martes, 3 de marzo de 2015

    
SEGUNDA PARTE                  


                                   


                                26       

Una noche, tres semanas más tarde, Cork había sentido necesidad de salir a caminar. Una lucecita amarilla se había encendido en el fondo de su cerebro. No iba a esperar la señal roja. Le dijo al propietario de La Costa de Sotavento que iba a estirar las piernas, a tomar un poco de oxígeno para volver a apurar otro vaso de cerveza.
Volvería a tiempo para la cena. Después leería un buen rato  y pondría en orden algunas notas que había escrito de Orizaba. Sobre la pequeña mesa, de su confortable cuarto en el hotel Francia, estaba un plano topográfico, escala cincuenta mil, de una región del noroeste del país que en dos semanas más visitaría. Uno de sus proyectos de investigación consistía en ayudar a convertir el norte en un vergel. El país  hace considerablemente más anchos sus paralelos a partir de Zacatecas. Pero es el punto en que también empieza la llanura desértica. Seca como pocas regiones en el planeta. Un poco más al norte se encuentran los mismos paralelos de los grandes desiertos árabes y africanos. En cierta ocasión habían transcurrido siete años para que cayeran unas gotas de lluvia sobre Torreón Coahuila. Tlaloc está en todas partes, sólo hay que saberlo encontrar. ¿Desalinizar el agua del mar y meterla al desierto, como dice Guillermo, o extraer agua del subsuelo. Se acordó que el desierto de Samalayuca está prácticamente flotando sobre un enorme manto de agua. Habrá que empezar esa tarea. Algún día se encontrará la solución. O bien dejar el camino andado para que otros continúen el proyecto.  “Para eso fui creado”- dijo en voz alta -. “Para eso me formé”. Se rió y agregó: “Y también para buscar la forma de que el Sol dure más de cinco mil millones de años iluminando a este planeta”. Bueno, creo que esto es más factible que la locura de Guillermo de traer témpanos de hielo del Polo Norte hasta el Golfo de California ¡Lo que  se le ocurre a la agente! Bueno, la ciencia está llena de locuras. Mejor dicho, la ciencia empieza ahí donde brota una idea loca. Se empieza por hacer una mueca de escepticismo…
Recordó aquella lejana noche frente a la hoguera. Le habían recomendado en su comunidad que desde el primer día de escuela, en la ciudad de México, no perdiera de vista los procesos de evaluación de alumnos respecto de otros países. ¿Por qué de otros países y no los de la tierra? Porque los convenios de la investigación y la industria se están suscribiendo con otros países. La competencia entonces va a ser en foros lejanos. En ese tiempo no existían los sistemas de evaluación aquí. ¿Cómo podían compararse nuestros estudiantes? Además los maestros de la primera enseñanza estaban desatendidos en sus percepciones. La consecuencia era que sólo daban doscientos días de clases al año, con cuatro horas y media al día. La alerta era en el sentido que si no buscaba la manera de compensar esas deficiencias, no estaría en posibilidades de éxito...Hasta mucho tiempo después pudo recordar que, la primera vez que alguien le había llamado directamente, había sido en esa ocasión que los consejeros del grupo lo requirieron en derredor de la hoguera: “De manera especial la comunidad ha puesto cuidado en ti, desde que naciste. Tu alimentación ha sido atendida por todos. Nuestros viajes a las tierras de los otros paralelos nos han enseñado, desde hace siglos, que nadie puede tener buen desarrollo como estudiante si está mal alimentado". Aunque niño, había alcanzado a contestar: "Me parece injusto que se alimente bien a uno, pasando por los demás niños"” El más viejo le dijo." “Hace miles de años que vivimos en el desierto. Nadie hasta ahora ha encontrado la manera de convertir el desierto en un paraíso productivo. Nos gusta el desierto pero no hay alimentos vegetales y el ganado se muere de sed. Pocos de nuestros niños han podido llegar a la enseñanza media superior. Después tienen que abandonar y dedicarse a trabajar en algo. Todos los oficios son respetables, pero ninguno de estas actividades nos ha podido mostrar el camino de la gran producción. Estamos atorados. Tenemos la creencia de que, con el primer niño de nuestra comunidad, que logre abrirse camino, otros seguirán  su ejemplo. Entonces el grupo tendrá que hacer planes para otros. Por eso es que necesitamos quitarle el corcho a la botella... Entiende que eres, como dicen en las tierras de más al norte, nuestra esperanza... Estamos haciendo lo nuestro. Te toca hacer lo tuyo. Desde luego la vida tiene muchos accidentes. Empezando por las diferentes etapas de la vida del individuo...Pero no es cosa de envolverse en algodones y crecer como planta de invernadero. No. Hay que vivir la vida...” “Y, si no pudiera yo alcanzar esa meta? ¿Si la vida me detuviera  antes de llegar al punto que espera la comunidad?” El viejo había dicho simplemente, perdiendo la mirada entre la noche del desierto, a través de las llamas de la hoguera: “¡Volveríamos a empezar con otro niño!” La próxima vez será una niña. Cuando una mujer se empeña puede sortear obstáculo tras obstáculo. Después seguirá otro niño, y esperando su turno tendremos una niña más. En realidad, antes que a ti, hemos enviado a dos hombres y una mujer. Diversas causas les han impedido alcanzar la meta...La meta de la comunidad... Les ha ganado la cultura del bienestar y se han desatendido del progreso del grupo. No es solamente el cuidado del niño en turno. Desde que la madre de ese niño era, a su vez, una niña, la comunidad empezó a cuidarla y alimentarla con más cuidado que al resto de las mujeres del grupo.  “¿De manera que kiva, mi madre, fue seleccionada para cuando tuviera a su hijo?”  “¡Así es!”.
Se acordó de una frase que el Pingüino Jack Nicholson dijera en “Batman: “¡Hay tanto que hacer y tan poco tiempo!” Y enseguida empinó medio vaso de cerveza, que había dejado desde en la mañana, cuando se disponía a bajar al restaurante del hotel a desayunar. Dos figurillas, confeccionadas con hojalata, adornaban la parte inferior del estante de las botellas de licor de la cantina. Eran dos hombres montados, uno en un caballo estrafalario y el otro en un burro chaparro y algo flaco.. Mientras apuraba el último trago de su cerveza Cuahutemoc, pensó: “¡Hidalgo   egocéntrico hasta la chaveta. Tus negocios pasaban por una situación por demás deteriorada...Comprabas libros viejos de alocada  caballería. Pero... ¿qué haríamos si no pudiéramos soñar...?”
 Salió y empezó a correr por una calle todavía céntrica de la población. Pasó por el mercado y dejó atrás el edificio de hierro. Sólo quería correr unos kilómetros y regresar. Después modificó su idea. Abordó  un autobús. El primero que pasó. Llovía como una verdadera tempestad. No sabía para donde iba. Lo que quería era correr. Una inmensa necesidad de correr hasta caer rendido. Pasó Río Blanco, Nogales y Ciudad Mendoza. Se bajó en la Subestación Eléctrica. Los relámpagos iluminaban en todas direcciones. Se escuchaba el trueno y enseguida caía más y más agua. “Son los tlaloques” se dijo. “Creo que el cielo se está desplomando”. El agua le bañaba a tal punto que tenía que pasarse la mano por la cara para poder ver. Trataba de ver en la oscuridad. Empezó a correr en la dirección que había seguido el trasporte. Ahora  ya sabía que se dirigía hacia el oeste. De pronto pronunció una palabra en voz alta: “El Mirador”.. “Veremos qué deterioro me han causado tres semanas en La Costa de Sotavento”.  Se sintió mejor cuando el terreno empezó a subir. Tres kilómetros más adelante pensó: “Ahora empiezo a sentirme bien, muy bien”... “¡Que carajo: me siento estupendamente. Esto es una delicia!”  Los vehículos pasaban a toda velocidad tratando de agarrar carrera  en la cueste de enfrente y lo salpicaban con un chubasco levantado del asfalto.  Siguió corriendo entre la noche. Nada más natural para él que la noche y el agua. Y correr. Su pueblo corría por religión. Golpeaba una especie de pelota y corría durante el día y la noche. Conocía la noche cósmica desde que estaba en el vientre de Kiva. “Los que me distingan desde sus asientos, en el interior de sus vehículos, contarán más tarde que vieron un fantasma en la carretera. Un fantasma entre cientos  de vidas que se han apagado en esta carretera”. Luego pensó. ”Si el propietario de La Costa de Sotavento me escuchara, diría que estoy loco”.
Unos seis kilómetros adelante pudo ver, por los fanales de autobuses y camiones, que la carretera hacía  curvas que en ocasiones se aproximaban en su trazo. Notó que seguía subiendo. “El Veintiuno”. Unos perros salieron a su paso pero pronto desistieron de perseguirlo. Un relámpago iluminó el paisaje y vio el cementerio que quedaba a su lado izquierdo. Allá atrás pudo haber seguido para Maltrata pero, al distinguir las cruces de las tumbas, estuvo seguro que seguía la ruta en la que había pensado. Lo confirmó porque la subida era sostenida, no porque pudiera distinguir algo en aquella noche cerrada. En tramos tenía que caminar por lo empinada del trazo y luego reanudaba el trote.
  La línea invisible, solo de vez en cuando iluminada de manera fugaz por algún camión, seguía subiendo  a lo largo de una interminable cuesta....Pensó en Clemencia. ¿Lo necesitaba a él, para no morir. ¿Juega el juego de evadirse  de la nada? Si llegara a callar al máximo sus sentidos, y por fin alcanzara a fundirse junto con la Gran Luz, desaparecería. ¿Le temía al Gran Vacío? Cada beso que le daba, con la consecuente inundación de sus ropas íntimas, cada pensamiento erótico que experimentaba, cuando estaban cerca uno del otro, le aseguraba la posibilidad de seguir conservando su identidad... Se acordó de Lady Mulhammer, personaje de T.S.Eliot: “Con fanática devoción se dedica, alternativamente, a la Sabiduría de Oriente, al vegetarianismo, a la numerología, flirtea con la teoría de la reencarnación y juzga a los hombres por su aura”.
En ocasiones el camino se levantaba tanto que  otra vez  caminaba. También se acordó de sus colegas de la Universidad y de sus interesantes conferencias. El bióxido de carbono y el aumento de la temperatura en la atmósfera, con el creciente vapor de agua que se levanta por este motivo del mar, y los ciclones del poniente de África. ¿Calentamiento? Ahora estaremos a diez por debajo del cero.
Ya no llovía a estas alturas. Pero  el frío calaba. El efecto de invernadero quedaba allá abajo.  Acá arriba la Luna misma estaba rodeada por un aura de hielo. Tuvo conciencia de que tendría que seguir corriendo para conservar la vida. Si se detenía, seguramente moriría, pues ya hacia mucho que los efectos de la “caña” se habían disipado. En una vuelta de la carretera se encontró que, a su lado derecho, un  glaciar brillaba en la noche iluminado por la luz de las estrellas y colgaba sobre una enorme pared de roca. “¡Oh, diantre!”, pensó, “¡Es el viejo Poyahutecatl. La montaña más alta de todas las montañas!”  ¡Eso va a merecer otro vaso de cerveza, cuando esté de regreso en La Costa de Sotavento! Probablemente el Poyahutecatl permanezca así muchos años, quietecito, sin meter presión en sus calderas de vapor. De todas maneras se tomarán medidas preventivas para proteger a la sociedad que vive en sus faldas. No se permitirá la instalación de poblados nuevos hasta ciertas distancias, ni la instalación de industrias, granjas, fraccionamientos. Hasta las “rutas” de arrastre por gravedad de su material morrénico se estará considerando. La ancestral falta de previsión en ese sentido, con respecto al Popocatepetl, con todo el barullo que ha ocasionado en la sociedad en estos últimos  años por su actividad volcánica, ha dejado mucha experiencia que ha sabido aprovecharse.  
Sintió que el camino que recorría estaba lleno de almas negras. No estaba solo. Carmen nos había contado que la carretera Puebla - Puerto de Veracruz, fue en otro tiempo el corredor en el que se habían establecido, desde el siglo dieciséis, diversas negrerías. En ellas se podían comprar esclavos. Indios y chinos. Pero de preferencia negros. Negros  que trajeron directamente de África o bien después de vivir algún tiempo como esclavos en España o en las Antillas.  Habían sido arrancados por la fuerza de su tierra. ¡Y  el trato que se les daba tanto en el trayecto hasta América como en los lugares en los que eran finalmente asignados! Sin embargo, los negros que llegaron con los españoles, eran sus trabajadores de confianza. Ocupaban cargos desde sirvientes hasta administradores y capataces. Esta fue la visión que tuvo el indio que acababa de perder México- Tenochtitlán. Blancos y negros habían llegado para sojuzgarlo. Por su parte los negros esclavos de principios del siglo dieciséis tenían conciencia de cuál era su papel que estaban jugando. Circunstancia que aprovecharon con largueza. Abusos, crímenes, violaciones y saqueo que cometieron en los pueblos de los indios así lo prueban. Cuando el comercio de la esclavitud de los negros apareció en el horizonte, esta actitud de intocabilidad se acentúo todavía más. El negro le había costado dinero al español y nadie podía tocar esa inversión. Rechazo, crímenes y revueltas entre negros e indios fue la constante a lo largo de varios siglos. Después llegó el mestizaje. En parte este siguió la inercia que conservaba tal comportamiento contra los indios. Esta animadversión convenía al español. Durante mucho tiempo utilizó al tlaxcalteca, su aliado incondicional, en sojuzgar a las etnias de todas partes. Cuando el tlaxcalteca llegó a valer lo mismo que el azteca derrotado, en el ánimo del español, éste ya no se sintió tan seguro. Con el tiempo los acérrimos enemigos de antaño, empezaron a tener conciencia de quién era el que los echaba a pelear entre sí. De esa manera empezó el anhelo de independencia. Al principio cada quien intentó liberarse por su lado. No pudieron, hasta que llegó el angloamericano. Hacía falta una infraestructura de espionaje y conspiración. Los españoles sí la tenían pero no los nativos... Los compraban en estas negrerias y los llevaban a los valles centrales de Puebla, Michoacán, Guanajuato, Nuevo León, Colima, Campeche, Tabasco y Tamaulipas. Es el recuento de los intereses europeos que emprendieron la más completa destrucción de toda vida cultural, religiosa y de dignidad humana. Hasta compraban negras, las embarazaban y vendían como esclavos a los hijos que de esa unión salían. Se considera que fueron cien millones de negros que, durante la Colonia, secuestraron para traerlos de esclavos a América. De estos solamente cincuenta millones llegaron con vida. El resto murió de hambre y enfermedades durante el viaje. Eran arrojados al fondo del mar. En el fondo de esos mares hay millones de gente de todas las nacionalidades que han muerto por accidente o por las numerosas guerras. Pero se puede decir que esos mares son negros. Cincuenta millones de africanos  yacen en sus simas. El Mar de los Negrosdebería llamarse ese océano, había dicho Carmen. No hay razón para que siga manteniendo el nombre de “Atlántico”.  ¿No hay un Mar de los Sargazos?, por qué no podría haber un Mar de los Negros.  Hay una extensa bibliografía sobre la presencia negra en México- había agregado Carmen -. Y  es necesario conocerla. Porque hacerlo es entender mejor nuestra realidad como mexicanos. Junto con su sangre, tanto de negros como de españoles y otros pueblos europeos, llegó la gran aportación cultural de cada uno de ellos. Hacía el siglo dieciséis teníamos la gran cultura indígena y original. Después llegaron las otras dos enormes culturas que fueron la europea y la africana. “Todo eso sucedió en esta carretera”, dijo Cork al atacar la última cuesta de ese tramo.
  Mirando hacia el cielo, de esa noche despejada de nubes, distinguió la Vía Láctea y concluyó que no había sido difícil para los mexicas llegar a la concepción de la serpiente: “Muerde su propia cola, como causa primeras del eterno retorno”. Cuando dejó el Poyahutecatl a sus espaldas se percató que ahora se dirigía hacia el sur. Pasó sobre la tétrica barranca de Ixquila, tumba de incontables autobuses de pasajeros y vehículos particulares. Entonces supo que en menos de dos kilómetros alcanzaría El Mirador.
A lo lejos distinguió, entre la noche profunda y helada, unas débiles luces amarillas.  Se trataba de los focos del tejado donde estacionaban sus “traileres” los trabajadores del volante de las carreteras. Era un restaurante, entre otros locales comerciales, que hacían un lugar habitado integrado por población de paso, antes de seguir su camino hacia el valle metafísico, o hacia el Puerto, los que venían en sentido contrario.
Se apresuró a franquear la puerta, todavía en plena carrera, como si siguiera protegiéndose de la lluvia cuando ya hacía mucho que la había dejado atrás. Sintió el cálido ambiente. Había sido una imprudencia, pero ahora estaba a salvo. La gente reía con un programa de televisión mientras cenaba y no prestó atención a aquel individuo que parecía haber salido de una alberca. Su camisa negra delgada, y su suéter, estaban mojados,  más que por la lluvia, ahora por el sudor de la carrera. Se sentía muy cansado, pero se había empeñado a no parar de correr. De esa manera conservó el movimiento y pudo ahuyentar el frío intenso que obligaba a los otros a llevar gruesas chamarras de plumas o de piel de borrego. Alcanzó una silla frente a una mesa de madera y llamó a la muchacha que atendía a la clientela.
- ¡Una cerveza, por favor!
- ¿Al tiempo o fría?
En México es increíble que alguien tome una cerveza que no haya salido del congelador. En algunos lugares acostumbran “congelar” los tarros de gruesas paredes de vidrio, guardándolos también en el congelador.
- Al tiempo- dijo Cork mientras reía, sabiendo que al “tiempo” en ese momento quería decir diez grados bajo cero. Ese pensamiento no era de él. En la isla, Clemencia le había hecho ver el absurdo que es tomar una cerveza helada. Sirve la idea como propaganda, pero nada más. ¡Clemencia! ¿Dónde estaría en este momento? ¡Meditando!  ¿Seguiría cargando las faltas de sus vidas anteriores? ¿Dé qué serviría si no contaba con un magisterio que escuchara su confesión, ya fuera laico o bien religioso? ¡Era la liberación individualista de sálvese el que pueda! ¿Tendría que seguir muriendo y renaciendo? No había absolución y por lo tanto no se contaba con la condonación de faltas.“Inconsciente” era una palabra que encantaba decir a Clemencia. Se preguntaba si la muchacha encontraría primero la liberación o el suicidio. Quién podría saberlo. Como fuera, él tenía la idea que había una zona, del alma de la krisna, que se imaginaba llena de soledad y angustia. Una zona a la que él no tenía acceso. Clemencia hablaba mucho de la vida emocional. De lo relativo que es todo lo que sea sensual. De la causa y el efecto. Se preguntaba si en lugar de estar hablando de los viajes astrales, la bella discípula estaría repasando los apuntes de alguna clase de su Facultad de Psicología.
Se percató vagamente que en el momento de retirarse la mesera,   ésta sacaba su pequeño aparato celular y lo accionaba. Seguramente ordenaba de aquella manera que le trajeran la cerveza sin necesidad de ir ella hasta el mostrador. El negocio se veía floreciente y ante la cantidad de clientes era necesario hacer más eficaces los métodos del servicio. Cuando regresó con la cerveza, destapada, llenó el tarro y apenas hubo dejado la botella sobre la mesa, preguntó:
- ¿Tú eres Malcom?
- Si.
Se retiró y Cork la perdió de vista. En una pared (preparada para que la gente escribiera lo que se le pegara la gana), estaba escrito, entre un mar de cosas chuscas, terribles sentencias y otras que querían ser serias, un pensamiento de Amado Nervo: “Si Tú me dices ven...” Más abajo uno de D. H. Lawrence: “ ¿Cómo es el sueño lisiado y reprimido de la dama? Esta nunca lo sabrá; sólo se enterará cuando alguien se lo haya dicho y entonces gradualmente y después de muchos rencorosos repudios, lo descubrirá, y el sueño penetrará en su útero”. “¡Vaya- se dijo- .Creo que está mejor aquí que en muchas veladas literarias!”   Luego pensó que a la poesía le pasa lo que a la democracia. El individuo cree hallar ahí la libertad y se encuentra con que hay disciplinas de rima por todas partes. Recordó a su amigo Humberto Cisneros. Aseguraba que en México la poesía no es de consumo masivo. En cambio su producción es abrumadora. Obreros, estudiantes, amas de casa, oficinistas y periodistas. Todos hacen poesía. Es difícil asegurar que sepan escribirla, como egresados de la Universidad, pero es innegable que la hacen. Así como en Chamonix todos buscan el oficio de guías de montaña...
Al principio no le dio importancia al hecho que la muchacha le hubiera preguntado si él era Malcom. Por supuesto, él era Malcom. Qué había de raro en eso? Fue hasta la segunda cerveza que percibió lo singular: ¡por qué alguien tendría que conocerlo en un lugar en el que él jamás había estado? ¿Y al parecer lejos y aislado de cualquier sitio frecuentado? Después de aquel sitio seguía la carretera solitaria por cientos de kilómetros en cualquier dirección. Además le había preguntado por su nombre. No había dicho “Cork”.
Los que cenaban  seguían mirando todos hacia un mismo punto. Al fondo del salón. Con la carretera había llegado la televisión. Ese aparato que tiene una especie de control de mago sobre quien lo mira. El conocía la historia. Les induce conductas. Muchas nocivas y pocas formativas. Carmen nos había contado que María Cressé sabía leer y escribir. Esto a mediados del siglo diecisiete era un acontecimiento.¿Qué de extraño tiene que Juan Bautista Poquelin, su hijo, haya sido uno de los grandes escritores franceses? Miró otra vez hacia el televisor: “Ya estaremos dando gracias al cielo si esos programas no producen depredadores”.  “¿Qué sabes tú?  ¡Sólo televisión has visto en tu vida!” dijo Al Pacino a su joven ayudante, en el film Perfume de Mujer.  Y con el libro que leemos cada mexicano al año, como promedio... D. H Lawrence dice que los nietos de los nietos de los nietos hacen lo que hicieron sus abuelas. Sus abuelas no leían... Carmen también nos había relatado, en esa ocasión, lo que se consideraba la última novela de Faulkner. El autor sigue a estas alturas ocupado en su narrativa de las cosas intrascendentes de la vida. No hay héroes ni espectaculares comienzos ni formidables finales. O a lo mejor hay de todo eso pero sin pasar de ser solamente un eslabón de la cadena. Son las aventuras, goces y padecimientos de un joven de principios del siglo veinte. En realidad un niño de once años que anda por el mundo con el chofer de su abuelo y un criado negro.
Media hora después sintió que una mano se posaba en su hombro. Desde luego, antes de voltear supo que era una mujer joven. Percibió en seguida un perfume y se dijo en voz alta:” ¡Almizcle!” Entonces supo de qué mujer se trataba. Y a juzgar por el tipo de perfume pudo intuir las motivaciones sensuales de aquella mujer. Pero... ¿cómo había sucedido todo esto? Vagamente empezó a recordar que en la isla Clemencia le había contado que su familia era copropietaria, con la familia de Carmen, de una serie de “restaurantes carreteros” que se encontraban instalados en diferentes rumbos del país. También le vino a la mente que, al despedirse,  ella le había anotado un número de teléfono “para el caso que en alguna ocasión se encuentre en un restaurante de la carretera entre la ciudad de Puebla y el Puerto de Veracruz:   “Llámeme y, sin importar donde me encuentre, no demoraré mucho en reunirme con usted”.
Antes que unos labios cálidos besaran el  cuello bajo su oreja derecha, escuchó una voz apenas perceptible decir:
- Funciona el inconsciente. No se deja apresar, pero nos mueve. Esta noche lo ha traído hasta mí. No diga nada. Desde este ángulo en que lo beso puedo ver que su cuerpo es cálido...
- ¿Cálido? ¡Me estoy helando!
- Tonto, es una manera de decir...
Dice Cork que, de manera meridiana, tuvo conciencia que aquella situación podría volverse  conflictiva. Que Clemencia, después de todo, resultaba tan incomprensible como puede serlo una hermosa ave mirlo. Apenas se escuchó decir a sí mismo que aquella sola voz era capaz de...Se acordó que Juan Medina le había dicho, una noche en el refugio de Ayoloco, mientras fumaban metidos en sus sacos de dormir después de la cena, que algunas mujeres son tan impredecibles como cuando, confiado, comes un plato de lentejas. De pronto te puedes romper las muelas. Si vas solo por la vida, feliz y quitado de la pena, se te aparece alguna y no te deja hasta haber alcanzado su idea.
- Oyolacocuic nite- dijo. Cuando se dio cuenta que no lo había dicho en español, quiso repetirlo pero Clemencia le puso suavemente la mano en la boca.
- ¡Gracias! Entiendo. La idea es encantadora!
“Por supuesto que el inconsciente nos mueve- repitió para sí -. Y lo puede hacer con una precisión asombrosa” Entonces se dijo que el sexo no es más que un juego del gato y el ratón. La información que se tenga a ese respecto, más que la habilidad, lo convertirá a uno en la víctima o en el depredador. Hasta ahora las mujeres han caminado dos pasos adelante del pobre engreído hombre. Recordó que uno de los ancianos, de su grupo, le había revelado el secreto para tratar con ciertas probabilidades de éxito con la mujer que le interesara. El hombre es inocente cuando piensa que él es el que conquista a las mujeres. Son ellas las que seleccionan. Pero en  este juego de naipes el hombre puede llevar la ventaja si conoce el secreto. “Cuando tengas edad te lo diremos”. Doce años más tarde, en uno de sus viajes esporádicos que hacía desde México hasta el desierto, cuando eran vacaciones en la Universidad, él fue el que hizo la pregunta. Tenía veintitrés años  en esa ocasión y eso había sucedido hacía cinco.
- ¿Y bien, cuál es el secreto para contar con alguna probabilidad de conquistar a la mujer?
Uno de los ancianos reunidos esa noche en torno a la hoguera, dijo simplemente:
- La temperatura.
- ¿La temperatura?
- De su organismo. Esta va subiendo por décimas de grado...Cuando esté ascendiendo inténtalo. A la baja ni siquiera por teléfono busques establecer alguna cita...Te arrojará los platos a la cabeza. Y con frialdad te convertirá en su esclavo.
- El secreto, entonces, consiste en investigar cuándo su termómetro va de subida.
Por alguna razón él  había descifrado esa situación con Clemencia, en el breve tiempo que se trataron en la isla. Tal vez fue coincidencia, o probablemente su inconsciente le había avisado, en La Costa de Sotavento, que el termómetro de la krisna subía...No podría decirlo.
Sin más preámbulos, con decisión,  pues la voz de ella se había hecho de pronto más sensual, dijo:
- Está casi congelado. Pero...  Esta noche no morirá de frío...- hizo una pausa -. Subir corriendo desde Orizaba significa un enorme desgaste. Quizá  quiera  comer algo antes...
Y él contestó:
- Antes no... Pero después... Me gustaría comer un plato de lentejas.
- ¿Lentejas?
- Sí, lentejas! De la familia papilionáceas. Comunes y corrientes. Un platillo con excelentes propiedades alimenticias pero...por favor, sin piedras...
- ¿Sin piedras? ¡Por supuesto!
Después, en la madrugada, con su hermoso cuerpo desnudo, ella lo despertaría sólo para preguntar:
- En eso de las lentejas sin piedras, ¿hay alguna metáfora?

