respecto de los ingleses. Otra andábamos en el Circo Romano, cuando los cristianos les servían de almuerzo a los leones...

Quiso saber:

- Aparte del castellano… ¿qué otro idioma hablas.

-¿Yo?-preguntó Cork-, habló español... En España se habla el castellano y en México el español.

- No has contestado mi pregunta.

- Aparte del de mi grupo en el desierto, el español- repitió Cork.

- ¿El hindú?

- Ni idea tengo.

La siguiente pregunta la hizo con toda la formalidad imaginable:

- Y…tú,  ¿cuántas veces has nacido?

Pocas ocasiones había tenido que hacer Cork, de manera deliberada, un esfuerzo para permanecer ecuánime. Aguantaba la risa. El otro lo veía de manera oblicua. A propósito Cork guardó silencio por casi un minuto. Siguió aguantando la risa. Como el otro no parpadeaba ni lo perdía de vista, cada vez más azorado, finalmente dijo:

-Abraham, amigo mío, recuerda lo que te voy a decir: nadie entra dos veces al Mictlan. Solamente una… al Paraíso cristiano se entra tres veces, una inmediata en el bautismo,  la otra al final de las cosas y al término del camino espera el Juicio Final... Al Mictlan nada más una y definitiva,  en tránsito para el Tlalocan…

-¿El Tlalocan?-dijo Abraham algo turbado.

-Sí. Mi destino final, el que está fuera del tiempo y del espacio, está aquí sobre nuestras cabezas y donde dormiremos mañana...Regresaré ya no como montañista sino como noúmeno.

-¿Nóumeno, qué es eso?

-Carmen, aquí presente, te lo puede explicar mucho mejor.

Pero Carmen nos mandó al diablo, sólo dijo.

-Están locos, mejor vamos a cenar.





    




                                                                         43                                                    La nieve  azotaba   a las montañas. Llevábamos varios días metidos en las tiendas  y sentimos la necesidad de salir a caminar. Nos dirigimos hacia el oeste. La meta que nos fijamos era la exploración de esa ladera con intención de localizar alguna cueva que tuviera más capacidad que la de la ladera sur. Disponíamos de buenas tiendas pero una cueva más amplia nos serviría muy bien de lugar para hacer una gran fogata y preparar los alimentos.

Fue cuando Cork  nos contó que el muchacho que vendía el diario de la tarde destacaba con gritos que llenaban la calle, cuando estábamos en  la isla, que el Popocatepetl había reactivado su emisión de grandes fumarolas y tenían en mucho cuidado a los habitantes de las ciudades de los valles de Puebla y México, pero en especial a los pueblos de ambas vertientes de la Sierra Nevada, próximos, al volcán. Y explicaba la nota de primera plana que el Popocatepetl era la segunda cumbre más alta del país, nevada, pero que no obstante su calentamiento interior, sus laderas del lado norte continuaban cubiertas de hielo a partir de la cota de los cinco mil.

- Acabará fundiéndose todo hielo y nieve. Tiene una fuerte presencia esa montaña en la vida nacional, ya que se sigue su actividad aun en la Isla del Carmen, que se encuentra a  mil kilómetros de distancia – comenté.

- Un volcán que entra en actividad siempre llama la atención de la prensa del mundo, no solamente del mundillo geológico—comentó Eulalio Rivera.-En tiempos del gobierno de Porfirio Díaz se utilizaba la figura de este volcán para cuestiones de la política del momento. Si se cometía una masacre en contra de la población indígena en alguna parte del territorio nacional, se aprovechaba la actividad del Popocatepetl para distraer la atención. Cuando bajaba la presión social que se había levantado, también el volcán parecía entrar en una etapa de santa tranquilidad. Si los yaquis se revelaban por las atrocidades que cometían los soldados enviados desde el centro, entonces se hacía, o se continuaba, la guerra. El volcán volvía a entrar en actividad. El desenlace  era la deportación de centenares de indios hasta el otro lado del país como son las provincias de Yucatán o Chiapas. Ahí las plagas, a las que no estaban acostumbrados, pronto acababan con ellos. Los indios morían “allá” y  ellos se quedaban con sus tierras “acá”. Y entonces la gente volvía a escuchar con insistencia que el Popocatepetl entraba en una peligrosa actividad cuyas consecuencias podían ser la destrucción de las poblaciones cercanas. Y, quién sabía, a lo mejor despedía una nube ardiente (se ponía como ejemplo a Pompeya) que en menos de dos segundos arrasaría a  México - Tenochtitlán. Y se entraba en detalles. Tal emisión de gases se desplazaba a una velocidad impresionante que no daba tiempo de intentar nada y además a una temperatura de más de tres mil grados centígrados…

-¡Qué barbaridad! ¿Y eso es cierto? - preguntó Benito Ramírez al cruzar un extenso campo nevado hacia la izquierda de la cumbre.

- Potencialmente. Eso puede ser así. Lo malo de esa conducta del gobierno de la dictadura era que, con tal manejo de las noticias de la actividad del Popocatepetl, la gente llegaba a hacerse escéptica y acababa por descubrir el juego de la vulcanopolítica. Esto la hacía bajar la guardia respecto de la auténtica amenaza que significa un volcán que ha entrado en actividad.

-¿Pero, la ciencia…no podía informar a la población?

- Pues aparte de las comprensibles limitaciones de la ciencia de esa lejana época, y las condiciones sociales impuestas por la política del dictador, hay que reconocer que frente a la actividad sísmica tectónica poco se podía hacer.  Esto es que a la ciencia en la actualidad le falta mucho por desarrollar antes de poder alertar con la suficiente antelación a las poblaciones, se imagina  un siglo atrás. El aviso sísmico ahora a través de la radio funciona algunas veces y otras no, pero ya es un avance. Frente a esto la ciencia se encuentra en la difícil  posición de, o pasar por incapaz, o bien por alarmista si quiere adelantar juicios prácticos de prevención en la población. ¿Se imaginan cómo era en aquella época?

-¿Y era en realidad tan grave el cambio de ambiente de los yaquis?

- Durante tres siglos, a partir del dieciséis, los habitantes originales de este continente morían masivamente al punto de desaparecer los pueblos debido a agentes microbianos que traían consigo los europeos y para los cuales no se tenían resistencias naturales. El proverbial baño diario de los mesoamericanos no bastaba. Hasta que se fueron haciendo resistentes a fuerza de convivir con tales agentes patógenos y con los  modernos recursos de asepsia. Sin embargo las etnias en la actualidad siguen, muchas de ellas, sin haber desarrollado esas defensas.

-No es muy diferente lo que sucedió en el campo de las ideas-dijo Carmen-. Sobre todo tuvieron la destreza, en el principio, de hacer que las etnias sintieran como suyos problemas que pertenecían a aquel continente, a Europa. Los cristianos orientales odiaron a los cristianos  romanos y luego estos a aquellos. Después, cuando en el primer tercio del siglo diecinueve se abrió paso en México el federalismo, y junto con él arribó el protestantismo, todos sintieron que había llegado la hora del desquite y no hubo asunto que más odio les inspirara que todo lo que oliera a tradición escolástica. Y entre todo esto ni quién supiera de la religión de Chicomecoatal. Fuera de los círculos de estudios laicos universitarios eran menos todavía los que reparaban que a los yaquis se les trasladaba para quedarse con sus tierras y para venderlos a ellos como ganado. A quince pesos treinta centavos por persona. Excepcionalmente pagaban treinta pesos. O daban tres indios por un caballo. Eran situaciones nuevas y extrañas que se desconocían hasta entonces y con las cuales habría que empezar a aprender a convivir. Si es que se puede llegar a convivir con eso.

“¿Usted cree que las divinas enseñanzas del Señor Krisna también son extrañas? ¿Extrañas a esta tierra?” dijo  que le había dicho Clemencia, la  muchacha que conoció en la isla.

“ La India está más lejos que España y que Roma”.

“¿Más lejos a partir de qué punto? Porque la India de la India se encuentra ahí misma de cerca” dijo que   había observado con cierta ironía.

“A partir de Teotihuacán, el centro”.

“Permítame recordarle, Malcom (Clemencia siempre se abstuvo de decirme Cork ni Torrington), que  los desiertos del norte no son Teotihuacán”.

   Entonces fue cuando  se dio cuenta - dijo - que Clemencia no era una máquina repetidora de fórmulas religiosas y que poseía una buena cultura general. Cultura que se volvía peligrosa cuando la utilizaba para defender su creencia y flexibilizar a los otros credos.

- Pero Teotihuacán era nuestro destino-nos comentó-. Es decir, el valle central, al pie de las nieves eternas.  Los teotihuacanos, o como se haya llamado el grupo de donde provenían. Fueran  irritilas, tepehuanos, kikapúes,  otomis, tarahumaras o huicholes…También procedían de la Gran Chichimeca. Pero un día emprendieron su camino hacia el elevado lago encerrado entre altas montañas…Y se encontraron con los olmecas. Entonces surgió la ciudad sagrada.

