TERCERA PARTE
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Desde
luego el peligro inmediato era la consistencia tan erosionada de la pared. En cualquier momento, del día o
de la noche, un bloque capaz de aplastar tres tiendas juntas podría caernos
encima. Todos conocemos el caso del refugio de alta montaña al pie del glaciar
Ayoloco, vertiente oeste de la Iztaccíhuatl. Una roca procedente del Pico José Aguilera lo
aplastó. De tal manera que solamente una delgada hoja de lámina puede verse por
debajo del bloque. Nunca se supo si en el momento del desastre estaba ocupado
por montañistas. El año pasado una cordada de escaladores subieron a vivaquear hasta la base de la norte de
la Cabeza. En lugar de dormir en el cercano refugio Teyotl instalaron su tienda
de campaña en ese lugar, con la idea de
ganar tiempo y empezar temprano. En la noche otro bloque se desprendió de las
alturas y cayó sobre ellos. La enorme roca siguió su camino por la empinada
pendiente pero los escaladores ya estaban
muertos. Del más joven no encontraron la
cabeza.
Considerar ese constante riesgo potencial era
parte de nuestra situación mental. Desde luego que la temporada ayudaba a que
la nieve congelada consiguiera mantener a las rocas, en precario equilibrio,
pegadas a la pared sobre nuestras cabezas. Si bien esa misma circunstancia
constituía un peligro. La humedad en el fondo de la grieta podría expandirse al
pasar al estado sólido y, actuando como auténtica cápsula de nitroglicerina,
hacer estallar las grandes rocas. Pero la potencial explosión pétrea es parte
del riesgo que todo montañista debe
aprender a aceptar.
Benito
Ramírez hizo una observación:
-
Se le acepta, pero no hay modo de mantener lejos el fantasma de esa amenaza.
-¿O
si temblara? Ya saben que en el valle metafísico tiembla cada tres horas - dijo
Toci-.Con que uno de esos suba tres puntos en la escala de Richter…
-
Entonces esto se convertiría en un infierno- dije -.Quedaríamos sepultados bajo
una lluvia de rocas de todos tamaños. Los antropólogos del futuro sabrán qué
tipo de equipo de acampar teníamos en
este siglo veintiuno...
-
Nos informamos del probable estado del tiempo pero no de los temblores.
Hubiéramos echado una llamada al Centro de Prevención de Desastres.
Sabíamos
que un huracán se puede predecir con algún margen de tiempo, pero un
temblor todavía no. Les comenté lo siguiente:
-
Precisamente pronosticar los temblores importantes por su potencial destructor
es lo que le falta a la ciencia. Sabemos que todos los días ocurren estos
temblores. Pero es necesario saber cuáles serán los grandes. También conocemos
los lugares en que estarán sus epicentros. Pero no podemos decir todavía
cuándo. Le hemos puesto alambres y estetoscopios por todas partes al volcán...
Es preciso aceptar que, por lo pronto, el poder devastador de este, se
encuentra fuera del control del humano. En 1985 un temblor sacudió México.
Cuando pasó ya no estaban muchos edificios del centro de la ciudad. Cientos de
muertos. Unos años antes le había tocado a Orizaba, al pie del Poyahutecatl. En
marzo de 1964 un temblor de 7 minutos destrozó incontables vidas en Anchorage,
Alaska. En diciembre de 1988 murieron veinticinco mil personas en un temblor de
apenas cuarenta segundos en Armenia. Mil quinientas personas murieron al derrumbarse la ladera del volcán
Casitas, en el noroeste de Nicaragua. Y para que duerman bien esta noche, no
olviden que en los Ángeles, California, tenemos a la falla de San Andrés...
Tres semanas más tarde empezaron a escasear
los víveres. Tal vez por eso una noche Cork recordó el ambiente cálido de San
Juan de Puerto Rico. Su clima y su gente. Ir entre los alegres boricuas.
Comerse un cerdo entero en Guavate, llenándose los dedos, la boca y la cara de
grasa. La cocina con abundantes tubérculos, arroz y frijoles. Después bailar a
ritmo caribeño. El Moro, San Cristóbal. Big Ban... Carmen dijo que extrañaba
sus camarones de la Laguna de Términos.
Benito
Ramírez hizo una broma:
-Con
esto de los tsunamis primero hay que cerciorarse si aun existe la isla.
-Tienes
razón-dijo Carmen-La isla del Carmen esta´ a sólo tres metros sobre el nivel
del mar…
Era hora de pensar en el regreso. Así, una
hermosa mañana llena de sol, después del almuerzo, desmontamos el campamento y
nos echamos la mochila al hombro.
Antes
de partir Cork observó una nata de humo negro revuelto con la ligera niebla que
se desprendía de los bosques. Le oímos decir, ya con el piolet listo para
emprender la caminata:
-Los
gases de las fábricas, y de los automóviles, que llegan del Valle de Puebla se
mezclan con los gases que suben del Valle de México. Nadie podría explicar cómo
es posible que vida alguna pueda existir en esas ciudades y en esos valles.
¿Cómo llegamos hasta este punto?
Avanzamos atados por las cuerdas hacia el
oeste. La nieve, abundante, conservaba su consistencia dura y las puntas de los
crampones se afianzaban de manera satisfactoria. Una hora más tarde estábamos
fuera de la pared. Fuera de su belleza y de su peligro. Y de su vacío. Llegamos
a la pendiente inestable llena de rocalla y arena. Ahora teníamos libertad de
desplazarnos sin la constante presencia de las cuerdas. La pared superior no se
nos vino encima cuando acampábamos ni el Popocatepetl hizo erupción como venía
haciéndolo desde quince años. Teníamos miedo de todo eso pero al final nada
fatal pasó. Así es el alpinismo, unos
regresan y otros no. ¡Depende de la técnica, de la habilidad, de las
condiciones climatológicas?
Cork
hizo un comentario:
-En
Tlamatzinco los viejos dicen que todo eso se escribió hace un millón de años.
Bajamos.
Luego de otra hora cruzamos el principio de la cañada Nexpayantla, exactamente
quinientos metros por debajo del lugar en el que habíamos vivaqueado tres
semanas. Desde ahí empezamos a ascender por una pendiente movible, pero ya sin
riesgo. La arena del volcán y las abundantes piedras sueltas, producto de la fragmentación eterna por los
constantes agentes erosivos de estas alturas, dificultaban la marcha. Pero
habíamos permanecido mucho tiempo en la casi inmovilidad y entonces lo que
necesitábamos era caminar. No paramos hasta alcanzar el adoratorio Nexpayantla,
en el lado sur de la cumbre de la Torre Negra, después de una ascensión
fatigosa por la pendiente llena de arena volcánica suelta. Nos aligeramos la
ropa metiendo rompevientos y chamarras de pluma a las mochilas. Era la primera
vez que nos las quitábamos en casi un mes. Enseguida, llevando puro suéter,
emprendimos la bajada hacia el albergue de Tlamacazcalco. La arena húmeda de su pendiente suave nos parecía una
delicia. Más abajo empezamos a encontrar, con inusitada sorpresa y delicia, los
grandes zacatones, primeras señales de que aun había bosque.
Encontramos
servicio de restaurante en el albergue. Decidimos pasar la noche en ese lugar.
Después de la vida en la gran repisa oeste
era difícil de aceptar que pudiera existir un sitio con tanta comodidad.
Y la gente le daba mucha calidez al mundo. Por la noche, después de la cena, en
tanto tomábamos el café, extraje de mi chamarra una fina cadena de plata para
ser llevada al cuello. Se la obsequié a Carmen. Me dio las gracias. Pero cuando
observó lo que colgaba de la cadena su
mirada se volvió especial. Era una máscara ba
– pende de apenas un centímetro de alto, de metal,
negra. De la región de Leopoldville, en el Congo Belga. Se trataba de un bello
rostro femenino en forma triangular.
-
Debería ser de marfil o de madera, pero...Me aseguraron que estaba consagrada
por un especialista. Rechaza las enfermedades...Es como la Afrodita o la
Xochiquetzal...
Se
le quedó viendo por un momento. Quedé sorprendido cuando la escuché decir:
-
¿Ba - pende? ¡Esos comerciantes! ¡Puedo asegurar que es ba- yaka!.
-
No me fue posible encontrar de marfil en los establecimientos de artesanía que
busqué.
Ella Iba a decir algo. Pero de pronto no
encontró lo que consideraba apropiado, o no la dejó pronunciarlo la emoción. Se
acercó y me dio un beso por demás apasionado. Debimos darlo por terminado ante
las protestas de los del grupo que decían toda clase de alusiones respecto de
los ricos que están desayunando frente a los pobres...
Cork
quiso saber qué tan lúcidos habíamos salido de la experiencia de estar tres
semanas en la pared del Abanico:
-
Repitan: teodoromedespoliplusiohegiontindarofilocrates
Los
cinco, incluida Toci, nos levantamos a un tiempo y, acercándonos hasta su
cuello, le preguntamos:
-
¿Quieres callarte?
-Quiero-
dijo convencido de nuestro método
democrático pero, agregó: -. Es evidente que
no hay nada bueno en sus
facultades mentales.
Un
pequeño radio - receptor en la mesa contigua nos regresó al mundo del que
habíamos estado ausentes. Volvimos al mundo donde la industria de la
información periodística con ética, dentro del marco de la libertad de
expresión, sigue librando su batalla en contra de la fantasía conductista que
sólo busca colocar en el mercado un producto. O una idea. O un partido. O un
personaje. La prensa que interpreta, no
la que informa. Apenas ayer el Papa de Roma ha pasado entre siete millones de
mexicanos que lo saludaban con frenesí. Un niño de trece años, jugando con su
escopeta de diábolos, ha tirado desde lo alto de su casa a la
cabeza de un guardia de la calzada de los Misterios. Esta mañana los titulares
de los diarios italianos han amanecido con la noticia de un terrible atentado
que ha sufrido el Papa en México. Tanto
así que la cancillería mexicana se ha visto precisada a meter un memorando
aclaratorio a la cancillería de aquel país. Y el Vaticano ha hecho lo propio.
También escuchamos una más increíble:
que la Iztaccíhuatl ha entrado en actividad volcánica. Hace siglos que esa montaña no tiene otra
cosa que erosión. Los geólogos mismos tendrían que emprender una labor de
investigación para determinar la ubicación de sus cráteres…
Benito Ramírez hace el comentario que la gente
busca la veracidad en las noticias. “pero la industria de la información lo que
busca es vender y ha permitido que la penetre la ficción. Eso a la postre no
redunda en una mayor libertad de expresión si no en una pérdida de
lectores. Y pérdida de empleos, bajos salarios de los
profesionistas de los medios de comunicación, de por sí bajos de manera
endémica, pocas o cero prestaciones...outsourcing.
Se trata de una carrera de nivel universitario... Pero la redacción exige la
nota del día. ¿Un niño tirando diábolos
en dirección que va pasando el Papa? ¡Bien: por fin encontramos la noticia!”
Resulta
difícil convivir entre humanos cuando estos permanecen algún tiempo junto en un
espacio reducido, como nosotros lo habíamos hecho en el Abanico. Tarde o
temprano el conflicto humano se hace presente. Se puede decir que es el sino
maldito de las expediciones alpinísticas. Sin embargo nosotros habíamos salido
bien librados de esta prueba. Básicamente se debió a que era un grupo mixto de
mujeres y hombres.
En
la mañana siguiente, después del almuerzo en la cafetería, abordamos un
vehículo en la plazoleta. En realidad una camioneta vieja. Pero como eran
veinte kilómetros de bajada, todo pudo funcionar sin contratiempos. Y bajamos
hacia el valle. En el monumento que recuerda el paso de Hernán Cortés y los
tlaxcaltecas hacia México- Tenochtitlán, nos detuvimos el tiempo necesario
apenas para tomar la última fotografía
del Popocatepetl. Los rayos del sol pegaban aun en ángulo bajo.
-
Ningún pueblo que conserve algo de su dignidad debería levantar monumentos a
sus esclavistas.-le escuchamos decir a Toci-. Por fortuna España tiene reservas
espirituales inmensurables. Yo levantaría no monumentos sino verdaderos arcos del triunfo a Fray Bernardino de
Sahagún, Fray Diego Duran y Fray Bartolomé de las Casas.
El
tiempo era espléndido y la pared negra del Abanico resaltaba con sus corredores
llenos de nieve y hielo. Reemprendemos el descenso por la carretera. Nos
pareció que habíamos pasado tanto tiempo lejos de la vida del valle, que nos
preguntamos quién sería ahora el líder de la república.
-
Dudo que por fin la humanidad haya
decidido votar por los filósofos o por los neurobiólogos – dijo Juan Mereles-.
Los filósofos son para pensar y los políticos para accionar.
Cork nos comentó algunos criterios de su
amigo Salim, que se había propuesto juntar un millón de dólares para trabajar
en el sentido de incrementar la democracia en el país. Decía que todo
crecimiento económico requiere de competitividad en los mercados. Y de
educación en la población. El crecimiento económico ayuda a la democracia. La
democracia es un instrumento para alcanzar el bienestar de todos. Aunque hay
países ricos sin democracia y países democráticos muy pobres. Como sea, allá abajo, en el valle metafísico,
existen todas estas combinaciones posibles.
Cork nos abandonó en Ithualco, que es el
nombre original del Paso de Cortés. Nos pidió que nos encargáramos de su
mochila y que nos alcanzara en el hotel de Amecameca. Se cambio las botas por
los tenis y empezó a bajar corriendo por el camino de terracería hacia el este.