- ¡Ninguna! ¿Quién podría hacer una metáfora con las lentejas?










          27


Ocho días después abordó el autobús y bajó a Orizaba. Dijo adiós a Enrique Láscares y brindó por última vez  con los parroquianos de La Costa de Sotavento. Liquidó su cuenta en el hotel Francia y, luego de recoger sus pertenencias, que consistían en un par de tenis y su viejo libro  de las Las leyes,  tomó el transporte que lo llevaría al Puerto de Veracruz.
-¿Está interesante ese libro?- le había preguntado Enrique en la terminal, a donde  fue a despedirlo, en tanto esperaban que saliera el autobús. Tenía quince años metido en sus páginas. Por toda contestación le había dicho:
- Este libro no lo leen ni los filósofos. Platón tardó setenta años en escribirlo...
 Al despedirse por la mañana, Clemencia había permanecido parada en la puerta misma de su restaurante. Erguida, hierática otra vez, elegante. Lo acompañó con la mirada hasta  que el autobús se perdió de vista en el tramo que la carretera empieza a bajar hacia Orizaba. “Ama como un verdadero pagano” se dijo inmensamente feliz. “¡Bastó con una noche para que ni el más pequeño de los cabellos de mi cuerpo le fuera desconocido!” 
Cork la recordó así por mucho rato. Su cara y sus ojos enormes y hermosos, como de mujer árabe, eran propios de las   norteñas nayaritas, sonorenses... Este valle metafísico es visto de tantas maneras como razas se han fundido en el pueblo mexicano original. Y cada una de esa razas es México- Tenochtitlán, ¡más su propia cosmovisión! Más su propio aporte de ADN. ¡Esa es Clemencia! Desde luego se dijo que era la mujer más tierna para amarlo que pudo imaginar. Estaba completamente seguro que sesenta años más tarde podría seguir provocándole emociones con absoluta facilidad. Y él tenía la suficiente fortaleza para mantener fresco y húmedo a ese bello y elegante cuerpo de la krisna a través de los años. ¡Si Krisna se lo permitía!
En ese momento Cork se arrellanaba golosamente en su asiento del autobús que descendía vertiginoso por la carretera que él había subido corriendo entre el frío y la tormenta. Entonces sólo pensaba en correr, seguir subiendo la penosa cuesta, aguantar el azote del agua y el viento. En escapar de la descarga del rayo. Ahora iba regaladamente sentado viendo el paisaje lleno de sol. Quince minutos más allá volvió a encontrarse dentro de la eterna lluvia de las cotas intermedias que eran las que correspondían a Orizaba. En una hora más estaría departiendo con los parroquianos de La Costa de Sotavento. Después, de regreso en México, entablaría, con todos los recursos que estuvieran a su alcance, la lucha por rescatar de la aduana, al microscopio y los “químicos” que necesitaba para su investigación. Cada cosa a su vez. No hacer el neurótico revoltijo de proyectos que, tarde o temprano, acabaría por rebasarlo. Cuando besaba a la krisna estaba con ella, lo hacía con ella y pensaba en ella. Era todo. ¡Ha, y la veía! Uno de los antiquísimos  maestros de la muchacha decía que la vista también es un órgano de contacto...
Ni pensar en viajar en avión. En Orizaba no había aeropuerto. Se asomó por la ventanilla de autobús y sonrió. “En este valle feliz, en el fondo de las montañas, eso no sucederá nunca. ¿Sólo helipuertos? Y pensando en el endémico mal tiempo de la región, agregó: “Creo que ni una nave espacial, extraterrestre, podría efectuar un descenso vertical con éxito”.
Aun después de ver que el autobús se perdía en dirección de la sima del este, ella seguía ahí. Miraba el horizonte de nubes blancas hacia el Golfo. Frente a ella, un  poco a la izquierda, el hielo de la montaña brillaba entre un cielo azul intenso. El silencio visual de la más alta montaña era completo. Sin embargo tenía su secreto que no había comunicado a Cork. No fue cierto que lo había conocido en la isla, aquella mañana que se le descompuso su automóvil. En realidad iba en dirección de la casa de don Santos porque sabía que Cork estaba en Punta Real. 
 Lo cierto es que, la  vez que lo vio, fue en la Casa de la Cultura de la delegación Cuahutemoc, en la ciudad de México. Era la cuarta conferencia que daba Concepción Obregón Rodríguez, de un curso que se llamó: “La Sociedad Indígena ante la Conquista”.
Estaba en uno de los asientos de adelante y sólo podía verlo de espaldas. Pero desde el primer momento no tuvo duda que era él. ¡Por fin volvía a encontrarlo! Sin embargo, aunque procuraba no perderlo de vista, en la tremolina que se hizo al finalizar la conferencia, llegó un momento que no lo localizó por ningún lado. Se apresuró a buscarlo hasta en el fondo de las instalaciones pero, aparte de un grupo de teatro, que ensayaba Per Gunt, nadie más estaba. Y cuando volvió apresurada al salón de conferencias éste ya se veía vacío.
En la desesperación tuvo que buscar la posibilidad de volver a verlo. ¿Por qué estaba él en aquel lugar? Dedujo, por la naturaleza del curso que había terminado, que posiblemente habría otras fechas. Corrió hasta la mampara donde se anunciaban las actividades de la Casa.  ¡Lo que suponía! Gracias al cielo se daría otro ciclo de conferencias que empezaría la semana siguiente. Las impartiría Norma Durán y el tema sería: “Los antecedentes europeos de la Conquista”. Una charla cada día miércoles por la tarde.
  Llegó una hora antes. Ahí junto, teniendo dos estancias de por medio al salón de actos, estaba el comedor con servicio al público. Las conferencias empezaban a las cinco de la tarde por lo que, según la costumbre de los habitantes de esta ciudad, se precisaba comer antes, entre tres y cuatro. Su esperanza es que comiera en este restaurante. Para su decepción no acudió en la primera conferencia y hubo que esperar a la siguiente semana. En esta ocasión tuvo suerte. Entró al local acompañado por otros tres muchachos de su edad. La miró por un momento, fugaz, y se fueron a sentar en la mesa próxima a la que ella se encontraba. Desde luego se dio cuenta que no la reconocía. La mirada de Cork fue como alguien que le llama la atención pero a la que recién se topa con ella. Era natural. La última vez que se habían visto, recordó, fue dentro del ambiente caótico de la  posguerra Prusiana, hacía exactamente ciento veinte  años, según diría  Clemencia más tarde. Cork era ajeno a la ciencia del Señor Krisna y por lo tanto incapaz de guardar memoria a través de las vidas sucesivas. En las que, por otra parte, no creía. Pero, ella le había explicado varias veces, a lo largo de las centurias, el hecho que no creyera en ellas no quería decir que no existieran. Tampoco vemos los rayos X y ahí están. Pero él movía la cabeza.
Habían quedado tan cerca que bastaba que ella estirara su brazo para que pudiera alcanzarlo. Por lo mismo se escuchaba lo que platicaban. De esa manera supo que, para el mes siguiente, viajaría a Ciudad del Carmen. Debía haber salido ya pero tenía interés en aquellas conferencias, y  animado sobre todo por el nivel académico en que se estaban desarrollando, pudo arreglar las cosas con su equipo de investigación para retardar el viaje tres semanas más. Además la aduana... Desde luego sería una impertinencia hablarle. Estos reencuentros siempre requerían un tiempo para, de la manera más lógica, restablecer las relaciones.       Habían quedado situados de tal manera que él estaba de perfil con respecto al sitio en el que ella se encontraba comiendo. Pero uno de sus compañeros la miraba con insistencia. Con tal frecuencia lo hacía que llamó la atención de Cork el cual, a su vez, siguiendo la mirada de su amigo, volteó. Esta vez la observó por más tiempo. Clemencia sintió el impulso de levantarse en ese momento y prenderse de su cuello. Abrazarlo, ¡abrasarlo. ¡Más de un siglo buscándolo! ¡Y cuando lo tenía por fin cerca debía de contenerse!¡ Quiso gritarle, decirle cuánto se habían amado! ¡Pero calló! Si algo le había enseñado el tiempo era precisamente que cada vez había que empezar de nuevo. En la cadena de las vidas sucesivas ella era la que conservaba la memoria y él, en cambio, creía que era la primera vez que vivía. Además el tipo de religión que Cork profesaba (lo dedujo por el símbolo que llevaba colgado de su cuello) le hacía pensar que solamente una vez se pasa por este mundo. El sostenía que sólo se conoce lo que tiene representación, lo demás son mariguanadas. Antaño, cuando iban al Museo  de Antropología y contemplaba sus horribles ídolos, de que estaban llenas las salas de la planta baja,  decía en voz alta un pensamiento de un pensador francés, al ver la perplejidad en el rostro de Clemencia: “El arte empieza en la metafísica”.
Cork apartó la vista y, mirando a su amigo, dijo sonriente: “¡Vamos! ¿He?, ¡con razón no te das cuenta lo que comes! ¡Esa muchacha es una verdadera belleza, y, al parecer, tiene buen trasero!” “¡Cínico!- dice Clemencia que pensó:- ¡Cuando te refresque esa memoria de pájaro vas a ver quién es esta belleza! ¡La tonta que, por amarte, no ha alcanzado el Nirvana!”

A la semana siguiente Clemencia viajaba a la isla del Carmen. Había escuchado que llegaría a la palapa de Punta Real...


   


        28

El autobús lo llevó hasta el mar. En una hora estaba  en el Puerto de Veracruz. Paseó un rato por el Malecón. La  brisa y el viento lo envolvían. Nada mejor que este lugar para pasear desapercibidamente con Clemencia. Ella quería acompañarlo. Luego de ir a comer, hacia el atardecer, irían a bailar en alguna plaza al aire libre bajo la risa franca de la gente del lugar y las luces cálidas de los focos amarillos. Por la noche se hospedarían en un buen hotel de la costera. Verían a los barcos anclados a la distancia. Ella fue la que propuso no salir en tres días a la calle. Ordenarían que les llevaran todo a su cuarto. Sacó una tarjeta dorada que agito picarescamente en lo alto en tanto decía:
Ya sé que los que estudian el planeta no son bien tratados en este país. Ganan más los pordioseros de Coyoacán.
Pero lo que le llevaba al Puerto no era un viaje de placer.
Es una cuestión tremendamente seria por las repercusiones que pueda tener en la sociedad- le dijo.
- ¿Qué es eso tan serio?-  le preguntó un tanto molesta al pensar que era dejada de lado.
- Un concurso de bebedores de cerveza.
-  Eso es nada para usted- y su tono era un poco irónico.
- Esta vez es diferente.
- ¿Por qué?
- Son clasificados. Su rating es lo más fuerte del mundo.
Le había explicado que los cerveceros de Orizaba son bebedores profesionales. Cuando nacen tienen por lo menos tres generaciones de familiares que han trabajado en la Cervecería. De niños van a dejar el almuerzo a sus padres que laboran en el lugar. Luego ellos ingresan a la Cervecería apenas tengan edad de trabajar. Ahí permanecerán hasta que se jubilen. Si llegan con vida, después de la jubilación, seguirán asistiendo a las cervecerías que frecuentaban desde su juventud. Pero...los concursantes en esta ocasión son otra cosa. Junto a ellos, los trabajadores de la Cervecería son como los campesinos junto a los alpinistas para subir montañas. Viven en el campo y se curten con la rudeza de esa vida. Pero los escaladores tienen alimentación, técnica y la idea de acometer hasta lo que parece imposible.
 En efecto, se trataba de los más fuertes competidores del mundo. En cada país hay una Federación de competidores de cerveza. Estas, a su vez, estarán afiliadas a una Confederación Mundial. Cuando se organiza una  competencia “oficial” de ese organismo  quiere decir que al acontecimiento llegan los que han triunfado sobre todos los de su país. Ni pensar que se trata de una cáfila de borrachos. Lejos de eso. Junto a ellos los demás son nada. En el concurso se inscribe al que ha salido vencedor de una selección nacional. Es decir que es una competencia entre campeones. Se alimentan de manera apropiada, bajo vigilancia médica. Llevan celosamente un régimen de ejercicios físicos, tiene psicólogo de cabecera. En torno a ellos se hacen apuestas de muchos ceros por profesionales de la Bolsa. Por lo mismo nadie entra a esos concursos si no está debidamente inscrito en el rating mundial. Los apostadores conocen el oficio y no exponen  capital. Cuidan cualquier fisura por donde pueda irse su dinero.
¿Usted pertenece a la Federación?
- No. Pero puedo colarme en el concurso merced a la cláusula del Estatuto de la Confederación Mundial. El país huésped puede  y debe inscribir a un concursante “libre”.
- ¿Los apostadores lo aceptan?
- No les gusta porque es un factor que se sale de su control. No les queda otra que  correr el riesgo. De todas maneras no se preocupan ni siquiera un poco. Saben que cualquier espontáneo queda eliminado en las primeras tres horas frente a los campeones.
- No es honesto lo que usted hace - le había dicho en un último intento de detenerlo- ¡Sabe que va a ganar!
- ¡Tanto mejor!- dijo él. Voy a castigar el ego de esos superhombres. Lo digo en serio: se trata de unos verdaderos superhombres. Pero también voy por el dinero- se rió de manera escandalosa y dijo algo que Clemencia no pudo entender:-. Seré el primer rico que pueda pasar por el ojo de una aguja... Y usted no tendrá necesidad de su tarjeta color oro. Y en lugar de tres días estaremos dos semanas sin salir de nuestra habitación, ¿Qué le parece?
Hizo un alto frente al mar. De pie, sacó de su chamarra negra de mezclilla,  un papel. Era la lista de los concursantes. Sonrió:  “Parece un chiste”. Eran apenas cinco, él incluido. Un ruso, un alemán, un irlandés, un noruego “y un mexicano”, dijo para seguir la fórmula de los chistes con sello de  internacionales. En estos chistes, contados en México, siempre gana el mexicano “y  ahora no va a ser la excepción”, pensó.
Según el boletín, expedido por la Confederación Mundial de Bebedores de Cerveza (CMBC), todos ellos eran campeones de mucha resistencia: se trataba de una “generación especial”. Algunos eran bicampeones mundiales y uno, el irlandés, tricampeón.
Según la cláusula del Estatuto de la CMBC, el “concursante nacional” tenía libertad para decidir  sobre la sede en la que debería desarrollarse el acontecimiento. Consultado, él había dicho: “En El Timón”. Era ésta  la cantina clásica frecuentada por los marineros  que han permanecido un mes en el mar. En los primeros cinco minutos de haber pisado tierra los emplean en una desaforada carrera para alcanzar la primera cantina  que encuentren a la mano. A tan sólo media calle del Malecón, El Timón gozaba de prestigio internacional. Era una sala de cincuenta metros por cincuenta y de dos pisos. Pero se trataba de un establecimiento que podía clasificarse como de tercera categoría. La hez de los veinte mares y los treinta grandes ríos  la frecuentaban. Estibadores, personal de limpieza de los barcos y marineros de la más ínfima categoría escalafonaria en la nómina de ultramar, era la gente que llegaba a El Timón. Marineros de los puestos altos en el escalafón y la oficialia jamás entraban a ese sitio.  Así es como Cork empezaba a castigar el ego de los concursantes mundiales de cerveza. Acostumbrados a los salones de lujo, con reflectores y apostadores de elegantes prendas, aquello era un insulto para ellos. Pero las reglas de la CMBC lo permitían y no había otro recurso que sujetarse a lo estipulado.
A las dos y cuarenta y cinco minutos de la tarde Cork entró al local. Faltaban quince minutos para que diera comienzo la competencia. Toda venta y actividad habitual se había suspendido ya en los dos pisos. En el centro de la  sala de la planta baja se había dejado libre un   gran espacio para los competidores. La prensa disponía de una fila de bancas de burda madera en el lado norte del local. En el extremo opuesto, otra fila de butacas era para los apostadores. Su nombramiento oficial era el de “observadores del concurso”. Mediante minúsculos teléfonos se comunicaban directamente a la Bolsa de Nueva York. Esta comunicación la sostenían por dos vías. Mediante pequeñas computadoras iban vaciando los datos pero por teléfonos comunicaban sus apreciaciones personales de cómo se desarrollaban las cosas. Ellos, a su vez, tenían asesores que analizaba al margen del ambiente subjetivo en el que pudieran encontrarse metidos los apostadores en “vivo”.
Unos doscientos parroquianos se habían instalado en lo alto de las mesas y otros observaban  desde el barandal en cuadro del segundo piso. Se agrupaban en silencio casi absoluto. Era el requisito para permitirles que permanecieran de espectadores. El que rompía esta condición era sacado de inmediato del local.
Llegando la manecilla grande del reloj, al número doce, dio comienzo el “LVII Concurso Mundial de Bebedores de Cerveza”. El tercer punto de la Convocatoria decía: “Sin interrupción y sin límite de tiempo”. Cork había solicitado que se le agregara: “Y sin límite de litros”. Así se hizo y se llamó a un notario que certificara lo anterior. La anotación terminaba: “El último concursante deberá de consumir la cantidad de 5 (cinco) litros después que el último concursante haya sido eliminado. De no ser así, el vencedor también quedará eliminado”. Esto hubiera sido una arma psicológica poderosa para cualquiera, pero la aceptaron sin poner la menor objeción porque estaban seguros que el mexicano quedaría eliminado  pronto. “Los mexicanos sólo comen frijoles, tortillas y chile, ¿cuánto  puede este durar en pie con esa alimentación de perros?
Muy propios, con todo el aplomo del mundo en el semblante de cada uno de ellos, como corresponde a campeones mundiales, y vestidos con elegancia, a las tres en punto de la tarde levantaron su primer tarro de un litro. Cada uno de los contendientes tenía su estilo para vencer. Unos apelaban al recurso técnico y otros al psicológico. El ruso miraba fijamente al que consideraba más fuerte y, en tanto pasaba el líquido rubio, había desarrollado la facilidad de sonreír de manera burlona. Miraba al irlandés. Seis horas más tarde el alemán  sacó un monóculo que se puso en el ojo izquierdo y se quedó viendo hacia el ruso. Este empezó a desconcertarse. El noruego se paró derecho, con las piernas abiertas, fuertemente apoyadas en el piso, con la mano izquierda en la cintura y bajaba el tarro vacío y lo volvía a subir lleno. Nadie veía a Cork. Así, de manera mecánica, durante horas. Cork se dio cuenta que el más fuerte era el irlandés. Tenía exactamente la misma manera de beber de Cork: suspendía el sistema epiglótico y el líquido pasaba  sin detenerse y, por lo tanto, sin producir espuma. “En realidad tú eres el campeón- pensó-. Sólo que esta vez vas a ser un campeón sin corona”.
 Cork no veía a sus rivales. Apuraba su tarro y enviaba su mirada a través de la ventana, hacia el mar. A un lado de los astilleros y se solazaba mirando a los enormes barcos que permanecían suspendidos en un punto de las aguas, en dirección a la isla de Sacrificios. Depositaba su tarro vacío, veía hacia la pizarra eléctrica donde estaban escritos los nombres de los participantes en la competencia, que a la vez permanecía conectada a la computadora de los apostadores. Debajo de los nombres iban anotando la cantidad de litros que cada uno de ellos consumía. Después Cork  volvía a ver hacia el mar.   
Hacia las siete de la tarde, cuando buscó el paisaje marino, se encontró con la silueta, a contra luz, de una mujer joven que lo miraba desde la parte exterior del local, bajo el halero de la calle. Era Clemencia que había decidido bajar al Puerto y buscarlo. No le costó trabajo averiguar en dónde iba a tener lugar el concurso. En la sala de espera de la terminal de autobuses las paredes estaban tapizadas prácticamente de carteles que anunciaban el “LVII Concurso Mundial”. Quince minutos más tarde un taxi la dejaba a las puertas de El Timón.
Al verla, Cork pensó: “Al final del Concurso estos se irán al sanatorio a desintoxicarse y a su cuarto de hotel a descansar..Yo iré al hotel y pasaré los siguientes tres días mordiendo  todos los labios de esa bella muchacha de la ventana. Bien... acabemos con esto para empezar con lo otro”.
Hacia las nueve de la noche Clemencia se retiró a su hotel de la costera y regresó a las diez de la mañana del día siguiente. En la noche hizo lo mismo y al segundo día regresó a El Timón.
Cuando llevaban  setenta y cuatro horas, con treinta minutos, tres de ellos habían abandonado. No eran de los que tomaban hasta caer. Su curricula debía llevar la anotación de “abandonó”. Pero si decía “cayó” eso significaba el final de su carrera. Abandonar  era bajar un peldaño en el rating, pero caer significaba que ya no era del interés de los apostadores.
El irlandés era el que  quedaba en pie. Estaba entero. Cork también. No obstante, esta vez Cork empezaba a preguntarse si los dioses del Tlalocan  habrían  cambiado las reglas en el Tonalamatl, el Libro del Destino. Trataba de recordar la vida y juventud de San Patricio.¿ Antes de su formidable presencia en el cristianismo habría sido pagano? ¿Este irlandés estaría investido también, como él, de alguna fórmula  que lo hiciera especial para estos concursos?  ¿Qué había sido de San Patricio antes de llegar a la bella isla  a evangelizar?
Diez horas después que el último de los otros tres abandonara, el irlandés seguía tan entero como alguien que pasea un domingo por el parque. También el irlandés comenzó a preguntarse, ante esa formidable fortaleza que tenía delante de él, ¡él, tricampeón mundial!
Al terminar otro tarro, de pronto gritó: “¡Tiempo!” Los primeros que supieron de esa interrupción fueron los corredores de la Bolsa de Nueva York. Ante la expectación de doscientos testigos y veinte apostadores, el irlandés caminó al extremo de la mesa,  dio la vuelta y llegó hasta donde estaba Cork. Le tocó la hebilla de su cinturón y regresó a su lugar. Guardaba un buen equilibrio a la hora de caminar. Cuando estuvo en su lugar, se tocó su propio cinturón. Estaba ya muy caliente por efecto de las calorías cerveceras. Un segundo después  anunciaba. “¡Abandono!”
 De inmediato una ¡hurra! se oyó hasta el otro lado de la calle. Varios periodistas salieron corriendo a escribir su nota que en la redacción estaban reservando para la   primera plana de por lo menos tres diarios. Después de eso Cork bebió las cinco cervezas que eran parte de las condiciones del Concurso (en realidad esta condición puesta por Cork había terminado por pesar mucho en el ánimo de los extranjeros competidores).
Así acabó el LVII  Concurso Mundial  de Bebedores. Al final se llevó a cabo la ceremonia de premiación. El presidente de los jueces se acercó a Cork y le preguntó en qué moneda le extendería el cheque: moneda nacional, dólares o libras esterlinas. La CMBC era una institución  en la que  Cork confiaba más  que en la misma Fundación Mundial de los Premios de Literatura.
¡Dólares!- dijo y agregó de inmediato:- .Envíelo a la cuenta de la Fundación Dawn de la ciudad...
Abandonó la gran sala. Doscientos marineros habían formado una doble fila encaramados en las mesas. Al pasar Cork  ellos le iban vaciando sobre la cabeza la cerveza de sus tarros. Cuando llegó a la puerta de la calle estaba mojado hasta de sus ropas interiores. Al final del recorrido triunfal una muchacha le cerró el paso. Se rasgó de un solo y enérgico movimiento los botones de su blusa y dos portentosos senos morenos quedaron temblando cerca de sus ojos. Cork se acercó a la jarocha, le dio un beso en la frente, al tiempo que le decía lacónicamente, señalando hacia la ventana:
- ¡Eres hermosa pero, alguien me espera...!
De los veinte apostadores sólo tres habían ganado. En menos de cuatro días sus fortunas se triplicaron. De los otros diecisiete, catorce se dispersaron esa misma noche por el mundo donde esperaban que jamás los volvieran a encontrar. Tres se suicidaron. Sus cuerpos estarían flotando cerca de la playa a la mañana siguiente.
Dos de los afortunados lo alcanzaron cuando acababa de trasponer la puerta de El Timón. Le propusieron toda clase de “planes de trabajo” con el  cuarenta- sesenta para ellos. En tres de esos concursos mundiales tendrían todo el dinero que se les antojara. Los rechazó. Cuarenta y cinco- cincuenta y cinco... Cincuenta- cincuenta...Sesenta- cuarenta a favor de Cork.
Salió de El Timón sin ver hacia atrás. Tres pasos más allá se volvió, por curiosidad, a ver quién era el tercer apostador afortunado pero no distinguió a nadie que pudiera tener aspecto de apostador de grandes vuelos. Lo que alcanzó a ver fue a la jarocha. Algunos la habían lanzado por los aires hacia el interior de El timón. Su cuerpo bajaba sin tocar el suelo y volvía a ser lanzado por los aires sobre las cabezas de los doscientos marineros. Al tercer movimiento de aquella enloquecida multitud la muchacha ya estaba completamente desnuda...También encontraron su cuerpo flotando en el mar tres días después...
 Dos noches más después, un sonido suave se escuchó por debajo de la puerta que daba de  su habitación del hotel al corredor del segundo piso. Al escucharlo, Cork hizo un movimiento para investigar de qué se trataba. Pero la muchcha apretó fuertemente los  músculos de las piernas para impedir que se distrajera, al punto que parecía que quería fracturarle el cuello. Al mismo tiempo lo sujetaba fuertemente de los cabellos,  con sus brazos estirados hacia abajo. Cork empezó a tocar sus nalgas con leves movimientos de los dedos de su mano derecha. Como no lograba hacer que aflojara la presión de sus piernas, hizo un esfuerzo para decir:” ¡Tiempo!” Enfadada, al fin la krisna consintió en liberarlo, en tanto que pensaba: “Esta noche he regresado dos vidas”.
Cork atravesó la estancia iluminada tenuemente y examinó el piso de la puerta. Algún empleado del hotel había introducido una fotografía. La recogió y, acercándose a la lámpara de centro, la observó. No tardó en exclamar: “¡Diablos! debí suponerlo. No. La verdad es que jamás se me hubiera ocurrido!”
Dejó la tarjeta postal en la mesita y volvió a la cama.
-  ¡Seguimos!- dijo y se tendió junto a Clemencia. Pero ésta ya estaba en otra cosa.
- ¿Qué es - preguntó.
- Una postal, mañana te la muestro.
La muchacha permaneció con la vista perdida en la oscuridad por algún tiempo. Al fin se incorporó y fue hasta la mesa. La foto era una escena en la que Diego y Frida estaban sentados en una banca del jardín en su casa de Coyoacán. Aquella escena había tenido lugar hacia noventa años.  Dio la vuelta a la foto y leyó: “Gracias. Ahora tengo tres veces más dinero que la semana pasada. Te lo dije, hermano, sólo es cuestión de conocer a las personas indicadas para esto de los negocios. En la Internet me enteré del concurso de la CMBC. Cuando supe que tú eras el “competidor libre” aposté hasta el último centavo de mi dinero. Me comuniqué con mi corredor de Bolsa de Nueva York y en diez minutos mi capital estaba dependiendo de tu peculiar destino para beber cerveza en plan de competencia. Ni siquiera tuve que salir de mi negocio de Correo Mayor para ir al Puerto. Saludos. Salim.
P.D.
“Con otro concurso de estos y habré reunido la cantidad que necesito para empezar a trabajar en grande por la democracia. Por lo pronto ya pague a una docena de pilletes, vagabundos que duermen en la calle, que repartan por la ciudad propaganda de mano anunciando el advenimiento de mejores días para la democracia”.
Segunda P.D. Dos de los apostadores del Concurso se enteraron, por sus contactos en Nueva York, que había un apostador que estaba depositando una  fortuna por el concursante que menos probabilidades tenía de ganar, que eras tú. Investigaron quién era ese apostador y terminaron localizándome por Internet. Resultaron ser conocidos míos. Me pidieron la  información que consideraron necesaria para apostar como yo lo estaba haciendo. Ya que en otras  ocasiones ellos me han hecho ciertos favores de negocios, accedí. Esos son los otros dos apostadores ganadores que conociste en El Timón.
- ¡Oh maldición!- exclamó Clemencia-. ¡El Velo de Maya toca  a nuestra puerta para interrumpirnos!
Apagó la lámpara y la estancia quedó en la oscuridad. Sólo las lejanas luces del Malecón se metían entre las cortinas de delgada tela. Levantó las cobijas y con un ademán quedaron aislados otra vez del mundo.
¿Por qué abandonó el irlandés,  no entiendo?
- Tocó su cinturón y tocó el mío
- ¿Y?
- Mi cinturón permanecía frío y el suyo seguramente estaba ya muy caliente. De esa manera entendió que al final él perdería.
Tomó su cara con las dos manos y lo besó por un rato
- Ven- le dijo muy quedó.
Sintió que Cork, pegado a sus labios, estaba ausente. Buscó su oreja y le susurró con ternura:                              
- Vuelve.