- Desde Chicomostoc- observó Carmen y agregó:-Dirás Cuicuilco.

   - Así es-.  Me pregunté cómo hará Clemencia para conciliar la película de su inconsciente colectivo con las enseñanzas de Krisna. Tienes razón, Cuicuilco. Y también  me preguntaba   cómo sabía que era del norte pues yo nada le había dicho de mi niñez, cuando jugaba con patines de cuatro ruedas de acero marca Torrington. Y los años vividos en la ciudad de México, desde mi enseñanza secundaria hasta la Facultad, habían borrado todo acento norteño de mi manera de hablar.

“Usted se ocupa en armar rompecabezas con los periodos geológicos y las rocas sedimentarias - dice que le dijo -. Pero también  se concreta al antiguo paquete del occidente que comprende Edipo, la castración, el parricidio y el miedo a la vejez. Es un modelo regional trasplantado sin misericordia a otra región. Una abstracción de la cultura griega, no la generalidad de la cultura griega. Hace mucho se llegó a la solución de compromiso que tan importante es el individuo como el medio y ahora usted simplemente ignora el medio. Es una plantilla griega que se comunica  a rajatabla para los tarahumaras. Recuerde que ni siquiera dos individuos pertenecientes a la misma cultura reaccionan igual. El subconsciente hará soñar a un capitán de industria en la producción de tornillos, en tanto el de un huichol lo llevará a la práctica de purificación para poder entablar un diálogo con la tierra antes de emprender la siembra. En todo caso las reminiscencias del histérico huichol no van a ser las mismas que las del histérico fabricante. En los medios para obtener la producción está todo el drama ecológico de nuestros tiempos. Del empalme de una cultura agrícola con la civilización industrial”. 

  - Entonces- dice-, confirmé que Clemencia apenas reía. La deferencia que la muchacha demostraba hacia él procuraba manifestarla mediante el énfasis que ponía en sus palabras. O su mímica facial o al movimiento de sus manos, en tanto lo veía directamente a la cara, pero no reía. Jamás la había visto reír sin inhibición. Sin embargo dice que la oyó decir:

“La moral es una obligación social mediante la cual el individuo procura estar en armonía con el grupo. Cuando  esto ya no sucede ese individuo es el primero que se retrae o de plano se esconde. Vive de noche para no tratar a los demás, se va de ese lugar, empieza a usar gafas oscuras sin necesidad o vive tras las rejas. Está dentro del grupo pero ya no es del grupo. Hasta puede vivir del grupo, pero ya no pertenecer a él. Los más capaces buscan su reclusión en los centros hospitalarios y otros se envuelven en alguna corriente intelectual. O hasta pueden emprenderla contra la moral y la ética y empezar una labor de subestimación de las normas establecidas. No todos los que están pegados a los oculares del microscopio observan algo. Algunos se esconden  de algo. Pero no olvide que el humano es el humano. Y que así como usted puede encontrar semejanzas características en las rocas... ¿cómo dijo que se llamaban?, ha, sí, las rocas ígneas, en Malasia y en América. Así un individuo del desierto de Kalahari se parece enormemente, en sus reacciones, a uno que camine por el Eje Central de la ciudad de México. En cambio el Señor Krisna…”

Cork se había dado  cuenta que  lo veía con mirada interrogante. Interrumpió su relato. Se detuvo de pronto en medio de la banqueta obligándolo a  hacer lo mismo. Se acercó y le dio un beso en la mejilla. Suave, prolongado. Deliciosamente prolongado. Sin embargo no era un beso apasionado, ígneo, volcánico. Era el beso tierno de una muchacha discípula de Krisna. Pero otra vez su sorpresa fue grande cuando le oyó decir:

“La religión hindú aparte de ser espiritual es estar muy mezclada con las cosas sexuales. Un ó otham ( gente del desierto arenoso  de Yuma)no está obligado a saberlo, pero sería bueno que, ahora que lo sabe, no lo olvidara.

- ¿Y cómo supo que tú…?- dije.

   Cork se encogió de hombros:

- No tengo idea. Hasta ese momento nada sabíamos uno del otro. Acabábamos de conocernos. Eso del ó otham sólo tú lo sabes.

   Tres horas más tarde suspendimos la búsqueda. El impermeable cubría nuestras chamarras de plumas que nos protegía de las heladas temperaturas de la tormenta. Pero las cañadas por debajo de la cumbre estaban llenas de nieve y con frecuencia nos hundíamos hasta la cintura. Para entonces no habíamos descubierto la existencia de ninguna maldita cueva y estábamos agotados. Caminar en los cuatro mil en un terreno tan quebrado y lleno de nieve fresca  nos había cansado. Buscamos un rellano para protegernos de la caída de nieve y bebimos un trago de te endulzado con miel de abeja que cada quien llevaba en su botella de plástico.

Carmen tenía colgando del cuello una medalla de bronce, redonda, de apenas dos centímetros de diámetro, que contenía un cuadro. Dentro una serpiente rodeada por siete puntos, como cuentas.

-La remota y amada diosa Chicomecoatl mexicana de cuando las tribus mexicanas salieron de la mítica Chicomostoc-dijo Cork-.Desde niño mi madre me recordaba cada mañana hacer una reverencia ante una reproducción idéntica a la medalla de Carmen, que colgaba en una de las paredes de nuestra cabaña en Tlamatzinco. La figura estaba tallada en madera y, en ocasiones, me preguntaba lo que sabía desde pequeño:

-¿Cuántas son?-en tanto señalaba las cuentas.

-Siete.

-¡No lo olvides!-decía  ella con tono enérgico.

Por eso Cork fue el que identificó con prontitud aquella medalla de Carmen.

En tono de conocedor dije:

-La antigua diosa Chicomecoatl.

Carmen me miró con amorosa ternura y dijo:

-Sí, la antigua diosa. Cada año la visitan un promedio de siete millones de peregrinos en su basílica a mediados de diciembre. En México sólo hay una Virgen tan visitada...

Sorprendido verdaderamente por la revelación, exclamé:

-¿No estará diciendo que…

-Alguna vez le explicaré la leyenda de la Coyolxauhqui.

No entendí la relación con Chicomecoatl pero guardé silencio.

- Bueno, basta de parloteo, vamos- dijo Cork  haciendo una señal hacia el este.

  Regresamos al campamento. Confiábamos que Abraham Set Lamec y Benito Ramírez, que no habían participado en la búsqueda, y se quedaron encargados de la preparación de la comida de ese día, no se hubieran apoltronado. Nos acercamos a las tiendas y no había ruido alguno. Ahora estábamos convencidos que permanecían dormidos en el fondo de sus confortables sacos de dormir. Pero cuando estuvimos a dos pasos del campamento, se abrió de pronto la puerta de la tienda- comedor y Abraham Set Lamec, agitando una campanita, nos dijo:

-  ¡La sopa está lista! Además les hemos preparado un sabroso, dulce e hirviente chocolate. Pero, cuidado.  ¡Aquí no entra nadie que traiga un gramo de nieve y ustedes vienen con nieve hasta en las pestañas! ¡Y esos pantalones están hechos un asco de mojados! ¡Vayan primero a cambiarse a sus tiendas y nos vemos cuando estén presentables! Entretanto empezaremos a servir los platos. La sopa es de fideo con tocino, queso y además está hirviendo. El guisado es una sorpresa pero suficiente para levantar muertos…

  Dicho lo anterior cerró la puerta, corrió el enorme cierre. Nosotros nos quedamos parados, mirándonos uno al otro, y casi congelados. En efecto, parecíamos los muñecos de nieve que hace la gente cuando caen nevadas en el Ajusco y se apresuran a llevarlos sobre la parte delantera de sus automóviles de regreso a la ciudad. Íbamos a decir algo pero no tuvimos otra cosa que hacer que dirigirnos a nuestras tiendas a cambiarnos la ropa. En tanto el agradable olor a sopa nos envolvía.

Tres días más tarde trasladamos el campamento bajando unos cien metros de desnivel. El lugar nos permitió levantar las tiendas justo en el lindero del bosque. Diez metros más allá empezaba la ladera desnuda que conduce a la cumbre arqueológica.

Al día siguiente subimos entre cortinas de nieve. El tiempo seguía tan descompuesto como en los días anteriores pero que a esta altura adquiría mayor violencia. En las hondonadas y cañadas llenas de nieve blanda nuestros cuerpos seguían   hundiéndose casi hasta la cintura. En ocasiones el viento pasaba con tanta fuerza que levantaba la nieve en polvo o barría de la ladera a las pequeñas piedras.

Había ratos, cuando la niebla se desgarraba y la nieve dejaba de caer, que podíamos ver desde ahí la “Cueva de Zaratustra”. Estaba a quinientos metros de distancia y cien por arriba de donde nos encontrábamos. Era un lugar  donde podíamos permanecer  cinco individuos con cierta comodidad. Si quisiéramos, para estirar las piernas, podría servirnos de cocina y volver a dormir a las tiendas. En el campamento disponíamos de confortables sacos de dormir diseñados para los seis mil metros. Por lo que aun cuando la tempestad de nieve azotara los grandes plásticos protectores con los que habíamos cubierto al campamento, se hacía necesario quitarse las chamarras de plumas para efecto de poder dormir, y aun los suéteres, y meterse en las bolsas solamente en camiseta.