-
Necesito correr- dijo y partió.
Pronto se perdió entre los bosques llenos de una niebla azul
matinal.
Toci
intentó seguirlo. Pero el otro la detuvo:
-
Necesito correr solo...
Toci se enfureció de pronto y ya iba a decir algo
horrible, pero el otro agregó:
-
Las mujeres mazahuas caminan durante semanas pe ro no tienen la costumbre de
correr como los de Tlamatzinco. Pero ya que insistes. Veremos quién llega primero.
Toci
volvió a sonreír.
-
Qué apuestas- dijo.
-
Lo que quieras.
-
Convenido. Nos vemos en el quiosco de Amecameca.
-
Es un trato. Estos están de testigos.
En
realidad correrían juntos y así llegarían al hotel del pueblo donde pasaríamos
dos días más. Después marcharíamos hacia la montaña Tlaloc. Así empezaría la
travesía hacia el Teocuicani. Cuarenta kilómetros caminando hacia el sur, en el
nivel promedio de los tres mil quinientos.
Empezaron
a correr metiéndose en la azul lejanía.
Cada vez que regresamos a la base y nos echamos la mochila al hombro, siempre
tenemos la impresión, ya camino del valle, que estamos saliendo no de la
montaña sino del ámbito donde habita el caos. Y a la vista de la primera cabaña
del labriego, que divisamos en el fondo de la vertiente, sabemos con certeza
que ahí la normalidad es de otra naturaleza.
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Las
altas montañas verdes de origen volcánico, entre las que está enclavado el
pueblo de Río Frío, quedaron a nuestras espaldas, hacia el sur. Grandes claros
del bosque se veían en todas direcciones.
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Las
altas montañas verdes de origen volcánico, entre las que está enclavado el
pueblo de Río Frío, quedaron a nuestras espaldas, hacia el sur. Grandes claros
del bosque se veían en todas direcciones.
-
A los aserraderos sin reforestación le pasó lo que a la industria
ballenera. Acabaron con las ballenas y acabó la industria - dijo
Mario Campos Borges -. Los marineros tuvieron que marcharse a otros mares.
En una casa de fachada sobria, bien
estucada y pintada de blanco, con ventanas de marco de madera, vivía Abraham.
Cerca empezaba el bosque y los pájaros habían iniciado su actividad matutina
con el tremendo y alegre trinar que hacen antes de emprender el vuelo por las
nubes. Al fondo, más allá de casas y cercas, hacia el oeste, la montaña Telapón
se alzaba sobre una base muy amplia cubierta de azulosos bosques. Su cumbre
estaba oculta en ese momento en las nubes oscuras de los cuatro mil.
Dos semanas antes Cork se había
comunicado con él por teléfono para ponerse de acuerdo en la salida. Era buen montañista. Tenía la mentalidad de
poder pasar semanas entre la sierra sin manifestar el deseo de querer bajar.
Por mi parte aprovechaba las
vacaciones que me confería la compañía,
en el país del centro de América.
- ¿Cuándo conociste a Abraham?
- En una ascensión que hice a la
Matlalcueye saliendo de Huamantla. Nos encontramos en la cumbre y bajamos en
dirección a San Francisco, por el lado de Tlaxcala. Dos lugareños que andaban
en aquella ladera intentaron asaltarnos. Abraham simuló sacar la pistola y los
otros se la creyeron. Después hemos salido juntos varias veces de excursión...
Un
niño de ojos rasgados había pasado corriendo frente a nosotros, descalzo sobre
el suelo de tierra con hielo. Llevaba una bolsa de papel en la mano izquierda
camino de la tortillería.
-
Ya los bisabuelos de este niño pudieron observar - observó Mario Campos - cómo
inexorablemente su medio ambiente se deterioraba en tanto los recursos del
bosque, su bosque, se iban a embellecer a las ciudades mexicanas y europeas.
Los ejidatarios de los pueblos en derredor de la montaña Tlaloc cuidan mucho su
bosque. También las instituciones estatales y federales, pero…
Benito
Ramírez quitaba la delgada cáscara a una
naranja. Observó:
- En el siglo dieciséis a esta gente,
nuestros abuelos, se le cortó la comunicación con el universo sideral al
derribar a sus ídolos. Después se le dificultó integrarse a la civilización
occidental. De esa manera fueron detenidos en el tiempo, en tanto sus bosques,
tan cuidados en la antigüedad, iban mermando sus mantos.
-Los
individuos de las civilizaciones internacionales - dijo José Méndez mientras se
revisaba el broche de cintura de la mochila que le rodeaba el cuerpo - exigen
para sí hasta el último de los derechos humanos... Pero en la realidad se lo
niegan a las comunidades étnicas que reclaman su decisión de vivir según sus
tradiciones...
Rezagado
tarareaba yo una canción de mis tiempos
de la universidad: “Marcharé al continente de Gondwanalandia a buscar las rocas
marinas del Jurásico y las doleritas mesozoicas. Y tal vez me encuentre a una
linda gondwanalandiana con los senos abiertos al sol, grandes o chicos. Pero que pueda alimentar a
mis quince negritos que con ella pienso tener y
a éste desnutrido buscador de fósiles…”
Miré
de soslayo a Carmen, en el mismo instante que ella también me miraba. Campeche,
su tierra de nacimiento, había sido habitada desde el siglo dieciséis por gente
traída de manera forzada desde África. Unos llegaron directamente de África y
otros, como su familia, procedentes de la parte baja del Misisipi.
Masacre,
el danzón de José Casquera, salía de una tienda donde se vendía cerveza y había
una sinfonola. Los hombres se agrupaban frente a su puerta de acceso de la
calle y fumaban medio envueltos en su cobija. Sombrero de paja y zapatos de
guarache. Estos hombres eran capaces de caminar durante varios días por las
montañas. Son excelentes guía alpinos en potencia, pensé. Si tuvieran la visión
de guías alpinos convertirían esto en un gran terreno de juego para paseantes y
montañistas en donde ellos serían los guías profesionales. Tienen montañas para
todo eso.
Dos
puertas más allá otra sinfonola tocaba un rap.
Aquí el público era de unos diez muchachos. Apenas un mes antes había sido
lanzada aquella melodía en Manhattan, la isla de Bud. Koperning, cuatro mil
kilómetros al norte, y ya era popular en aquella apartada población de la
sierra mexicana. Los muchachos tenían sus cachuchas puestas al revés, con la
visera hacia atrás. Con ese simple hecho habían dejado en la antigüedad a los
pocos que todavía la llevaban, como siempre, hacia adelante cubriendo la misión
de su diseño de protegerse la cara de los elementos naturales.
-
Esto lo aprendieron de las mujeres que,-dijo
Carmen-.con el detalle de subir veinte centímetros a su falda, creaban
toda una revolución para los sociólogos.
Y a las otras las dejaban en el tiempo de la antigüedad… Como si traer la falda
hasta donde empiezan las pantaletas garantizara que besan diferente a las de
faldas largas – agregó al observar a los muchachos: - Con frecuencia lo normal
o lo anormal no corresponde a materias
tan graves como la filosofía, la biología o la sociología, sino a simple maña
de mercadotecnia. Esto funciona mucho en la cosmetología y en general en esas
modas para las mujeres.
En ese momento pasábamos frente a la
puerta que guardaba el amplio local de una cantina. Antes era biblioteca
pública. La palabra “biblioteca” todavía
se veía bajo una capa de pintura blanca a base de cal.
Una
señora regañaba a su pequeño hijo en un castellano cortado por la carencia
frecuente de preposiciones. Tampoco pluralizaba. Decía: “Cuida los guajolote”
-
En náhuatl se pluraliza de manera distinta-
dijo José Méndez y agregó que esa clase de juego le encanta a la
humanidad pues nos empeñamos en hacer construcciones semánticas en un esfuerzo
por clasificar o diferenciar las cosas-. ¿Naturalismo o antropocentrismo? En
los principios de la ciencia, y aquí están estos para desmentirme si me equivoco (nos señaló a Cork y a mi), todavía
en el siglo diecisiete, se creía que la naturaleza, como si fuera una persona
consciente. La naturaleza hacía fósiles
vegetales y animales. Reproducía en rocas, trilobites, hojas vegetales y huesos
como una especie de ornamento. Y entonces había que jugar conque ¿se
reproducían por la naturaleza o en la naturaleza?
Agregó
que los graniceros de los pueblos de la sierra del Tlalocan siguen creyendo que
la naturaleza es alguien que les
confiere poder para hacer nevar. En tanto los geólogos se afanan por encontrar
agua. Se acepta por los creyentes que Dios salva por medio del cirujano. Pero
se rechaza que Tlaloc envíe el agua por medio del granicero. “Veo cosas y gente donde quizá
ustedes no ven nada” dijo un personaje de Pedro Páramo, o de Juan Rulfo.
Nietzsche, siguiendo el pensamiento babilónico primigenio, luchó mucho por
poner al hombre en el centro de todo. Ahora los movimientos ecologistas ya no saben qué hacer por desempolvar el
viejo enfoque animista de la naturaleza.
-Y
nos quedamos con el juego de si el encantador de serpientes de la India-dijo
Toci-, tocando su been, doble
clarinete con reserva de aire, es el que cautiva a la serpiente o es ésta la
que cautiva a su encantador. Delicioso juego de antropocentrismo y animismo.
Esto casi siempre lleva a la consideración de declarar parque nacional a un
área para poner dique a la conducta depredadora. Lo que es muy deseable,
siempre que no resulte como le sucedió al grupo de los massais. Casi han sido erradicados los massais debido a que
ahora tienen más tierra los animales del Parque Nacional, que la gente de esta
etnia africana.
- ¿Clemencia?- preguntó José Méndez.
Cork, al que de pronto le había cambiado la
expresión, contestó:
- Nos alcanzará en unos días. La acompañará
Salvador Alonso Medina.
- ¿Por qué no tomó parte desde el
principio?
El otro se encogió de hombros:
-Ve tú a saber. Las hembras deciden desde
que éramos lemúridos. ¿Te he contado que es discípula de Krisna? Bueno,
Clemencia se ocupa habitualmente de cosas por demás serias. No siempre… (empezó a entonar una canción de Alfredo
Zitarrosa): “Yo vi a doña Soledad, en el almacén, peleando por un pincel…”
Una
recua de mulas pasó por la calle Aldama trayendo madera desde los bosques del
noreste. Alguien comentó que se trataba de una de las aportaciones más grandes
que había hecho Europa a estas tierras.
-¿Cortar
los árboles?
-No,
las mulas. Las mulas habían sido traídas desde el segundo viaje de Colón. Ya a
los pocos años de la conquista se empleaban unos cincuenta mil de estos
animales para el comercio entre México y el puerto de Acapulco.
Un niño jugaba con un escorpión. Le había
arrancado la cola. El rapaz hablaba en náhuatl a otros chicos de su edad.
Cuando nos aproximamos empezó a hablar en español. Les saludé en
nahuatl. Los niños se me quedaron viendo,
sorprendidos, que gente de la ciudad supiera hablar en su lengua.
- Debe ser del género centruroides, que es el que tiene mayor adaptación - dijo Cork que
había visto escorpiones enormes en los desiertos del norte del país -. Habrá
que tener cuidado.
- ¿Por qué?
- En estos pueblos algunos han muertos por causa de los alacranes.
- Aunque el centruroides noxus, que es el más venenoso de todos, vive, por
fortuna para nosotros, sobre todo en las tierras calientes del norte.
- Suelen ser mortales según la región.
Aunque he conocido gente que se los come.
- Felizmente - agregó Eulalio Rivera que estudiaba en veterinaria de la
Universidad Nacional - arriba estaremos a salvo de ellos. Es raro verlos en
altitudes más allá de los tres mil. Lo que conviene recordar es que el
escorpión usa su ponzoña sólo cuando tiene que enfrentarse con animales más
fuertes que él. Y que el piquete es una reacción de miedo del animal que
ejecuta para su defensa. De no ser así, huye. O lucha nada más con las tenazas
sin echar mano de su poderosa arma que es el aguijón.
- Será preciso no olvidarlo - musitó José
Méndez-. Por fortuna la cueva en la que dormiremos se encuentra en los cuatro
mil.
- En el desierto de Samalayuca habíamos conocido el mortal escorpión
transparente de diez centímetros de largo. También al falso escorpión, el que
despide un fuerte olor a vinagre. Por tal motivo la gente del norte le dice vinagrón. Con frecuencia, en la mañana,
lo escuchábamos dando vueltas a la tienda en un manifiesto afán de penetrar
hasta nosotros, a través de la cremallera del mosquitero.
En
ese momento aparecieron los sobrinos en la sala. Uno de diez años de edad y una
niña de ocho. Benito Ramírez abrió los ojos. El niño vestía de traje. Chaleco
azul pero destacaba en él la camisa blanca, limpia y almidonada del cuello.
Llevaba corbata. Hasta entonces pareció reparar en el hecho de que Abraham
también lucía una sobria corbata. En la ciudad de México aquella moda
anglosajona era extraordinaria ya para estas fechas. Había caído en desuso. En un pequeño pueblo
serrano, como Río Frío, ese modo de vestir era fantástico. La niña vestía como
todas las de su edad de ese pueblo, si
bien tenía algo que la hacía diferente. Tardé un rato en descubrirlo. Llevaba
colgando del hombro un pequeño bolso negro que quedaba de manera discreta y práctica
debajo del brazo izquierdo. El niño lucía también un corte de pelo de apenas
unos centímetros y se peinaba a base de vaselina sólida para sujetar en su
lugar los cabellos lacios negros.