Dos minutos después Cork había regresado a ella. Lo supo cuando sintió sus cálidos labios besándole apasionadamente el ombligo...         

         29

De vuelta a México sentí que la isla de El Carmen había quedado lejos. Que su belleza natural y su mundo, incluida la mujer Carmen, se iría distanciando en el tiempo. Había sido una interesante y  perturbadora experiencia pero...La vida de todos los días me traería nuevas acciones y el recuerdo de aquel viaje se borraría hasta palidecer paulatinamente bajo el peso de recuerdos más recientes. Creí que a ella le sucedería lo propio.
Estuve dos días en El Salvador y de ahí volé a México. La compañía tenía unos asuntos que requerían ser revisados. Esa misma tarde estaba en Coyoacán recorriendo las cafeterías.
La gente bella iba a orinar a Sanborn´s. Lo podía hacer en los WC de detrás del templo de San Juan Bautista. Pero, aparte que ahí cobraban cinco pesos, carecía del ambiente fino de aquel restaurante.
Al día siguiente, o sea setenta y dos horas después de haber dejado la isla,  recibí una llamada telefónica. Era Carmen. Me acordé de Somerset Maugham “Es difícil conquistar a una mujer pero más difícil es quitársela de encima”. Pero resulta que yo no quería quitarme a esta mujer de encima, todo lo contrario. Hablaba del aeropuerto. Acababa de llegar de Campeche. Apenas habíamos intercambiado los saludos cuando le escuché decir:
- En la prensa están anunciando una obra de teatro de Poquelin, en Bellas Artes. Con anticipación hablé por teléfono para que me apartaran dos boletos.  Si usted quisiera acompañarme. Desde luego le ruego me disculpe. Seguramente tendrá asuntos que no puedan diferirse y yo estoy irrumpiendo de manera inesperada.
Apenas acerté a decir:
- No se hablé más. Desde luego que acepto. ¿Para qué día son las reservaciones?
- Para hoy. La función da comienzo dentro de tres horas.
- ¿Está bien?  Quiero decir, ¿no necesita descansar?
- Un buen baño de regadera con agua fría es todo lo que necesito.
- Encantado. La invito a cenar a la salida del teatro.
- Gracias.
- Por cierto, ¿qué vamos a ver?
- El impostor.
- ¿El impostor?
- Tartufo. ¿Conoce la obra?
- Hace tiempo la leí. Es interesante. Tengo un recuerdo vago de ella. Un retrato psicológico o algo así. ¿Estoy en lo cierto?
La respuesta, despiadada, me confirmó que aquella mujer, que estaba al otro lado del alambre telefónico, era una decidida molierista.
- ¿Interesante nada más? ¿Sabe que de 1680 a 1932 la Comedia Francesa la representó dos mil doscientas cincuenta y seis veces? ¡No hay obra alguna bajo este cielo de la que se pueda  decir lo mismo en ese lapso de tiempo.
Sólo acerté a decir:
- Déjeme ver, ¿dijo Tartufo o Fouché?
Tartufo.
- He leído de ambos pero a la distancia encuentro alguna dificultad para distinguirlos.
- ¿Bromea? ¿Habla en serio? El primero es un hipócrita. El segundo un intrigante.
- Enterado. Pasaré por usted. Otra cosa, ¿ lo que vamos a ver es una interpretación literal de la obra de Poquelin o es una traducción libre de la misma?.
- Le aseguro que asistiremos a la expresión que el autor quiere poner en este trabajo.
- ¿Me lo asegura?
- Así es.
 - Porque luego le dan al público asuntos que difícilmente se parecen a la obra original. Siempre he creído que en literatura, teatro y  poesía no se vale lo que en la música lo de las mil variaciones sobre un mismo tema. Si es por el autor, vale, pero otros son insufribles. El verano pasado fui a ver una obra sobre los aztecas y de pronto, quien sabe de dónde, irrumpieron en la escena  los soldados de victoriano Huerta con fusil y toda la cosa gritando ¡Muera Madero!
- Estoy de acuerdo con usted. Son alegorías en lugar de interpretaciones. Le ruego que confíe en mí. He visto otras representaciones de este director y por lo mismo sé que no juega con las adaptaciones. No se aprovecha de la obra para vender ideas políticas ni religiosas. Con él no hay variaciones de un mismo tema... No hay tiempo de que pase por mí. Vivimos en rumbos de la ciudad distantes. ¿Le parece que nos encontremos en la puerta sur de Bellas Artes? En la que da a avenida Juárez?
De esa manera Carmen había vuelto a aparecer en mi vida. Yo le mostré mi interés al haber ido a buscarla a su casa algunos días más tarde de cuando que nos habíamos conocido, y reñido, en El Pinar. Ahora ella era la que me buscaba. Pero una cuestión me acaba de quedar claro este día. Mi tiempo había sido empleado en una educación científica pero no me había quedado mucha cancha para prepararme en el aspecto cultural. Era, lo que se puede decir, un brillante ignorante. Hay expresiones más crueles que más vale no repetir. Los gobiernos federales y locales de este país, los programas de educación y la familia misma, tenían su responsabilidad en todo ello. Pero yo tampoco había hecho algo para modificar esa realidad. Cork siempre me decía que, efectivamente, hay libros que dejan huella en el alma para siempre. Y que esa era la verdadera tragedia del hombre sin libro. Su preocupación sólo va a consistir en satisfacer valores hedónicos, de civilización, y pierde vista que también hay valores esenciales....  Entender esa situación requería de mi parte una gran dosis de aceptación, o humildad. Quería una mujer instruida pero, ¿qué pasaba cuando resultaba  más instruida que yo? Pasaba sencillamente que tenía que tragarme mi autosuficiencia y empezar a darle gracias al cielo porque Carmen fuera así. Y a sus padres y a su familia y a su ambiente porque habían contribuido a ello. Ahora me venía a la mente la vez que con Cork cruzamos  a pie el Bolsón de Mapimí. Lo haríamos en varias semanas, acampando dos días en cada lugar. El problema era difícil pues encontraba una disyuntiva: si llevaba en su mochila la suficiente agua no podía llevar más libros “Y entonces el espíritu languidecería”. Si llenaba su mochila de libros padecería de sed. Si fuera arriero llevaría un caballo. Pero era un montañista y cruzaría caminando, cargando  lo necesario sobre su espalda. Como sus ancestros los tamemes. Bueno, al final tuve que compartir  con él  mis reservas de agua...   ¿Cuántos libros de cultura dice  que lee su amigo en un año? Por lo menos veinticuatro. Bueno, ahora esa es una meta para mí. Fue la primera vez que hacía alto y me preguntaba cuántos libros de interés general leía en el año. Casi me horroricé. Difícilmente alcanzarían la cifra de cinco. Con razón no conozco la diferencia de un Tartufo y la de un Fouché. Carmen además era una gran lectora de Goethe. De él conocía yo a su Fausto: Walpurguis, Margarita, Mefistófeles y el doctor Fausto, pero...Si me preguntara cual es la diferencia entre Fausto, Tartufo y Fouché....Nezahualcoyotl y William Carlos Williams...Faulkner y Maugham...Santa Teresa de Ávila y Sor Juana Inés de la Cruz... ¡Dios mío! ¿Cómo pude desatender ese aspecto de mi formación. ¿Qué clase de compañero tendrá Carmen en mí? ¿De qué diablos podrá charlar conmigo? Ni modo que le pase mí tiempo hablándole de hidrocarburos. ¿Tendré que refugiarme en los temas de los diarios? Podría asegurar desde este momento que sería un futuro nada halagador para ella en el campo de las ideas. De todas maneras encontré en ese momento el recurso para hacerme el interesante y le pregunté, así como no quiere la cosa:
- ¿Se acuerda la fecha en que nació Poquelin?
- Cuatrocientos trece años después que Dante bajara a los infiernos. ¿Está de acuerdo? – dijo sin tardarse dos segundos-. Y Dante descendió a los infiernos veinticinco años antes que los aztecas fundarán, en el gran lago, México-Tenochtitlán.
 ¡Oh, diablos! ¿Cómo es posible que alguien se acuerde de la fecha en que Dante descendió al infierno. Es decir, a los infiernos? ¿Y cuando diablos bajó Dante a los infiernos? Si hubiera dicho Jesucristo hubiera estado fácil...
 Al salir de Bellas Artes fuimos a cenar al restaurante Francia, en avenida Cinco de Mayo. Me contó que apenas un día antes  en la isla del Carmen, había ido al cine. Vio una película que le gustó. Me encantaba escucharla y ella dijo que el argumento decía del desarrollo de un cierto sentimiento entre la pareja que no se rompe aunque haya distancia de por medio. ¿Por qué un mono cazador tendría que regresar a su punto de partida donde dejó a su mona que lo espera? Allá hay otras monas más jóvenes y hasta más bonitas. Esto se cuestiona  Desmond Morris. Tal pregunta viene a cuento en la película de Roth Arnold. El muchacho llamado Ben (Ben Affleck) emprende el viaje hasta Savannah, desde Nueva York. Allá vive su novia. Y la boda se ejecutará tan pronto éste llegue. Sin embargo en algún punto del trayecto conoce a una muchacha, Sarah (Sandra Bullock). Simpática, bella y audaz. Merced a una serie de circunstancias que van retardando su llegada, en esa medida van viviendo juntas aventuras que los acercan cada vez más.   El caso es que Sarah sigue siendo un torbellino.  Cuando se vuelven a ver los novios están lejos uno del otro. Ella en lo alto de un balcón de la casa. El en el patio de la entrada, bajo la lluvia que parece el epilogo perfecto para un adiós. Pero sólo basta una mirada de nuevo, para que todo quedara claro. Entre el cazador y la hembra que lo espera acá, lejos, en Savannah, queda restablecido ese sentimiento de atracción que lo haría volver a ella. Sin importar tampoco todos los galanes que también la pretendían.
- ¿Le gustó?
- Igual que viva en Savannah que viva en la isla de El Carmen- dije.
A la noche siguiente fuimos a ver una pastorela en el oeste de la ciudad. En las afueras del mercado de San Ángel compramos amaranto con pasas y trozos de nueces. Era época navideña aquella y la tableta de “alegría” estaba adornada con unas campanillas de dulce rojo. En el triángulo de La Palma caminamos entre el caos de los microbuses que llegaban o salían. Multitudes de individuos salían para los pueblos serranos del oeste. Otros llegaban para ir a Ciudad Universitaria a tomar las clases nocturnas.  Era el lugar terminal de más de veinte líneas de transporte que cubrían diferentes rumbos del suroeste de la ciudad. Un chofer lanzó un grito incontrolable a Carmen que, colgada materialmente de mi brazo, reía discretamente del ingenio de aquel piropo que habían inspirado sus hermosas piernas y su falda corta.
Diez niños estaban tumbados en un rincón oscuro de la calle. Inhalaban cemento de pegar dentro de una bolsa de plástico. Sus miradas decían que sus neuronas estaban muertas para siempre.
- La droga laicizada trabaja contra la sociedad, por más que se le culturice- dijo Carmen.
En la acera por la que iban un perro da dos o tres vueltas antes de echarse a dormir. Es uno de los diez millones de perros callejeros que deambulan famélicos por la ciudad comiendo carroña, cuando tiene la fortuna de encontrar algo que llevarse al hocico. Sus heces llenan las banquetas de las calles de la metrópoli y hay caca de perro y tanta que en algunas partes obstruyen las coladeras del drenaje. Sus heces, convertidas en polvo, se las lleva el viento y en el techo de la ciudad se mezclan con las heces de dos millones de humanos que defecan al aire libre. La bacteria E coli llega por las ventanas al platillo de los más lujosos  restaurantes.
Consulté mi reloj y vi que aun era tiempo. Nos encontrábamos a una calle del Museo del Carmen y faltaba media hora para que comenzara la pastorela. Vagábamos un poco al azar entre la multitud de puestos fuertemente iluminados que se destacaban más con su luz amarilla por la noche que empezaba a llegar. Vendían pan y comida como cada año en diciembre. Y cada vez llenaban más aquel tramo de la avenida Revolución.  Cerca de la entrada del ex convento del Carmen, Carmen se detuvo a preguntar a la mujer que vendía pozole, qué era aquella hierba azul que le había puesto como condimento al guisado, en lugar de orégano. Fue el momento que recibí la llamada de Cork en mi pequeño teléfono portátil: “¡Un café...En el centro...Van a estar los otros...Mañana...Entendido”.
Dimos un paso hacia el interior del ex convento y desembocamos en el amplio atrio. Carmen comentó que sintió encontrarse de pronto en un mundo diferente, menos demasiado humano, más sabio, vetusto, histórico, espiritual. Baldosas que en otros siglos fueran refugio de príncipes de la Iglesia.Cuando recién conseguida la Independencia no se sabía qué rumbo seguir como nación y se intentaban modelos de aquí y de allá. El poder secular rondaba amenazador el exterior de los elevados muros. En tanto los sitiados, esperanzados, resistían hasta recibir noticias de lejanas provincias que la revolución (otra revolución) había estallado. Que avanzaba incontenible hasta hacer que los poderes terrenales se refugiaran en el castillo de San Juan de Ulúa, protegidos por el hecho de carecer de una armada que fuera capaz de salvar el kilómetro de mar lleno de tiburones bajo el fuego de los cañones de la fortaleza.
Los actores irrumpieron por aquellos pasillos en los que se exhibían cien pinturas de la Santísima Virgen de Guadalupe, plasmadas por artistas contemporáneos.  Carmen se detuvo brevemente ante un cuadro de dos metros por tres.
-Es el Canto  Sexto del Paraiso. Dante pone en él a Bruto y a Casio en el último recinto del Infierno por haber dado muerte a Julio Cesar- dijo inclinándose un poco y leyó al pie de la pintura: “Después que Augusto los derrotó, se suicidaron desesperados”.
Recordé las palabras de Antonio Gómez Robledo, un estudioso de las ideas platónicas. Cork tenía  los libros de Robledo en una pila cerca de su cabecera. Cuando se levantaba por las mañanas ya había leído al menos una hora de alguna de aquellas obras.  Dentro de quinientos años, cuando este pueblo lea, descubrirá un tesoro de muchos quilates en su producción intelectual. Así fue como conocí a este pensador. Una de sus reflexiones era que de la belleza de los cuerpos se pasa luego a la belleza de las almas, la cual debe tenerse por mucho más preciosa, y a tal punto que debe preferirse una alma bella en un cuerpo feo, antes que lo contrario.  Yo había encontrado en Carmen los dos tipos de bellezas.  Pero ella, a su vez, era capáz de llevar, y la llevaba, la más perfecta forma de vida, que era la constante contemplación intelectual. Pero ni se crea que hacia ostentación de ello. Yo había tenido que descubrirlo en la isla de la manera más violenta. Aun recordaba aquélla escena cuando nos mandó al infierno a mí y a Gothe. En este momento pasó por mi mente algo que me apresuré a desechar antes que “hiciera costra” y tomara otras proporciones. ¿Esa intelectualidad de Carmen, llegado el caso, no interferiría en mi potencia sexual? Al siguiente segundo ya tenía la respuesta: ¡seguro que no! Ella tenía lo necesario para hacer bailar de cabeza hasta al doctor Fausto en su etapa de universidad. 
Los actores hacían alto para decir sus letanías, encabezando la procesión de los pastores de Belem en busca de posada. En tanto que el Contrario Luzbel,  vestido de elegante frac de amplia capa negra con vistoso forro rojo, asecha para tocar fuerte a los instintos humanos prontos a buscar extremos en el hedonismo. Pero aparece el Amor y todo se le echa a perder al Diablo.  Y para su desgracia, en eso llega José jalando el burro donde va María  llevando en sus brazos al niño anunciado en las  viejas Escrituras...
Ese fue el principio. En los días que siguieron, Carmen me trajo de un evento cultural a otro sin apenas darme tiempo para  respirar. El Instituto Nacional Indigenista había organizado una muestra fotográfica que llamó “Semana de la Tarahumara Rarámuri”. Fue montada en la Sala Guillermo Kahlo, de la Casa de la Cultura, “Jesús Reyes Heroles”, Santa Catalina, Coyoacán. La situación se me hizo familiar debido a que hacía algún tiempo había conocido, de la biblioteca particular de Agustín Castillo López, un amigo mío, la obra fascinante de Carl Lumholtz. Era un libro viejo al que Agustín manejaba con cariño. Se trataba de un relato de viaje. Este género literario, frecuente en tiempos anteriores, ahora no gustaba a muchos. Hablaba de una expedición que empezó en Estados Unidos en el siglo diecinueve. ¡Una expedición hacia México! A pie. Es decir, en animales de montar. Por esa época este país no daba para más. Ni ferrocarriles ni carreteras.
Lumholtz es uno de los viajeros cultos que visitaron el país. Su nombre se agrega a la lista de  extranjeros que escribieron sobre este territorio, Pero a diferencia de ellos,  Lumholtz no escribió de los recursos no renovables del país que después desatarían la codicia de las potencias.
Lumholtz nos habla de los indios tarahumaras y  huicholes. Ni él mismo imaginó que llegaría a ser la referencia clásica de la vida huichola. Ni los huicholes mismos ni los grandes cronistas del siglo dieciséis, como Fray Bernardino de Sahagún y Fray Diego Durán, ni los mexicanos mestizos llegarían a relatar la vida huichola como éste alemán lo hizo. Se quedó a vivir un año entre ellos. Tal cosa provocó o estimuló, que 40 años más tarde Robert M. Zingg viniera a los mismos lugares en los que había estado Lumholtz, para estudiar los cambios que en la vida de estos pueblos huicholes se había registrado.
Lumholtz relata los hallazgos que hizo en unas cuevas de la Tarahumara. Un mormón vecino de esos rumbos le pidió que le permitiera acompañarlo a él y a su grupo de trabajo. Después Lumholtz se dio cuenta que el mormón, con toda la fe que pueda imaginarse, esperaba que aquellas exploraciones pudieran dar con las planchas de oro que contenían el libro escrito por Mormón y que habían sido reveladas a José Smith,  en 1830.
Carl Lumholtz tomó fotos de los lugares por los que pasaba. Eran todavía unos enormes negativos tamaño media carta cuya emulsión fotográfica estaba aplicada a cristales, no a acetato o película como se conocerían más tarde. Llevar cámara fotográfica para esos negativos ya estamos hablando de toda una empresa. Las cámaras fotográficas de entonces se trataban de unos grandes y pesados armastotes. Además requerían un enorme trípode para poder fijarlas en tanto se tomaba la foto.
Carmen comentó:
-Gracias a la presencia de ánimo que tuvo Lumholtz, para cargar con semejante equipo, es que tenemos un legado fotográfico en blanco y negro de valor histórico incalculable.
En la alameda interior de  la Casa Reyes Heroles nos tomaron  una fotografía instantánea desde   detrás de una mampara pintada con dos figuras de personas. En el lugar de sus rostros había dos huecos de forma elíptica en los que metimos nuestras caras.
En el salón principal estaba anunciada una conferencia sobre un libro de Fernando Savater. Empezaba en quince minutos más. Le sugerí que nos quedáramos a escucharla.
- Mejor invíteme un café y se lo cuento. ¿Le parece?
-Desde luego.
- Hay que provocar la reflexión -  dijo más tarde, en  el café “El Jarocho” de Coyoacán-. De eso se trata en este libro. Muchos viejos temas vitales y sin solución plena  son mencionados. Por desgracia, el autor no dispone del espacio para detenerse  y desglosarlos con  amplitud. Por eso lo hace de pasadita y, cuando ya nos encontramos dispuestos, Savater ya está en otra cosa. Se trata de un pensador moderno porque aborda temas que nos interesan en la actualidad: educación, corrupción, democracia, libertad...El hijo de un trabajador manual no tiene porque, de manera fatal, seguir siendo un trabajador manual, dice. Ese determinismo social debe ser superado. De ahí la importancia de que la educación sea pública y gratuita. Aboga por una sociedad moral. Ninguna sociedad busca ser asesina. Quiere ser moral. Si sus resortes morales se aflojaron es otra cosa. No es raro que en una sociedad exista la corrupción. Lo grave es que se consienta esa corrupción, reflexiona.-Savater. El tema del individualismo es el que descubre a los educadores y a los nihilistas. Lo mismo en filosofía que en religión.  El  educador se preocupa, como Ibsen y el mismo Savater, en que la masa, que suele ser brutalmente manejada, se vuelva de calidad.
Guardó silencio.
-¿Y?
- ¿Y? Pues ya. Es todo lo de ese libro.
Veía la foto que nos tomaron en la Casa Reyes Heroles.
   -Es raro ver en este cuerpo regordete sus ojos, al estilo  de Robert Taylor, y no los                                                             de sapo de Diego- dijo.
  Carmen vive en Francisco Sosa, el corazón de Coyoacán que, dice la leyenda, fue la primera  calle de traza europea que, en el siglo dieciséis, se fundó en América. Tiene a Coyoacán hasta en la médula. Asegura que la ciudad de México es, como dicen los códices, el ombligo del mundo, la ciudad que fundó Tenoch, en medio de un  Inmenso lago de un gran valle, rodeado por altas montañas nevadas. Procedente de las llanuras norteñas,  personalmente me sentía en esta ciudad como ratón en un laberinto para ratones. Las ciudades del norte son chicas, amplias, bien ventiladas y en la última calle empieza la llanura sin fin, llenas de sol y de viento. Aquí  me siento  en un lugar muy sucio donde la gente tira papeles en las calles sin tener conciencia de ese acto y saca a sus perros a que defequen en las banquetas.  Ésta ya no es la ciudad que fundó Tenoch, me resisto a creerlo. Ya no hay lago, ya no hay nieve en las montañas, ya no hay   aztecas y a la  cultura mesoamericana ya sólo se conoce en los institutos universitarios de estudio.
Pero era la ciudad de ensoñación de Carmen. Una de esas tardes fuimos a tomar café a El jarocho, de Allende y Cuauhtémoc. Llevaba  un libro bajo el brazo. Ya he dicho que Carmen es de esas raras personas que siempre están cerca de los libros. Así como la gente en la calle lleva el celular hasta para ir al baño o corriendo en los Viveros de Coyoacán o copulando, así ella con el libro. Era el VI tomo de las obras completas de Poquelín.
-¿Con que es usted una victorhuguita -quise hacer una broma. Pero a mujeres como Carmen no se les puede tomar por asalto en eso de la cultura.
-¡Valera!-respondió de inmediato- Me  encanta Pepita Jiménez pero no me gusta esa expresión de Juan Valera. La inclinación de los mexicanos cultos del siglo diecinueve fue  mirar hacia Francia, para no mirar hacia Estados Unidos. Por lo demás la cultura francesa es oro de veinticuatro quilates. Quiero contarle algo de Jean Wahl. Es mi libro de cabecera en el tema de filosofía.
-Otro día- dije. Yo había leído algo del Romanticismo europeo pero, la verdad, lo mío era buscar hidrocarburos allá abajo entre las rocas. Era tarde. Carmen ya me hablaba de Wahl. En la banca metálica de la banqueta de  El Jarocho íbamos por el segundo vaso de café negro americano y Carmen seguía hablando de Wahl. Pero lo decía con tanto empeño que empezó a interesarme y procuré prestarle atención a lo que decía.
-Jean Wahl  considera que la filosofía es una revolución inacabada porque el pensamiento siempre está desarrollándose. Su enfoque es universal y manifiesta reticencia ante los criterios que parcializan todo devenir cultural de la humanidad tales como idealistas, materialistas,   Esto es un juego de los partidos políticos pero de la cultura universal. En los modos de pensar hay secuencias, consecuencias. La muerte súbita y la generación espontánea tal vez se den en el fútbol pero no en el mundo de las ideas. Es muy revelador este filósofo cuando dice elegir nuestros valores es elegirnos a nosotros mismos y viceversa.
-¿Cómo podría ser eso?
- Como en una tienda de autoservicio cada quien escoge los artículos con los que se identifica.  A través de lo que escoge  está definiendo lo que es. Alguien comprará una camisa color amarillo con motas verdes y azules y se sentirá a gusto con su adquisición. El otro no comprará para nada una camisa amarilla. El primero está realizando el método positivo para decir cómo es. En el segundo caso tenemos al método negativo: al decir no a la camisa amarilla está diciendo que él no es así. Wahl dice que la negación está implícita en la afirmación misma de cualquier Ser particular. De ahí que vamos por el planeta escogiendo nuestro mundo, con el que nos sentimos identificados.
-Pero en ese caso- dije-, los problemas  vienen  al enterarnos que el mundo está organizado de tal forma que, al menos eventualmente, tenemos que actuar diferente a como somos. La inconformidad, la neurosis y un sentimiento de fracaso no están lejos.
-Es cierto- contestó-,  por eso Schopenhauer dice que pasamos la vida fingiendo cuando nos conviene pero en cuanto podemos volvemos a ser como somos.
-Si hablamos  de cosas, ¿pero, si hablamos de personas?
-Buena pregunta. Trataré de explicárselo, si me lo permite, en otra ocasión que nos veamos.
-¡Por mí encantado!
Con una mirada oblicua, y sonriendo, de manera pícara, preguntó:
-¿Ha leído a Scherezada?
-¿Unos cuentos árabes?
-Sí, unos cuentos árabes
-No.
Su sonrisa se volvió más pícara:

-Yo se los contaré, un cuento cada vez.





    
        30


El trío de jazz tocaba desde hacía  rato. La gente pasaba o se detenía en la banqueta. Atmósfera despreocupada de la segunda quincena de diciembre y envuelta por el olor a café cuando lo están tostando. Sentados en los escalones de acceso de los locales, algunos muchachos de la clase media reían. Pelo largo, tatuados los brazos y la cara, pantalones de mezclilla deslavada y hecha jirones por todos lados, como era la moda. Escuchan sentados con las piernas cruzadas sobre los toldos de sus automóviles ahí estacionados. Una  muchacha bonita reía, como debe reír la muerte personalizada ante la eternidad, mientras da profundas fumadas a su cigarro de marihuana ya casi legalizada en este país y se afana por retener para siempre el humo en sus pulmones.
  El  trotacalles abandona su aire taciturno.  Alegre ahora, se detiene  a charlar con imaginarios personajes o con los ayudantes del conjunto musical. El vendedor ambulante de periódicos baja la voz y se concreta a mostrar sus publicaciones: ”¡Siete  millones de personas se reunieron anoche en la Basílica de Guadalupe!” Los “balazos” de esos diarios decían:”¡ Otros siete millones caminan  de todos los rumbos del país hacia el Tepeyac!”  “Cinco escuadras de ciclistas del estado de Puebla vienen también en peregrinación ascendiendo la vertiente oriental de la Sierra Nevada”. “¡Un enorme contingente de la Tarahumara se  reunió en San Juan del Río, con otro de Querétaro, y juntos se aproximan al Valle de México para ver a Coatlicue-Tonantzin -Guadalupe.”
 Los niños y las niñas de habla náhuatl y español cortado pasaban incesantemente  vendiendo sus collares y figuras en papel de Don Quijote y Sancho Panza.  El elegante traficante atisbaba desde detrás de sus lentes oscuros con todo cuidado el contorno. Sostenía con una mano su vaso de café y el cigarro y en la otra un libro de Nietzsche. Era para interesar a los intelectuales. Tipo duro, moderno, individualista, sin compromiso de moralidad social. Vive entre la gente como depredador. Pero sin su mercancía  algunos se cortarían las venas antes que anocheciera.
 Bellas y  escuálidas muchachas, de no más de veinte años de edad, metidas en pantalones de mezclilla de tirantes con aspecto cuidadosamente descuidado, y cabello al viento. Repartían su propaganda que anunciaba la obra de teatro puesta en escena: “Hotel de Burgogne”. En media hora daría comienzo. El mini volante decía del teatro barroco de Francia. Una carrera que emprendieron España, Francia, Inglaterra e Italia en el principio del siglo quince para aprovechar las plazas públicas y hacer sus representaciones. O las viejas salas de hospitales, los patios de vecindades y los solares baldíos. Cork pensó que era la hora de la tarde en que las calles del centro de Buenos Aires empiezan a ser invadidas por un olor a carne de churrasco. El mimo que  acompañaba a las muchachas se trepó a una banca metálica y, entre las notas de Maryland my Maryland,  desenvolvió un escrito. Lo hizo como si fuera a leer un rollo en una  plaza medieval. Después se trepó ágil a un microbús que pasaba en ese momento. Hizo como si fuera remando. En el otro lado de la plaza principal un grupo religioso anunciaba el inminente y pronto fin del mundo. Su madre le enseñó a leer la Biblia al revés. Empezaba por el Nuevo Testamento. Por eso a temprana edad,  sabía  ya que estaban inventando su terrible  cristianismo.
Pensó en los viejos del  grupo kikapú -hopi en la llanura del noreste mexicano. Los imaginó sentados en el suelo. Otros en cuclillas. Harían un círculo de unos veinte o treinta hombres. Platicando al principio de cosas comunes  y todos a  un tiempo de manera atropellada.  Después en orden empezando por la derecha. Exponiendo sus asuntos de trabajo y hasta familiares. ¡Falta el agua! se oiría otra vez. Escuchando y ofreciendo alguna sugerencia si es que se les pedía que lo hicieran. Hacía miles de años que eran la ley del lugar. Su palabra se escuchaba. Se habían ganado ese respeto. “En las ciudades a donde vas no tienen la organización de tu grupo. Allá el péndulo va de un extremo a otro. Primero las cosas fueron divinas y después humanas... En el terreno cronológico antes tenían dioses. Después vino la otra religión. Ahora eran vírgenes. Hasta aquí todo seguía dependiendo del cielo. Finalmente desaparecieron las vírgenes. Después fueron santas. En las cosas de la política de Europa había reyes cuya autoridad procedía del cielo. Más adelante, con la democracia, el poder emanaba del pueblo, ya no del cielo. Dos o tres siglos más tarde las cosas volvieron a bajar del cielo. Después de otro tiempo todo surgió de nuevo de la Tierra. Dios hizo al hombre de arcilla y luego los científicos descubrieron que las arcillas habían tenido un papel decisivo en la alimentación de los organismos vivos para su desarrollo...Los libros que se han encontrado de este proceso llenarían el Golfo  de México, si a éste se le quitara el agua, y aun formarían una gran elevación.  Los niños y las señoras de las casas de las ciudades ven todos los días muchas horas de televisión.  Esto los confunde respecto de lo que es bueno y lo que es malo. Acaban por creer que la violencia de las películas, de los noticieros, las  caricaturas y las telenovelas, es lo correcto. Lo bueno y lo malo se ha trastocado en malo y menos malo. De los valores trascendentes de divino y humano ¿quién podría hacer una síntesis en estas condiciones?”
 ¡Cómo puede florecer en este ambiente un Emerson?  El se refería al eterno conflicto humano pero también podría servir para los planos de “arriba” y “abajo”. En Tlamatzinco se dijo que los individuos de su grupo habían sobrevivido en el tiempo  del desierto gracias a que supieron mantenerse unidos. De otra manera serían a la sazón como los pequeños granos de cuarzo. Duros, pero que son llevados por todos lados para donde sopla el viento. Soñando entre tanto que, estoicos, son libres e independientes como el viento,  Duros, pero de tanto golpearse entre sí acabarían tan desgastados, que un día no serán otra cosa que polvo.
 El trotacalles regresó a donde Cork estaba sentado escuchando, ahora Just like in the old.
- ¿Qué te pareció el café? Eres más experto en conocer el café que los catadores del Centro de Cambio Monetario de Manhattan...
- ¡Bien!
Señaló a una muchacha que, como parte de un grupo de encuestadores, detenía a los que pasaban. Les preguntaba si querían contestar algunas preguntas de no sé qué cosa.
- ¿No te parece interesante lo que hace esa muchacha?
- Cumple con su trabajo. Si, puede ser interesante.
- No me entiendes... ¿Cómo reaccionaríamos si nos percatáramos que un grupo de hormigas se pusieran a levantar planos isométricos de paleo hormigueros?
El Trotacalles tenía un frasco de licor en la mano. Su ropa, muy sucia, olía a cemento para pegar  dibujos. Cork sintió como una descarga eléctrica que empezaba en su cerebro y hacía contacto doloroso con el piso. De pronto pensó en los   mexicanos que, vagabundos,  ya con las neuronas hechas polvo, podrían estar desarrollando investigación en los laboratorios o elucubrando sobre asuntos estéticos. O en la industria produciendo...En el campo...
 - Tan conmovedor como que una joven zoóloga estudie a los babuinos...O como cuando nos detenemos en la galería a observar las obras que pintaron otros humanos...
- ¿Por qué eso no puede ser?
- ¿Qué cosa no puede ser?
- Lo de las hormigas levantando planos...
- No tengo la respuesta...Supongo que la naturaleza ya hizo sus experimentos...
- Sigue.
- ¿Cómo?
- Sigue haciéndolos. No te sorprenda que aparezca alguien mejor que “nosotros”. Sólo que es tan lento el proceso que no lo notamos.
Se echó a reír y dijo:
- ¡No sueñes!
Lo miró.
- ¡Tienes razón! No los dejaríamos avanzar... El humano  apareció en la Tierra hasta mucho después que los dinosaurios se hubieron extinguido...- De pronto dijo algo,  haciendo referencia a las repartidoras de  volantes del teatro:-Así de bonitas como la ves, son duras las muchachas-  señalaba al grupo de actores que se alejaban por la calle hacia el mercado -. Conocí a dos mujeres que se las pintaban solas. Una de ellas se llamaba Nora. Era casada. Un día, al descubrir la desconfianza de su esposo hacia ella, abandonó su hogar y no le importaron sus hijas.
-         ¿Cómo se llamaba el esposo?
Se rascó su sucia cabellera.
- No me acuerdo. La otra que te digo que  conocí era más difícil. Se cree que su lesbianismo...
-         ¿Qué?
-         - ¿Qué crees que hizo?
- No imagino.
- Pues se suicidó.
- ¿Por qué dices que parecía preferir el lesbianismo?
- Hay en juego unas pistolas...Armas de fuego, ¿me entiendes?
- ¿Cómo se llamaba esta mujer?
- Hedda...- Volvió a rascarse – Hedda...
-         ...Hedda Gabler
-         - ¡La misma!
- ¿Y su marido?
-         Carlos Tesman... A este sí que lo tengo presente. Se me quedó  grabado  que era un hombre  culto pero la gente lo veía como un tonto. ¿Te acuerdas del Príncipe, de Dostoievski?, pues has de cuenta.
- ¿Y dónde conociste a estas mujeres?
- Aquí a la vuelta, en el Foro Coyoacanense. Por cierto que esta muchacha que te dio la propaganda era muy parecida a Nora.
- ¿Y la otra se parecía a Hedda?
-         ¡Exacto!...Oye, ¿cómo lo adivinaste? ¡Salud!- levantó su vaso con café y ron-  ¿Ves a aquella mujer? La güera de turbante. Da clases de psicología tibetana. Cuando quieras te la presento. Muy tibetana pero te aseguro que también tiene los pies pegados a la tierra.

-         ¡Salud!- dijo Cork tomando de su café negro americano sin azúcar.