Una lámpara de baterías iluminaba la estancia.  Además  una pequeña estufa para escaladores, a base de alcohol sólido,  nos permitía, a cada quien en lo individual, preparar en su tienda una taza humeante de café y echarnos a leer con la mayor comodidad e indolencia del mundo. Después de algún tiempo, cuando nos pareciera, podríamos reunirnos todos en la gran tienda - comedor y cenar o almorzar como si estuviéramos en Sanborn´s. De esa manera regulábamos, como cuando estábamos en la pared del Abanico, la necesidad de soledad y también de convivencia. Un alpinista sabe que no siempre la gente es grata, pero también, que en ocasiones es vitalmente necesaria. En la tienda - comedor disponíamos de revistas y periódicos que se renovaban cuando alguien arribaba al campamento, o bien cuando se hacía necesario descender a Río Frío para surtir la despensa.  Salvador Alonso Medina,  Raúl Sánchez y José Méndez habían llegado el día anterior. Trajeron una pequeña video casetera, de manufactura japonesa, la más compacta y liviana que alguien pudiera imaginar, con cinco títulos de películas.

 Fueron duramente criticados por todos al leer dos de los títulos aquellos. Una contenía escenas tan sensuales que, cuando la estábamos viendo, parecía que la nieve sobre la que estaban paradas las tiendas empezaba a fundirse. El otro el tema era de alpinismo. Era  de una expedición a los Andes donde una expedición es bloqueada por una tempestad. Entonces, a pesar de nuestros excelentes sacos, experimentábamos un frío verdaderamente agudo.

En ocasiones Cork baja corriendo a Río Frío, compraba víveres y subía corriendo, como si estuviera en su pueblo de la Chicichimeca, hasta alcanzar nuestro campamento.

 El Valle de las Calaveras es un subvalle, en el extremo oeste, del Valle de Xochiquetzal. Se encuentra en los tres mil ochocientos metros sobre el nivel del mar. Cuando la tormenta arreciaba y se sostenía por más de un día, bajábamos a él y, aunque también era alcanzado por la nieve, la violencia de los elementos era menos rigurosa. Después volvíamos a ascender hasta las tiendas cercanas a la Cueva de Zaratustra. Cork pasaba una noche en el Valle de las Calaveras, en su tienda individual, en la ladera sur bajo de cumbre rocosa de la montaña Xotlatzin, y a la mañana siguiente subía llevando los víveres hasta el campamento superior.

Si abandonábamos el campamento, y ascendíamos unos cincuenta metros sobre el promontorio de la ladera cimera de nuestra izquierda, podíamos ver hacia el oeste y dos mil metros por debajo de nosotros, en los breves ratos de buen tiempo, el maravilloso espectáculo nocturno de lo que ya para entonces se consideraba    por lo mexicanos la ciudad más grande del mundo. En realidad la tercera después de Nueva York y Hong Kong. Si no en extensión territorial, si en hacinamiento de habitantes por kilómetros cuadrado. En silencio lo contemplábamos, fascinados. Entonces Carmen, para quien la vida en las montañas era algo desconocida, decía:

- En la ciudad se ha perdido el sentido de la soledad terapéutica, tan necesario para evitar que la mente se azolve. Desde aquí se adivina una gran calidez humana en ese espantoso hacinamiento de gente - y agregaba, después de un momento de silencio:- . Aun así, en ninguna parte del planeta debían existir ciudades que perdieran sus proporciones “humanas”. Si por una vez se les hiciera caso a los arquitectos del paisaje...

Vivir durante semanas en aquellas condiciones extremas debieron ser para Carmen  una experiencia enriquecedora. Durante toda su existencia se  estaría refiriendo a  algún momento que había pasado en esta ascensión. En especial cuando nos encontraríamos rodeados de comodidades. Y de manera especial si la molicie asomaba sus narices para destruirnos por habernos entregado a la existencia regalada.

En ocasiones, los grandes bancos del ventarrón circunscribían su acción hacia los tres mil quinientos de altura. Entonces podíamos ver las  estrellas en un cielo oscuro y transparente. Veinte kilómetros al sur las cumbres de la Iztaccíhuatl, cubiertas de nieve hasta los tres mil ochocientos, brillaban a ese mitológico  Sol Nocturno de México. Pues en México hay un Sol Nocturno. Solamente contemplar tal paisaje y se tenía la sensación de una temperatura todavía más baja que la de la nieve misma.

El montañismo tiene una técnica muy precisa que se renueva constantemente. Sin embargo el azar es el más fuerte ingrediente por el cual este deporte no envejece, a pesar de las exageraciones ocasionales de esa misma técnica. Las interpretaciones atmosféricas se pueden tener ahora con bastante anticipación pero también son parte de ese azar. Frente a los inefables horizontes cordilleranos el sentimiento tiende a desbordarse. No cuesta trabajo aceptar que, en este mundo de lo material, la primera jugada de billar la dio alguien que no fue el humano...

-El famoso primer motor-dijo Carmen-.Hay individuos que se defienden anteponiendo pensamientos realistas y así nació y se desarrolló la filosofía…La filosofía se la pasa hablando de los dioses y la teología de la razón práctica.

Eran  momentos breves de divagaciones. El hielo reanudaba su caída y otra vez la cortina blanca envolvía al universo y las cumbres del Telapón desaparecían tragadas por la tempestad. Afuera se escuchaba el impacto de la nieve algodonosa sobre los árboles y por encima de las tiendas. Benito Ramírez había pegado en la puerta interior de su tienda el cromo de una muchacha desnuda que, tres cuartos el rostro hacia él y su  cuerpo de perfil, sonreía en el acto de quitarse la única prenda de vestir que era una ligera blusa calada. Abraham  Set -Lamec tenía a la mano, un lado de su cabecera, el Libro. Los otros platicaban entre ellos de tienda a tienda. Carmen leía Elena, de Eurípides. Interrumpía su lectura y preguntaba a Cork:

¿Qué lees?

-Adivina.

-Levanta la voz y empieza.

“Dos niños se dirigen en la noche, pala al hombro, camino de la Casa Embrujada. Van a buscar un tesoro. Uno de los chicos es muy mal hablado, duerme en cualquier cobertizo del pueblo y por lo regular lleva una resortera para matar pajaritos…”

-¡Mark Twain!

El ruido sordo de la caída de la nieve volvía y recordaba con nostalgia el día que habíamos avanzado por la calle del lado oriente de Río Frío, entre cipreses y flores blancas de las jardineras. La mañana era luminosa y el sol de primera hora pintaba de rojo las casas y los rostros morenos de las gentes. Los perros permanecían echados en las calles polvosas carentes de pavimento. Los chiquillos de ojos rasgados y piel estirada por el frío jugaban con una rueda de bicicleta. En la esquina un hombre de edad madura temblaba bajo el sol por los efectos del alcohol ingerido el día anterior. Más allá un próspero comerciante hacía bajar de su camioneta enormes bolas de masa de maíz que entregaba en el local de la tortillería. Al vernos pasar con nuestras grandes mochilas nos  había dicho mientras reía: “Este es Río Frío, pero no somos bandidos”. Hacía alusión a la novela de Manuel Payno. Cork comentó que, por lo visto, el comerciante ignoraba los asaltos que sufren los alpinistas que acampan sobre el Tlaloc   y los que suben al Telapón por su ladera sur, saliendo de Llano Grande.

Hacía cuatro mil años los habitantes de la lejana tierra de Ullman, los forjadores de una deslumbrante y original civilización, habían caminado sobre el suelo de estas mismas calles de Río Frío, entonces someros senderos, Desde aquí emprendían la ascensión a la cumbre dedicada ya para entonces a Tlaloc. Por los idénticos caminos que aquellos olmecas habían subido, nosotros lo hicimos también en esta ocasión. En  tiempos tan remotos  (probablemente cuando en el Medio Oriente Gilgamesh construía Ur, las tablillas arcaicas, el relato de los sumerios sobre el diluvio universal, la epopeya de la creación del mundo y la epopeya del mismo Gilgamesh). Cuando los de Ullman llegaron desde el Golfo, seguramente  Tlaloc todavía no era un protector sobrenatural, sino un dios lógico de sencillos campesinos. Pues Tlaloc es el que da, o el que niega, el agua. El que amontona las nubes y mueve los vientos. El envía los rayos. “Tlaloc, Tlaloc, ¿dónde estás, que ahora más que nunca te necesitamos en este siglo veintiuno? La Comisión Nacional del Agua cada vez se encuentra en grandes apuros para surtir a las poblaciones de agua?” solía decir Cork. Y agregaba: “Nadie quiere pagarla, no hay legislación al respecto, los pueblos ya no dejan que se les desvíen sus ríos para traer agua a las ciudades, la temperatura global, por causas naturales y por otras artificiales, sube y sube. Tlaloc, Tlaloc, la tala sin reforestación…”

- Tlaloc es idéntico  a Zeus en eso de los rayos y las tempestades, menos en promover guerrillas con los otros dioses - había dicho Carmen, y agregó en seguida:-. Si  Tales lo hubiera conocido, reafirmaría su idea que el agua es un auténtico dios-Volteó la cara hacia las alturas y exclamó:-.Perdón Tláloc, te he comparado con un dios pícaro.