Los niños saludaron. Lo hicieron con tanta
formalidad que a través de ellos se descubría en Abraham la existencia de un
reformador social intransigente. Discretos se retiraron a los asientos del
fondo de la sala. Todo el tiempo que permanecieron en el lugar conservaron una
posición de espalda completamente
derecha.
Pedro Xochiteotzin era el nombre original
de Abraham. Pero el cielo lo había
tocado en una etapa de su vida. En la ceremonia en que había sido simbolizado en agua cambió su nombre, por el de Abraham Set Lamec,
como corresponde a alguien que vuelve a nacer. Además el Libro
era de tan especial manufactura que, aseguraba,
ya era antes que la sociedad existiera en parte alguna del planeta.
Benito se fijó en una pequeña mesa de madera, de sobrio
acabado. En ella estaba colocado el Libro de pasta flexible y negra. No era un
detalle al acaso. Aquello parecía un altar cuidadosamente colocado en el que
todo se había tomado en cuenta. Color de la habitación, dimensiones, altura del
piso al techo, acabado de las paredes. Donde uno estuviera sentado o parado iba
a dar la vista a aquella mesa y al Libro. El piso y toda la casa tenían un
aspecto y un olor marcado de limpieza.
Uno de los niños dijo llamarse Mizra.
Eulalio Rivera recordó a Mizra Ghulam.
- ¿Mizra?
- Sí.
- ¿Mizra qué?
- Mizra Ghulam García Jiménez.
Eulalio tardó un poco en acordarse de los
detalles. En 1889 un tal Mizra Ghulam Ahmad había fundado un grupo religioso en
una aldea del Paquistán.
- Hasta el Cónsul de Malcolm Lowry - dijo
Juan Mereles - cree que Cristo, después que lo bajaron de la cruz, se marchó a
Cachemira.
Luego de los saludos, dejamos las
mochilas y salimos. Después de la cena,
en un restaurante de la calle Madero, volvimos a la casa. Abraham pensaba instalarnos en la amplia y cómoda sala. Una
parte de ella estaba alfombrada. Como cada uno de nosotros llevábamos bolsa de dormir no habría problemas por el
número de camas o literas del que pudiera disponer. Sin embargo preferimos el
cobertizo, casi al aire libre, lleno de paja confortable y paredes de madera
basta, del lado posterior, frente a la Iztaccíhuatl.
Masacre
volvía a escucharse a la distancia. Las notas del danzón recorrían la calle
serrana y sus notas se metían por la sobria y bien construida ventana con rejas
de hierro cuadrado pintadas de negro de la casa de Abraham y llegaban a nuestro
cobertizo.
Abraham era del pueblo de Río Frío, en los
tres mil. Allí había nacido y crecido. Dedicado, entre otras faenas, a la
rutina del campo. Por eso su mentalidad estaba en perfecta armonía con el
espectáculo de las cumbres. Su organismo tenía una insospechada energía física
que le permitiría caminar por mucho tiempo sin detenerse.
Vivía al pie (diez kilómetros de distancia
y mil metro de desnivel) del santuario más formidable que se le haya construido
al dios del agua, por los ancestros de Xochiteotzin. Circunstancia
privilegiada, como un griego que viviera al pie del monte Olimpo. Pero de
Tláloc Abraham prácticamente no sabía
gran cosa. En cambio era un experto en la vida de Mizra Ghulam Ahmad.
- ¿Resistirá Clemencia las caminatas de
alta montaña y las bajas temperaturas?- inquirió Abraham dando un giro a la
conversación.
- ¡Resistirá!
Abraham se acordó de la figura elegante y
en el bello rostro de la muchacha.
- ¿Dónde la conociste?
- En la isla del Carmen-dijo Cork-, al
nivel del mar - se apresuró a decir en tanto ponía una mano en el hombro
derecho de su amigo de Río Frío-. Pero vive en (pensó en varios planetas)
México - Tenochtitlán, por lo que su aclimatación natural es por lo menos de
los dos mil metros sobre el nivel del mar.
-Dirás en México.
-No. En México Tenochtitlán. México es todo
el país. México Tenochtitlán es el primer cuadro de la capital.
Vio una persistente preocupación en la cara
de Abraham y se sintió obligado a
añadir:
- Resistirá. Los krisnas son fuertes - se
detuvo al ver el rostro de sorpresa de su amigo, más luego concluyó:-. Quiero
decir, son fuertes de la mente. Además es
filósofa y sabrá arreglárselas
cuando se presente en su organismo la batalla de los glóbulos rojos debido
a la altitud.
- Dime, ¿cómo es ella?
- Mujer bella de rasgos afrancesados, del Bajío, cabello
largo y rubio como el Sol…Formidable de cuerpo…Alta.. Senos pequeños que no se
colgarán… Nalgas…
- No hombre, la conozco…Quiero decir si
habla algún idioma diferente al suyo?
- El español.
- ¿Es extranjera? Si habla el castellano de
manera adyacente, ¿cuál es su lengua materna?
- Hindú.
- ¿Es mexicana?, dices que del Bajío…
- De Jalisco.
- No entiendo. ¿Habla el náhuatl o el
purépecha?..
El otro lo interrumpió para tratar de
aclarar el enredo:
- Clemencia ha vivido seis veces. La
primera en la India. Por eso su idioma materno es el hindú. Después nació, otra
vez, en China, otra en Brasil, una más en Cuba y en México- Se acordó que Clemencia le había
contado de la ocasión que reencarnó en una perra pulgosa de Coyoacán que iba de
la plaza de San Juan Bautista al mercado, seguida por diez perros anhelantes-.
Me olvidé que otra vida fue también en México. En Coyoacán.
Abraham estaba consternado.
- ¡No!-
Transcurrió algún tiempo antes que pudiera recuperar el habla. Sacudió la
cabeza. Después volvió a preguntar:
- ¿Y, piensa en…
- En hindú, naturalmente. Busca la
felicidad por medio de la meditación de
manera persistente. El objetivo central es no desear algo. Absolutamente. En
esa medida abate el deseo. Como el que quiere bajar de peso. Si no come grasas
ni pan ni sal ni azúcar, irá en el buen camino. Si tienes sed buscará el agua
para beber. Bueno, pues no tengas sed...
- ¿Persistente?
- Trata de eludir enfermedades y
problemas…Te digo que sigue la meta de poder dominar cualquier deseo. Los
krisnas no tienen representantes del cielo que absuelvan los errores de los
mortales y borrón y cuenta nueva, como los católicos. A los buenos krisnas no
les queda más que la abstinencia o
chingarse naciendo de nuevo para la expurgación.
Pasó un
rato para que Abraham formulara otra pregunta:
-
¿La has tratado mucho?
- Algún tiempo...Ella dice que nos
conocemos desde hace varias vidas. Una vez atravesamos los territorios del
norte entre las flechas de los apaches, en el marco de la guerra de
independencia norteamericana respecto de los ingleses. Otra andábamos en el
Circo Romano, cuando los cristianos les servían de almuerzo a los leones...
Quiso saber:
- Aparte del castellano… ¿qué otro idioma
hablas.
-¿Yo?-preguntó Cork-, habló español... En
España se habla el castellano y en México el español.
- No has contestado mi pregunta.
- Aparte del de mi grupo en el desierto, el
español- repitió Cork.
- ¿El hindú?
- Ni idea tengo.
La siguiente pregunta la hizo con toda la
formalidad imaginable:
- Y…tú,
¿cuántas veces has nacido?
Pocas
ocasiones había tenido que hacer Cork, de manera deliberada, un esfuerzo para
permanecer ecuánime. Aguantaba la risa. El otro lo veía de manera oblicua. A
propósito Cork guardó silencio por casi un minuto. Siguió aguantando la risa.
Como el otro no parpadeaba ni lo perdía de vista, cada vez más azorado,
finalmente dijo:
-Abraham, amigo mío, recuerda
lo que te voy a decir: nadie entra dos veces al Mictlan. Solamente una… al
Paraíso cristiano se entra tres veces, una inmediata en el bautismo, la otra al final de las cosas y al término del
camino espera el Juicio Final... Al Mictlan nada más una y definitiva, en tránsito para el Tlalocan…
-¿El Tlalocan?-dijo Abraham
algo turbado.
-Sí. Mi destino final, el
que está fuera del tiempo y del espacio, está aquí sobre nuestras cabezas y
donde dormiremos mañana...Regresaré ya no como montañista sino como noúmeno.
-¿Nóumeno, qué es eso?
-Carmen, aquí presente, te
lo puede explicar mucho mejor.
Pero Carmen nos mandó al
diablo, sólo dijo.
-Están locos, mejor vamos
a cenar.
43 La
nieve azotaba a las
montañas. Llevábamos varios días metidos en las tiendas y sentimos la necesidad de salir a caminar.
Nos dirigimos hacia el oeste. La meta que nos fijamos era la exploración de esa
ladera con intención de localizar alguna cueva que tuviera más capacidad que la
de la ladera sur. Disponíamos de buenas tiendas pero una cueva más amplia nos
serviría muy bien de lugar para hacer una gran fogata y preparar los alimentos.
Fue cuando Cork nos contó que el muchacho que vendía el
diario de la tarde destacaba con gritos que llenaban la calle, cuando estábamos
en la isla, que el Popocatepetl había
reactivado su emisión de grandes fumarolas y tenían en mucho cuidado a los
habitantes de las ciudades de los valles de Puebla y México, pero en especial a
los pueblos de ambas vertientes de la Sierra Nevada, próximos, al volcán. Y
explicaba la nota de primera plana que el Popocatepetl era la segunda cumbre
más alta del país, nevada, pero que no obstante su calentamiento interior, sus
laderas del lado norte continuaban cubiertas de hielo a partir de la cota de
los cinco mil.
- Acabará fundiéndose todo hielo y nieve. Tiene
una fuerte presencia esa montaña en la vida nacional, ya que se sigue su
actividad aun en la Isla del Carmen, que se encuentra a mil kilómetros de distancia – comenté.
- Un volcán que entra en actividad siempre
llama la atención de la prensa del mundo, no solamente del mundillo
geológico—comentó Eulalio Rivera.-En tiempos del gobierno de Porfirio Díaz se
utilizaba la figura de este volcán para cuestiones de la política del momento.
Si se cometía una masacre en contra de la población indígena en alguna parte
del territorio nacional, se aprovechaba la actividad del Popocatepetl para
distraer la atención. Cuando bajaba la presión social que se había levantado,
también el volcán parecía entrar en una etapa de santa tranquilidad. Si los
yaquis se revelaban por las atrocidades que cometían los soldados enviados
desde el centro, entonces se hacía, o se continuaba, la guerra. El volcán
volvía a entrar en actividad. El desenlace
era la deportación de centenares de indios hasta el otro lado del país
como son las provincias de Yucatán o Chiapas. Ahí las plagas, a las que no
estaban acostumbrados, pronto acababan con ellos. Los indios morían “allá”
y ellos se quedaban con sus tierras
“acá”. Y entonces la gente volvía a escuchar con insistencia que el Popocatepetl
entraba en una peligrosa actividad cuyas consecuencias podían ser la
destrucción de las poblaciones cercanas. Y, quién sabía, a lo mejor despedía
una nube ardiente (se ponía como ejemplo a Pompeya) que en menos de dos segundos
arrasaría a México - Tenochtitlán. Y se
entraba en detalles. Tal emisión de gases se desplazaba a una velocidad
impresionante que no daba tiempo de intentar nada y además a una temperatura de
más de tres mil grados centígrados…
-¡Qué barbaridad! ¿Y eso es cierto? -
preguntó Benito Ramírez al cruzar un extenso campo nevado hacia la izquierda de
la cumbre.
- Potencialmente. Eso puede ser así. Lo
malo de esa conducta del gobierno de la dictadura era que, con tal manejo de
las noticias de la actividad del Popocatepetl, la gente llegaba a hacerse
escéptica y acababa por descubrir el juego de la vulcanopolítica. Esto la hacía
bajar la guardia respecto de la auténtica amenaza que significa un volcán que
ha entrado en actividad.
-¿Pero, la ciencia…no podía informar a la población?
- Pues aparte de las comprensibles
limitaciones de la ciencia de esa lejana época, y las condiciones sociales
impuestas por la política del dictador, hay que reconocer que frente a la
actividad sísmica tectónica poco se podía hacer. Esto es que a la ciencia en la actualidad le
falta mucho por desarrollar antes de poder alertar con la suficiente antelación
a las poblaciones, se imagina un siglo
atrás. El aviso sísmico ahora a través de la radio funciona algunas veces y
otras no, pero ya es un avance. Frente a esto la ciencia se encuentra en la
difícil posición de, o pasar por
incapaz, o bien por alarmista si quiere adelantar juicios prácticos de
prevención en la población. ¿Se imaginan cómo era en aquella época?
-¿Y era en realidad tan grave el cambio de
ambiente de los yaquis?