                                                                 
                                                                      



                                   31

Recordó que hacía tres vidas, según le contara Clemencia...   pasaban por los campamentos indios norteamericanos, a la vista de los guías, en derredor a la hoguera. La muchacha y él se percataron que la gente no se había entregado a la espiritualidad como una moda de importación. No hasta el punto de querer establecer una comunicación directa con la divinidad al precio de prescindir de su chaman. Aun se le consultaba en la enfermedad y se le creía a través de alcanzar la salud. Los pueblos de la modernidad ya no van consiguiendo esto  ni siquiera con los recursos químicos sintéticos de la reciente ciencia. Cada vez su laberinto se les hace más indescifrable. En ceincia podemos ser especulativos, pero en medicina se muere la gente. Así es como el guía del pueblo aumenta su prestigio, su maná, a través del poder que le da el pueblo mismo. Es una figura energética en la que la gente de la tribu ve reflejada su propia autoridad. El hombre anciano pasa sus manos a lo largo  del cuerpo pero sin tocarlo. El enfermo cierra los ojos. Percibe mejor el fluido que le es trasmitido por la imposición de las manos rudas. El sacerdote chaman, cazador, campesino, sostiene un haz de hierbas. Estas deben tener un poder especial. Cuando él termina  sus manipulaciones el enfermo es un individuo diferente. Tiene otra mirada, camina erguido. Algo que no se puede fingir es que   tenía en su cara un color verde cenizo cuando esperaba  su turno. Ahora el rostro ha recobrado sus tonos que le ha valido a su grupo el adjetivo general de “piel roja”.
  Era cuando ella le decía: “¿Me creerá que he soñado que sucede lo mismo en el Teocuicani, la cumbre de la ladera sur del Popocatepetl?”. También le decía que  la gente de la ciudad  había cambiado cuando dejó de sentir respeto por sus antepasados. Después ya no sintieron respeto por ellos mismos.  Es como si esa fuerza del grupo, dijo, arrancara a la divinidad de su ser inmutable de antes de que el tiempo existiera. Y lo obligara a través de la acción, y la súplica, a mezclarse entre los hombres. A tomar parte en sus cosas inmediatas. Cork recordaba las palabras  que los teotihuacanos pronunciaban a Tezcatlipoca: “Has que la paz vuelva a nosotros”. Con esto lo obligaban a dejar el nicho y a involucrarse en sus cosas. Aquí el guía todavía no es el depositario único de las fuerzas cósmicas ante las que nada tiene que hacer la libertad del individuo, como sucederá con las religiones orientales. Todavía se cree de manera  sencilla y primitiva. La figura central de la comunidad pasa  sus manos a lo largo del cuerpo del enfermo,  sin tocarlo, y su poder será de tal fuerza que la enfermedad tendrá que ser arrojada de aquel cuerpo. La impulsará la fuerte creencia que su chaman es el depositario de las fuerzas cósmicas. Si el médico egresado de la Facultad invocara también una buena dosis de psicología y religión a su paciente, sin olvidar a la filosofía, éste podría llegar a profundos resultados frente al mal que le aqueja. Las células animales desordenadas volverían, quizá, a su buen funcionamiento. Su laicismo, sin embargo, lo ha situado en sólo un hábil conocedor de fórmulas químicas. En una abstracción. Los grupos que han diversificado tanto sus actividades de tipo social, frívolo o político, van restándole importancia a la figura de su guía. Este es cada vez menos fuerte ante los problemas del pueblo. Ha llegado a ser una simple figura más en el paisaje. Ha perdido energía. Pero el pueblo, con frecuencia, también se mete entre el laberinto de un eclecticismo disolvente.
Algo sucederá aquí con la naturaleza y con la vida. Observaba Clemencia al ver cómo  los depredadores se iban apoderando de las poblaciones huicholes y tarahumaras, sin que se contara con una fuerza capaz de enfrentárseles. Los despojan de sus tierras amparados en un tramposo jurídico sin importar le revuelta social que eso provocará tarde o temprano. Una interpretación demasiado individual del cristianismo, y una tecnología insaciable comedora de recursos no renovables,  tendrá que arrojar sus resultados. Acabarán emigrando hacia el norte. Parece una cosa obvia lo que dice Plotino, pero es de lo más cierto.
- ¿Qué dice?
- Que la naturaleza es un alma nutritiva y vegetativa. Hace que cada ser produzca un ser semejante a sí mismo...
- Nadie puede dar lo que no tiene. San Francisco no podría dar odio, por ejemplo. Y ya Sócrates probó que Pericles no pudo lograr que sus hijos fueran tan sabios como él.
En ocasiones  pensaba que esta muchacha,  a fuerza de buscar estar en la misma frecuencia con el Absoluto, había perdido de vista a la naturaleza. Pero no. 
Por lo visto  a  ojos de Clemencia  era  un individuo lleno de sensualidad. Nada más. El, en cambio, pensaba que el mundo está lleno de mujeres menos complicadas que Clemencia. ¿Qué locura aquella de las vidas sucesivas? Clemencia creía firmemente en algunas cosas de lo que Platón decía, pero en otras no. Es como los cristianos que en algunas cosas hacen lo que dice Cristo pero en otras no.
- Lo único que cambia son los lugares. Siempre hay guerras. Con frecuencia entre países cristianos.
-  La guerra es una eterna mentira.
-  O dos verdades.
-  O una verdad partida en dos.
-  Los cronistas e historiadores de ambos bandos contarán en los siglos venideros su verdad, que  será una mentira para los otros.
Hasta en filosofía sucede eso. Platón y Jenofonte no coinciden en lo que Sócrates dijo en el Banquete.
- No estoy de acuerdo en la carga de hedonismo que significa tomar una cerveza. El cuerpo humano se preparó por  miles de años. En la actualidad el hombre o la mujer que suben por una pared de rigurosa verticalidad se dan cuenta del infinito trabajo de preparación previo que tuvo lugar. O cuando va por una ladera nevada o recorre cincuenta kilómetros subiendo y bajando montañas. Es un organismo y una voluntad hechos a la medida de las posibilidades del humano. Todo está hecho  del mismo tiempo y del mismo espacio. En él se dan la voluntad y su representación. Lo piensa y lo hace. ¿De que serviría que pudiera pensar pero no hacer? Puede hacer y por eso piensa en la posibilidad de ejecutarlo.
¿Imagino  mi alma  antropomorfa con botas y piolet,  provista de alas  perderse en el cosmos para siempre sin dejar huella? Y volvía a pensar en esa  mujer que lo busca cada vez  a través de los siglos hasta encontrarlo de nuevo. ¿Y todo para qué? Cuando lo encuentre de nuevo se retirara a la paz de su departamento y volverá a viajar a través de los mundos siderales. Las estepas del norte están vacías de la presencia humana y ella viajando por esos mundos. Quizá sospechara  Clemencia, se dijo, que todo amor... toda frase, todo romanticismo, todo arrobamiento, toda promesa en el amor estaba dirigido a materializarse en un tercer humano producto de los dos. Bello y exigente, capaz de captar la atención de ambos antes  que, como apunta el poeta,  empiecen a pelear. ¿Lo sabía? ¿Por qué buscarlo? ¿Por qué no seguir cada quien su camino y pasar, como naves que van en direcciones contrarias, entre las sombras de la noche, decía Cronin? Si la matriz sirve para tener hijos, o para tener tumores, por qué llenarla solamente de viajes siderales?
-¿Todo eso dije entonces?
- Todo eso dijo entonces.
- Creo que jamás se me hubiera ocurrido. ¿Está segura que no tenía a la mano una botella de ron?
- La tenía pero sin ron. Bueno, dijo que lo liberaba de la envoltura de esta vida para que pudiera trascender el tiempo.
- Eso parece más bien cristiano. Me recuerda a Santa Teresa de Ávila.
 - Dijo que lo había escrito Fray Bernardino de Sahagún.
- Precisamente un monje cristiano. Sabio como pocos, por cierto.
- También  que lo había escrito Durán.
- Otro monje cristiano. Sabio también. Pero si, creo que tenía razón. Mictlantecutli y Mictlancihuatl liberan... pero a su tiempo... ¿Qué haría una anciana de ciento veinte años de edad? ¿O un enfermo sin remedio?

- ¿O alguien que se esté hundiendo en la tristeza? ¿O en la riqueza? ¿O en la aflicción?...





                                                                  

                                                               
 


          32

Media hora más tarde daba un último trago  de café. “Café negro americano”, dijo sonriendo en tanto veía hacia el interior vació del vaso de material desechable. Fue cuando sintió que su tiempo se había acabado. Si a partir de entonces no encaminaba sus pasos hacia una vida menos muelle, su psicología  resentiría graves daños. Su cuerpo engordaría. En adelante sería un campo más en el que se  desarrollarían toda clase de hipocondrías. Amaba a Puerto Rico, a su gente, a su historia. Pero  encontraba tan bello el país que en cada ocasión, después de dos  semanas,  tenía que salir a toda prisa de ese Edén. Como un asceta que de pronto se viera comiendo un delicioso pastel. Decía que no quería morir como el campesino inglés Tomás Parck. A los ciento cincuenta   años de edad fue a vivir a la corte. Dos meses después murió. La vida demasiado regalada lo había matado. “Mi Edén tiene otras características. Otro tipo de belleza. Los puertorriqueños, como los de Ciudad del Carmen, es gente que nació con la fuerza necesaria para vivir en esos Paraísos. Su porcentaje de sangre negra le da esa resistencia”. Tiene razón  Clemencia cuando dice que el ruido de la ciudad dificulta al individuo encontrarse con su interioridad.
 En parte era ajeno a la escena exterior.   Deseaba tener la facilidad de los que son capaces de congregarse por centenares, en derredor del mimo, y reír espontáneamente de sus ocurrencias.  La gente del desierto dice que después de la tormenta de polvo llega la calma. Después de la destrucción que deja el tornado la vida se rehace. Pero la falta de interioridad le hará ver el caos terminal.
  Sí. Era hora de volver a la montaña. La idea empezaba a tomar forma.  Uno de los ancianos le había dicho, al poner sus manos sobre su cabeza, cuando niño, en señal de despedida institucional: “Ahora viajas hacia el sur. Es un lugar donde reina la confusión. Pero no te equivoques. En otros tiempos los habitantes del norte vagábamos desnudos por la llanura y comíamos carne cruda en tanto  ellos, los de la zona geográfica, que ahora se llama el centro de América, ya veían hacia las estrellas. Contaban con el cero. Sobre todo tenían una  forma de escritura que a la fecha no hemos podido entender. Tenían grandes poetas y no menos grandes arquitectos”.
Se acordó de la isla del Carmen. De Carmen y de Clemencia.  “Carmen siempre buscando la última metáfora en la obra de Ibsen”. Sin metáfora será mejor que el individuo se dedique a otra cosa diferente a tratar de vivir, Norman Mailer fue el primero que lo dijo.
 Se esforzó en traer a la mente una idea que hacía tiempo buscaba como proyecto de ascensión. Tal vez cincuenta kilómetros en las altas montañas, empezando por el norte... La marcha se desarrollaría en la cota de los cuatro mil metros como promedio. Habría que incluir algunas escaladas en roca, nieve y hielo. Como todo escalador que piensa en una ascensión, tan pronto enuncia el nombre de la subida, ya está sopesando la intensidad de los riesgos. El sudor aparece en la palma de las manos... Bueno, se dijo, no hay más locura adrenalínica en el alpinismo que en el Encierro de Pamplona o en el Carnaval del Misisipi.
 Así, de pronto, cambió su escenario. Como un fotógrafo que manipula el telémetro de su cámara, y selecciona su objetivo, dejando en segundos planos de nitidez el resto de la escena. Se dio cuenta que el dixieland y los encantadores personajes de la bohemia callejera, que un rato antes le proporcionaran placer escucharlos y estar en medio de ellos, ahora se movían como en un trasfondo cada vez más extraños.
 Dice que volvió a pensar en Clemencia y en Carmen. Se preguntó qué caminos andarían recorriendo. “Encantadoras y complicadas mujeres”. En relación ¿a qué la complejidad de la mujer se acentúa y en relación a qué se hace más entendible y hasta completamente accesible? ¿La temperatura, como le habían dicho en Tlamatzinco? Nora y Hedda. ¿Filosofía? ¿Fisiología? ¿Economía? ¿Mercado de trabajo?  Una mujer podría relatar eso.  Carmen le había asegurado que ni siquiera Oscar Wilde o Somerset Maugham   podrían lograrlo. Levantó sus hombros en señal de incomprensión y volvió a centrarse en su proyecto alpino.
El trotacalles había vuelto a sentarse junto a él, en una de las bancas metálicas de la orilla de la banqueta. Mientras movía su café con el popote agitador y sin importarle lo fuerte que se escuchaban las notas de jazz (¿o debía decir gospelmusic?), le contó de un sujeto que había conocido en el verano. Era un hombre que se creía ser un barco. En lugar de encontrarse surcando las aguas del mar estaba encerrado en un manicomio. Se llama Plantagenet- Lawhill. Nada más Plantagenet. El médico del manicomio se empeñaba en decirle también Lawhill. No estaba ahí por loco sino por borracho. Y él mismo no sabía si eso era mejor o peor. La gente se empeñaba en que fuera como ella. Él solamente quería ver el mundo a través de una botella. ¿Por qué no? ¿Acaso no hay libertad en este mundo? Iba a decir democracia pero eso le obligaría a vivir como decidiera la mayoría. Dijo “libertad”. ¿Cuál libertad? Quién sabe. Por fortuna en el liberalismo hay cien libertades, todas irreconciliables unas con otras. Ante eso el mundo ya podría dejarlo en paz. Arrinconado en el lugar más oscuro del bar se acordó del pobre gato que había perdido un ojo en una pelea. ¿Era cierto o lo cerraba a propósito para buscar una sola visión de las cosas? Su libertad era su libertad. No era la libertad. Después de todo, qué le importaba lo que pensara un mundo que no había sido capaz de conciliar el horror de los contrarios.  Que cada quien patea el balón en la dirección que se le pega la gana. El temblor que ahora sentía era como ese espantoso miedo que se tiene cuando se está acabando el licor y ya no hay dinero. Porque hay que parar de beber... Después de lo cual queda la realidad. No la realidad específica de un bebedor. La realidad que se rige por las reglas dictadas desde la cámara de legisladores. El que sea capaz de sobre vivir después del amanecer, sin un trago en el estómago y sin dinero, es un superhombre. Espera un temblor que hace morir de pánico. No todos sobreviven a eso. Mientras tanto sus compañeros de cuarto (¿debía decir celda?) sin atreverse a comer, se reían con una sonrisa vacía. Pensó en decirle al doctor que uno de sus pacientes, su amigo Kalowsky, no estaba loco sino cuerdo. Se detuvo al pensar si él, Plantagenet, estaba cuerdo. ¿Lo estaba? Lo cierto era que Jesucristo estaba allá arriba, aunque nadie lo veía. Abraham Lincoln y George  Washington estaban acá en la tierra y tampoco se les podía ver. ¿Qué se podía asegurar y qué negar? Además, se preguntaba, qué caso tenía que el médico rehabilitara a pobres lunáticos. Tendrían que vivir en un mundo perverso. Otros lunáticos mandaban donde el comportamiento neurótico se convertía en norma. Pensó que los internos son como unos soldados heridos. Los cirujanos, también destrozados, tratan de remendarlos para enviarlos de nuevo al combate. Algunos de estos individuos decidieron enfermar no para morir sino para cambiar de vida. Tenían la idea de renacer, de hacer un borrón y cuenta nueva. Pero a la sociedad no se le puede burlar así. Tiene sus reglas. Y al que lo intente lo encierra. Por lo que a él tocaba  acaso pudiera volver a un pasado sin historia...Todo volvería a estar bien. Pero  tenía una historia. Ahora bien, si ese pasado no le hubiera dejado una larga y pesada herencia de insalvables consecuencias. Había detalles que le recordaban con cruel exactitud la criminal locura de su vida...Al final del tratamiento lo dejaron salir del "sanatorio". Percibía por fin la libertad. ¿Libertad frente a qué? Siente remordimiento por haber dejado allá adentro a sus amigos. Compra unas naranjas y regresa a dárselas. Con ellos el problema es más grave. No como él, pasajero ocasional de aquel barco. Ellos son parte de la tripulación. De todas maneras le dice al médico que han sido ultrajados. Tratados a patadas, perseguidos, y ni siquiera llevan gafas adecuadas para leer. Que deberían estar en un sanatorio. Que Kalowsky es un pobre diablo pero que no está loco. Un muchacho que no tiene esperanza, ni tradición, ni libros, ni educación. Sólo tiene a Tarzán.¡Un verdadero héroe como modelo a imitar! ¡Tarzán es lo único que conoce! ¡Si se le diera oportunidad de leer, de aprender, de vivir! ¡Si no hubiera diarios! Se introduce a un bar. En el lugar más oscuro saca la botella y apura unos tragos de whisky. Busca un sitio dónde dejar la botella vacía. Ve en la pared un dibujo obsceno. Presa de ira inexplicable lanza la botella contra aquella imagen. Se hace a un lado para evitar los vidrios rotos. Es cuando le parece que había arrojado la botella contra toda la indecencia y la injusticia del mundo. Después de lo cual se acurrucó sobre la mesa. Como cuando, antes de nacer, estaba en el vientre de su madre.
- ¿Cómo dices que se llama el personaje de tu relato?
- Lawhill.
- Creí que Lowry – pero cuando volteó el trotacalles ya no estaba. Había ido a pedir dinero para comprar otro café.
Dos días antes yo le había escrito por computadora: “¡Llegaré este fin de semana. No sé qué diablos se te ha metido en la cabeza con respecto a las montañas. Espero que valga la pena el viaje. Arreglé las cosas en la compañía para ausentarme dos o tres semanas”.  Y aquí venía lo mejor: “¡Después debo regresar de inmediato. Tengo proyectos de trabajo que desarrollar de manera urgente!”  Dice Cork que no pudo controlar reír en plena banqueta llena de gente que caminaba sin prisas con su vaso de café en la mano. ¡Proyectos qué desarrollar de manera urgente! ¡Las malditas placas tienen millones y más millones de años moviéndose allá abajo, milímetro a milímetro sin prisa, y él tiene cosas urgentes que desarrollar!...Después pensó, volvió a pensar, que en algunos países los investigadores científicos duran cien años de vida. Solamente hasta los ochenta pudieron, quizá, ser realmente productivos. Los veinte años restantes...Cobraron sueldos elevados con respecto a lo que la gente gana en la calle. Ocuparon un espacio físico... Por vinte años estuvieron en la nómina y de alguna manera no permitieron que otros investigadores jóvenes, y con ideas frescas, pudieran haber ocupado...Después de todo, recordó haber leído en alguna parte, el arte que tú haces es de tu espontaneidad, pero una espontaneidad que ya tomó en cuenta el pasado...Conoció el caso de un investigador científico que había perdido el juicio. Nadie, ni siquiera el que hacía el aseo, podía entrar a su oficina. Y como era emérito, tampoco el director se atrevía a emprender alguna acción. Cierta vez el doctor se ausentó un mes. Un hedor se empezó a esparcir por el pasillo del edificio. Tres días más tarde llamaron a los bomberos y a los abogados del Jurídico. Lo que  encontraron en la oficina fue un bote grande de lámina que, a pesar de su tapa, despedía aquel olor insoportable. Cuando lo abrieron pudieron observar millones de gusanos en pleno hervidero en torno de una piel que había sido de gato. El investigador lo había encerrado en el bote. Se comunicaron a su casa. Hacía unos días que había perdido el juicio. Dos meses más tarde murió. Estaba en edad avanzada. Debía haberse retirado unos veinte años atrás. La comunidad del instituto de investigación pudo observar su paulatino descenso. Pero era una personalidad a la que la ciencia y el país debían mucho. ¿Cómo decirle siquiera una palabra para que se fuera descansar, a viajar...? Montaigne decía que había que morir en pleno goce de sus facultades físicas y mentales “espero que no haya estado pensando en los escaladores”.
 Miró el vaso una vez más. Dio el último sorbo y luego de depositarlo en el gran bote  verde de vasos usados, se fue caminando, hacia el sur. Hacia Miguel Ángel de Quevedo. En la plaza, bajo el kiosco, pululaba toda clase de profetas políticos, sociales y religiosos. Pedían firmas para algún plebiscito. El mundo estaba haciendo crac. Malaparte habría dicho que “kaput”. Largarse del planeta era llevar consigo los mismos esquemas! ¡Frankstein en programas de computadora! ¡Y con mucha urgencia para desarrollar planes de trabajo!  Antes que el mundo tronara, los muchachos de poder adquisitivo se apresuraban a buscar un cigarro de hierba y un puñado de anfetaminas. El gran descubrimiento de los bebedores de la taberna Washintogniana... fue que  la fuga geográfica no curaba la afición de beber. Puede funcionar con enfermedades virales pero no con las que se llevan en el alma. Estas necesitan otro tratamiento. Los washingtonianos lo habían descubierto. Se habían quedado en su misma mesa del bar. ¡Y habían triunfado!(momentáneamente).
En el mundo edénico del desierto había tenido lugar un cambio que alteró la vida de la comunidad. Como en el siglo de la conquista hicieron su aparición enfermedades para las que el organismo no tenía defensa.
Una villa casi perdida entre las dunas de arena. El número de sus habitantes, su industria campirana y la lejanía de su ubicación habían hecho grandes esfuerzos por tener escuelas pero no logró planteles de la media superior. Las antenas llenaron el horizonte de las azoteas. Los prototipos negativos esparcidos y proyectados se instalaron en el inconsciente  de esta apartada población y le ganaron la carrera al aula. Persiguiendo un rating se convirtieron en las universidades del terror donde los personajes centrales eran los antihéroes. No faltaban en ese conglomerado antenas emprendiendo la dignificación del horizonte. Pero eran pocas.
Hizo alto en la biblioteca frente al kiosco. Consultó uno de los diarios principales. Juan Sánchez Saavedra, investigador universitario, había recibido la tarde anterior el más alto galardón que da la Universidad Nacional. Era el reconocimiento por su contribución al conocimiento de la orogenia de una región del oeste del país. Veinticinco años le había dedicado, hasta entonces, a la exploración y estudio de tal provincia fisiográfica. El adusto auditorio, La Capilla (en otro tiempo se le conocía a este lugar como “La Maternidad” debido a que en él se hacían los exámenes profesionales), del Palacio de Minería, en el centro de la ciudad de México, estaba lleno de personalidades nacionales y del extranjero.
La primera plana detallaba que ya había nacido el niño de una cantante. “¡Nació!” Bueno, se daba por hecho que cien millones de mexicanos sabían de qué se trataba. El de mayor tiraje vendido era “El Clarín Rojo”. Como siempre, éste se había llevado la noticia. El titular de primera plana decía: “¡Se guardará la placenta!” Sus dos páginas centrales publicaba un extenso artículo que detallaba el asunto de la placenta: “Se guardará la placenta por si alguna vez aparece un presunto padre del niño”.
 El tercer diario ofrecía este encabezado de primera plana: “¡Libre!” Dos años atrás un diputado había chocado en tanto conducía  su motocicleta. Los policías lo sacaron de su maltrecho vehículo en el  que había quedado atrapado. Estaba en manifiesto estado de ebriedad. “¡Libre!”. No hacía falta explicación alguna, cien millones de mexicanos sabían quién salía libre.
Después de revisar las “primeras”, Cork pasó a buscar en las “noticias breves”. Nada de Juan Sánchez Saavedra. La tarde anterior había asistido a la entrega de la presea y la fiesta de que había sido merecedor su amigo por trabajar en la investigación. Le dio un fuerte abrazo y luego de brindar con él se despidió. En este país los científicos no son noticia ni de “breves” se dijo. De todas maneras caminó una calle hacia el este de la plaza de Coyoacán y le envió una postal. “¡Felicidades!” le había escrito al final de la nota.    
De un local de la calle Carrillo Puerto salían notas musicales “El elogio de la danza”, se dijo, “Leo Brouwer. La guitarrista es Marta Eugenia. Se acordó de la isla.  ¡Vaya manera de tocar la guitarra!” El crecimiento de la ciudad y de los pueblos marcó la disminución de muchos seres vivos del bosque. ¿Pensó en las gaviotas pardas del Ártico que llegan cada año al norte de Gran Bretaña. Hace siete mil años los estanques abiertos de Escocia eran un bosque de abedules. Fueron destruidos y ahora son extensos pantanos de turba.  Ningún animal sobrevive si su hábitat se ha extinguido. El orgulloso humano no está exento de ello. En Estados Unidos hay millones de campesinos de todas partes del mundo. Las  comarcas de sus países, otrora boscosas, habían quedado finalmente erosionadas y desérticas. Entonces tuvieron que emigrar... Emigrar no sólo a donde hubieran fuentes de trabajo para comer, sino también orden. Confianza que allí no se permitiría la deforestación. En un lugar de África hicieron una gran reserva ecológica, transformándolo en Parque Nacional, porque los cazadores furtivos se estaban acabando a los animales. Ahora miles de humanos vagan miserables y  sin rumbo porque los animales ocupan su tierra....
Le decían los viejos que Mark Twain había nacido cuando pasó el cometa Halley, en el siglo diecinueve. Se cree que viajaba montado en su cauda. Por un descuido cayó en un pueblucho del Misisipi.

“Tu,Cork, caíste en esta parte del desierto. Volverás a él. Por eso caíste en semejante lugar. Tal vez tú puedas ayudar a reconstruir lo que  otros destruyeron...”