                                   






                                                              

44



-¿Conoce París?-preguntó Carmen

  -Alguna vez estuve ahí en un congreso. Es encantador, aunque muy caro. Pero teniendo un continente tan grande y variado como este, lo que sueño es conocer, o volver, a  Montevideo, Buenos Aires, Santiago, Perú, Québec, Nueva York. También, por supuesto, al Paris de Víctor Hugo, al Berlín de  Hölderlin y de  las mil toneladas de bombas y el resurgimiento de las cenizas, Madrid y la República Popular, Dublín y San Patricio. Bueno, todo eso. También Moscú y lo que queda de las grandes filas de obreros visitando la tumba de Lenin, Inglaterra y el cementerio de Malcom Lowry. Pero, antes que otra cosa, buscar el lugar donde estaba el islote, pasando Iztapalapa, camino de Chalco. En el que el hombre joven que había representado a Tezcatlipoca, durante un año, dejaba sus cuatro mujeres y regresaba a  Tenochtitlán, al sacrificio ritual, el 15 de mayo. Moría y ese mismo día volvía a nacer...

Caminábamos entonces, recordaba, hacía dos semanas, calle arriba y bajo el influjo del verde profundo de los bosques superiores. El azul intenso contrastaba hacia el sur con las nieves de la Iztaccíhuatl. Es cuando se tiene desde aquí la impresión  que es una enorme montaña o bien que decididamente se trata de una sierra nevada.  Benito Ramírez dijo que el cielo solo era ya una presencia y se refirió al tiempo en que todo este panorama de montañas verdes y blancas significaba un verdadero santuario:

- Cada una de esas cumbres y sus antecimas, los collados, sus estanques, los ríos, el bosque. Después vendrían las representaciones en piedra o en barro o hasta en madera y pintura. Pero aun el cielo, sin nubes, era ya una entidad sagrada. El Viento, el Sol, el Agua en su viaje hacia la tierra, las nubes. De hecho se tiene desde entonces en el país  la costumbre de las voces afectuosas para casi todo como nubecitas, bosquecito, agüita, cañadita, Solecito. Es una forma de personalizar con amor.

Luego de un alto en la tienda de Río Frío, en donde compramos  algunos víveres, nos hemos echado  la mochila al hombro y reanudamos la marcha. Bajamos del monte Tláloc y continuamos nuestra travesía hacia el lejano Teocuicani. Cuarenta o cincuenta kilómetros. Cork y yo conocíamos cada pulgada del terreno pero de manera fragmentada. Esta es  la primera integral.

Algunos hombres que “tomaban el sol”, parados en rueda afuera en la banqueta, nos habían pedido en tono poco amable que no ensuciáramos la vega del arroyo que desciende hacia Río Frío. Así como el Sol se alimentaba con sangre de los prisioneros cautivos en la guerra y demás víctimas rituales, de la misma manera ellos, como gente de campo que son, saben que toda criatura humana, animal y vegetal se beneficia del sol. Por eso en el país existe la frase: “tomar el sol”. Tomar el sol no es estar bajo el sol.   Sigue siendo el pueblo del Sol pero también del Agua.

- Por este lugar pasaron los grupos olmecas al tiempo que, en el otro lado del planeta, empezaban también a levantarse las ciudades de Mesopotamia  y de Ur- nos recordó Cork -. Cuando se tenía por cierto que Ishtar desciende de los infiernos y leyendas como el diluvio, eran conocidas por los sumerios…Subían los olmecas prehistóricos por estas laderas, Iban o venían camino del alto valle de Ituhalco, entre el Popocatepetl y la Iztaccíhuatl que era la otra vía alterna para descender al Valle de México, viniendo del Golfo. O se iba por aquí hacia el alto valle de Xochiquetzal, bajo la cumbre rocosa del monte Xotlaltzin, para bajar hacia el noroeste, por a Texcoco, y luego alcanzar Teotihuacan. O bien lo hacían por Ituhalco, Amecameca y San Rafael. Alcanzar la ribera norte de la laguna y empezar la construcción de lo que con el tiempo se llamaría Teotihuacan Uno. Aunque no sabemos cómo se llamaba entonces esa ciudad preteteotihuacana. Con los años los de Cuicuilco construirían la Ciudad de los Dioses, o donde los hombres se hacen dioses, sobre los edificios olmecas. Después, muchos siglos más tarde, aquí en Río Frío,  se levantó el pequeño fuerte para vigilar el oro mexicano que iba a dar a España y  también a Inglaterra y Holanda, por la acción de los piratas. Ya por una cosa o por otra, el paso de los viajantes por este camino, que se internaba entre las montañas, era completamente familiar. Si bien entonces, en la colonia, la atención de la gente estaba concentrada en ese movimiento de los viajes, de metales preciosos, de todas maneras se daba una actividad hacia los valles altos del noroeste, ya fuera por necesidad de madera o por la caza. Y algunos por necesidades religiosas. 

- Las condiciones de inseguridad - explicó Abraham - para los alpinistas en otras montañas del Altiplano, como el Ajusco,  la Malinche y el Nevado de Toluca, aquí también han aparecido desde muy temprano. Una vez  se encontraron en la cumbre del Tlaloc una mochila de alpinista, con cosas y sus víveres todavía frescos. Pero  jamás se supo de su dueño. Fue tal el revuelo que causó este hecho que constituyó una verdadera noticia al tiempo que se emprendían las investigaciones por las policías de estos lugares. Grupos de habitantes de los poblados chicos se organizaron para emprender la búsqueda y recorrieron las cañadas que se desprenden del lado oeste. Nunca se encontró al dueño de la mochila. Y hace unos dos meses, un grupo de  veinticinco montañistas, de la Universidad Nacional, fue  asaltado por dos que traían pistola. Uno de los jóvenes universitarios resultó asesinado.

Una mujer vendía flores en una esquina de Río Frío. Estaba sentada como en los cuadros de Diego Rivera, sobre sus pies descalzos y los dedos de estos convergían hacia el centro, debajo de las nalgas, haciendo la figura de un olin. Las flores eran una fiesta de colores. Philips Bragar se inspiró en estas vendedoras de flores para dar un lujurioso colorido a sus pinturas.

En la bolsa de la chamarra Cork podía sentir la segunda nota que Clemencia le había hecho llegar con Salvador Alonso. Decía: “No podré subir al campamento en la fecha acordada. Más tarde los alcanzaré”. Clemencia. P. D. “No es que vaya a empezar un retiro de meditación. Sucede que busco algo que se relaciona con usted. De su niñez. No como psicóloga sino que lo hago como humilde discípula de Krisna…Propiamente apunta hacia los días de su nacimiento…Con amor escribo esta nota”.

Cork  sonrió:

-         En lo que se entretienen algunas mujeres. En lugar que venga y hagamos historia. Como tú y Carmen lo hacen, se mete a buscar en mi nacimiento. ¿Qué importancia puede tener eso?  Lo que va a descubrir es que nací bajo el signo de Ome Tochtli. Y como conoce parte de mi conducta, de esa manera entenderá que los hombres del Tonalpohuali en verdad sabían leer en las estrellas el destino de los humanos. Soy de los primeros que llegan a las fiestas y los últimos que se retiran. Así está escrito en las estrellas.

Abraham Set Lamec poseía desde pequeño la tradición de los graniceros. En un momento de aquel mal tiempo Cork le dijo:

- ¡Detén la tormenta!

  Abraham no contestó. En su   rostro había terror.

- ¡Detenla!- repitió aquel -. Ya ha diluviado durante dos semanas. Es el momento en que los teciuhtlazque adquieren todo su poder. A partir de aquí las cosechas en los valles bajos pueden malograrse por exceso de agua y nieve. ¡Tú puedes hacerlo! ¡Recuerda que el exceso de agua es lo que te da la posibilidad de lograrlo!

  Abraham continuó guardando silencio. No se apartó de Cork refugiándose en su tienda. Por un rato más permaneció en obstinado mutismo. Quería a Cork con una amistad  forjada en las ascensiones a las montañas que juntos habían emprendido durante años. Pero haber hecho el menor movimiento, o cualquier somera intención de detener la tempestad, hubiera significado el regreso a la cultura de sus ancestros. El abandono del credo religioso al que ahora pertenecía. El regreso del individualismo al grupo. De la destrucción que anunciaba de puerta en puerta, según decía Armagedón, a la conservación  de la naturaleza enarbolada y espiritualizada por su grupo original. O bien al cristianismo de la reconstrucción que se sobrepone a un mundo destruido. Un rato después levantó la vista.