- Durante tres siglos, a partir del
dieciséis, los habitantes originales de este continente morían masivamente al
punto de desaparecer los pueblos debido a agentes microbianos que traían
consigo los europeos y para los cuales no se tenían resistencias naturales. El
proverbial baño diario de los mesoamericanos no bastaba. Hasta que se fueron
haciendo resistentes a fuerza de convivir con tales agentes patógenos y con
los modernos recursos de asepsia. Sin
embargo las etnias en la actualidad siguen, muchas de ellas, sin haber
desarrollado esas defensas.
-No es muy diferente lo que sucedió en el
campo de las ideas-dijo Carmen-. Sobre todo tuvieron la destreza, en el
principio, de hacer que las etnias sintieran como suyos problemas que pertenecían
a aquel continente, a Europa. Los cristianos orientales odiaron a los
cristianos romanos y luego estos a
aquellos. Después, cuando en el primer tercio del siglo diecinueve se abrió
paso en México el federalismo, y junto con él arribó el protestantismo, todos
sintieron que había llegado la hora del desquite y no hubo asunto que más odio
les inspirara que todo lo que oliera a tradición escolástica. Y entre todo esto
ni quién supiera de la religión de Chicomecoatal. Fuera de los círculos de
estudios laicos universitarios eran menos todavía los que reparaban que a los
yaquis se les trasladaba para quedarse con sus tierras y para venderlos a ellos
como ganado. A quince pesos treinta centavos por persona. Excepcionalmente
pagaban treinta pesos. O daban tres indios por un caballo. Eran situaciones
nuevas y extrañas que se desconocían hasta entonces y con las cuales habría que
empezar a aprender a convivir. Si es que se puede llegar a convivir con eso.
“¿Usted cree que las divinas enseñanzas del
Señor Krisna también son extrañas? ¿Extrañas a esta tierra?” dijo que le había dicho Clemencia, la muchacha que conoció en la isla.
“ La India está más lejos que España y que
Roma”.
“¿Más lejos a partir de qué punto? Porque
la India de la India se encuentra ahí misma de cerca” dijo que había
observado con cierta ironía.
“A partir de Teotihuacán, el centro”.
“Permítame recordarle, Malcom (Clemencia
siempre se abstuvo de decirme Cork ni Torrington), que los desiertos del norte no son Teotihuacán”.
Entonces fue cuando se dio cuenta
- dijo - que Clemencia no era una máquina repetidora de fórmulas religiosas y
que poseía una buena cultura general. Cultura que se volvía peligrosa cuando la
utilizaba para defender su creencia y flexibilizar a los otros credos.
- Pero Teotihuacán era nuestro destino-nos
comentó-. Es decir, el valle central, al pie de las nieves eternas. Los teotihuacanos, o como se haya llamado el
grupo de donde provenían. Fueran
irritilas, tepehuanos, kikapúes,
otomis, tarahumaras o huicholes…También procedían de la Gran Chichimeca.
Pero un día emprendieron su camino hacia el elevado lago encerrado entre altas
montañas…Y se encontraron con los olmecas. Entonces surgió la ciudad sagrada.
- Desde Chicomostoc- observó Carmen y
agregó:-Dirás Cuicuilco.
-
Así es-. Me pregunté cómo hará Clemencia
para conciliar la película de su inconsciente colectivo con las enseñanzas de
Krisna. Tienes razón, Cuicuilco. Y también me preguntaba
cómo sabía que era del norte pues
yo nada le había dicho de mi niñez, cuando jugaba con patines de cuatro ruedas
de acero marca Torrington. Y los años vividos en la ciudad de México, desde mi
enseñanza secundaria hasta la Facultad, habían borrado todo acento norteño de
mi manera de hablar.
“Usted se ocupa en armar rompecabezas con
los periodos geológicos y las rocas sedimentarias - dice que le dijo -. Pero
también se concreta al antiguo paquete
del occidente que comprende Edipo, la castración, el parricidio y el miedo a la
vejez. Es un modelo regional trasplantado sin misericordia a otra región. Una
abstracción de la cultura griega, no la generalidad de la cultura griega. Hace
mucho se llegó a la solución de compromiso que tan importante es el individuo
como el medio y ahora usted simplemente ignora el medio. Es una plantilla
griega que se comunica a rajatabla para
los tarahumaras. Recuerde que ni siquiera dos individuos pertenecientes a la
misma cultura reaccionan igual. El subconsciente hará soñar a un capitán de
industria en la producción de tornillos, en tanto el de un huichol lo llevará a
la práctica de purificación para poder entablar un diálogo con la tierra antes
de emprender la siembra. En todo caso las reminiscencias del histérico huichol
no van a ser las mismas que las del histérico fabricante. En los medios para
obtener la producción está todo el drama ecológico de nuestros tiempos. Del
empalme de una cultura agrícola con la civilización industrial”.
-
Entonces- dice-, confirmé que Clemencia apenas reía. La deferencia que la
muchacha demostraba hacia él procuraba manifestarla mediante el énfasis que
ponía en sus palabras. O su mímica facial o al movimiento de sus manos, en
tanto lo veía directamente a la cara, pero no reía. Jamás la había visto reír
sin inhibición. Sin embargo dice que la oyó decir:
“La moral es una obligación social mediante
la cual el individuo procura estar en armonía con el grupo. Cuando esto ya no sucede ese individuo es el primero
que se retrae o de plano se esconde. Vive de noche para no tratar a los demás,
se va de ese lugar, empieza a usar gafas oscuras sin necesidad o vive tras las
rejas. Está dentro del grupo pero ya no es del grupo. Hasta puede vivir del
grupo, pero ya no pertenecer a él. Los más capaces buscan su reclusión en los
centros hospitalarios y otros se envuelven en alguna corriente intelectual. O
hasta pueden emprenderla contra la moral y la ética y empezar una labor de
subestimación de las normas establecidas. No todos los que están pegados a los
oculares del microscopio observan algo. Algunos se esconden de algo. Pero no olvide que el humano es el
humano. Y que así como usted puede encontrar semejanzas características en las
rocas... ¿cómo dijo que se llamaban?, ha, sí, las rocas ígneas, en Malasia y en
América. Así un individuo del desierto de Kalahari se parece enormemente, en
sus reacciones, a uno que camine por el Eje Central de la ciudad de México. En
cambio el Señor Krisna…”
Cork se había dado cuenta que
lo veía con mirada interrogante. Interrumpió su relato. Se detuvo de
pronto en medio de la banqueta obligándolo a
hacer lo mismo. Se acercó y le dio un beso en la mejilla. Suave,
prolongado. Deliciosamente prolongado. Sin embargo no era un beso apasionado,
ígneo, volcánico. Era el beso tierno de una muchacha discípula de Krisna. Pero
otra vez su sorpresa fue grande cuando le oyó decir:
“La religión hindú aparte de ser espiritual
es estar muy mezclada con las cosas sexuales. Un ó otham ( gente del desierto arenoso de Yuma)no está obligado a saberlo, pero sería bueno que, ahora que
lo sabe, no lo olvidara.
- ¿Y cómo supo que tú…?- dije.
Cork se encogió de hombros:
- No tengo idea. Hasta ese momento nada
sabíamos uno del otro. Acabábamos de conocernos. Eso del ó otham sólo tú lo
sabes.
Tres horas más tarde suspendimos la búsqueda. El impermeable cubría
nuestras chamarras de plumas que nos protegía de las heladas temperaturas de la
tormenta. Pero las cañadas por debajo de la cumbre estaban llenas de nieve y
con frecuencia nos hundíamos hasta la cintura. Para entonces no habíamos
descubierto la existencia de ninguna maldita cueva y estábamos agotados.
Caminar en los cuatro mil en un terreno tan quebrado y lleno de nieve
fresca nos había cansado. Buscamos un
rellano para protegernos de la caída de nieve y bebimos un trago de te
endulzado con miel de abeja que cada quien llevaba en su botella de plástico.
Carmen tenía colgando del cuello una
medalla de bronce, redonda, de apenas dos centímetros de diámetro, que contenía
un cuadro. Dentro una serpiente rodeada por siete puntos, como cuentas.
-La remota y amada diosa Chicomecoatl
mexicana de cuando las tribus mexicanas salieron de la mítica Chicomostoc-dijo
Cork-.Desde niño mi madre me recordaba cada mañana hacer una reverencia ante
una reproducción idéntica a la medalla de Carmen, que colgaba en una de las paredes
de nuestra cabaña en Tlamatzinco. La figura estaba tallada en madera y, en
ocasiones, me preguntaba lo que sabía desde pequeño:
-¿Cuántas son?-en tanto señalaba las
cuentas.
-Siete.
-¡No lo olvides!-decía ella con tono enérgico.
Por eso Cork fue el que identificó con
prontitud aquella medalla de Carmen.
En tono de conocedor dije:
-La antigua diosa Chicomecoatl.
Carmen me miró con amorosa ternura y dijo:
-Sí, la antigua diosa. Cada año la visitan
un promedio de siete millones de peregrinos en su basílica a mediados de
diciembre. En México sólo hay una Virgen tan visitada...
Sorprendido verdaderamente por la
revelación, exclamé:
-¿No estará diciendo que…
-Alguna vez le explicaré la leyenda de la Coyolxauhqui.
No entendí la relación con Chicomecoatl pero
guardé silencio.
- Bueno, basta de parloteo, vamos- dijo
Cork haciendo una señal hacia el este.
Regresamos al campamento. Confiábamos que Abraham Set Lamec y Benito
Ramírez, que no habían participado en la búsqueda, y se quedaron encargados de
la preparación de la comida de ese día, no se hubieran apoltronado. Nos acercamos
a las tiendas y no había ruido alguno. Ahora estábamos convencidos que
permanecían dormidos en el fondo de sus confortables sacos de dormir. Pero
cuando estuvimos a dos pasos del campamento, se abrió de pronto la puerta de la
tienda- comedor y Abraham Set Lamec, agitando una campanita, nos dijo:
-
¡La sopa está lista! Además les hemos preparado un sabroso, dulce e
hirviente chocolate. Pero, cuidado.
¡Aquí no entra nadie que traiga un gramo de nieve y ustedes vienen con
nieve hasta en las pestañas! ¡Y esos pantalones están hechos un asco de
mojados! ¡Vayan primero a cambiarse a sus tiendas y nos vemos cuando estén
presentables! Entretanto empezaremos a servir los platos. La sopa es de fideo
con tocino, queso y además está hirviendo. El guisado es una sorpresa pero
suficiente para levantar muertos…
Dicho lo anterior cerró la puerta, corrió el enorme cierre. Nosotros nos
quedamos parados, mirándonos uno al otro, y casi congelados. En efecto,
parecíamos los muñecos de nieve que hace la gente cuando caen nevadas en el
Ajusco y se apresuran a llevarlos sobre la parte delantera de sus automóviles
de regreso a la ciudad. Íbamos a decir algo pero no tuvimos otra cosa que hacer
que dirigirnos a nuestras tiendas a cambiarnos la ropa. En tanto el agradable olor
a sopa nos envolvía.
Tres
días más tarde trasladamos el campamento bajando unos cien metros de desnivel.
El lugar nos permitió levantar las tiendas justo en el lindero del bosque. Diez
metros más allá empezaba la ladera desnuda que conduce a la cumbre arqueológica.
Al
día siguiente subimos entre cortinas de nieve. El tiempo seguía tan
descompuesto como en los días anteriores pero que a esta altura adquiría mayor
violencia. En las hondonadas y cañadas llenas de nieve blanda nuestros cuerpos
seguían hundiéndose casi hasta la
cintura. En ocasiones el viento pasaba con tanta fuerza que levantaba la nieve
en polvo o barría de la ladera a las pequeñas piedras.
Había
ratos, cuando la niebla se desgarraba y la nieve dejaba de caer, que podíamos
ver desde ahí la “Cueva de Zaratustra”. Estaba a quinientos metros de distancia
y cien por arriba de donde nos encontrábamos. Era un lugar donde podíamos permanecer cinco individuos con cierta comodidad. Si
quisiéramos, para estirar las piernas, podría servirnos de cocina y volver a
dormir a las tiendas. En el campamento disponíamos de confortables sacos de
dormir diseñados para los seis mil metros. Por lo que aun cuando la tempestad
de nieve azotara los grandes plásticos protectores con los que habíamos
cubierto al campamento, se hacía necesario quitarse las chamarras de plumas
para efecto de poder dormir, y aun los suéteres, y meterse en las bolsas
solamente en camiseta.
Una
lámpara de baterías iluminaba la estancia.
Además una pequeña estufa para
escaladores, a base de alcohol sólido,
nos permitía, a cada quien en lo individual, preparar en su tienda una
taza humeante de café y echarnos a leer con la mayor comodidad e indolencia del
mundo. Después de algún tiempo, cuando nos pareciera, podríamos reunirnos todos
en la gran tienda - comedor y cenar o almorzar como si estuviéramos en Sanborn´s.
De esa manera regulábamos, como cuando estábamos en la pared del Abanico, la
necesidad de soledad y también de convivencia. Un alpinista sabe que no siempre
la gente es grata, pero también, que en ocasiones es vitalmente necesaria. En
la tienda - comedor disponíamos de revistas y periódicos que se renovaban
cuando alguien arribaba al campamento, o bien cuando se hacía necesario
descender a Río Frío para surtir la despensa.
Salvador Alonso Medina, Raúl
Sánchez y José Méndez habían llegado el día anterior. Trajeron una pequeña
video casetera, de manufactura japonesa, la más compacta y liviana que alguien
pudiera imaginar, con cinco títulos de películas.