 
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El trotacalles lo vio alejarse. Levantando su vaso de café, al que subrepticiamente había echado un pequeño chorro de aguardiente,  le gritó entre la multitud: “¿Cuándo vuelves? ¡Te contaré de Hegel! ¡De cómo perdió la esperanza!... O de Nietzsche. Odiaba igual a cristianos que a wagnerianos. Primero fue un apasionado wagneriano. Seguramente antes también fue un convencido cristiano. Sin Wagner y sin Jesús su obra habría disminuido bastante en cantidad de cuartillas. Sólo se hubiera quedado con Dionisio. Y Lutero.
Se Cork se detuvo por un momento frente a un teléfono público. Pero enseguida siguió su camino. Siempre sintió incómodo el sencillo acto de hablar por teléfono (se preguntaba si los suicidios habrían disminuido en el mundo cuando apareció la telefonía celular). Quería comunicarse con los de su centro de trabajo. Avisarles que se ausentaría por dos o tres semanas. El microscopio todavía no salía de las bodegas de la  aduana... ¡Buenos chicos los del instituto de investigación! Hasta hace poco tiempo era una ciencia que consistía sólo en lo que el científico hacía, no en su inimaginable potencialidad. Por fortuna ese pobre método científico, desoladamente laicizado y empírico, comenzó a agarrar color cuando se le permitió que la intuición entrara en juego. A partir de entonces los continentes empezaron a viajara través de los océanos. Y el magma fue el magma de otro  magma. Sí. Por fin empieza a volverse a la intuición y a tener a la razón como su ayudante ordenador del conocimiento demostrable.
Pegados al kiosco, tres huicholes tocaban música de viento. Ataviados con sus blancos y amplios pantalones de algodón profusamente bordados de representaciones simbólicas. La gente no sabía la fuerte atracción que esos símbolos ejercían en ella.  Un trío de más allá cantaba acompañando sus voces con flauta, bongó y güiro: “Y cuando tú vuelvas, ansiosa de verme, me hallarás perdido, en el bulevar...”  
 Pasó por  la fuente de los Coyotes Emplumados. Los vendedores jipimesoamericanos empezaban a tender sus artesanías en el suelo. El adivinador de vidas de la esquina, frente a las nieves, gritaba a su clientela invitándole cinco minutos fuera de la realidad por tan solo veinte pesos: “¿Quieres conocer tu destino? ¡ja, ja, ja!” Se fijó en El Hijo del Cuervo. Su enorme puerta metálica color café permanecía entornada en esta hora de la mañana. Se veía poca actividad. El año anterior había asistido en ese lugar a un ciclo de conferencias cuyo tema era nuestro racismo. El mexicano  del  siglo diecinueve casi acaba con el mexicano mismo. “¿Qué se podía esperar de una región en la que se leen dos libros al año, por individuo, como promedio, y las  editoriales acabando en el  basurero?”  “Es decir que vamos de regreso a Neandertal”, le había dicho en cierta ocasión en plan de broma. “Algo parecido. No los seguiré en ese viaje. Me regresaré con los hohokam,  navajos, los hopis y con los kikapúes”
Pensaba ya en los bosques altos de la sierra. Hasta pudo percibir el olor  de los pinos. Emoción y método son las oleadas que invaden al montañista. Estudiará fríamente el equipo necesario de escalada, los campamentos o vivacs, la altitud y el virtual estado del tiempo. Pero sólo hasta después que haya sido invadido plenamente por la emoción que la empresa significa. La ciudad del valle tiene encantadoras rutinarias  probadas una y otra vez por la razón. Ahora hay que arrojar el yo fuera de ese encantador mundo cómodo.
 Sintió que la voz del trotacalles y las notas de storyville special se desvanecían con rapidez. Se convertían poco a poco en el recuerdo de algo interesante pero que era preciso dejar atrás. Le gustaba aquella vulgaridad. Se identificaba con ella. Decía que los novelistas, poetas y filósofos son visionarios. ¿De qué hablarían si no conocieran la pasta humana?  Y nadie puede escribir más de cien cuartillas si no es rutinario. El investigador mismo vive día tras día, año tras año, la obsesión de su maravilloso “método científico”.  El siglo diecinueve europeo fue un siglo de rutinarios. Todo mundo tenía su implacable, lógico  y rutinario “método”. Abstracciones y más abstracciones necesita la especialización científica. Ya se extinguieron aquellos sabios que sabían un poco de cada cosa.

 Pero tenía conciencia que para que esa vulgaridad no envejeciera, y siguiera siendo encantadora, debía marchar hacia las soledades nevadas de las montañas. Allá donde tienen su casa las tempestades y los vientos son tan poderosos que cortan la roca más resistente. 









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Era el  último día de aclimatación en Amecameca antes de marchar a la pared del Abanico. Después de la cena caminamos un poco por las calles al oriente del mercado antes de volver al hotel. Al día siguiente subiríamos a Tlamacazcalco para  permanecer ahí dos días antes de emprender la subida al refugio El Queretano.
 Toci no puede estar lejos de Cork y ha entrelazado su brazo con el de aquel. El clima es helado en las noches de Amecameca. Aun así desaparece el frío del rostro del otro al contacto con el cuerpo de aquella mujer. Está consciente que es afortunado al ser el hombre capaz, sin proponérselo, de provocar la química sensual de aquella atractiva muchacha escaladora. Nota que su respiración se acelera y su hermoso color bronceado se llena de rubores. Su mirada se transforma y, seguramente, su ropa íntima se humedece.
Una mujer va delante de nosotros. Lleva a su pequeño hijo en brazos. Al cruzar el puente de cemento hace una señal apenas perceptible, al pasar el arroyo. Ha arrojado hacia atrás un poco de sal sobre su hombro.
  El pequeño puente de madera que permite salvar el riachuelo tenía poco de haberse clausurado.
Juan Mereles:-  En el pasado las autoridades procuraba tener limpieza en este lugar.
Benito Ramírez.-  En poco tiempo volvía a ser un basurero con sus bolsas de plástico, excrementos y láminas oxidadas.
Toci:-  Todo eso desapareció y ahora el lugar luce limpio.
 En una pared de la cárcel estaban escritas estas palabras, en un estilo gráfico desordenado:” ¡Por culpa de estos cabrones a Hegel se le descompuso la brújula!”. Carmen se rió ante la muestra de ingenio. Para descifrar aquello se veía obligada a hacer una digresión para la cual no se sentía con ánimo en ese momento. Pero sí dijo:
- Es una situación afortunada tener dos grandes culturas, como las tiene el pueblo mexicano.
- Pues sí. A reserva de conocerlas.
Toci:- Si no fuera por los antropólogos Mesoamérica se nos hubiera perdido para siempre.
 Un perro da dos vueltas sobre sí mismo y se echa en la entrada de la tienda que anuncia los productos empacados en vistosas bolsas de aluminio.
Benito Ramírez:- Los camiones de estos productos recorren los senderos vecinales de la sierra que une a infinidad de pueblos.
 Los niños corren y rodean el vehículo. El conductor les da una galleta y se abre paso con el paquete de papas, pastelitos y chocolates hacia el interior del comercio, apenas iluminado con un foco que proyecta su luz amarilla hacia la oscuridad de la noche. Uno señala con su manita, renegrida y partida por el sol y el viento frío, la cara de un muñeco amarillo con grotescos cabellos rojos pintado en la parte posterior del camión repartidor. Los otros chicos se arremolinan y tocan la pintura riéndose entre ellos y mirando de soslayo al conductor. En el horizonte la montaña arqueológica y alpina  resalta su relieve de mujer   yacente en la lejanía con  sus nieves deslumbrantes. De alguna casa salían las notas de See Line Woman.
-  Si no fuera por Nina Simone esta vida sería aburrida - dijo Cork mientras ajustaba las correas de su pequeña mochila a su cintura que llevaba para comprar fruta destinada a las alturas. Hacía malabarismos con el cigarro que sujetaba con los dientes y  el humo se le metía en los ojos.
Me di cuenta que, cuando dijo eso, Carmen se sintió definitivamente emocionada y agradecida con él.
Carmen:- La cultura de occidente es rica y la mesoamericana excelente. Pero es cierto  que hay que conocerlas. Que no sean meros libros empolvados.
El bosque más allá de las últimas casas de Amecameca  tienen, en efecto, los significados contradictorios del sincretismo
Toci:-  Las cruces que se  encuentran en los caminos y en lo alto de las eminencias del terreno es para ahuyentar a las criaturas malignas. En cambio los enormes patios de los centros ceremoniales de los sitios mesoamericanos, como el de la cumbre de la montaña Tlaloc, es para danzar. En el baile se realizaba la oración.
Carmen:-  Hasta hace poco, quizá estemos hablando apenas del siglo pasado, solamente conocían una cultura los mexicanos, y era la de occidente.  Estaban muy enterados del viaje que Dante emprende con su maestro Virgilio a las profundidades del infierno, pero no sabían del peregrinar que Quetzalcóatl tuvo que hacer a las profundidades de la Tierra para traer el alimento para los humanos.
 Otra mujer campesina lleva a su pequeño hijo de la mano. El chiquillo quiere un dulce y hace berrinche. Le dice en náhuatl que no esté dando problemas. Toci es nuestra traductora.
Carmen:- Esta mujer seguramente no sabe que ha habido mujeres que han soñado ser como ella. Sentirse tironeada por la manita de su pequeño y reñir amorosamente entre los dos. Les cuento. Una de ellas fue Salambó. Otras prefirieron el camino de la epopeya. Los noruegos a su Nora Helmer, los mexicanos a Coyolxauhqui, los romanos a su Fabiola,  los tlaxcaltecas a su Tenepal o Malinche, aunque sea de origen tabasqueño,  los argentinos a su Evita, los guanajuatenses a su Josefa Ortíz de Domínguez, los chilangos de Coyoacán a su Frida Kahlo, los españoles a su Federica Montseny, los de la Merced a su Nahui Olin, los norteamericanos a su Scarlet O’ Hara, los franceses a su Juana de Arco y a su Madame Bovary y los rusos a su Ana Karenina... A Salambó se le ve caminar en sentido contrario. Quiere ser como la mujer de Amecameca que le dice a su hijo que no esté dando lata con el dulce.  Mujer antiheroina. Quiere a Matho. Tener hijos con él. Ir los miércoles a comprar la comida al mercado sobrerruedas, levantarse apresuradamente todavía con la cabellera en desorden a preparar el desayuno. Salir corriendo a llevar a los niños a la guardería. Piensa quizá en el tiempo cuando su Matho esté calvo, con los hombros caídos por la vejez. Un poco de caspa sobre la solapa. Algo gordo. Tal vez sufriendo de hemorroides. Cuando éste se agite al subir la escalera de apenas diez escalones. Tal vez hasta sueñe con estarle recordando que tome sus pastillas para controlar la diabetes. Sueña con estar junto a él en esa edad en que la mujer tiene trastornos por la descalcificación y sudores de la menopausia. Vivir lo que dijo el poeta que hay belleza en contemplar una vida que se extingue lentamente, al observarse ella misma cada mañana en el espejo... Pero la época en que Salambó vivió los humanos no decidían  sus destinos si no los dioses. Y los dioses decidieron otra cosa diferente a lo que ella había soñado. Esta hermosa sacerdotisa quiere llegar a ser mujer entre la multitud pero no podrá librarse de su destino de ser cantada por los poetas. Para realizar su sueño Salambó está dispuesta a dejar la opulenta vida de palacio como princesa que es de Cartago.  Y esto es lo de menos. Para realizar su sueño  de ser mujer sin rostro Salambó está dispuesta a renunciar al cielo mismo, pues es sacerdotisa de Tanit. Tanit, la Luna que cada noche brota de entre las aguas  del Mar Egeo y visita a la exuberante y hermosa Salambó en la terraza de su elevado palacio... Tanit la diosa, se percata que Salambó, su sacerdotisa, la espera sobre esta terraza, como todas las noches, pero que su pensamiento está ahora lejos en el tiempo. Su pensamiento es ocupado por el recuerdo de aquella noche en que el atrevido Matho, el general de los mercenarios al servicio de su padre, escaló borracho las paredes del palacio y robó el velo sagrado propio de las sacerdotisas de la diosa Tanit....Salambó ya no ve a su diosa. Recuerda la noche que a escondidas dejó el palacio y fue hasta la tienda del guerrero entre las arenas del desierto para rescatar su velo. Recuerda también que lo que encontró, además de su velo, fue su cuerpo y su alma, porque el guerrero también soñaba con llegar a ser un hombre común  y corriente junto a Salambó....Llegar corriendo a su trabajo y checar su tarjeta antes que se le agotaran  los 15 minutos de tolerancia. Regresar cansado por las tardes a su casa. Jugar un tiempo con sus hijos. Por las noches disfrutar un rato, antes de irse a acostar con Salambó. Con eso seguramente soñaba el fiero guerrero Matho...Esto sucedió hace varios miles de años. Cuando Cartago y Roma se enfrascaron en prolongadas y cruentas guerras mediante las cuales se disputaban el liderazgo del mundo conocido... Desde entonces, como hoy, Tanit sigue iluminando cada noche el lugar donde una vez estuvo la terraza del palacio en el que esperaba la sacerdotisa Salambó.
Carmen guardó silencio. Estaba emocionada. Toci sin detenerse volteó a ver el rostro de Carmen. La instaba con ese movimiento a seguir su relato. La otra seguía con la mirada lejos en el tiempo.
-         ¿Y luego qué?- apremió Toci
- Tanit recuerda el final, pues aunque los astrónomos ahora digan que la Luna sólo es un cuerpo celeste, ella es una diosa y recuerda a su sacerdotisa Tanit...Matho y sus guerreros acaban por revelarse contra Amilcar Barca, el padre de Salambó, pues la paga ha dejado de llegar. El señor de Cartago fue observando cómo los ejércitos mercenarios, con Matho a la cabeza, se iban apoderando de la situación de Cartago y decidió empezar a debilitarlos. Contrató a otros mercenarios. Fortaleció a su ejército cartaginés y se puso eventualmente de acuerdo con su enemiga Roma. Empezaron una serie de guerras intestinas en la que la victoria y la derrota se alternan de un bando y de otro. Tan brutal y denso es ese batallar de los ejércitos, que en ocasiones no se sabe si se trata de un relato de amor o de guerra o cuál es el fondo de qué...Finalmente Matho es apresado y un día se le obliga a caminar, cargado de cadenas, entre el pueblo de Cartago. Todos, hasta los niños, las ancianas y las mujeres jóvenes, quieren golpearlo, morderlo, rasguñarlo, sacarle los ojos o arrancarle un jirón de carne o un mechón de cabellos. Quieren vengar los sufrimientos que el guerrero ha ocasionado al pueblo...Luego de caminar varias calles bajo la furia de la multitud, Matho es ya solo una horrible masa llena de sangre que aun se mueve. Ya debía de haber muerto porque  nadie soporta tal castigo, ni siquiera él, que es un guerrero muy fuerte. Pero algo lo sostiene aun. Con la poca visión que le queda, pues alguien efectivamente le ha hundido las uñas en los ojos, busca, busca, busca... Por fin divisa en la distancia a Salambó. Está sentada en el alto templete que se había levantado para presidir desde ahí el espectáculo de la muerte del mercenario. El señor de Cartago, su padre, y los sacerdotes, la rodean. Matho no logra alcanzarla. Muere al empezar la escalera que lo conduciría hasta Salambó. Así fue como el pueblo  de Cartago se vengó de Matho, el aborrecido general de los mercenarios. Pero algún tiempo después, cuando los principales dejan el templete, Salambó no se mueve de su asiento. Ha tomado, a propósito, en su copa de vino, una pócima y también ha muerto...De esa manera Salambó y Matho no pudieron realizar su sueño de llegar a ser personas sin rostro, vulgares y rutinarias. Felices de reproducir día con día la mecánica social. De llevar a sus hijos a la guardería. Murieron como héroes. No llegaron a vivir juntos para siempre. No se pelearon y se contentaron como todas las parejas. No envejecieron. No tuvieron hijos. No supieron de devaluaciones de la moneda. Los dioses no les concedieron el privilegio de haber sido humanos comunes y corrientes. Salambó no pudo escuchar los berrinches de su hijo al pedirle un dulce...
Luego de una pausa Toci dice:
- Si hubiera vivido un poco más, Salambó se hubiera percatado de las reglas del juego que hay para la mujer. Un organismo internacional para el desarrollo de la mujer acaba de aprobar más de diez millones de dólares destinados a ampliar la participación de la mujer para la región americana, mediante lo cual tendrá más libre el camino  para ascender a cargos de dirección en la vida pública y en la civil del continente. Pero al mismo tiempo otro organismo distinto lleva a cabo programas de austeridad. Estos a la postre resultan desfavorables a las mujeres del mundo, ya  que somete sus derechos económicos y sociales, mediante el resultado de restringir las posibilidades de acceder a la salud y a la educación... Por eso hay mujeres campesinas sin esperanza. El juego democrático de los organismos internacionales…
- Los ejércitos de hombres y mujeres en los institutos de investigación, laboratorios y aulas que trabajan en silencio, como hormigas - comenta Cork -, se parecen más a la mujer de Amecameca.  Para ellos  no hay reflectores. Eso querían ser Salambó y Matho, pasar desapercibidos pero, efectivamente, algo o alguien no se los concedió...
El supertifón Haiyan ha dejado sin casas a un millón de filipinos y se dirige a Vietnam con una velocidad de 390 kilómetros por hora. Las noticias dicen que los árboles son arrancados de raíz y vuelan como proyectiles de arma de fuego causando muertes entre la población que trata de ponerse a salvo entre las cortinas de agua que llega de arriba de los lados. Funcionarios de esa región alertaron que más de doce millones de habitantes están amenazados de peligro mortal y un millón de personas ya han abarrotado los refugios acondicionados por el gobierno. La población mexicana se ha movilizado en todo el país por medio de voluntarios para enviar toneladas de víveres, ropa y medicinas a la Cruz Roja  y a la Media Luna Roja. Hay sitios de acopio por todo México y la gente solidaria acude presurosa a auxiliar a las poblaciones asiáticas castigadas por Haiyan.
-México tiene todavía una gran reserva de espiritualidad.
- ¿Por qué dice eso?- pregunté.
-Los mexicanos saben que mucha de esa ayuda se quedará en casa de algunos voluntarios, que jamás llegará a Filipinas y, sin embargo, no pierden la fe en que la ayuda llegará a su destino y siguen aportando recursos hasta en dinero con cuentas que para tal fin se han abierto en los bancos.
En el patio de una casucha destartalada con paredes de madera, de la orilla oeste de la población, cinco individuos platicaban demasiado alegres en tanto se pasaban una jícara con pulque que probaba uno, se limpiaba con el dorso de la mano la boca, y le pasaba la jícara al otro que tenía  cerca. Como los argentinos toman de una sola matera, así los mexicanos pulqueros beben de una misma jícara. Saludaron con cortesía al ver pasar a los alpinistas. Alguno de ellos se acercó un poco al grupo para invitarlos a tomar un sorbo del vino del maguey. Estos declinaron también con amabilidad y siguieron sin detenerse. Una tabla rústica pendía un poco ladeada de la destartalada puerta de la estancia. En ella se podía leer: ”Bar Malcolm Lowry”, y más abajo: “Hoy: curado de piñón”.
En una calle algunos puestos expendían comida. Empezaban a prepararse para la hora en que la gente sale a la calle a caminar por ocio o bien en dirección del templo. En uno se anuncia “pozole”, en otro “pancita” o “sabrosos tacos”. La gente ya se arremolina en algunos de estos puestos y hacen su pedido. Los perros andan entre los pies de los clientes. Otros animales esperan respetuosamente a prudente distancia que les fuera arrojado el resto de algún bocadillo. “Sanborn´s” se llama el puesto de quesadillas por donde pasábamos.
Toci dice sarcástica:
Amecameca está metida de lleno en la institución  del sexo y el amor formalizado, el desayuno, la comida, la cena. La preocupación económica, el eterno ir de compras de víveres para el desayuno, la comida y la cena. Lavar los trastes del desayuno, la comida y la cena. Luego están  los niños, cambiarlos de pañales, cinco veces al día. Alimentarlos, la escuela, el tedio... ¿Qué pasó con la señora Thea Elvsted luego que dejó al juez, su imposible marido, por Ejlert Lovborg? ¿Con Emma Bovary que para huir del doctor Carlos Bovary, su rutinario marido, hace el sexo con su amante León, mientras el carruaje los lleva a toda carrera por las calles de Rouen?
De una cantina salen a la noche helada de Amecameca  las notas de Joaquín Sabina: “Más triste que un torero al otro lado del telón de acero”.  La cruz luminosa del templo principal brillaba destacándose en el cielo de la noche. Al verla, Toci dijo, dirigiéndose a Cork:
-Supongo que en este  momento Clemencia se encuentra viajando a través del cúmulo de galaxias de Coma. ¿Radiación, polvo, gas, cuerpos menores y materia oscura?
-Yo también pienso que  eso pudiera estar sucediendo.
- Qué te crees. Ha de estar en su lindo cuartito de Kumarila, encerrada bajo siete llaves. Toda temerosa de la vida. Entre tanto absorbe su pestilente olor de las varitas de incienso que quema. Si fuera copal sería diferente.  Cuando te vuelva a ver esa tía te dirá que viajó entre la materia intergaláctica y pasó por los géiseres color de rosa de Tritón, la luna de Neptuno. Elevarse por medio de la meditación, caer arrastrado por el karma negativo, retroceder hasta la animalidad alejándose de lo humano. A continuación volver a elevarse por la purificación o mediante la abstinencia “total de todo”. En ocasiones me parece, al escuchar su cháchara, que estoy oyendo a Nietzsche y no a Krisna. Deberías volver a leer a Aristóteles. Si supieras cuántas ideas modernas de nuestros días se encuentran ya en los libros viejos de aquel filósofo. Te sorprenderías.  No se puede pasar la vida meditando. Hay que vivir entre el mundo. Para alguien nacido en estas latitudes resulta clara la expresión de, saber  ver pasar el agua del río. Las cosas que suceden en el tiempo.
- Estuvo bien que no viniera.
- ¿Por qué?
- ¡Dos mujeres en conflicto juntas...!
- Puedes  jurar que al primer descuido tuyo la arrojo de cabeza por la pared del Abanico.

- Te creo.