- Tú eres hombre de ciencia. No puedes creer en eso.

- ¡No me salgas con esas! ¡En tu predicación de casa en casa niegas a Darwin y ahora te acuerdas de mi ciencia. Frente a estos inefables horizontes cordilleranos, es verdad, el sentimiento tiende a desbordarse. No cuesta trabajo aceptar la existencia del mundo metafísico. Algunos prefieren  anteponer pensamientos realistas, lo acabamos de escuchar con Carmen. Así nació y se desarrolló la filosofía. El Humanismo. ¡Y en hora buena! Bien venido todo lo que enriquezca la discusión. Pero tú has renegado del poder del granicero que te confirió la tradición...

Cork no tenía claro si su amigo hablaba de religión o de antropología filosófica. Por más que su lenguaje fuera religioso, era obvio que se inclinaba más a las verdades seculares. Ya en  los tiempos de su  catolicismo leía de preferencia el Apocalipsis de San Juan. El libro en el que  muchos han creído fundamentar su nestorianismo antes de pasar al ateísmo. En realidad  su congregación pertenecía al grupo de iglesias del área  del nestorianismo. No escuchaba tampoco a Cork cuando le decía que Teotihuacan y el Calendario se lograron con la existencia del grupo que conservaba la tradición. Sólo con la tradición se podrían emprender obras que trascendieran a las generaciones. Buscar la solución contra el cáncer. Contra el sida. Llegar a la Luna. El Diccionario Británico...De otra manera se corría el riesgo de no aprovechar la estructura cultural y científica establecida por los milenios.  Había el peligro de regresar al punto antropológico inicial. Una posición individual de antes del tribalismo. Sería como servirse del ábaco sin hacer caso de la calculadora de bolsillo. No creerles a los matemáticos equivaldría a esperar de nuevo cien siglos para descubrir el cero y la posición numeral de los olmecas.

  - ¡Solamente el cielo tiene poder para detener la lluvia!

-  En este caso concreto de la tormenta tú tienes el mismo poder del cielo.

- ¡Calla, no sea bárbaro! ¡No digas esas cosas horribles!

Abraham sudaba como si estuviera bajo los cuarenta grados que el otro le había dicho que hacían en la isla del Carmen, no entre los quince grados bajo cero de aquel mundo de roca y hielo. Se tapó los oídos en tanto exclamaba:

- ¡Por el cielo, no quiero seguir escuchando esas barbaridades! Insisto que no puedes creer  que algún humano tenga la fuerza de poder detener la tormenta.

- Por lo pronto ya se  puede provocar la lluvia  con medios químicos. Ahora hay que ver cómo o por qué se detiene al conjuro de los teciuhtlazque.

- ¡Es absurdo!

-En la ciencia nunca se dice la última palabra y en la fe lo imposible  es  posible. Es una misma lógica en diferentes planos pero eso no viene al caso en este momento. Ahora hay que empezar por el efecto y después buscaremos la causa.  Nos falta encontrar la explicación pero el hecho está a la vista. Aparecieron los vulcanólogos porque hay volcanes. Precisamente de estas incógnitas se alimenta la ciencia. Solamente hay que tener ojo para encontrar dónde está el reto. Hasta hace unos treinta años los investigadores de la Universidad Nacional encontraron la explicación de un viejo conocimiento que poseía el pueblo náhuatl. Era que con miel no se infectan las heridas, por más profundas que estas sean. Hace cinco siglo Sahagún consignó el dato que los mexicas se las curaban con miel de maguey.  Así la acción de los teciuhtlazque ha estado a la vista durante milenios. Piensa, concéntrate – nos contó una película.En el pueblo de Eastwick tres mujeres se dan cuenta que uniendo sus deseos consiguen que se produzca aquello en lo cual pensaron. Inclusive estas tres brujas llegan a imponerle sus voluntades a Jack Nicholson, que se supone es el Diablo mismo. Uno de los primeros deseos que formulan es que en determinado momento llueva sobre ese poblado para que así se de por terminada la insufrible perorata que, a manera de desglose sociorreligioso, desarrolla, al parecer de manera interminable, el ministro del lugar. Tú sabes que en ti no es ninguna fantasía cinematográfica. De no ser cierto los teciuhtlazque ya hubieran desaparecido. El pueblo no tolera a los charlatanes más allá de dos o tres  generaciones. La prueba y el error aquí han sido más que observados. Que no lo sepamos explicar no quiere decir que no sea realidad. Es otra realidad. Como la del amplio espectro electromagnético del que sólo podemos ver una reducida rendija…

El sendero que empezaba en la última calle del lado sur del pueblo y  subía de manera abrupta por el terreno muy empinado, y casi deslavado por la erosión seguía azotado por la tormenta. En esa altura  era agua pero en el lugar elevado  en el que instalamos  el campamento por la tarde, caía nieve en abundancia. La falta de árboles y la precipitación del agua al no encontrar un suelo habían dejado su huella desoladora por todas partes.  En el sur el espectáculo impresionante y bello de la Iztaccíhuatl elevando sus cumbres nevadas sobre los bosques de los primeros planos, sólo se dejaba ver por momentos en que la bruma se desgarraba. Los rayos caían iluminando las cortinas de nieve que, impelidos  por el ventarrón, iban a estrellarse contra las paredes rocosas arriba de los cuatro mil.

Abraham Set Lamec creyó lanzar su argumento decisivo, pues la polémica diaria, con la gente que trataba de llevar a sus redes, lo había hecho un conversador temible y ahora tendría que servirle tal rutina:

- ¡Tezcatlipoca jamás hizo un milagro! ¿Por qué quieres que yo lo haga?

 - No sabes lo que eso significa frente a Tezcatlipoca! ¡Cuando a él se le pide algo es precisamente para que nada cambie, para que deje las cosas como están! Con Cristo es con el que nos tomamos libertades pidiéndole cada media hora que se haga nuestra voluntad y no la de Él. Tezcatlipoca sabe por qué están así las cosas. Es una mala costumbre que tenemos en la actualidad de estar pidiendo y pidiendo cosas al cielo.  Es una muestra de poca fe en el cielo y poca acción en el suelo. Cuando Jesús pide en Getsemani no es porque en realidad lo necesitara. Lo hizo para ilustrar esa aberración de estar pidiendo y no dejar que el plan divino se cumpla con toda libertad. Aceptó el hecho y dijo “Que se haga tu voluntad”. En el caso de Tezcatlipoca el sólo hecho de no pedirle es dejar que él se manifieste en toda su potencialidad. Y no olvides que también es el dios de la  guerra y la peste. ¿Eso es lo que quieres que manifieste? Es su naturaleza. Pero como somos gentes de los tiempos de la civilización industrial, los ruegos que se le hacen tienen que ser cuidadosos para no confundir las peticiones y no incurrir en nuestro sincretismo actual en lugar del ecumenismo. Después de todo, ¿Por qué estar haciendo caso a ruegos de humanos que se asustan hasta porque son felices? ¿Qué sabemos los humanos de lo que el cielo quiere? Ya un hombre de setenta años puede ver que, algo de lo que con tanto afán pedía al cielo, cuando tenía veinte años, no era más que una niñería. O que muchas de las cosas que le parecieron desgracias, propias o ajenas, con el tiempo iban resultando con un significado contrario al que en principio se creía. ¿Cuántos individuos  se cortaron la vida por la muchacha que no les hizo caso? Si hubieran vivido veinte años juntos posiblemente hubieran acabado diciéndose las peores injurias frente al juez y asesorados por sus respectivos abogados.

- ¿Para qué entonces   se quema copal?

- Se rogaba por medio de la oración del humo de  resina que nada fuera alterado. Que en la siguiente temporada de siembra el agua cayera como siempre y a su debido tiempo, que el exceso de agua no rebasara ciertos límites. En cambio se daba poder a los hombres para que cambiaran las cosas cuando creían que deberían de ser alteradas. En la medida de los humanos, no en la escala de los dioses. Por algo el pueblo en lo civil  tiene a sus ministros, diputados y demás para que hagan el trabajo que se requiere a otra escala de la del presidente... Y Tlaloc tiene a sus tlaloques.  Los teciuhtlazque no pedían sino que hacían. Hacían llover agua, granizo o dirigían los vientos en la dirección que ellos consideraban que para allá deberían ir las nubes cargadas de agua. Con Tlaloc no hay intercesores si no ejecutores. Los tlaloques y los hombres. O bien podían hacer que se suspendiera la tormenta que ya empezaba a ser perjudicial para la siembra o para la seguridad de los pueblos. Ríos desbordados, laderas de la montaña que se vienen abajo. Y ahora ese momento se ha alcanzado.  Lo que te pido es que hagas, no que pidas. Esto mismo sucede con los sacerdotes de las religiones reveladas, que tienen poder de decisión que les ha sido conferido…Tu eres un sacerdote de Tlaloc.

Yo había escuchado. Sintiéndome llamado a intervenir en favor de Abraham, dije:

- Creo que Abraham está en su derecho.  Eso no lo puede aceptar tan de buenas a primeras el pensamiento racional.