Fueron duramente criticados por todos al leer
dos de los títulos aquellos. Una contenía escenas tan sensuales que, cuando la
estábamos viendo, parecía que la nieve sobre la que estaban paradas las tiendas
empezaba a fundirse. El otro el tema era de alpinismo. Era de una expedición a los Andes donde una
expedición es bloqueada por una tempestad. Entonces, a pesar de nuestros
excelentes sacos, experimentábamos un frío verdaderamente agudo.
En
ocasiones Cork baja corriendo a Río Frío, compraba víveres y subía corriendo,
como si estuviera en su pueblo de la Chicichimeca, hasta alcanzar nuestro
campamento.
El Valle de las Calaveras es un subvalle, en
el extremo oeste, del Valle de Xochiquetzal. Se encuentra en los tres mil
ochocientos metros sobre el nivel del mar. Cuando la tormenta arreciaba y se
sostenía por más de un día, bajábamos a él y, aunque también era alcanzado por
la nieve, la violencia de los elementos era menos rigurosa. Después volvíamos a
ascender hasta las tiendas cercanas a la Cueva de Zaratustra. Cork pasaba una
noche en el Valle de las Calaveras, en su tienda individual, en la ladera sur
bajo de cumbre rocosa de la montaña Xotlatzin,
y a la mañana siguiente subía llevando los víveres hasta el campamento
superior.
Si
abandonábamos el campamento, y ascendíamos unos cincuenta metros sobre el
promontorio de la ladera cimera de nuestra izquierda, podíamos ver hacia el
oeste y dos mil metros por debajo de nosotros, en los breves ratos de buen
tiempo, el maravilloso espectáculo nocturno de lo que ya para entonces se
consideraba por lo
mexicanos la ciudad más grande del mundo. En realidad la tercera después de
Nueva York y Hong Kong. Si no en extensión territorial, si en hacinamiento de
habitantes por kilómetros cuadrado. En silencio lo contemplábamos, fascinados.
Entonces Carmen, para quien la vida en las montañas era algo desconocida,
decía:
-
En la ciudad se ha perdido el sentido de la soledad terapéutica, tan necesario
para evitar que la mente se azolve. Desde aquí se adivina una gran calidez
humana en ese espantoso hacinamiento de gente - y agregaba, después de un
momento de silencio:- . Aun así, en ninguna parte del planeta debían existir
ciudades que perdieran sus proporciones “humanas”. Si por una vez se les
hiciera caso a los arquitectos del paisaje...
Vivir
durante semanas en aquellas condiciones extremas debieron ser para Carmen una experiencia enriquecedora. Durante toda
su existencia se estaría refiriendo
a algún momento que había pasado en esta
ascensión. En especial cuando nos encontraríamos rodeados de comodidades. Y de
manera especial si la molicie asomaba sus narices para destruirnos por habernos
entregado a la existencia regalada.
En
ocasiones, los grandes bancos del ventarrón circunscribían su acción hacia los
tres mil quinientos de altura. Entonces podíamos ver las estrellas en un cielo oscuro y transparente.
Veinte kilómetros al sur las cumbres de la Iztaccíhuatl, cubiertas de nieve
hasta los tres mil ochocientos, brillaban a ese mitológico Sol Nocturno de México. Pues en México hay un
Sol Nocturno. Solamente contemplar tal paisaje y se tenía la sensación de una
temperatura todavía más baja que la de la nieve misma.
El
montañismo tiene una técnica muy precisa que se renueva constantemente. Sin
embargo el azar es el más fuerte ingrediente por el cual este deporte no
envejece, a pesar de las exageraciones ocasionales de esa misma técnica. Las
interpretaciones atmosféricas se pueden tener ahora con bastante anticipación
pero también son parte de ese azar. Frente a los inefables horizontes
cordilleranos el sentimiento tiende a desbordarse. No cuesta trabajo aceptar
que, en este mundo de lo material, la primera jugada de billar la dio alguien
que no fue el humano...
-El
famoso primer motor-dijo Carmen-.Hay individuos que se defienden anteponiendo
pensamientos realistas y así nació y se desarrolló la filosofía…La filosofía se
la pasa hablando de los dioses y la teología de la razón práctica.
Eran momentos breves de divagaciones. El hielo
reanudaba su caída y otra vez la cortina blanca envolvía al universo y las
cumbres del Telapón desaparecían tragadas por la tempestad. Afuera se escuchaba
el impacto de la nieve algodonosa sobre los árboles y por encima de las
tiendas. Benito Ramírez había pegado en la puerta interior de su tienda el
cromo de una muchacha desnuda que, tres cuartos el rostro hacia él y su cuerpo de perfil, sonreía en el acto de
quitarse la única prenda de vestir que era una ligera blusa calada.
Abraham Set -Lamec tenía a la mano, un
lado de su cabecera, el Libro. Los
otros platicaban entre ellos de tienda a tienda. Carmen leía Elena, de Eurípides. Interrumpía su
lectura y preguntaba a Cork:
¿Qué
lees?
-Adivina.
-Levanta
la voz y empieza.
“Dos
niños se dirigen en la noche, pala al hombro, camino de la Casa Embrujada. Van a
buscar un tesoro. Uno de los chicos es muy mal hablado, duerme en cualquier
cobertizo del pueblo y por lo regular lleva una resortera para matar pajaritos…”
-¡Mark
Twain!
El
ruido sordo de la caída de la nieve volvía y recordaba con nostalgia el día que
habíamos avanzado por la calle del lado oriente de Río Frío, entre cipreses y
flores blancas de las jardineras. La mañana era luminosa y el sol de primera
hora pintaba de rojo las casas y los rostros morenos de las gentes. Los perros
permanecían echados en las calles polvosas carentes de pavimento. Los
chiquillos de ojos rasgados y piel estirada por el frío jugaban con una rueda
de bicicleta. En la esquina un hombre de edad madura temblaba bajo el sol por
los efectos del alcohol ingerido el día anterior. Más allá un próspero
comerciante hacía bajar de su camioneta enormes bolas de masa de maíz que
entregaba en el local de la tortillería. Al vernos pasar con nuestras grandes
mochilas nos había dicho mientras reía:
“Este es Río Frío, pero no somos bandidos”. Hacía alusión a la novela de Manuel
Payno. Cork comentó que, por lo visto, el comerciante ignoraba los asaltos que
sufren los alpinistas que acampan sobre el Tlaloc y los que suben al Telapón por su ladera
sur, saliendo de Llano Grande.
Hacía
cuatro mil años los habitantes de la lejana tierra de Ullman, los forjadores de
una deslumbrante y original civilización, habían caminado sobre el suelo de
estas mismas calles de Río Frío, entonces someros senderos, Desde aquí
emprendían la ascensión a la cumbre dedicada ya para entonces a Tlaloc. Por los
idénticos caminos que aquellos olmecas habían subido, nosotros lo hicimos
también en esta ocasión. En tiempos tan
remotos (probablemente cuando en el
Medio Oriente Gilgamesh construía Ur, las tablillas arcaicas, el relato de los
sumerios sobre el diluvio universal, la epopeya de la creación del mundo y la
epopeya del mismo Gilgamesh). Cuando los de Ullman llegaron desde el Golfo,
seguramente Tlaloc todavía no era un
protector sobrenatural, sino un dios lógico de sencillos campesinos. Pues
Tlaloc es el que da, o el que niega, el agua. El que amontona las nubes y mueve
los vientos. El envía los rayos. “Tlaloc, Tlaloc, ¿dónde estás, que ahora más
que nunca te necesitamos en este siglo veintiuno? La Comisión Nacional del Agua
cada vez se encuentra en grandes apuros para surtir a las poblaciones de agua?”
solía decir Cork. Y agregaba: “Nadie quiere pagarla, no hay legislación al
respecto, los pueblos ya no dejan que se les desvíen sus ríos para traer agua a
las ciudades, la temperatura global, por causas naturales y por otras
artificiales, sube y sube. Tlaloc, Tlaloc, la tala sin reforestación…”
- Tlaloc es idéntico a Zeus en eso de los rayos y las tempestades,
menos en promover guerrillas con los otros dioses - había dicho Carmen, y
agregó en seguida:-. Si Tales lo hubiera
conocido, reafirmaría su idea que el agua es un auténtico dios-Volteó la cara
hacia las alturas y exclamó:-.Perdón Tláloc, te he comparado con un dios
pícaro.
44
-¿Conoce
París?-preguntó Carmen
-Alguna vez estuve ahí en un congreso. Es
encantador, aunque muy caro. Pero teniendo un continente tan grande y variado
como este, lo que sueño es conocer, o volver, a
Montevideo, Buenos Aires, Santiago, Perú, Québec, Nueva York. También,
por supuesto, al Paris de Víctor Hugo, al Berlín de Hölderlin y de las mil toneladas de bombas y el resurgimiento
de las cenizas, Madrid y la República Popular, Dublín y San Patricio. Bueno,
todo eso. También Moscú y lo que queda de las grandes filas de obreros
visitando la tumba de Lenin, Inglaterra y el cementerio de Malcom Lowry. Pero,
antes que otra cosa, buscar el lugar donde estaba el islote, pasando
Iztapalapa, camino de Chalco. En el que el hombre joven que había representado
a Tezcatlipoca, durante un año, dejaba sus cuatro mujeres y regresaba a Tenochtitlán, al sacrificio ritual, el 15 de
mayo. Moría y ese mismo día volvía a nacer...
Caminábamos
entonces, recordaba, hacía dos semanas, calle arriba y bajo el influjo del
verde profundo de los bosques superiores. El azul intenso contrastaba hacia el
sur con las nieves de la Iztaccíhuatl. Es cuando se tiene desde aquí la
impresión que es una enorme montaña o
bien que decididamente se trata de una sierra nevada. Benito Ramírez dijo que el cielo solo era ya
una presencia y se refirió al tiempo en que todo este panorama de montañas
verdes y blancas significaba un verdadero santuario:
-
Cada una de esas cumbres y sus antecimas, los collados, sus estanques, los
ríos, el bosque. Después vendrían las representaciones en piedra o en barro o
hasta en madera y pintura. Pero aun el cielo, sin nubes, era ya una entidad
sagrada. El Viento, el Sol, el Agua en su viaje hacia la tierra, las nubes. De
hecho se tiene desde entonces en el país la costumbre de las voces afectuosas para casi
todo como nubecitas, bosquecito, agüita, cañadita, Solecito. Es una forma de
personalizar con amor.
Luego
de un alto en la tienda de Río Frío, en donde compramos algunos víveres, nos hemos echado la mochila al hombro y reanudamos la marcha. Bajamos
del monte Tláloc y continuamos nuestra travesía hacia el lejano Teocuicani. Cuarenta
o cincuenta kilómetros. Cork y yo conocíamos cada pulgada del terreno pero de
manera fragmentada. Esta es la primera integral.
Algunos
hombres que “tomaban el sol”, parados en rueda afuera en la banqueta, nos
habían pedido en tono poco amable que no ensuciáramos la vega del arroyo que
desciende hacia Río Frío. Así como el Sol se alimentaba con sangre de los
prisioneros cautivos en la guerra y demás víctimas rituales, de la misma manera
ellos, como gente de campo que son, saben que toda criatura humana, animal y
vegetal se beneficia del sol. Por eso en el país existe la frase: “tomar el
sol”. Tomar el sol no es estar bajo el sol.
Sigue siendo el pueblo del Sol
pero también del Agua.
-
Por este lugar pasaron los grupos olmecas al tiempo que, en el otro lado del
planeta, empezaban también a levantarse las ciudades de Mesopotamia y de Ur- nos recordó Cork -. Cuando se tenía
por cierto que Ishtar desciende de los infiernos y leyendas como el diluvio,
eran conocidas por los sumerios…Subían los olmecas prehistóricos por estas
laderas, Iban o venían camino del alto valle de Ituhalco, entre el Popocatepetl
y la Iztaccíhuatl que era la otra vía alterna para descender al Valle de
México, viniendo del Golfo. O se iba por aquí hacia el alto valle de
Xochiquetzal, bajo la cumbre rocosa del monte Xotlaltzin, para bajar hacia el
noroeste, por a Texcoco, y luego alcanzar Teotihuacan. O bien lo hacían por
Ituhalco, Amecameca y San Rafael. Alcanzar la ribera norte de la laguna y
empezar la construcción de lo que con el tiempo se llamaría Teotihuacan Uno.
Aunque no sabemos cómo se llamaba entonces esa ciudad preteteotihuacana. Con
los años los de Cuicuilco construirían la Ciudad de los Dioses, o donde los
hombres se hacen dioses, sobre los edificios olmecas. Después, muchos siglos
más tarde, aquí en Río Frío, se levantó
el pequeño fuerte para vigilar el oro mexicano que iba a dar a España y también a Inglaterra y Holanda, por la acción
de los piratas. Ya por una cosa o por otra, el paso de los viajantes por este
camino, que se internaba entre las montañas, era completamente familiar. Si
bien entonces, en la colonia, la atención de la gente estaba concentrada en ese
movimiento de los viajes, de metales preciosos, de todas maneras se daba una
actividad hacia los valles altos del noroeste, ya fuera por necesidad de madera
o por la caza. Y algunos por necesidades religiosas.
-
Las condiciones de inseguridad - explicó Abraham - para los alpinistas en otras
montañas del Altiplano, como el Ajusco,
la Malinche y el Nevado de Toluca, aquí también han aparecido desde muy
temprano. Una vez se encontraron en la
cumbre del Tlaloc una mochila de alpinista, con cosas y sus víveres todavía
frescos. Pero jamás se supo de su dueño.