                                 35

Teníamos ya tres semanas de estar acampados literalmente sobre el vacío. La gran repisa oeste de la pared norte del Abanico, en el Popocatepetl, es amplia y caben holgadamente las seis tiendas individuales y la tienda-comedor. El declive hacia el abismo que presenta el piso lo nivelamos construyendo una plataforma horizontal, con la nieve que apisonamos hasta tener una superficie endurecida y estable. A 4,900 metros de altitud es un trabajo agotador. Disponíamos de nieve y hielo en abundancia para prepararnos alimentos y tomar café. Había comunidad por la proximidad de unas tiendas con otras. Aunque con frecuencia la niebla espesa y helada  llenaba de tal manera la montaña que cada quien quedaba aislado en su refugio de tela. Si alguien se asomaba, aun en pleno día, podía muy bien no distinguir la otra tienda que se encontraba a solamente un metro de distancia.
 No obstante, felizmente hemos seguido practicando el automatismo social. Dos del grupo escribían en el valle. Cork de divulgación científica y Benito Ramírez de poesía. Al menos esos dos eran doblemente rutinarios. ¿Si no, cómo iban a escribir? Cork, además (siempre lo repite), lee casi dos docenas de  libros al año. Eso no se puede lograr si se carece del hábito correspondiente. Además de leer revistas cuidadosamente seleccionadas y escribir notas como un obseso. ¿Se puede imaginar semejante rutinario? ¿Y que también sea vulgar? cómo podría “bajar” alguien la información científica  al nivel del vulgo si no conoce en carne propia el público al  que está dirigida la publicación, sus realidades, sus posibilidades.  El trotacalles de Coyoacán lo decía de manera sencilla: ¡Nadie puede dar lo que no se tiene! Es el determinismo platónico de la reminiscencia, decía Carmen. Pero también la ambivalencia de lo bueno y lo malo en el individuo. El medio social va a determinar, como regla general, si llega primero el asesino, el académico  o el santo. Cork tenía una  particularidad   y era que  no podía  leer más de cinco ejemplares de diarios en el año. Los noticieros televisivos y los rumores  en la calle eran suficientes  para estar  enterado de lo de ese día. Es una abstracción en la que casi se pierde de vista el pretérito y el tiempo que está por venir. Los políticos y los artistas se disputan las primeras planas.   Aseguraba que los   libros  no requiere esfuerzo particular. Que se leen entre sorbo y sorbo de café negro americano. Lo que hay que investigar es por qué la gente no los lee. Carmen lo entendía. Había leído, por dos veces en su vida, la obra completa de Poquelin, deliberadamente lo más despacio que pudo, a razón de diez hojas por día durante un año. Cinco páginas para la Biblia en el mismo lapso de tiempo. Cork hizo lo propio, a  dos páginas diarias, con la Divina Comedia. ¿Alguien puede imaginar semejante adaptación a la rutina? Era el grupo más empedernido de rutinarios que he podido conocer.
Por tres semanas escuché, justo pegado a mis orejas, a Charlie Parker. Leyendo, platicando, escribiendo, o dormitando, Carmen escuchaba  a los históricos del jazz pero el que siempre volvía era Charlie Parker.
- México es un país en el que muchos escriben y pocos leen - dijo Carmen -. De alguna manera se encuentra  impulso para la edición y para la creación literaria, pero no para la lectura.
-¡Pero qué vas a vomitar sino comes?-dije de manera poco romántica. Ella siguió:
-Frente a esta realidad todo esfuerzo editorial va a ser titánico. Nada más en la Universidad Nacional (verdadera editorial a nivel continental) se publican tres títulos cada día, lo que arroja algo así como nueve millones de ejemplares al año, esto si nos sujetamos al criterio de sólo mil ejemplares por edición. Como sea, tengo la impresión que es una magnífica editora pero no tan buena como distribuidora.  
-No pienso lo mismo-dijo Cork. El año pasado  la universidad le había publicado un libro de técnica alpina. A cada grupo de esgrima, futbol, karate, natación o lo que fuera, le daban cien ejemplares para llevar al destino de la competencia. En tan solo un mes cinco mil ejemplares  se repartieron por el planeta llegando simultáneamente a Sídney, Argentina, China, Alemania…
- La Secretaría de Educación Pública, a su vez, tiene su producción editorial. Está la industria editorial “de la calle” y, a todo esto, es necesario   agregar el aporte editorial de importación. Casi es deslumbrante lo que se imagina uno que hay en el mercado de los libros. Nada más en la última Feria Internacional del Libro, que se llevó a cabo en el Palacio de Minería, en febrero, en la exposición  se exhibieron libros de 600 editoriales en 500 módulos...Y, sin embargo, es sabido que no se lee. Claro que los otros leen como unos verdaderos condenados. Como si  de ello dependiera su salvación.  Por comodidad de representación se dice que se lee un libro por individuo al año como promedio. Pero sólo es una forma de decir. Millones y más millones de mexicanos jamás tuvieron un solo libro en sus manos. Se podría alegar que hay más lectores de periódicos que de libros, pero esto tampoco salva el día. En Japón hay varios diarios con 8 millones de ejemplares diarios cada uno. En México entre todos los diarios  hacen apenas dos millones. Ahora hay más lectores por eso del Internet, se dice, pero  el lector de línea es alguien que tiene prisa y lee rápido.
- Es cierto eso que siempre dices: otro poco y nos regresamos al Neandertal.
- Y también es verdad que la obligación que esto suceda, que la gente lea, es responsabilidad del Estado a través de las escuelas y sus programas. Pero también es  responsabilidad de la familia inculcar en los niños el hábito de hacerlo. Así que ya pueden todos los ejércitos de escritores de este país y del mundo escribir y escribir, y exponer en las Ferias de Libros
- Deja de estar quejándote - dije-. Mejor platícanos  algo de lo que hayas leído a últimas fechas.
Reunidos en la tienda –comedor, tomando una taza de café casi hirviendo, nos contó algo   de Jasper
 Dijo que  es considerado, junto con Heidegger, su contemporáneo, de los  filósofos alemanes destacados de mediados del siglo veinte. Se le tiene como uno de los inspiradores de los movimientos existencialistas de la época. Los tirajes de sus libros rebasaban el millón de ejemplares. Sus obras se han traducido a más de 20 idiomas. Varias Fundaciones culturales en el planeta llevan su nombre.  Fue psiquiatra de profesión  y en ese terreno tiene un lugar reconocido...Sin embargo es incoherente en su filosofía. Contiene hipótesis que con frecuencia se contradicen. Cuando Nietzsche dice que Dios ha muerto, mil páginas más adelante sigue diciendo que Dios ha muerto. San Agustín asegura que Dios existe y mil páginas más adelante sigue diciendo que Dios existe. Con Jasper no sucede así. Siempre salta a la vista la imposibilidad que tuvo para conciliar las cosas.Al leer  su obra podría uno asegurar que es un libertario y, sin embargo, como hemos visto, tiene influencias fuertes de Plotino, el último neoplatónico pagano.
La actividad que nos ocupaba mucho tiempo era fundir nieve para obtener agua. Entre tanto se caldeaba la tienda - comedor. Por fortuna llevamos el suficiente alcohol líquido y en pastillas para tal cosa. Juan Mereles y Benito Ramírez habían subido prácticas y poderosas estufas a base de tanquecitos intercambiables de gas. Después preparábamos alimentos y comíamos. El desayuno era a las diez y la comida a las tres de la tarde. Por las noches, temprano, nos reuníamos de nuevo para cenar algo ligero. De vez en cuando permanecíamos charlando hasta la media noche. Esto es inusitado si se piensa que, con quince grados bajo cero, aun antes de que caiga la noche ya no se tiene algo que hacer y hay que darse prisa y meterse a la tienda. En la base de la montaña, a la altura de Tlamacazcalco, seguramente habrá cinco grados  pero el viento que cubre eternamente a la pared lo enfría todo, por algo se llama  “Abanico”.
 Con rocas de desprendimiento y nieve como argamasa construimos una letrina tan lejos como hemos podido del campamento. Hasta la acción de visitar la letrina era a la hora acostumbrada del día. O después de la cena.
-También José Ingenieros iba al baño a la hora acostumbrada, en tanto escribía contra la rutina - dijo Toci.
A un  metro de la tienda de Cork empezaba un precipicio de mil metros que acababa en el fondo de la cañada Nexpayantla. Eso hacía que, en ocasiones, sobre todo para las maniobras nocturnas, extremáramos las precauciones. Instalamos,  para tal efecto, un hilo de plástico en derredor del campamento. El que lo brincara podía dejar de pertenecer al mundo de los vivos, sin más trámite.  Nieve dura de los cinco mil que no cambiará su constitución hasta el siguiente verano. Esto nos había permitido, como he señalado, nivelar pequeñas plataformas para las tiendas con una ligera inclinación hacia adentro, en contra del vacío. De esta manera podíamos dormir confiados en que no despertaríamos en pleno vuelo entre la helada noche surcando el precipicio. Para más seguridad, puesto que un ventarrón inesperado a esas alturas de todas maneras podía llevarse a alguien con todo y tienda, al disponerse a dormir, cada quien en lo individual, ataba a su cordeleta de cintura la cuerda que estaba fija en el exterior a una clavija hundida en la roca del piso. Por lo demás, a Cork no le inquietaba dormir al borde del precipicio. Estaba acostumbrado a los vivacs. En hamaca, dentro de la tienda especial para vivac, o bien oscilando sobre estribos. Otros vivacs los  habíamos pasado, él y yo, sentados en alguna pequeña repisa, colgando los pies en el vacío. En la Oeste del centinela de Milpulco y en la repisa de la norte de la Rosendo de la Peña, en Hidalgo, arriba del pueblo de Chico. De tal manera que poder dormir en posición horizontal y dentro de una tienda y un sleeping, era casi un lujo.
En las mañanas sobre la pared del Abanico estábamos entumecidos, a pesar de nuestros excelentes sacos de dormir. No sentíamos frío pero sí una enorme necesidad de movimiento después de catorce horas de permanecer acostados. Por la mirilla de las tiendas podíamos ver en el fondo la cañada, llena todavía de la noche cerrada. En los niveles intermedios, no obstante, a la altura del Adoratorio Nexpayantla, una luz plomiza y  helada empezaba a revelar el paisaje. En cambio en  el horizonte la alta cúpula blanca de la Iztaccíhuatl se había teñido ya de rojo. Entonces dábamos gracias a Tezcatlipoca Chichiltic (Sol Rojo) por asistir a nuestras necesidades de calor y color. Invariablemente Benito Ramírez  decía a la misma hora:
- Es de mal gusto la idea que el Sol se debiera a Faetón, y a su torpe manejo de riendas imposible de conducir un carro, tirado por caballos dando tumbos por la Vía Láctea.
Valles inmensos del oeste y del este, vistos desde aquel parteaguas natural,  hacían más elevada la cordillera de altos aparatos volcánicos en la que nos encontrábamos acampando. Estos lugares habían visto, a lo largo de los milenios, surgir esplendorosas civilizaciones del maíz de la cultura náhuatl. Pegadas profundamente al proceso generatriz de la Tierra. Junto a los dioses había diosas. Junto a los caudillos había caudillas. En las guerras de expansión y en las de contracción las mujeres peleaban disputándose palmo a palmo la victoria o la derrota. Estaban en los frentes de guerra o en la retaguardia preparando la ropa, los víveres y las medicinas para los combatientes. O recibían a los heridos que regresaban de la Banda de Guerra y los curaban o los enterraban. En ocasiones nos preguntábamos cómo se había llegado a la situación de separar las actividades del hombre y las de la mujer. Esta es una tierra profundamente identificada con el proceso generatriz. En la cronología nahuatl hay más diosas que dioses.
-Y todas a cumplir sus tareas- dijo Toci-. Sin perder el tiempo como las conflictivas diosas del Olimpo.
- No solamente esta tierra – comentó Carmen- Truman Capote  conoció una mujer que era propietaria de una granja de serpientes, a una muchacha que trabajaba en el departamento de policía de Miami, a otra que era buceadora profesional de grandes profundidades y el mejor mecánico de coches que conocía era también una mujer.
- Las de Tlamatzinco – dijo Cork - eran dueñas de esclavos o pasaban a ser esclavas. Según las vueltas que diera la guerra.
Carmen recordó que en México las diosas habían seguido el proceso de convertirse en vírgenes y después en heroínas.

En Tlamatzinco, en pleno corazón del desierto, los hombres de edad son los que dan las pautas de conducta. Dialogaban entre ellos y luego, mediante una plática fraterna, como quien charla en la sobremesa, daban a conocer su manera de pensar. Y eso era la ley. Pero hay una legislación silenciosa, implícita, instintiva, que desarrollaban las mujeres. En los tiempos antiguos, cuando el ejercicio principal del grupo era la guerra, empezaban a tener hijos antes de los quince años de edad. Hombre que moría en la guerra, y mujer que fallecía en el parto, eran considerados los habitantes naturales del Tlalocan, junto al Sol. El Tezcatlipoca Chichiltic de los mexicanos, el Kitzigiata de los kikapúes y el Wakantanka del sioux. Cuando llegaron los tiempos de la agricultura y  después los de la industria, su primer hijo lo tenían tardíamente y paraban en seguida la fertilidad. Entendieron que los frentes de guerra ahora tenían la modalidad de la competencia académica y tecnológica. Pero que para ello se necesitaba buena alimentación. Esto sólo se podía lograr, con los escasos recursos de que disponían, teniendo pocos hijos. Había familias que tenían uno, otras dos. Las de tres ya se consideraban irresponsables. Pero no era un móvil utilitario primordialmente. El gran amor que sentían por los hijos les hacía procrear pocos. La cuestión de fondo era si querían traer abundante número de obreros o pocos para que fueran líderes. Las estadísticas gustaban comparar la fecundidad de las mujeres del campo con las de la ciudad. Estas tenían todavía menos hijos debido a un mayor nivel de escolaridad. De niñas habían ido a estudiar al Calmecac. Unas estaban en contacto diario con la tierra y los procesos generatrices y las otras ya no. Las del campo observaban de cerca la esterilidad de la tierra. Las de la ciudad podían ser dotadas de maíz y carne  conseguidos en lejanas tierras mediante el trueque o la guerra y, no obstante, seguían disminuyendo su fertilidad. Pero no por atender a necesidades básicas de fondo si no por verse bonitas y no perder la competencia por el hombre frente a otras mujeres más jóvenes. Las del campo, en cambio, seguían siempre atentas con el crecimiento armónico respecto de los recursos de que disponían. Las mujeres hopis de Tlamatzinco, en ese tiempo al que nos estamos refiriendo, redujeron su natalidad y ampliaron de esa manera las perspectivas de sus niños. 




                                                                                





         36

Después de la reunión del café de la calle de Tacuba decidimos esta salida. Necesitábamos aclimatarnos a la altura y ese  era el objetivo de que estuviéramos acampando cerca de los cinco mil. La semana anterior habíamos salido de la ciudad de México. Emplear “mucho” tiempo para aclimatarse en tanto se va subiendo de manera gradual y, a la vez, beber abundantes líquidos que contengan sales necesarias para el organismo, es el arma secreta para luchar con éxito frente al molesto y peligroso fenómeno conocido como mal de montaña o puna. ¿Pero cuánto tiempo debe de dedicársele al proceso de la aclimatación?
Benito Ramírez: -. Ni siquiera lo sospecharíamos. Para nuestra manera de actuar, en la actualidad, parecería que mucho, otros dirán, al conocer el dato, que eso es demasiado.
Juan Mereles: - Es cierto. Hasta ahora nuestro pragmatismo en la manera de hacer  excursionismo nos ha arrojado a hacer antes que indagar. Pero tampoco aprendemos de nuestra experiencia. Existe una abundante y bien documentada bibliografía dedicada al proceso de la aclimatación a la altura, pero poco caso le hacemos. El resultado es que en ocasiones los resultados han sido desastrosos.  Y como ignoramos a qué se  debió lo anterior quedamos expuestos a volver a protagonizarlo. Todo buzo sabe que no puede sumergirse de manera indefinida en las profundidades del mar. Llegado a cierto nivel deberá utilizar oxigeno, ese metaloide que forma la parte respirable del aire, que lleva en los tanques. En la alta montaña no es lo mismo, pero es extraordinariamente parecido. Quizá la diferencia estribe solamente en el tiempo en que se presenta la obstrucción de los pulmones y el cerebro en un caso y en el otro. En el agua el resultado es fulminante en tanto que en la altura la asfixia es paulatina, lenta, por horas o por días. Aunque en ocasiones se da de manera violenta en un solo día.
Benito Ramírez:- Los ingleses en los Himalayas  fueron los primeros en recurrir al empleo del oxigeno. Eso fue suficiente para que otros no lo usaran y probar de esta suerte la mayor resistencia racial y hasta nacional. No se olvide que esto se da en el marco de la espectacular competencia nacionalista europea del primer tercio del siglo veinte. Después ya no supieron distinguir el por qué, el cuándo y el para qué y acabaron por avergonzarse de la utilización del oxigeno. Y como se trataba de llegar primero a la cima que los otros, tampoco atendieron con seriedad  el fenómeno fisiológico de la aclimatación  gradual a la altura. Eso se dio en los países europeos.
Juan Mereles: -Los alpinistas de los países indoamericanos lo único que registramos de esta polémica histórica fue, por una parte, que no deberíamos utilizar oxigeno y también que había que llegar antes que nadie a la cima. Lo más rápido posible. Los alpinistas que vivimos en los dos mil doscientos metros de la ciudad de México salimos por la mañana de casa y, hacia las tres de la tarde, ya estamos en los cinco mil cuatrocientos cincuenta y dos del Pico Mayor del Popocatepetl. No sospechamos que esto en lugar de figurar en los anales del alpinismo poco le falte para ser inscrito en la psiquiatría en su apartado del suicidio. En efecto, el resultado ha sido un sinnúmero de lesiones físicas, accidentes mortales y traumas psicológicos por habernos topado con un muro invisible sin haberlo podido franquear de manera natural. No es nada extraño el espectáculo que ofrecen los alpinistas debilitados gravemente por la altura. Otros estarán vomitando. En ocasiones, es cierto, bastará que empiecen a perder altura para que todo vuelva a normalizarse en ese organismo. Pero se dan casos que el enfermo deberá ser trasladado de emergencia a algún hospital a efecto de salvarle la vida. Como no hay en la actualidad la infraestructura necesaria de primeros auxilios, en los albergues mexicanos, en alguna ocasión el alpinista agoniza y muere a la vista impotente de sus compañeros. Pero si consigue salvarse este individuo difícilmente volverá a la montaña. Aun el que pasa por la experiencia de vomitar, difícilmente regresará. No obstante el muro invisible había que franquearlo de cualquier modo ya que algunas empresas alpinísticas se mueven  en el marco de lo utilitario, no tanto del romanticismo alpino. Fue cuando se empezaron a frecuentar los fármacos al margen de la supervisión médica. La facilidad que da la carretera que va de Amecameca  a Tlamacazcalco, debido a nuestra imprevisión  en el asunto que estamos tratando, permite que de manera casi suicida  nuestro organismo supere un kilómetro  y medio de desnivel en menos de una hora, cuando deberíamos de hacerlo en una semana. Lo mismo sucede con la carretera que va de Orizaba  al Poyahutecatl, vía Coscomatepec.
Toci -. Este asunto de la adaptación a la altura debería ocupar un sitio secundario, por así decirlo, para un escalador de alta montaña. A él no tendrían que distraerlo  los prejuicios que se han desarrollado  en torno a tal asunto. Su misión es resolver cómo superar aquel diedro, la pared de hielo o bien el extraplomo  que se encuentra en la ruta que se ha propuesto  recorrer. Para ello tendría que apresurarse  a aceptar, con toda humildad o disciplina, lo que la ciencia médica  recomienda que sea pasar con responsabilidad por un tiempo suficiente de aclimatación. Además, como dices,  beber muchos líquidos con sales propias del organismo,  que se han desechado mediante el sudor y, de manera  programada, recurrir al oxigeno.
Juan Mereles: -. En México la alta montaña empieza  en los cuatro mil metros sobre el nivel del mar. Concepto meramente convencional. En otros países lo más elevado de su alta montaña  se encuentra en los tres mil. En tanto que en América y en los Himalayas  hay poblaciones situadas arriba de los cinco mil. En el mismo Altiplano Mexicano  muchos alpinistas  vivimos en los dos mil doscientos metros de la ciudad de México, o más arriba, como Amecameca o la ciudad de Toluca, en tanto  otros en la escasa  altura del Puerto de Veracruz. Para los primeros la alta montaña empieza  a partir de los cuatro mil  de Tlamacazcalco  en tanto que para los otros, los tres mil en los que se encuentra situado el  caserío  de Jacal, ya es alta montaña. De esta manera tenemos que la exigencia  a los ritmos de adaptación  a la altura son diferentes  en cuanto el tiempo requerido. Los alpinistas del lado veracruzano son los que muestran más comprensión  de este fenómeno. Empiezan a caminar desde  los mil ochocientos de Excola. Para cuando alcanzan el refugio de Piedra Grande, en los cuatro mil doscientos sesenta metros, de la ladera norte del Poyahutecatl, ya han pasado varios días. Otros, de manera deliberada, hacen el doble de tiempo. Al final su organismo está mejor adaptado  para emprender el asalto final a la cumbre.
Toci: - Los habitantes de la ciudad de México llegamos por la mañana a los cuatro mil de Tlamacazcalco en vehículo, empezamos a subir, alcanzamos la cumbre mayor del Popocatepetl o de la Iztaccíhuatl y por la tarde de este mismo día ya estamos de regreso en Amecameca para la hora de la merienda. ¿A quién le importa si fue mediante los métodos ortodoxos o no que su corazón resistió? Llegará  el tiempo que el oxigeno pueda ser llevado de manera tan practica en la mochila, como se lleva una lata de atún. O que en los refugios de la alta montaña  haya tanque de oxigeno  a la mano, con la misma facilidad que en las terminales de autobuses por una moneda obtenemos una botella de refresco. Y en el terreno intelectual se acepte la idea de lo recomendado por la ciencia médica en lugar de lo reprobado que es el doping. Entre tanto, todo mundo haría bien en dedicarle más tiempo a su ascensión, que el concedido en la actualidad.
Benito Ramírez: -. Un amigo mío, Juan Sánchez, de Orizaba,  sube a la cumbre más alta  del Poyahutecatl  siempre que se lo propone partiendo desde el Puerto. Un día llega por carretera a Orizaba, mil doscientos, al día siguiente continúa a Excola, mil ochocientos. Aquí empieza a caminar. Sigue Tlacotiopa, dos mil cuatrocientos. El cuarto día lo emplea  para llegar a Jacal, tres mil. La quinta etapa la destina para alcanzar el albergue de Piedra Grande. El sexto día sube a la cima, cinco mil setecientos, y regresa al albergue. Si alguien creyera que los seis días empleados en subir cinco mil setecientos metros de desnivel para el alpinista veracruzano es suficiente tiempo, o hasta demasiado, en su búsqueda de lograr la necesaria aclimatación, también está equivocado. Todavía se necesita más tiempo. Los expertos en estos asuntos de oxigenar los pulmones, frente a la altura de la montaña, consideran que es necesario establecer zonas de aclimatación que abarcara cada una de ellas mil quinientos metros para ser superados en  una semana.  Esto de subir rápido es más complejo de lo que suponemos  - agregó -. Tiene  que ver con nuestra escasa información de cómo se comportan los procesos fisiológicos en la medida que nos introducimos en las cotas elevadas. Pero también del tiempo de que disponemos para lograr esa adaptación. Como está planteada aquí la cosa se antoja propia para jubilados o para aristócratas. El factor económico, el tiempo...El psicológico juega un papel de mucha importancia. Está relacionado con nuestro lado andrenalínico que se llama machismo.
Toci, que era una experta en esto de la montaña, agregó algo en tanto señalaba hacia la Iztaccíhuatl:

- Pero seguramente lo que tiene mayor peso es el aspecto filosófico. ¿Qué es para nosotros la montaña? ¿Una pista de carreras en la que tratamos de aliviar carencias existenciales? ¿Sustituto de una reafirmación en lo social y en lo sexual? ¿No podría ser un mundo con el que quiero convivir en un ritmo sin prisas? Cruzar la línea de los refugios occidentales de la Iztaccíhuatl, arriba de los cuatro mil, en dos semanas, en lugar de dos días... Subir la pared norte del Abanico en dos semanas, a través  de roca inestable, vientos poderosos y helados y cruzar repisas llenas de hielo y nieve en lugar de dos apresurados días... Levantar la tienda de campaña en el Corredor Superior del lado oeste del Pecho de la Iztaccíhuatl y descender varios días después... ¿Quién sabe de lo formidable que es vivir una semana en la cumbre de la Pezuña, aguja del Circo del Crestón, al oeste del pueblo de Chico, Hidalgo? Instalar tu tienda. Ponerte cómodo y leer y escribir. Por las noches contemplar las luces de los pueblos que brotan en la gran sima más allá de Chico...Y luego el sol que se anuncia...