- Al menos hay una forma de comprobar lo de los teciuhtlazque

- ¿Cómo?

- Platicando con ellos.

- ¿Dices que aun existen?

- ¡Por supuesto! Abraham es uno de ellos. Además en muchas partes se ha conservado esa tradición y ese poder.

-¿Por ejemplo?

- En algunas cañadas de la Iztaccíhuatl arriba de Amecameca. También al sur del Popocatepetl.

- Al sur del Popocatepetl quedan los estados de Morelos, Guerrero y más de quinientos kilómetros hasta llegar al Océano Pacífico…

- En el flanco sur del Popocatepetl

- ¿Será posible?

- ¡Es y para allá vamos!- y agregó en seguida: - Aquí en Río Frío los hay, aparte de Abraham.

- ¿Cómo, quiénes, dónde?

- Quizá un día conozcan a algunos de ellos. Esto es posible solamente si ellos lo quieren…Con frecuencia estas cosas no son tan simples. Hay desconfianza. Dos pueblos de diferente cultura entran en contacto y se quedan observándose mutuamente. No piensan en las afinidades o las diferencias que sus poetas pueden tener o las ventajas de sus médicos y matemáticos.  Pero sí en el oro o los granos de que disponen y en la fuerza para defenderlos o bien con qué facilidad se les puede embaucar para quitárselos. Casi todos empiezan diciendo que poseen una cultura y que los otros carecen de ella. Así justifican  que ellos en lo sucesivo dirijan su manera de pensar y vivir. Si no lo aceptan empieza la guerra. Otros de plano evitan entrar en esas complicaciones pues pueden pensar que, efectivamente, están tratando con una cultura superior y entonces se acogen al recurso que aquellos son enviados por Dios para llevarles su mensaje. Esto ya es más sutil pero se ha utilizado durante siglos en todas partes. Algunos se lo creen y aquellos entran a tomar posesión de su oro y sus granos sin siquiera haber disparado un solo tiro. Así se procede frente al pueblo, pero los teciuhtlazque tenían, y tú lo sabes, una preparación distinta...

- ¡Me niego rotundamente! ¡Eso en estos días...!

- ¿Por qué vivir en el blanco o el negro cultural - decía Cork al notar el mutismo en el que se había encerrado el otro después de unos minutos -. ¿Por qué no vivir en la riqueza de las dos o tres o cien culturas? Recuerdo cuando era niño y  mi madre me llevaba en brazos. Al pasar un puente bajo el cual iba la corriente de agua ella lanzaba unos granos de sal hacia atrás por encima de su hombro derecho.  Pronunciaba mi nombre y decía:    “¡Ven, no te quedes! ¡Ven, no te quedes!” era el ritual de la religión de Tlaloc. Mi alma no sería llevada en ese momento por los tlaloques que habitaba el río. Ahora, de grande, yo encontraría una delicia hacer lo mismo con mis hijos, cuando estos llegaran.  También les explicaría que el río además de tlaloques tiene roca cuarcítica que es del tipo metamórfico con un quimismo silíceo arenoso con componentes tales como cuarzo, mica, feldespato, minerales pesados… ¿Dónde está el conflicto? También les diría que no se dejen encerrar en ninguna cabrona cultura teniendo cien o mil culturas que hay que conocer. De ellas podemos enriquecer nuestra mente, fortalecer nuestro espíritu y conocer mejor nuestra cultura ancestral.

Para quitar el mal sabor de boca que había quedado de aquella discusión, les conté que Carmen me había hecho un relato que describía el pensamiento de Séneca. Pero ya que ella estaba presente, le pedí que lo dijera.

 - Era platónico, y a la vez estoico antiguo- dijo-. Se trataba de un alma grande que nos ha dejado un legado bello de reflexiones filosóficas. Con frecuencia son contradictorias pues al escribirlas no lo hace para leer un discurso pulido, revisado y vuelto a revisar, ante el senado romano, como consejero del  emperador que era de la potencia más fuerte de su tiempo en aquella parte del planeta. Al escribir se trata de un diálogo íntimo consigo mismo. Inclemente Nerón perseguidor de los cristianos, que envía a morir en el hocico de las fieras, pues estos hablan de un cielo que no es el poblado por los dioses romanos y deben, como Sócrates lo hizo en su tiempo, pagar con la vida por la misma falta que cometió ante los dioses de la Hélade. Sin embargo era Séneca, en el plano espiritual.  ¿Qué mal puede hacerte el más insolente si persistes en serle benévolo? Pero advierte en seguida: Nada hay más abominable que la amistad del lobo, evítala por sobre todas las cosas. Perdónalo pero no le des la espalda… Tampoco estuvo ajeno a lo que ahora se llama el pensamiento ecológico y cree que la naturaleza, que todo lo dispersa y todo lo recobra, habla  al hombre ilustrado y modesto. Le dice dame lo que quieras y llévate lo quieras, pero díselo no con altanería sino por amistad hacia ella. 

Abraham se limitó a sentenciar:

- Los tiempos de antes eran puros. Después empezaron a caer sin detenerse...

- Los tiempos modernos son mejores-dijo Carmen-, en  muchos aspectos los griegos  nos dejaron  cien variedades de un mismo tema. Pero se habla de filósofos antiguos o filósofos modernos... O los escritores, modernos, escriben cosas que han leído de los autores de tiempos pasados. Pocos aceptan que hay una línea entre ellos y aquellos… Son como  dos temas. Platón y Parménides que, en realidad, es sólo un tema y se conoce como devenir.

El viento arrojaba con fuerza una  cantidad enorme de gránulos de hielo. En la altura media que  seguíamos hacia el sur encontramos los restos de un avión de pasajeros que se estrellara en ese lugar hacía algunos años. Mario Campos observó en el primer alto que hicimos y que le permitió recuperar el aliento para poder hablar:

- Quinientos años más y  estos aviones, que encuentran  su fin en las montañas, serán el material que investiguen  los arqueólogos.

- Serán los fósiles dentro de quinientos millones de años para los geólogos y los paleontólogos- dije.

- No habrá tiempo... Los tiempos están por terminarse- replicó Abraham y citó varios versículos del Libro que daban las características anunciadoras del fin.

Hacia las tres de la mañana Mario Campos se había levantado a  calentar una taza de café. Los otros apenas dormitábamos. Al fin nos despertamos también.

La nieve seguía cayendo  con violencia adhiriendo su pegajosa masa helada a las telas de las tiendas. Cork hizo la observación en voz alta que las tierras bajas ya debían estar cubiertas de nieve. Una semana más de aquel tiempo y, dijo, todas las cosechas se habrán perdido.

Quedamos otra vez en silencio en el interior de la tienda. Escuchábamos la fuerza de la nieve golpear la protección de hule del campamento. Cork recordó que en todo el país se hacen intentos, y seguramente en este momento se estarán haciendo, de detener la tormenta.

- Sobre todo la gente del campo habrá salido ya de procesión o hará desde la ventana de su habitación que da al exterior, la señal ritual para detener la caída del agua y de la nieve. Unos lo harán en el ritual mesoamericano, otros en el cristiano católico romano y los del observatorio estarán consultando sus cartas.  Pero no resultará si no lo  hacen los teciuhtlazque












        45


- Somos los individuos afortunados que, al estar sobre las montañas, vivimos el sueño de millones de  habitantes de la ciudad. Durante toda su vida han pensado estar en estos parajes pero  jamás lo intentarán - dijo Benito Ramírez en tanto se afanaba por encender la estufa de gas para calentar el café de la mañana.

Estamos   metidos en nuestros slipings, dormidos o dormitando, pero  a estas horas no se les menciona, como si ese tiempo no existiera. En los relatos de la aventura alpina la situación del sueño  insomnio no aparece. Se trata de una importante parte de cada noche que se permanece en la montaña, pero no cuenta. Se dormita, aunque hay individuos que duermen, es decir, roncan, largas horas seguidas. Por lo regular la mayoría dormita. Despierta, se voltea, se duerme, tal vez platica un poco con otro que tampoco puede conciliar el sueño. Se duerme, se voltea, se duerme, se despierta. Aparecen las cuestiones angustiantes de la vida. Se recuerdan paisajes remotos o agradables, ya casi olvidados de la niñez. Sobre todo los sueños en la montaña, quién lo creyera, siempre tienen una fuerte presencia erótica. 

En la montaña todo se conquista, empezando por el montañista. El hombre habrá puesto su pie en la cima pero al volver al valle llevará marcada su alma con la visión indeleble de los bosques y sus masas rocosas que emergen de entre los árboles o sobre los hielos. Si no logró su objetivo volverá una y otra vez a intentarlo. Si alcanzó la cumbre será apenas el principio de una interminable carrera por los valles y los glaciares.

Mientras toma de su taza caliente, un café negro americano humeante, Toci dice que esto está relacionado con el arte, por su belleza.