Fue tal el revuelo que causó este hecho que constituyó una verdadera noticia al
tiempo que se emprendían las investigaciones por las policías de estos lugares.
Grupos de habitantes de los poblados chicos se organizaron para emprender la
búsqueda y recorrieron las cañadas que se desprenden del lado oeste. Nunca se
encontró al dueño de la mochila. Y hace unos dos meses, un grupo de veinticinco montañistas, de la Universidad
Nacional, fue asaltado por dos que
traían pistola. Uno de los jóvenes universitarios resultó asesinado.
Una
mujer vendía flores en una esquina de Río Frío. Estaba sentada como en los
cuadros de Diego Rivera, sobre sus pies descalzos y los dedos de estos
convergían hacia el centro, debajo de las nalgas, haciendo la figura de un
olin. Las flores eran una fiesta de colores. Philips Bragar se inspiró en estas
vendedoras de flores para dar un lujurioso colorido a sus pinturas.
En
la bolsa de la chamarra Cork podía sentir la segunda nota que Clemencia le
había hecho llegar con Salvador Alonso. Decía: “No podré subir al campamento en
la fecha acordada. Más tarde los alcanzaré”. Clemencia. P. D. “No es que vaya a
empezar un retiro de meditación. Sucede que busco algo que se relaciona con
usted. De su niñez. No como psicóloga sino que lo hago como humilde discípula
de Krisna…Propiamente apunta hacia los días de su nacimiento…Con amor escribo
esta nota”.
Cork sonrió:
-
En lo que se entretienen
algunas mujeres. En lugar que venga y hagamos historia. Como tú y Carmen lo
hacen, se mete a buscar en mi nacimiento. ¿Qué importancia puede tener
eso? Lo que va a descubrir es que nací
bajo el signo de Ome Tochtli. Y como conoce parte de mi conducta, de esa manera
entenderá que los hombres del Tonalpohuali en verdad sabían leer en las
estrellas el destino de los humanos. Soy de los primeros que llegan a las
fiestas y los últimos que se retiran. Así está escrito en las estrellas.
Abraham Set Lamec
poseía desde pequeño la tradición de los graniceros. En un momento de aquel mal
tiempo Cork le dijo:
-
¡Detén la tormenta!
Abraham no contestó. En su rostro había terror.
-
¡Detenla!- repitió aquel -. Ya ha diluviado durante dos semanas. Es el momento
en que los teciuhtlazque adquieren
todo su poder. A partir de aquí las cosechas en los valles bajos pueden malograrse
por exceso de agua y nieve. ¡Tú puedes hacerlo! ¡Recuerda que el exceso de agua
es lo que te da la posibilidad de lograrlo!
Abraham
continuó guardando silencio. No se apartó de Cork refugiándose en su tienda.
Por un rato más permaneció en obstinado mutismo. Quería a Cork con una
amistad forjada en las ascensiones a las
montañas que juntos habían emprendido durante años. Pero haber hecho el menor
movimiento, o cualquier somera intención de detener la tempestad, hubiera
significado el regreso a la cultura de sus ancestros. El abandono del credo
religioso al que ahora pertenecía. El regreso del individualismo al grupo. De
la destrucción que anunciaba de puerta en puerta, según decía Armagedón, a la
conservación de la naturaleza enarbolada
y espiritualizada por su grupo original. O bien al cristianismo de la
reconstrucción que se sobrepone a un mundo destruido. Un rato después levantó
la vista.
-
Tú eres hombre de ciencia. No puedes creer en eso.
-
¡No me salgas con esas! ¡En tu predicación de casa en casa niegas a Darwin y
ahora te acuerdas de mi ciencia. Frente a estos inefables horizontes
cordilleranos, es verdad, el sentimiento tiende a desbordarse. No cuesta
trabajo aceptar la existencia del mundo metafísico. Algunos prefieren anteponer pensamientos realistas, lo acabamos
de escuchar con Carmen. Así nació y se desarrolló la filosofía. El Humanismo.
¡Y en hora buena! Bien venido todo lo que enriquezca la discusión. Pero tú has
renegado del poder del granicero que te confirió la tradición...
Cork
no tenía claro si su amigo hablaba de religión o de antropología filosófica.
Por más que su lenguaje fuera religioso, era obvio que se inclinaba más a las
verdades seculares. Ya en los tiempos de
su catolicismo leía de preferencia el
Apocalipsis de San Juan. El libro en el que
muchos han creído fundamentar su nestorianismo antes de pasar al
ateísmo. En realidad su congregación
pertenecía al grupo de iglesias del área
del nestorianismo. No escuchaba tampoco a Cork cuando le decía que
Teotihuacan y el Calendario se lograron con la existencia del grupo que
conservaba la tradición. Sólo con la tradición se podrían emprender obras que
trascendieran a las generaciones. Buscar la solución contra el cáncer. Contra
el sida. Llegar a la Luna. El Diccionario Británico...De otra manera se corría
el riesgo de no aprovechar la estructura cultural y científica establecida por
los milenios. Había el peligro de
regresar al punto antropológico inicial. Una posición individual de antes del tribalismo.
Sería como servirse del ábaco sin hacer caso de la calculadora de bolsillo. No creerles
a los matemáticos equivaldría a esperar de nuevo cien siglos para descubrir el
cero y la posición numeral de los olmecas.
- ¡Solamente el cielo tiene poder para
detener la lluvia!
- En este caso concreto de la tormenta tú
tienes el mismo poder del cielo.
-
¡Calla, no sea bárbaro! ¡No digas esas cosas horribles!
Abraham
sudaba como si estuviera bajo los cuarenta grados que el otro le había dicho
que hacían en la isla del Carmen, no entre los quince grados bajo cero de aquel
mundo de roca y hielo. Se tapó los oídos en tanto exclamaba:
-
¡Por el cielo, no quiero seguir escuchando esas barbaridades! Insisto que no
puedes creer que algún humano tenga la
fuerza de poder detener la tormenta.
-
Por lo pronto ya se puede provocar la
lluvia con medios químicos. Ahora hay
que ver cómo o por qué se detiene al conjuro de los teciuhtlazque.
-
¡Es absurdo!
-En
la ciencia nunca se dice la última palabra y en la fe lo imposible es
posible. Es una misma lógica en diferentes planos pero eso no viene al
caso en este momento. Ahora hay que empezar por el efecto y después buscaremos
la causa. Nos falta encontrar la
explicación pero el hecho está a la vista. Aparecieron los vulcanólogos porque
hay volcanes. Precisamente de estas incógnitas se alimenta la ciencia.
Solamente hay que tener ojo para encontrar dónde está el reto. Hasta hace unos
treinta años los investigadores de la Universidad Nacional encontraron la
explicación de un viejo conocimiento que poseía el pueblo náhuatl. Era que con
miel no se infectan las heridas, por más profundas que estas sean. Hace cinco
siglo Sahagún consignó el dato que los mexicas se las curaban con miel de
maguey. Así la acción de los teciuhtlazque ha estado a la vista
durante milenios. Piensa, concéntrate – nos contó una película.En el pueblo de
Eastwick tres mujeres se dan cuenta que uniendo sus deseos consiguen que se
produzca aquello en lo cual pensaron. Inclusive estas tres brujas llegan a imponerle sus voluntades a Jack Nicholson, que se
supone es el Diablo mismo. Uno de los primeros deseos que formulan es que en
determinado momento llueva sobre ese poblado para que así se de por terminada
la insufrible perorata que, a manera de desglose sociorreligioso, desarrolla,
al parecer de manera interminable, el ministro del lugar. Tú sabes que en ti no
es ninguna fantasía cinematográfica. De no ser cierto los teciuhtlazque ya hubieran desaparecido. El pueblo no tolera a los
charlatanes más allá de dos o tres
generaciones. La prueba y el error aquí han sido más que observados. Que
no lo sepamos explicar no quiere decir que no sea realidad. Es otra realidad.
Como la del amplio espectro electromagnético del que sólo podemos ver una reducida
rendija…
El
sendero que empezaba en la última calle del lado sur del pueblo y subía de manera abrupta por el terreno muy
empinado, y casi deslavado por la erosión seguía azotado por la tormenta. En
esa altura era agua pero en el lugar elevado
en el que instalamos el campamento por la tarde, caía nieve en
abundancia. La falta de árboles y la precipitación del agua al no encontrar un
suelo habían dejado su huella desoladora por todas partes. En el sur el espectáculo impresionante y
bello de la Iztaccíhuatl elevando sus cumbres nevadas sobre los bosques de los
primeros planos, sólo se dejaba ver por momentos en que la bruma se desgarraba.
Los rayos caían iluminando las cortinas de nieve que, impelidos por el ventarrón, iban a estrellarse contra
las paredes rocosas arriba de los cuatro mil.
Abraham
Set Lamec creyó lanzar su argumento decisivo, pues la polémica diaria, con la
gente que trataba de llevar a sus redes, lo había hecho un conversador temible
y ahora tendría que servirle tal rutina:
-
¡Tezcatlipoca jamás hizo un milagro! ¿Por qué quieres que yo lo haga?
- No sabes lo que eso significa frente a
Tezcatlipoca! ¡Cuando a él se le pide algo es precisamente para que nada
cambie, para que deje las cosas como están! Con Cristo es con el que nos
tomamos libertades pidiéndole cada media hora que se haga nuestra voluntad y no
la de Él. Tezcatlipoca sabe por qué están así las cosas. Es una mala costumbre
que tenemos en la actualidad de estar pidiendo y pidiendo cosas al cielo. Es una muestra de poca fe en el cielo y poca
acción en el suelo. Cuando Jesús pide en Getsemani no es porque en realidad lo
necesitara. Lo hizo para ilustrar esa aberración de estar pidiendo y no dejar
que el plan divino se cumpla con toda libertad. Aceptó el hecho y dijo “Que se
haga tu voluntad”. En el caso de Tezcatlipoca el sólo hecho de no pedirle es
dejar que él se manifieste en toda su potencialidad. Y no olvides que también es
el dios de la guerra y la peste. ¿Eso es
lo que quieres que manifieste? Es su naturaleza. Pero como somos gentes de los
tiempos de la civilización industrial, los ruegos que se le hacen tienen que
ser cuidadosos para no confundir las peticiones y no incurrir en nuestro
sincretismo actual en lugar del ecumenismo. Después de todo, ¿Por qué estar
haciendo caso a ruegos de humanos que se asustan hasta porque son felices? ¿Qué
sabemos los humanos de lo que el cielo quiere? Ya un hombre de setenta años
puede ver que, algo de lo que con tanto afán pedía al cielo, cuando tenía
veinte años, no era más que una niñería. O que muchas de las cosas que le
parecieron desgracias, propias o ajenas, con el tiempo iban resultando con un
significado contrario al que en principio se creía. ¿Cuántos individuos se cortaron la vida por la muchacha que no
les hizo caso? Si hubieran vivido veinte años juntos posiblemente hubieran
acabado diciéndose las peores injurias frente al juez y asesorados por sus
respectivos abogados.
-
¿Para qué entonces se quema copal?
-
Se rogaba por medio de la oración del humo de
resina que nada fuera alterado. Que en la siguiente temporada de siembra
el agua cayera como siempre y a su debido tiempo, que el exceso de agua no
rebasara ciertos límites. En cambio se daba poder a los hombres para que
cambiaran las cosas cuando creían que deberían de ser alteradas. En la medida
de los humanos, no en la escala de los dioses. Por algo el pueblo en lo civil tiene a sus ministros, diputados y demás para
que hagan el trabajo que se requiere a otra escala de la del presidente... Y
Tlaloc tiene a sus tlaloques. Los teciuhtlazque no pedían sino que hacían.
Hacían llover agua, granizo o dirigían los vientos en la dirección que ellos
consideraban que para allá deberían ir las nubes cargadas de agua. Con Tlaloc
no hay intercesores si no ejecutores. Los tlaloques y los hombres. O bien
podían hacer que se suspendiera la tormenta que ya empezaba a ser perjudicial
para la siembra o para la seguridad de los pueblos. Ríos desbordados, laderas
de la montaña que se vienen abajo. Y ahora ese momento se ha alcanzado. Lo que te pido es que hagas, no que pidas.
Esto mismo sucede con los sacerdotes de las religiones reveladas, que tienen
poder de decisión que les ha sido conferido…Tu eres un sacerdote de Tlaloc.
Yo
había escuchado. Sintiéndome llamado a intervenir en favor de Abraham, dije:
-
Creo que Abraham está en su derecho. Eso
no lo puede aceptar tan de buenas a primeras el pensamiento racional.
-
Al menos hay una forma de comprobar lo de los teciuhtlazque…
-
¿Cómo?
-
Platicando con ellos.
-
¿Dices que aun existen?
-
¡Por supuesto! Abraham es uno de ellos. Además en muchas partes se ha
conservado esa tradición y ese poder.
-¿Por
ejemplo?
-
En algunas cañadas de la Iztaccíhuatl arriba de Amecameca. También al sur del
Popocatepetl.
-
Al sur del Popocatepetl quedan los estados de Morelos, Guerrero y más de
quinientos kilómetros hasta llegar al Océano Pacífico…
-
En el flanco sur del Popocatepetl
-
¿Será posible?