El alpinista, entre tanto, sigue dormitando. Cuando se puede,  ve desde la tienda el incomparable espectáculo de las estrellas, la luna, el bosque inferior dominado por las montañas nevadas a lo lejos. Ve  el resistente pastizal de los primeros planos, en los cuatro mil, muy iluminados por   el Sol Nocturno. O bien la niebla cerrada que cubre otra vez  el bosque y avanza veloz invadiendo las paredes. Después regresan las imágenes sensuales. Es como un loco rompecabezas el dormitar en la montaña. Uno se imagina que el duro esfuerzo de la jornada a través del bosque, subiendo por la ladera nevada o bien a lo largo de la pared rocosa, dejaría al individuo completamente fuera de este mundo tan pronto como sube el cierre de su bolsa de dormir.  ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo podría permanecer así un cuerpo que mediante ese esfuerzo precisamente se ha saneado? Su ritmo cardiaco ha sido puesto a prueba de manera sostenida. Sus pulmones trabajaron, igual que  potentísima fragua frente al horno del herrero. Sus arterias, medio tapadas ya por las grasas de tantas comilonas de la ciudad, fueron atropelladamente invadidas por el torrente sanguíneo, merced a toda una jornada vigorosa de subir y bajar por pendientes suaves y fuertes. Toda la hipocondría y polifarmacia fue a dar hasta el fondo del cesto de la basura. Se espera que ese cuerpo revitalizado de esta manera permanezca quieto, perfectamente dormido, con la mente en blanco sin registrar pensamientos. Cuando lo que sucede en realidad es que, llevado por esta euforia biológica, rompe los candados que había puesto el censor. Sin mayor escándalo parece sacar cosas del inconsciente, como la lavandera que extrae ropa del fondo del tambo, la pone con toda naturalidad en la lavadora pero que también encuentra  que hay piezas que no tienen  por qué estar entre la ropa sucia.

Salvador Alonso medina nos cuenta que, dos semanas atrás, al partir hacia arriba alguien había muerto en Río Frío debido a una congestión alcohólica. Estaba tirado en la calle Madero. En el principio sólo los perros se acercaban, lo olfateaban y rondaban por ahí o se echaban a dormir junto del cadáver.

De pronto Abraham Set Lamec murmuró algo:

-Falta poco…

-¿Ya se va  a acabar el mundo?-pregunté.

-He estado observando…Hay señales…

Cork me hizo un ademan con la mano para que guardara silencio.

A las tres de la mañana salen las notas musicales del pequeño aparato de Mario Campos que llegan de la estación radiodifusora desde el sureste: Fue un florecer de una leyenda de amor. De tus labios el primer amor conocí. De la marimba al son te conocí, y al contemplarte fui de la ilusión, el prisionero que viene a contarte, las penas de su corazón

Sabemos que hacia el oeste un punto rojo se destaca en la noche, más allá de las nubes que arrojan nieve sobre nuestras tiendas de acampar.

- Es Betelgeuse, de la constelación de Orión…- dijo Toci-. Curioso lo que dice la gente. También Shopenhauer personalizaba al planeta Tierra. Hegel lo diviniza, o intentó hacerlo.

- Cuando cruzábamos Cork y yo el desierto de Altar- les digo- en invierno, en pleno erg, crecía una bella y delicada florecita de apenas veinte centímetros de  delgado tallo y sus hojas amarillas se abrían en dirección del sol tibio de la mañana. Esa era la voluntad de ser a la que se refería el filósofo que acabas de mencionar. Las dunas cambiantes, el viento que pasa y mueve las arenas, las sierras desnudas que se desintegran para transformarse en otra cosa.  Están los saguaros que a lo largo de muchos años van creciendo y desarrollando sus cortezas gruesas especiales para no dejar escapar la humedad. La planta que crece en círculo que tiene doce mil años de antigüedad y que ya estaba ahí cuando al hombre le faltaban muchas centurias para construir su primera ciudad. Y esa florecilla del desierto ya existía.

Todos los ahí reunidos, en la tienda-comedor, sabíamos que se  creería que la voluntad se manifiesta en el hombre en el afán de batallar y más batallar en  subir por la montaña, pero esto no es tan exacto. Es en el ambiente muelle de la ciudad donde el alpinista libra su más grande batalla. Sacar la mochila del desván y empezar a arrojar dentro de ella las cosas necesarias, es el momento de las grandes decisiones. Un día el montañista ya no alcanzará a reunir la suficiente voluntad de “hacer la mochila”y ahí acabó todo. Pasarán semanas, meses y después años y el individuo ya no habrá regresado a sus viejos caminos de la nieve. Todo eso sucede dentro de la voluntad de ser de este individuo que se llama planeta Tierra. Los mexicas le llamaban Tlaltecuhtli. Una deidad despiadada. Cuando había que florecer lo hacía, cuando era preciso morir lo ejecutaba, pero moría para renacer. Dos horas más tarde aquella florecita estaba muerta por efecto del sol que se había vuelto demasiado intenso.

-Chicomecoatl es la divinidad primordial femenina que en México representa a la Tierra, no lo olviden-dijo Toci.

Mario Campos: - ¿Qué caso tiene todo eso de la florecita que nos cuentas del desierto? Como El Principito en su planeta de un día que dura treinta minutos...

- Moría el individuo pero la especie era inmortal. ¿No es esto lo que persigue Clemencia, Cork?- pregunté.

-  No, creo que no. Ella quiere salvarse sola. Desear salvar a otro, o al grupo, es  tener ya  un deseo. Eso la perdería. Quiere volver a vivir para estar cada vez más pura. Y al final perderse en las estrellas. Nosotros, en cambio, serviremos de composta para una mejor producción. Es un eterno perecer de individuos para alimentar la descendencia de otros individuos.

Volví a pensar en la muchacha que pedía limosna en las calles de  Amecameca y que llenaría este mundo de niños

 Cork también pensaba en Clemencia que se la pasaba mirando hacia la luz y cantando Hare Krisna.  Y otra vez mirando hacia las estrellas. Y que lo más probable era que no dejara descendencia alguna.  Iba a comentar que, después de todo, todo estaba claro, nada complicado, pero los otros dormían de nuevo   perdidos en sus bolsas de plumas de pecho de ganso. Entre tanto  un viento fuerte golpeaba las tiendas de delgada pero resistente tela color naranja.

Una hora después Abraham Set Lamec salió en silencio de la tienda-comedor.

Cork volvió a hacerme una seña, en silencio, con las manos.

-Va a la letrina-dije en voz queda.

-No- respondió Cork-. Atisba en silencio por la mirilla.

Casi perdido entre la noche y las brumas violentas que doblaban las copas de los árboles, Abraham permanecía de pie. Así estuvo media hora. Al entrar se sacudió la nieve que se le había  pegado en la ropa. Estaba helado. No dijo nada. Se metió en su bolsa de dormir y se quedó dormido.

Cuando amaneció, y mientras calentábamos el agua para el café, en la  radio de Mario Campos escuchamos que el Observatorio Meteorológico anunciaba sol radiante para ese día.

Luego del almuerzo, Abraham hizo su mochila y dijo que necesitaba regresar a Río Frío:

-Hay mucho trabajo en casa. Hay que remover la tierra y desbrozar la milpa. Los quiero- Dirigiéndose a Cork:-Hermano, ya nos encontraremos para otra ascensión. Tenías razón, las milpas estaba en peligro de perderse para los pueblos.

Se echó la mochila al hombro y se fue. En el recodó del bosque hizo un alto, se volvió y agitando la mano nos dijo adiós.

José Méndez dijo:

-Abraham es un campesino desde niño y conoce la mecánica de las tormentas, como todo campesino.

-Sí-dijo Cork.

-No tiene nada de especial.

Cork volvió a decir:

-Nada.

Volvimos a la tienda pues era temprano. Carmen se fijó en Cork que en ese momento estaba de perfil sirviéndose una taza de café medio sepultado en su sleeping. Me comentó que se acordó de Henry Pulling, un personaje de Graham Greene.

-¿Qué tiene de particular Pulling.

-Que “nunca tuvo que hacer el menor esfuerzo para conquistar a una mujer”- y agregó-. La loca de mi prima Clemencia es una pendeja…

-Empiezo a ponerme celoso-dije.

Mucho tiempo después escuché a Cork que decía:

- Clemencia se iba deteniendo brevemente frente a los cuadros en la exposición permanente del Museo Nacional de Arte, allá en la isla, y después seguía. Pero noté que en otros se plantaba frente al retrato y parecía perder la noción del tiempo. Yo trataba de descifrar qué era lo que la atraía. En el Retrato de la Señora Elisa de Gutiérrez Roldán, la hermosa y distinguida mujer, perdía su mirada en el horizonte. En el fondo los grandes bancos de nubes blancas hacían una revolución sobre las montañas volcánicas del Dr. Atl. Al pasar frente al retrato pintado por Agustín Lazo, y cuyo título tenía: “Cabeza de joven”,  me dijo: “Así era usted en una época muy remota a esta”.

- ¿Y?