-
¡Es y para allá vamos!- y agregó en seguida: - Aquí en Río Frío los hay, aparte
de Abraham.
-
¿Cómo, quiénes, dónde?
-
Quizá un día conozcan a algunos de ellos. Esto es posible solamente si ellos lo
quieren…Con frecuencia estas cosas no son tan simples. Hay desconfianza. Dos
pueblos de diferente cultura entran en contacto y se quedan observándose
mutuamente. No piensan en las afinidades o las diferencias que sus poetas
pueden tener o las ventajas de sus médicos y matemáticos. Pero sí en el oro o los granos de que
disponen y en la fuerza para defenderlos o bien con qué facilidad se les puede
embaucar para quitárselos. Casi todos empiezan diciendo que poseen una cultura
y que los otros carecen de ella. Así justifican
que ellos en lo sucesivo dirijan su manera de pensar y vivir. Si no lo
aceptan empieza la guerra. Otros de plano evitan entrar en esas complicaciones
pues pueden pensar que, efectivamente, están tratando con una cultura superior
y entonces se acogen al recurso que aquellos son enviados por Dios para
llevarles su mensaje. Esto ya es más sutil pero se ha utilizado durante siglos
en todas partes. Algunos se lo creen y aquellos entran a tomar posesión de su
oro y sus granos sin siquiera haber disparado un solo tiro. Así se procede
frente al pueblo, pero los teciuhtlazque tenían,
y tú lo sabes, una preparación distinta...
-
¡Me niego rotundamente! ¡Eso en estos días...!
-
¿Por qué vivir en el blanco o el negro cultural - decía Cork al notar el
mutismo en el que se había encerrado el otro después de unos minutos -. ¿Por
qué no vivir en la riqueza de las dos o tres o cien culturas? Recuerdo cuando
era niño y mi madre me llevaba en
brazos. Al pasar un puente bajo el cual iba la corriente de agua ella lanzaba
unos granos de sal hacia atrás por encima de su hombro derecho. Pronunciaba mi nombre y decía: “¡Ven, no te quedes! ¡Ven, no te quedes!”
era el ritual de la religión de Tlaloc. Mi alma no sería llevada en ese momento
por los tlaloques que habitaba el río. Ahora, de grande, yo encontraría una
delicia hacer lo mismo con mis hijos, cuando estos llegaran. También les explicaría que el río además de
tlaloques tiene roca cuarcítica que es del tipo metamórfico con un quimismo
silíceo arenoso con componentes tales como cuarzo, mica, feldespato, minerales
pesados… ¿Dónde está el conflicto? También les diría que no se dejen encerrar
en ninguna cabrona cultura teniendo cien o mil culturas que hay que conocer. De
ellas podemos enriquecer nuestra mente, fortalecer nuestro espíritu y conocer
mejor nuestra cultura ancestral.
Para
quitar el mal sabor de boca que había quedado de aquella discusión, les conté
que Carmen me había hecho un relato que describía el pensamiento de Séneca.
Pero ya que ella estaba presente, le pedí que lo dijera.
- Era platónico, y a la vez estoico antiguo-
dijo-. Se trataba de un alma grande que nos ha dejado un legado bello de
reflexiones filosóficas. Con frecuencia son contradictorias pues al escribirlas
no lo hace para leer un discurso pulido, revisado y vuelto a revisar, ante el
senado romano, como consejero del emperador que era de la potencia más fuerte de
su tiempo en aquella parte del planeta. Al escribir se trata de un diálogo
íntimo consigo mismo. Inclemente Nerón perseguidor de los cristianos, que envía
a morir en el hocico de las fieras, pues estos hablan de un cielo que no es el
poblado por los dioses romanos y deben, como Sócrates lo hizo en su tiempo,
pagar con la vida por la misma falta que cometió ante los dioses de la Hélade.
Sin embargo era Séneca, en el plano espiritual. ¿Qué mal puede hacerte el más insolente si
persistes en serle benévolo? Pero advierte en seguida: Nada hay más abominable
que la amistad del lobo, evítala por sobre todas las cosas. Perdónalo pero no
le des la espalda… Tampoco estuvo ajeno a lo que ahora se llama el pensamiento
ecológico y cree que la naturaleza, que todo lo dispersa y todo lo recobra,
habla al hombre ilustrado y modesto. Le
dice dame lo que quieras y llévate lo quieras, pero díselo no con altanería
sino por amistad hacia ella.
Abraham
se limitó a sentenciar:
-
Los tiempos de antes eran puros. Después empezaron a caer sin detenerse...
-
Los tiempos modernos son mejores-dijo Carmen-, en muchos aspectos los griegos nos dejaron cien variedades de un mismo tema. Pero se
habla de filósofos antiguos o filósofos modernos... O los escritores, modernos,
escriben cosas que han leído de los autores de tiempos pasados. Pocos aceptan
que hay una línea entre ellos y aquellos… Son como dos temas. Platón y Parménides que, en
realidad, es sólo un tema y se conoce como devenir.
El
viento arrojaba con fuerza una cantidad
enorme de gránulos de hielo. En la altura media que seguíamos hacia el sur encontramos los restos
de un avión de pasajeros que se estrellara en ese lugar hacía algunos años.
Mario Campos observó en el primer alto que hicimos y que le permitió recuperar
el aliento para poder hablar:
-
Quinientos años más y estos aviones, que
encuentran su fin en las montañas, serán
el material que investiguen los
arqueólogos.
-
Serán los fósiles dentro de quinientos millones de años para los geólogos y los
paleontólogos- dije.
-
No habrá tiempo... Los tiempos están por terminarse- replicó Abraham y citó
varios versículos del Libro que daban
las características anunciadoras del fin.
Hacia
las tres de la mañana Mario Campos se había levantado a calentar una taza de café. Los otros apenas
dormitábamos. Al fin nos despertamos también.
La
nieve seguía cayendo con violencia
adhiriendo su pegajosa masa helada a las telas de las tiendas. Cork hizo la
observación en voz alta que las tierras bajas ya debían estar cubiertas de
nieve. Una semana más de aquel tiempo y, dijo, todas las cosechas se habrán
perdido.
Quedamos
otra vez en silencio en el interior de la tienda. Escuchábamos la fuerza de la
nieve golpear la protección de hule del campamento. Cork recordó que en todo el
país se hacen intentos, y seguramente en este momento se estarán haciendo, de
detener la tormenta.
-
Sobre todo la gente del campo habrá salido ya de procesión o hará desde la
ventana de su habitación que da al exterior, la señal ritual para detener la
caída del agua y de la nieve. Unos lo harán en el ritual mesoamericano, otros
en el cristiano católico romano y los del observatorio estarán consultando sus
cartas. Pero no resultará si no lo hacen los teciuhtlazque…
45
-
Somos los individuos afortunados que, al estar sobre las montañas, vivimos el
sueño de millones de habitantes de la
ciudad. Durante toda su vida han pensado estar en estos parajes pero jamás lo intentarán - dijo Benito Ramírez en
tanto se afanaba por encender la estufa de gas para calentar el café de la
mañana.
Estamos metidos en nuestros slipings, dormidos o dormitando, pero a estas horas no se les menciona, como si ese
tiempo no existiera. En los relatos de la aventura alpina la situación del
sueño insomnio no aparece. Se trata de
una importante parte de cada noche que se permanece en la montaña, pero no
cuenta. Se dormita, aunque hay individuos que duermen, es decir, roncan, largas
horas seguidas. Por lo regular la mayoría dormita. Despierta, se voltea, se
duerme, tal vez platica un poco con otro que tampoco puede conciliar el sueño.
Se duerme, se voltea, se duerme, se despierta. Aparecen las cuestiones
angustiantes de la vida. Se recuerdan paisajes remotos o agradables, ya casi
olvidados de la niñez. Sobre todo los sueños en la montaña, quién lo creyera,
siempre tienen una fuerte presencia erótica.
En
la montaña todo se conquista, empezando por el montañista. El hombre habrá
puesto su pie en la cima pero al volver al valle llevará marcada su alma con la
visión indeleble de los bosques y sus masas rocosas que emergen de entre los
árboles o sobre los hielos. Si no logró su objetivo volverá una y otra vez a
intentarlo. Si alcanzó la cumbre será apenas el principio de una interminable
carrera por los valles y los glaciares.
Mientras
toma de su taza caliente, un café negro americano humeante, Toci dice que esto
está relacionado con el arte, por su belleza.
El
alpinista, entre tanto, sigue dormitando. Cuando se puede, ve desde la tienda el incomparable
espectáculo de las estrellas, la luna, el bosque inferior dominado por las
montañas nevadas a lo lejos. Ve el
resistente pastizal de los primeros planos, en los cuatro mil, muy iluminados
por el Sol Nocturno. O bien la niebla cerrada que
cubre otra vez el bosque y avanza veloz
invadiendo las paredes. Después regresan las imágenes sensuales. Es como un
loco rompecabezas el dormitar en la montaña. Uno se imagina que el duro
esfuerzo de la jornada a través del bosque, subiendo por la ladera nevada o bien
a lo largo de la pared rocosa, dejaría al individuo completamente fuera de este
mundo tan pronto como sube el cierre de su bolsa de dormir. ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo podría permanecer
así un cuerpo que mediante ese esfuerzo precisamente se ha saneado? Su ritmo
cardiaco ha sido puesto a prueba de manera sostenida. Sus pulmones trabajaron,
igual que potentísima fragua frente al
horno del herrero. Sus arterias, medio tapadas ya por las grasas de tantas
comilonas de la ciudad, fueron atropelladamente invadidas por el torrente
sanguíneo, merced a toda una jornada vigorosa de subir y bajar por pendientes
suaves y fuertes. Toda la hipocondría y polifarmacia fue a dar hasta el fondo
del cesto de la basura. Se espera que ese cuerpo revitalizado de esta manera
permanezca quieto, perfectamente dormido, con la mente en blanco sin registrar
pensamientos. Cuando lo que sucede en realidad es que, llevado por esta euforia
biológica, rompe los candados que había puesto el censor. Sin mayor escándalo
parece sacar cosas del inconsciente, como la lavandera que extrae ropa del
fondo del tambo, la pone con toda naturalidad en la lavadora pero que también
encuentra que hay piezas que no
tienen por qué estar entre la ropa sucia.
Salvador
Alonso medina nos cuenta que, dos semanas atrás, al partir hacia arriba alguien
había muerto en Río Frío debido a una congestión alcohólica. Estaba tirado en
la calle Madero. En el principio sólo los perros se acercaban, lo olfateaban y
rondaban por ahí o se echaban a dormir junto del cadáver.
De
pronto Abraham Set Lamec murmuró algo:
-Falta
poco…
-¿Ya
se va a acabar el mundo?-pregunté.
-He
estado observando…Hay señales…
Cork
me hizo un ademan con la mano para que guardara silencio.
A
las tres de la mañana salen las notas musicales del pequeño aparato de Mario
Campos que llegan de la estación radiodifusora desde el sureste: Fue un florecer de una leyenda de amor. De
tus labios el primer amor conocí. De la marimba al son te conocí, y al
contemplarte fui de la ilusión, el prisionero que viene a contarte, las penas
de su corazón…
Sabemos
que hacia el oeste un punto rojo se destaca en la noche, más allá de las nubes
que arrojan nieve sobre nuestras tiendas de acampar.
- Es
Betelgeuse, de la constelación de Orión…- dijo Toci-. Curioso lo que dice la
gente. También Shopenhauer personalizaba al planeta Tierra. Hegel lo diviniza,
o intentó hacerlo.
-
Cuando cruzábamos Cork y yo el desierto de Altar- les digo- en invierno, en
pleno erg, crecía una bella y
delicada florecita de apenas veinte centímetros de delgado tallo y sus hojas amarillas se abrían
en dirección del sol tibio de la mañana. Esa era la voluntad de ser a la que se
refería el filósofo que acabas de mencionar. Las dunas cambiantes, el viento
que pasa y mueve las arenas, las sierras desnudas que se desintegran para
transformarse en otra cosa. Están los
saguaros que a lo largo de muchos años van creciendo y desarrollando sus
cortezas gruesas especiales para no dejar escapar la humedad. La planta que
crece en círculo que tiene doce mil años de antigüedad y que ya estaba ahí
cuando al hombre le faltaban muchas centurias para construir su primera ciudad.
Y esa florecilla del desierto ya existía.
Todos
los ahí reunidos, en la tienda-comedor, sabíamos que se creería que la voluntad se manifiesta en el
hombre en el afán de batallar y más batallar en
subir por la montaña, pero esto no es tan exacto. Es en el ambiente
muelle de la ciudad donde el alpinista libra su más grande batalla. Sacar la
mochila del desván y empezar a arrojar dentro de ella las cosas necesarias, es
el momento de las grandes decisiones. Un día el montañista ya no alcanzará a
reunir la suficiente voluntad de “hacer la mochila”y ahí acabó todo. Pasarán
semanas, meses y después años y el individuo ya no habrá regresado a sus viejos
caminos de la nieve. Todo eso sucede dentro de la voluntad de ser de este
individuo que se llama planeta Tierra. Los mexicas le llamaban Tlaltecuhtli. Una deidad despiadada.
Cuando había que florecer lo hacía, cuando era preciso morir lo ejecutaba, pero
moría para renacer. Dos horas más tarde aquella florecita estaba muerta por
efecto del sol que se había vuelto demasiado intenso.
-Chicomecoatl
es la divinidad primordial femenina que en México representa a la Tierra, no lo
olviden-dijo Toci.