- Incrédulo, le preguntaba cosas con las que yo estaba familiarizado y ella me respondía sin titubear. Por ejemplo un día, hacía décadas, antes que los dos naciéramos, le dije, que en la capital había existido un salón de baile que se llamaba “Salón México” y de inmediato me contestó “Y también se llamaba “El Marro”. Estaba en la calle Pensador Mexicano, cerca del Eje Central, que entonces era Niño Perdido, por la plaza de Aquiles Serdán. Los de Tepito eran los que le llamaban “El Marro”. En otra ocasión le dije algo sobre la vida política mexicana, a lo largo de los últimos siglos,  a lo que respondió: “El 13 de mayo de 1822 se polemizaba por el diputado Odoardo, a lo largo de una asamblea del recientemente México independiente  de España, la posibilidad de conservar el ejercito permanente y también de aumentarlo pues había temores de otra invasión del extranjero. Pero ahora no por el lado de Veracruz si no desde el norte.  O que se intentara una reconquista por parte de España, pero se decidió al final por un ejército mexicano reducido profesional, pero más bien con miras improvisadas ya  que incluían la leva. Esto era lo que lo hacía endeble ya que  ésta manera de reclutamiento, falto de toda ideología y muchas veces falto de paga (con frecuencia los hacían entrar en combate antes de la paga con el objeto de que al regreso fueran menos, descontando los muertos, a los que ya no tendrían que  pagar), pensaba más en el botín a costa del pueblo indefenso que en protegerlo. Y por si fuera poco, la parte que podía considerarse como profesional unas veces tenía que defender, quisieran o no, el punto de vista del grupo en el poder. Esto con duración de unos meses, cambiaba, cambiando con ello también los intereses y la ideología, y ya nadie sabía a quién tenían  qué defender  o contra quién tenían qué disparar…Yo la hubiera querido besar, tomar, hacer historia. Pero ella siempre decía que todo eso, y más, ya lo habíamos hecho, en otra historia. Que era por aquella historia tan escandalosa por la que ella seguía aquí muriendo y volviendo a nacer. Restándole karmas a su historia global. Pero que yo, bueno, cada vez ella tenía más karmas y que eso le producía angustia al ver que nos separábamos y que si bien vamos en la misma dirección era en el sentido que un automóvil y un avión pueden hacerlo. Pero que en otras épocas ( creo que quería decir vidas) nuestra pasión había sido tan violenta que para ella era imposible dejar de buscarme cada vez que tenía otra oportunidad de volver a vivir, pero que tenía que ser así …Para no volver a aumentar su lista de faltas que retrasaran su  encuentro con la Gran Luz. Decía que solamente la mirara.

   Así que… ¿solamente visual?

- Sí. Y aun así ya era pisar, para ella, terreno peligroso porque. ¿Qué crees? Ella ha recibido la enseñanza que aun la vista es una especie de órgano que hace contacto con lo que se quiere ver y tal cosa implica eso, hacer contacto…


José Méndez, luego de quitarse las botas y dejarlas bajo el cierre de la entrada, para no introducir nieve a la tienda, recibió la taza de café caliente que yo le alargaba en ese momento.

- ¿Cómo dices que se llama esta mujer?-preguntó.

- Clemencia

 Carmen  empezó a hablar de algo que nos pareció interesante:

- Me acuerdo de una  mujer de la antigua Grecia llamada Xantipa. Era un ama de casa normal para su tiempo y lugar. Tal vez no supiera leer ni escribir. Se cree que lo más probable es que fuese ignorante de muchas cosas del mundo. Y un poco regañona por añadidura. Esta fue la compañera, ideal,  que iba a ayudar que en la humanidad se produjera un pensador excepcional. Xantipa no era una mística como Clemencia, sino una mujer como todas. Solía ir a chismorrear al mercado.

Al decir esto miró a Cork y en seguida hizo la reflexión que era un poco extraño que en estos tiempos no se hubiera descubierto la figura de Xantipa. Con toda la importancia que tiene en el desarrollo de las ideas. Para los hombres puede ser la figura de antiheroina, pero para las mujeres debería de ocupar un lugar especial. Sin embargo hasta la fecha la literatura de las mujeres no la ha localizado.

A lo mejor el filósofo fue el que ayudó a que Xantipa fuera como nos dice la historia. Biliosa y pronto a estallar en pleito contra su compañero. Este  era muy dado a platicar con todo el que se encontrara en la calle. Se le iba el tiempo y de ahí que no atendiera las necesidades del hogar, como era debido. Entonces venía el pleito y Xantipa empezaba a gritar y reprochar. Para eludir tan terrible situación el filósofo salía de casa y otra vez a platicar con sus amigos.

Y cuando Xantipa iba a la plaza a comprar el mandado y veía que no podía adquirir gran cosa, entonces volvía a pensar con furia en su platicador marido.

Toci conocía la historia y agregó:

 - Xantipa tampoco tenía madera de mujer mormona. Se había vuelto biliosa debido seguramente a la presencia de Mirto  o Diotima, la segunda esposa del filósofo. A dos mil quinientos años de distancia no sabemos con exactitud si Mirto apareció en escena después de la muerte de Xantipa o fueron “paralelas” en el tiempo. Porque la intensidad de los conflictos como se daban entre ellos debió de haber tenido un elemento más allá de la incapacidad monetaria del filósofo.

- Tienes razón. Se enojaba tanto esta mujer, gritaba y despotricaba, que en cierta ocasión Alcibíades, un joven general que conocía al matrimonio, dijo: ”La gruñona Xantipa es insoportable”. Desde luego  no es exagerado decir que mucho de la obra de Sócrates, le corresponde a Xantipa. De otra manera Sócrates hubiera sido un escultor sin modelo, un sacerdote sin pecador, un dentista sin dientes a la vista.

Toci volvió a intervenir:

- Aunque tampoco Xantipa era el bicho raro que el filósofo hubiera puesto bajo el microscopio. Nadie le entrega su amor ni viviría la rutina de los días y los años con un bicho. Xantipa era su compañera.

-  El corolario de esta historia es que, resulta difícil en extremo, para un hombre, saber comprender la neurosis de la compañera. Ni aun si es filósofo. Debes de tenerlo presente, ¿he Cork? Si es que vuelves a ver a Clemencia.

-         Pues no sé si ésta que conocí en la isla del Carmen sea neurótica como Xantipa, pero estoy seguro que es  una hechicera.

-         ¡Es una bruja medieval!- gritó Toci.

José  Méndez volvió a salir, ahora a reajustar los tirantes de las tiendas que, eran algunas  del tipo “india”. El impacto del viento los había ido aflojando, haciendo que las paredes de las tiendas, por el peso de la nieve,  se fueran aproximando a los rostros de los que permanecíamos dentro de los  sacos de dormir. Ahora, con el sol radiante, pronto se secarían, perderían peso al ya no estar mojadas y reemprenderíamos nuestra marcha hacia el Teocuicani. Como los otros dormían, yo lo acompañé. Solamente tres de las tiendas eran del tipo iglú y su estructura de varillas  cruzadas estaba lejos de presentar semejante contingencia que las del tipo indio con soportes en cada extremo. Los dos medios arcos de las delgadas varillas de bambú soportaban bien el gran peso de la nieve que pudiera alojarse en su esférico techo.

Luego Cork nos contó que en su pueblo del desierto  el hombre vivía con la mujer, que era su pareja, un día a la vez. Cada día debía de tener su atractivo. No era como el de ayer o mañana como el de hoy. Si estaba ahí la mujer era porque quería estar. Como si la unión tuviera una vigencia de 24 horas. Quería vivir otro día con él, pero no era propiedad de él ni había promesa de vivir juntos a perpetuidad. Si llegaba el otro día y  ella ya no estaba ( o bien había cerrado la puerta para que el marido no entrara), todo había terminado. Prolongar por convencionalismos sociales, practicando el tutile gamuchi, aquella situación, exponía a la pareja a las enfermedades venéreas...  Así pues, ambos tenían que procurar el control de sus emociones, sus decepciones y la tentación de intentarlo de nuevo. De otra manera era mejor marcharse.

- ¿Qué diablos es eso de tutile gamuchi?

- Intercambio de mujeres entre matrimonios.

- ¡Sopas! - exclamó Benito Ramírez.

-¿Crees?  Me parece que no hay mucha diferencia con lo que sucede en las ciudades occidentalizadas…En fin, en realidad no hay por qué empeñarse en el drama conyugal. Después de todo, el mundo está lleno de mujeres y de hombres que con las mejores intenciones andan en busca de formar una pareja estable. Varios miles de años antes que llegara el hombre blanco a Veracruz, ellos ya había construido hermosos edificios dedicados al Sol. Y estas intenciones son las que prevalecen, de otra manera ese grupo ya hubiera desaparecido hace centenares de años. Pero si pudo sobrevivir, con esas costumbres, a los tres siglos de la colonia y al caos político pos independentista que asolaba los pueblos para quedarse con sus tierras, seguramente podrá seguir viviendo. Seguramente el padre Chinchachoma nunca encontró niños hopis o navajos abandonados durmiendo bajo los puentes del metro Taxqueña.



















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