Mario
Campos: - ¿Qué caso tiene todo eso de la florecita que nos cuentas del desierto?
Como El Principito en su planeta de un día que dura treinta minutos...
-
Moría el individuo pero la especie era inmortal. ¿No es esto lo que persigue
Clemencia, Cork?- pregunté.
- No, creo que no. Ella quiere salvarse sola.
Desear salvar a otro, o al grupo, es
tener ya un deseo. Eso la
perdería. Quiere volver a vivir para estar cada vez más pura. Y al final
perderse en las estrellas. Nosotros, en cambio, serviremos de composta para una
mejor producción. Es un eterno perecer de individuos para alimentar la
descendencia de otros individuos.
Volví
a pensar en la muchacha que pedía limosna en las calles de Amecameca y que llenaría este mundo de niños
Cork también pensaba en Clemencia que se la
pasaba mirando hacia la luz y cantando Hare Krisna. Y otra vez mirando hacia las estrellas. Y que
lo más probable era que no dejara descendencia alguna. Iba a comentar que, después de todo, todo
estaba claro, nada complicado, pero los otros dormían de nuevo perdidos en sus bolsas de plumas de pecho de
ganso. Entre tanto un viento fuerte
golpeaba las tiendas de delgada pero resistente tela color naranja.
Una
hora después Abraham Set Lamec salió en silencio de la tienda-comedor.
Cork
volvió a hacerme una seña, en silencio, con las manos.
-Va
a la letrina-dije en voz queda.
-No-
respondió Cork-. Atisba en silencio por la mirilla.
Casi
perdido entre la noche y las brumas violentas que doblaban las copas de los
árboles, Abraham permanecía de pie. Así estuvo media hora. Al entrar se sacudió
la nieve que se le había pegado en la
ropa. Estaba helado. No dijo nada. Se metió en su bolsa de dormir y se quedó
dormido.
Cuando
amaneció, y mientras calentábamos el agua para el café, en la radio de Mario Campos escuchamos que el Observatorio
Meteorológico anunciaba sol radiante para ese día.
Luego
del almuerzo, Abraham hizo su mochila y dijo que necesitaba regresar a Río
Frío:
-Hay
mucho trabajo en casa. Hay que remover la tierra y desbrozar la milpa. Los
quiero- Dirigiéndose a Cork:-Hermano, ya nos encontraremos para otra ascensión.
Tenías razón, las milpas estaba en peligro de perderse para los pueblos.
Se
echó la mochila al hombro y se fue. En el recodó del bosque hizo un alto, se
volvió y agitando la mano nos dijo adiós.
José
Méndez dijo:
-Abraham
es un campesino desde niño y conoce la mecánica de las tormentas, como todo
campesino.
-Sí-dijo
Cork.
-No
tiene nada de especial.
Cork
volvió a decir:
-Nada.
Volvimos
a la tienda pues era temprano. Carmen se fijó en Cork que en ese momento estaba
de perfil sirviéndose una taza de café medio sepultado en su sleeping. Me comentó que se acordó de
Henry Pulling, un personaje de Graham Greene.
-¿Qué
tiene de particular Pulling.
-Que
“nunca tuvo que hacer el menor esfuerzo para conquistar a una mujer”- y
agregó-. La loca de mi prima Clemencia es una pendeja…
-Empiezo
a ponerme celoso-dije.
Mucho
tiempo después escuché a Cork que decía:
-
Clemencia se iba deteniendo brevemente frente a los cuadros en la exposición
permanente del Museo Nacional de Arte, allá en la isla, y después seguía. Pero
noté que en otros se plantaba frente al retrato y parecía perder la noción del
tiempo. Yo trataba de descifrar qué era lo que la atraía. En el Retrato de la
Señora Elisa de Gutiérrez Roldán, la hermosa y distinguida mujer, perdía su
mirada en el horizonte. En el fondo los grandes bancos de nubes blancas hacían
una revolución sobre las montañas volcánicas del Dr. Atl. Al pasar frente al
retrato pintado por Agustín Lazo, y cuyo título tenía: “Cabeza de joven”, me dijo: “Así era usted en una época muy
remota a esta”.
-
¿Y?
-
Incrédulo, le preguntaba cosas con las que yo estaba familiarizado y ella me
respondía sin titubear. Por ejemplo un día, hacía décadas, antes que los dos naciéramos,
le dije, que en la capital había existido un salón de baile que se llamaba
“Salón México” y de inmediato me contestó “Y también se llamaba “El Marro”.
Estaba en la calle Pensador Mexicano, cerca del Eje Central, que entonces era
Niño Perdido, por la plaza de Aquiles Serdán. Los de Tepito eran los que le
llamaban “El Marro”. En otra ocasión le dije algo sobre la vida política
mexicana, a lo largo de los últimos siglos,
a lo que respondió: “El 13 de mayo de 1822 se polemizaba por el diputado
Odoardo, a lo largo de una asamblea del recientemente México independiente de España, la posibilidad de conservar el
ejercito permanente y también de aumentarlo pues había temores de otra invasión
del extranjero. Pero ahora no por el lado de Veracruz si no desde el
norte. O que se intentara una
reconquista por parte de España, pero se decidió al final por un ejército
mexicano reducido profesional, pero más bien con miras improvisadas ya que incluían la leva. Esto era lo que lo
hacía endeble ya que ésta manera de
reclutamiento, falto de toda ideología y muchas veces falto de paga (con
frecuencia los hacían entrar en combate antes de la paga con el objeto de que
al regreso fueran menos, descontando los muertos, a los que ya no tendrían
que pagar), pensaba más en el botín a
costa del pueblo indefenso que en protegerlo. Y por si fuera poco, la parte que
podía considerarse como profesional unas veces tenía que defender, quisieran o
no, el punto de vista del grupo en el poder. Esto con duración de unos meses,
cambiaba, cambiando con ello también los intereses y la ideología, y ya nadie
sabía a quién tenían qué defender o contra quién tenían qué disparar…Yo la
hubiera querido besar, tomar, hacer historia. Pero ella siempre decía que todo
eso, y más, ya lo habíamos hecho, en otra historia. Que era por aquella
historia tan escandalosa por la que ella seguía aquí muriendo y volviendo a
nacer. Restándole karmas a su historia global. Pero que yo, bueno, cada vez ella
tenía más karmas y que eso le producía angustia al ver que nos separábamos y
que si bien vamos en la misma dirección era en el sentido que un automóvil y un
avión pueden hacerlo. Pero que en otras épocas ( creo que quería decir vidas)
nuestra pasión había sido tan violenta que para ella era imposible dejar de
buscarme cada vez que tenía otra oportunidad de volver a vivir, pero que tenía
que ser así …Para no volver a aumentar su lista de faltas que retrasaran su encuentro con la Gran Luz. Decía que solamente
la mirara.
Así que… ¿solamente visual?
-
Sí. Y aun así ya era pisar, para ella, terreno peligroso porque. ¿Qué crees?
Ella ha recibido la enseñanza que aun la vista es una especie de órgano que
hace contacto con lo que se quiere ver y tal cosa implica eso, hacer contacto…
José Méndez, luego
de quitarse las botas y dejarlas bajo el cierre de la entrada, para no
introducir nieve a la tienda, recibió la taza de café caliente que yo le
alargaba en ese momento.
- ¿Cómo dices que
se llama esta mujer?-preguntó.
- Clemencia
Carmen
empezó a hablar de algo que nos pareció interesante:
- Me acuerdo de
una mujer de la antigua Grecia llamada
Xantipa. Era un ama de casa normal para su tiempo y lugar. Tal vez no supiera
leer ni escribir. Se cree que lo más probable es que fuese ignorante de muchas
cosas del mundo. Y un poco regañona por añadidura. Esta fue la compañera,
ideal, que iba a ayudar que en la
humanidad se produjera un pensador excepcional. Xantipa no era una mística como
Clemencia, sino una mujer como todas. Solía ir a chismorrear al mercado.
Al decir esto miró
a Cork y en seguida hizo la reflexión que era un poco extraño que en estos
tiempos no se hubiera descubierto la figura de Xantipa. Con toda la importancia
que tiene en el desarrollo de las ideas. Para los hombres puede ser la figura
de antiheroina, pero para las mujeres debería de ocupar un lugar especial. Sin
embargo hasta la fecha la literatura de las mujeres no la ha localizado.
A lo mejor el
filósofo fue el que ayudó a que Xantipa fuera como nos dice la historia.
Biliosa y pronto a estallar en pleito contra su compañero. Este era muy dado a platicar con todo el que se
encontrara en la calle. Se le iba el tiempo y de ahí que no atendiera las
necesidades del hogar, como era debido. Entonces venía el pleito y Xantipa
empezaba a gritar y reprochar. Para eludir tan terrible situación el filósofo
salía de casa y otra vez a platicar con sus amigos.
Y cuando Xantipa
iba a la plaza a comprar el mandado y veía que no podía adquirir gran cosa,
entonces volvía a pensar con furia en su platicador marido.
Toci conocía la
historia y agregó:
- Xantipa tampoco tenía madera de mujer
mormona. Se había vuelto biliosa debido seguramente a la presencia de Mirto o Diotima, la segunda esposa del filósofo. A
dos mil quinientos años de distancia no sabemos con exactitud si Mirto apareció
en escena después de la muerte de Xantipa o fueron “paralelas” en el tiempo.
Porque la intensidad de los conflictos como se daban entre ellos debió de haber
tenido un elemento más allá de la incapacidad monetaria del filósofo.
- Tienes razón. Se
enojaba tanto esta mujer, gritaba y despotricaba, que en cierta ocasión
Alcibíades, un joven general que conocía al matrimonio, dijo: ”La gruñona
Xantipa es insoportable”. Desde luego no
es exagerado decir que mucho de la obra de Sócrates, le corresponde a Xantipa.
De otra manera Sócrates hubiera sido un escultor sin modelo, un sacerdote sin
pecador, un dentista sin dientes a la vista.
Toci volvió a
intervenir:
- Aunque tampoco
Xantipa era el bicho raro que el filósofo hubiera puesto bajo el microscopio.
Nadie le entrega su amor ni viviría la rutina de los días y los años con un
bicho. Xantipa era su compañera.
- El corolario de esta historia es que, resulta
difícil en extremo, para un hombre, saber comprender la neurosis de la
compañera. Ni aun si es filósofo. Debes de tenerlo presente, ¿he Cork? Si es
que vuelves a ver a Clemencia.
-
Pues no sé si ésta que
conocí en la isla del Carmen sea neurótica como Xantipa, pero estoy seguro que
es una hechicera.
-
¡Es una bruja medieval!-
gritó Toci.
José Méndez volvió a salir, ahora a reajustar los
tirantes de las tiendas que, eran algunas del tipo “india”. El impacto del viento los
había ido aflojando, haciendo que las paredes de las tiendas, por el peso de la
nieve, se fueran aproximando a los
rostros de los que permanecíamos dentro de los sacos de dormir. Ahora, con el sol radiante,
pronto se secarían, perderían peso al ya no estar mojadas y reemprenderíamos
nuestra marcha hacia el Teocuicani. Como los otros dormían, yo lo acompañé.
Solamente tres de las tiendas eran del tipo iglú y su estructura de
varillas cruzadas estaba lejos de
presentar semejante contingencia que las del tipo indio con soportes en cada
extremo. Los dos medios arcos de las delgadas varillas de bambú soportaban bien
el gran peso de la nieve que pudiera alojarse en su esférico techo.
Luego
Cork nos contó que en su pueblo del desierto el hombre vivía con la mujer, que era su
pareja, un día a la vez. Cada día debía de tener su atractivo. No era como el
de ayer o mañana como el de hoy. Si estaba ahí la mujer era porque quería
estar. Como si la unión tuviera una vigencia de 24 horas. Quería vivir otro día
con él, pero no era propiedad de él ni había promesa de vivir juntos a
perpetuidad. Si llegaba el otro día y
ella ya no estaba ( o bien había cerrado la puerta para que el marido no
entrara), todo había terminado. Prolongar por convencionalismos sociales,
practicando el tutile gamuchi,
aquella situación, exponía a la pareja a las enfermedades venéreas... Así pues, ambos tenían que procurar el
control de sus emociones, sus decepciones y la tentación de intentarlo de
nuevo. De otra manera era mejor marcharse.
-
¿Qué diablos es eso de tutile gamuchi?
-
Intercambio de mujeres entre matrimonios.
-
¡Sopas! - exclamó Benito Ramírez.
-¿Crees? Me parece que no hay mucha diferencia con lo
que sucede en las ciudades occidentalizadas…En fin, en realidad no hay por qué
empeñarse en el drama conyugal. Después de todo, el mundo está lleno de mujeres
y de hombres que con las mejores intenciones andan en busca de formar una
pareja estable. Varios miles de años antes que llegara el hombre blanco a
Veracruz, ellos ya había construido hermosos edificios dedicados al Sol. Y
estas intenciones son las que prevalecen, de otra manera ese grupo ya hubiera
desaparecido hace centenares de años. Pero si pudo sobrevivir, con esas
costumbres, a los tres siglos de la colonia y al caos político pos
independentista que asolaba los pueblos para quedarse con sus tierras,
seguramente podrá seguir viviendo. Seguramente el padre Chinchachoma nunca
encontró niños hopis o navajos abandonados durmiendo bajo los puentes del metro
Taxqueña.
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