         37

En el refugio El Queretano pasamos Cork y yo dos días. Suficientes para acabar de habituarnos en esas alturas por eso de la producción de glóbulos rojos en nuestra sangre. Las literas son de tablas rasa y está heladas.
-¿Cuántos árboles tuvieron que  ser derribados para contar con la madera necesaria y construir este refugio. Cuantos microsistemas de animales tuvieron que emigrar, adaptarse o morir…
Riverdance eran las notas  que llenaban el refugio. Cork estaba ya acostumbrado a mi música celta. Así como yo me había acostumbrado a su monótona  música de tambor de la Gran Chichimeca. La primera vez, en el trascurso de una competencia de bebedores de cerveza, pedí a los jueces que pusieran música de Irlanda. Casi estuvo a punto de perder el primer lugar del certamen. Abrió los ojos desmesuradamente al escuchar las gaitas, se atragantó y estuvo a punto de morir ahogado. Ahora me dice “pon la música de las gaitas”.
 Una mañana   nos internamos por los corredores  de la base hacia el oeste. Atacamos la pared de roca del principio del Helero que a la sazón se encontraba recubierta por una capa delgada de hielo. Superamos treinta metros verticales de roca helada para luego cruzar, tallando escalones en el hielo, hacia la derecha, en una extensión de diez metros. Llegamos a la gran repisa oeste en la que pensamos instalar  el campamento. Nos llevó buena parte del día subir hasta ahí. Fue necesario fijar cuerdas en el trayecto y dejar varios estribos. Con ellos  facilitaríamos a los otros la subida en la que deberían cargar con el acarreo de las pesadas mochilas y tiendas de campaña. Esa primera noche la pasamos los dos en nuestros sacos de dormir y metidos en una sola bolsa para vivac.
Al día siguiente, con la llegada de los otros, nos dimos a la tarea de levantar las tiendas. Para la segunda noche  estábamos bien instalados. Contábamos con las  comodidades que cabe esperar en una expedición vertical de este tipo.
Carmen, Toci, Benito Ramírez, Juan Mereles, Cork y  yo componemos el equipo. Todos ellos, con la excepción de Carmen, que en realidad no era gente de montaña,   corrían cinco kilómetros en el valle o en las montañas, cada tercer día, desde la edad de diez años.  Al volver al valle se perdían haciendo rutinas, como los demás hombres sin rostro entre la multitud. 
- Hay voluntades de acero en los individuos que  mantienen en movimiento a la ciudad, día tras día, y a través de los siglos- comentaría Toci a la hora de la cena -. Tal disciplina no puede evitar, aun sin proponérselo, destruir los nervios de algunos de sus componentes sociales. No pueden resistir mucho tiempo los que consideran a la rutina una cárcel psicológica.
Toci era una excelente escaladora de roca y nieve. Había subido con Cork la norte de las Goteras, en la Sierra de Pachuca, arriba de Chico, el invierno anterior. En realidad tenía una fuerte tendencia a estar cerca de él. De sólo verlo se generaba una química en su organismo que la mantenía cerca. Llevaban dos temporadas escalando juntos en la cañada de Nexpayantla. Levantaban su campamento en Cruz de Coyotes, en el fondo mismo al pie del amplio frente rocoso del  oeste. En las mañanas subían caminando por las primeras laderas, cuerdas al hombro, y se pasaban el día resolviendo los problemas de sus afiladas y frágiles aristas.
Comían en algún descanso los víveres que cargaban en sus mochilas de ataque. Toci bebía vino tino que llevaba en una botella de plástico y su compañero  jugo de espinacas. Si Toci insistía que bebiera de su vino, el otro contestaba: “¡No porque con el vino me da por violar muchachas bonitas como tú!” Ella hacía como que lo forzaba  a beber y éste a resistirse hasta que los estribos en los que estaban parados amenazaban con caer. Entonces se calmaban. O bien le decía, llena de picardía. “¿Nunca lo has hecho sobre estribos, con doscientos metros de vacío bajo tus botas?”. “No porque se me enfría el trasero”contestaba. Era el momento en que él   daba un tirón a la cuerda y le gritaba “¡Sigamos subiendo!”.
 Una vez en Cabo Rojo, en el suroeste de Puerto Rico, nadando en el Mar de las Antillas, “cubierta” Toci con la más audaz de las tangas, había visto  todo su esplendoroso cuerpo  color bronce. Sus movimientos eran descaradamente eróticos cuando  sentía que el otro la observaba. “Tan fácil y delicioso como eso para que la vida de un hombre empiece a complicarse”, se decía para sí.
Otras veces iban a la pared de la Torre Negra. La subían o efectuaban alguna travesía horizontal hacia la derecha o la izquierda. Bajaban al atardecer. Encendían una fogata en la orilla del riachuelo de deshielo. Asaban carne y tomaban café negro americano. Cuando se les hacía tarde escalando bajaban al albergue de Tlamacazcalco y al día siguiente descendían al campamento de la cañada. Cabellera negra larga (que controlaba haciendo dos trenzas y luego anudarlas  bajo su barbilla), senos formidables, alta como su compañero, era la muchacha india más hermosa que yo haya conocido. La temporada pasada habían “hecho” el Corredor Superior Oeste del Pecho de la Iztaccíhuatl. Dos semanas más tarde instalaron un campamento de cinco días en la cumbre más alta de la montaña.
-¿Por qué piensas en Clemencia si tienes junto a ti a Toci - le pregunté en una ocasión - . No puedo imaginar una mujer más afín para ti que ella. Además te seguiría hasta el mismo infierno. Es la versión de la mujer guerrera en tiempos de paz.
Su respuesta me hizo  mirar algo que nunca había visto:
- Te equivocas. Fíjate en sus bellos ojos asiáticos y en su mirada de coyota. En ellos puedes ver que tiene en el alma una fiebre que no lleva mi nombre. Su obsesión se llama “escalar”. Clemencia, vagando por los espacios siderales, en realidad está más cerca que Toci.
Era cierto. No resultaba raro que Toci emprendiera sola la ascensión a la Iztaccíhuatl o al Citlaltepetl. Permaneciera dos o tres días en sus albergues antes de descender al valle. En esta ocasión había subido de primero de cuerda por el Helero, para asegurarse que las cuerdas dejadas por nosotros el día anterior, estuvieran en orden y los estribos, en los que descansaría Carmen, no se encontraran demasiado lejos uno del otro. Y de líder había subido no menos de quince buenas rutas en el flanco oriental del Chiquihuite y otras tantas en el macizo de los Frailes, en la región de San Jerónimo, Hidalgo.
                                                                    
Eran montañistas experimentados. Las maniobras en la escalada, desde que abandonaron el refugio El Queretano, las habían llevado a cabo con entusiasmo y habilidad. La niebla, ligera y helada, pasaba por los corredores de la base para hundirse enseguida en la sima de Nexpayantla. Cuando se hubieron aproximado les enviamos las cuerdas para ayudarles a subir el equipo.
Carmen estaba maravillada. Su mundo era el hábitat de los lugares tropicales y con temperaturas promedio de los treinta  grados arriba del cero. Pero ha mostrado una enorme voluntad y se ha metido con decisión al escenario de la roca y la nieve de la alta montaña. Nuestra lenta marcha de aclimatación le ha servido bien. No ha sufrido molestias por efecto de la altura. Sus mecanismos de adaptación han respondido de la mejor manera a las bajas temperaturas a las que también se ha ido introduciendo con éxito. De México habíamos salido a la Sierra de Pachuca y acampado, de hecho vivaqueado, en la primera repisa de la pared sur de los Panales. Con esto nos colocábamos en los tres mil metros de altitud. En la estancia en Amecameca habíamos descendido a los dos mil seiscientos. Después nos dirigimos hacia los cuatro mil de Tlamacazcalco. Para cuando llegamos a El Queretano, se encontraba ya familiarizada  con este helado ambiente de manera aceptable.
Clemencia, que inicialmente mostró la intención de tomar parte en esta salida de aclimatación, y conducta de grupo, no pudo venir. Un programa de meditación y práctica yogui en el convento benedictino de Ahuatepec, en el Estado de México, puesto en marcha a última hora por los guías de Kumarila (la meta era pasar varios días en catorce ciclos cerebrales), le ha impedido acompañarnos. Cuando estábamos en Amecameca habló por teléfono  al hotel en el que nos alojábamos. Pidió que la disculpáramos. Nos esperaría para cuando regresáramos a la ciudad de México. Emprendería junto con el grupo la salida para el monte Tlaloc al empezar la travesía hacia el Teocuicani. Sabía de la participación de Toci y, al despedirse le había dicho a Cork: “¡Me saluda a la salvaje!”
- Esa muñequita de aparador no podría sobrevivir en este lugar dos días seguidos. Ni con todo el poder   que dice que tiene en el ombligo - expresó en cierta ocasión Toci mientras cenábamos en un restaurante de Amecameca, refiriéndose a Clemencia. Lo dijo abiertamente, como si se encontrara sola. Y para nada le importó lo que de ello pensara Carmen, su prima. En ese momento Cork daba un sorbo a su café negro americano. Por lo visto tuvo que pensar para decir con cuidado un comentario: 
   - Pocas mujeres pertenecen a la montaña como tu, Toci.
Pero Toci  estaba molesta. Sólo contestó: 
   - No me vengas con esas. Esa mujer no es otra cosa que una muñequita de aparador. Me gustaría verla hacer sus necesidades básicas en pleno campo. O pasar tres semanas en las montañas, sin bañarse, y ver qué cara pone cuando todo empieza oler a perro muerto.
- La subestimas. Cuando escucho a Clemencia suelo hacerle bromas, pero la verdad es que esa mujer es  movida por grandes inquietudes filosóficas. Habla de Buda y yo recuerdo una y otra vez lo que le leí a Porfirio que decía su maestro Plotino.
- ¿Qué era?- pregunté.
- Que el alma es capaz de progresar por medio de la purificación. Porque el término de su progreso es llegar hasta lo Uno absoluto e inefable, el verdadero Ser, al cual todo aspira. Agrega que esta es una manera de desprendernos de nuestro ser para aumentarlo confundiéndolo con la divinidad ya que con esta ascensión aumenta el valor existencial del sujeto.
Toci respondió casi iracunda:
- Sí, ya sé todo ese enredo. La manera de abandonar el Ser e ir hacia abajo, prestando nuestra atención a los seres falsos, a las impresiones engañosas de los sentidos y  a las ideas que de ellos derivan. Al mundo de la forma, a la ciencia y al arte mismo, hay que agregar. Todo esto es del no ser, del de abajo, del que carece de esencia, del que es vacío. Todo esto lo encierra  la palabra materia. Propiamente lo que en la actualidad llamamos  no desear. Pero no puede ocultar que  cuando te mira el color escolorido de su cara se pone encarnado. Y su respiración se agita y sus pantaletas se inundan. Lo sé porque soy mujer.
El otro ya no contestó. Guardó silencio. Siguió comiendo. Por lo visto conocía a Toci. Dice que recordó un diálogo que había tenido con la krisna el mes anterior en la que Toci había estado presente.
- Puede reírse - había dicho ella dirigiéndose a Cork -, pero quizá le interese saber que mi viaje anterior fue a las Pléyades.
Lo había tomado por sorpresa.
- ¿Las Pléyades?
- Así es. Ni más ni menos. El paraíso de los mexicanos mesoamericanos.
- Afortunada - había acertado a decir  con dificultad.
- Si no lo cree tal vez le diga algo que en las Pléyades hay más oxígeno y hierro que en otras estrellas.
- ¡Interesante! Eso quiere decir que son de formación más reciente con respecto de otras estrellas...
Era una píldora más difícil de tragar que un balón de futbol para Toci que no tardó dos segundos en decir:
-Vergüenza debería de darte. Creer en la reencarnación, como fin de purificación de pasadas culpas, es como llevar un letrero colgado al cuello que diga: “¡Cuidado, esta tipa es una malvada!”.
Clemencia, que veía venir el golpe de “la salvaje”, hacia dos segundos se había desconectado de este planeta y ya viajaba por la constelación  Toro. Por mi parte recordé a Unamuno que advierte, en su novela Dos Madres, que el hombre que tenga que ver con dos mujeres será triturado como un haz de hierbas entre dos engranes de acero.
-Ni siquiera Sócrates se salvó de esos dos engranes-comenté-. Uno se llamaba Jantipa y el otro Diotima. Prefirió la cicuta. Una era filósofa y la otra mujer de hogar que le gustaba ir de chisme con las del mercado. Pero para el maestro fueron engranes de acero que lo trituraron como un haz de hierbas.
                                                                  
Manejo del jumar. Curiosidad técnica que ellos mismos rechazaban. En la pared de la base del Helero los otros han instruido a Carmen en el sentido  que habían venido a escalar, no ha subir por cuerdas como si estuvieran en la pista de un circo. Cuando Carmen llegaba a un estribo se tomaba un descanso y seguía al otro estribo. La pared recubierta de hielo le helaba las manos y por  la altitud sentía que se ahogaba. Benito Ramírez, que se  encontraba en la parte superior, la guiaba cuidando el orden de las cuerdas. Juan Mereles desde abajo le hacía indicaciones de las maniobras que debería ejecutar.
Cuando la vi aparecer en el borde de la repisa me pareció estar asistiendo a algo conmovedor. La perturbadora criatura que había conocido en el cálido mundo de El Pinar ahora avanzaba hacia mí, en tanto jalaba su cuerda y se desplazaba por la nieve al borde del precipicio. Estaba envuelta en su chamarra de plumas. La pañoleta amarilla cubría la cabellera con algunos carámbanos de hielo que se habían adherido en su caída de las partes superiores del Abanico. Cuando pudo hacer alto me miró fijamente, en tanto exclamaba:
- ¡Oh, increíble! Creo que después de haber superado esa pared sobre el vacío, podré seguirlo hasta el fin del mundo. Diez veces estuve a punto de soltarme…
Escuchamos a Toci que le dijo a Cork:
-  ¡Encantador! ¡Yo llevo años siguiéndote  hasta el fin del mundo!
-Cuando te busco andas en Patagonia o en Alaska…De vez en cuando María García, que como tú es mujer de expediciones alpinas, me dice que te vio en alguna parte.
El verano argentino anterior Cork había intentado una primera en la pared sur del monte Amehgino. Su compañero de cordada era Antonio Buendía Sánchez. Un excelente escalador de alta montaña, sin doping, de la ciudad de Pachuca. En el centro de la pared subieron  las pendientes nevadas de la base con la idea de trazar una directísima. Todavía avanzaron unos cien metros por la roca negra e instalaron hacia los cinco mil el primer vivac. Estaban en plena forma y resolvían sin mayor contratiempo lo que les iba presentando la montaña. El tiempo se mantenía estable. El viento fuerte y helado soplaba durante cortos intervalos y luego se suspendía. La temperatura alcanzó, en la madrugada, debido al viento que les pegaba de lleno, treinta y cinco grados por debajo del cero. Pero su equipo de pernoctar era excelente y ligero. Ambos disponían de una tienda individual. Pudieron instalarse cerca uno del otro y se cubrieron suficientemente con la misma manta delgada que hacía la primera protección contra una eventual nevada. Y contra las ráfagas del viento. Después estaba la tienda y luego la ropa de plumas. Al otro día  siguieron subiendo por una especie de gran diedro. La idea era desembocar en una enorme flecha nevada que iba a terminar en la cumbre más alta de la montaña. Casi al final del día una piedra desprendida por el viento aplastó dos dedos de la mano derecha de Antonio. Realizaron el segundo vivac. El dolor era intenso y Cork decidió el regreso por la mañana. Su compañero se resistía. Quería seguir a toda costa pero no sabían qué les esperaba y Antonio no estaba en condiciones de seguir. Volverían para el año siguiente. Todo el día lo emplearon en efectuar descensos por la cuerda hasta alcanzar las grandes pendientes nevadas de la base. Hacia la noche alcanzaron las tiendas del campamento base en los cuatro mil y cerca del arroyo de deshielo que baja del Glaciar de los Ingleses, en el noroeste del Aconcagua.
Ya desde lejos en el descenso  pudieron ver que ahora había cuatro tiendas, en lugar de las tres que habían dejado. Disponían una para cada uno y la tienda - comedor de modestas dimensiones pero suficiente para albergar enseres y a tres o cuatro individuos.
 Era Toci que  había llegado el día que emprendieron los otros la ascensión. Salió un día antes con retraso de la ciudad de México. Pero entonces estaban suspendidas las relaciones diplomáticas entre México y Chile y eso la obligó ir hasta Buenos Aires. De ahí emprendió el regreso hacia el este. En Córdoba no pudo encontrar vuelo inmediatamente y se vio obligada a esperar al día siguiente. Esto fue lo que la retrasó. Al verlos regresar preparó bebidas calientes y dulces para cuando llegaran y una sabrosa comida.
Su espíritu de escaladora se adaptó inmediatamente a la situación. Algo les había obligado a que emprendieran el regreso. Con dos días que Cork descansara, emprendería con él el segundo ataque a la formidable pared de nieve, roca y hielo. Pero cuando estuvieron cerca y vio la mano herida y ya muy hinchada de Antonio, entendió que al día siguiente debían emprender el largo regreso por la cañada de los Guanacos y luego por la de las Vacas, hasta llegar a Punta de Vacas. En este lugar los militares darían los primeros auxilios en tanto lograban llegar a la ciudad de Mendoza.
                                                                    
Con título de maestría en  la Universidad Nacional, y atenta a los cursos de actualización, Carmen seguía de cerca el pensamiento moderno. Pero dos cuestiones me tendrían positivamente encadenado a ella. Una era una especie de magia que rodeaba a su atmósfera personal y familiar. La otra una devoción que profesaba a sus antepasados. A su cultura .Y estaba atenta que su presente no se desviara del tiempo pretérito. El futuro empezó ayer, solía decir. En el mundo de la causalidad no hay un primer golpe que eche a andar todo, como sí lo hay en teología. Sólo que decir presente resultaba complicado. Como en toda cultura que está enriquecida por el sincretismo. No es sencillo descifrar a Teotihuacan y,  de manera un tanto imprecisa, por lejana, a la del continente negro, por la que sentía un particular interés. Cuando fui a buscarla, la primera vez a su casa de la isla, y en tanto esperaba en la sala instalada en el corredor abierto, observé un nicho en la pared cercana. La oquedad había sido preparada para aquella representación de unos treinta centímetros de alto. Se trataba de una estatuilla Bena Lulua, de pie, femenina, de ancestro. Toda negra, de madera preciosa, pulida, con escarificaciones en la frente. Pequeños senos descubiertos, con solo un breve taparrabos y cuello alargado. Y cuando di el primer trago a una bebida refrescante que ella había ordenado que me llevaran, me percaté de lo singular del vaso. En realidad se trataba de un tarro, de madera. Era una preciosa cabeza de un personaje negro. Creí identificarla con la fabricación de los Ba- Kuba, que tenían su ancestral fabricación en la región del Congo Belga.
Con el tiempo quise saber el  criterio de Carmen  respecto del matrimonio. Me contestaría con una parábola: “Los castores ponen mucho afán por construir su presa para hacer un estanque. Pero su trabajo debe ser mayor por conservar esa represa. Esto cobra relevancia en estos tiempos donde cualquiera se puede divorciar hasta por Internet: ”Deposite tal cantidad de dinero en la cuenta del despacho de abogados tal y en tres días recibirá su certificado que está divorciada aun sin que el cónyuge lo sospeche, cuando se le notifique ya no podrá recurrir  a ningún recurso de apelación”.
Con la pared del Abanico deshaciéndose por la erosión sobre nuestras cabezas, luego de dos o tres sorbos a su café negro, Cork volvió a perderse en el fondo de su bolsa y reemprendió la lectura de un libro que llevaba  a todas partes.
- ¿Qué le es-pregunto Carmen.
-Una novela.
-¿Quién es el autor?
-Faulkner
-¿De qué trata?
-De un abuelo y su nieto que llevan tres días  buscando una vaca que se les perdió…
Carmen se preparó una taza de café. Afuera la nieve azotaba con fuerza a la pared del Abanico. Se puso cómoda entre las mochilas. Con un movimiento de las dos manos se cubrió parte de la cara con la boina de lana. Guardó silencio. Después levantó la vista hasta el sitio desde donde yo la miraba:
Pensaba en Triest Island. Como algunos le dicen a La isla del Carmen. O Isla de Tris. Isla de la Tristeza.
- Es absurdo que a un lugar tan bello alguien pueda ponerle el adjetivo de triste.  Pienso que debió haber habido una época en que en ese lugar se sufrió mucho...Pero no era eso... Dos días más tarde, que cuando nos conocimos en El Pinar, volvió Alejandro Bautista Jiménez.
No me era desconocido por completo el nombre pero no acertaba a identificarlo
- ¿Quién es?
-         El marinero que nos contaba de la guerra de España. Siguió haciéndolo. Al final se quedaba inconsciente de borracho sobre la mesa. Entonces le pedía a mi tío Juan que ordenara lo llevaran a su hotel. Yo los acompañaba para que todo se realizara en orden. Al salir seguía el ejemplo de usted. ¿Se acuerda? Ordenaba en la administración del hotel le llevaran comida para las primeras horas de la tarde. Volvió dos o tres veces. Después no apareció más por el lugar. La segunda vez me dijo que la división interna, que caracterizó a las fuerzas antifranquistas, fue tan profunda que ni antes ni después se pudo disfrazar este hecho. Los socialistas estaban en contra de los comunistas, estos en contra de los anarquistas y los libertarios en contra de los comunistas. Ocasionalmente se unían para repeler otro ataque de Franco o para tomar la iniciativa en el combate. Después se volvían a separar y atacar entre sí.
- En este punto el marinero se quedaba inconsciente debido a la cantidad de ron que había bebido. De nueva cuenta lo llevábamos a su hotel.






                                                                     
       

                               38

¿Había negros africanos en Mesoamerica?, me había preguntado Carmen  en una ocasión. Creo que más que indagar sobre cuestiones históricas quiso  semblantear mi posición respecto del tema. Lo que sabía yo al respecto era que algunos investigadores dicen que sí, que había negros. Sin embargo no entran en detalles y difieren para otro trabajo el análisis detenido. Recordaba que antes de llegar a Veracruz los españoles procedían del sureste mexicano. Venían de las Antillas a donde los europeos ya para entonces habían llevado algunos voluntarios y después esclavos negros capturados o comprados en la Costa de Marfil. Creen en remotas  travesías originales emprendidas por los mismos negros. Se habrían desprendido de las Islas Canarias, frente a la costa  noroeste de África, para recorrer el Trópico de Cáncer hacia el oeste y alcanzar las Antillas y de ahí introducirse al Golfo de México hasta el actual Campeche. Agregué que las cabezas colosales de la región Olmeca, en el sureste del país, han sido un argumento central en esta polémica en busca del origen de la tercera raíz del mexicano. Controversia que ha recorrido todos los niveles de nuestra sociedad con toda clase de criterios, muchos carentes de fundamento. Pero que un estudio cuidadoso desacredita todos esos supuestos de negros en Mesoamerica.  
Ella me contó entonces que el comercio con la artesanía de origen africano empezó a proporcionar piezas de elevado valor artístico. Desde hacía varios siglos en que las potencias europeas incursionaron en el continente negro encontraron máscaras, piezas de marfil y obras realizada en oro. Desde luego que el valor artístico era de calidad pero, ¿quiénes eran los autores? A los negros les pasó lo que a los indios americanos en el sentido que eran unos salvajes. La necesidad del invasor allá y aquí de justificar su proceder durante la guerra les llevó a la actitud de subestimar y negar lo que iba hallando. En ninguna parte abundaron los espíritus especiales de la talla de los españoles Fray Bernardino de Sahagún y Fray Diego Durán. Así el conquistador se encontró en la situación de aceptar grandes realizaciones en muchos órdenes como eran la arquitectura, pintura, escultura, astronomía... Y después parar en seco y preguntarse: ¿pero quién hizo todo esto? Y una vez que acabaron con los artistas lo que quedó fueron generaciones de productores de objetos de arte menor dedicados a satisfacer las necesidades del turismo. Con el tiempo, y como contraste, la pregunta persistía: ¿entonces quién realizó aquellas obras de arte negro? Empezaron las investigaciones serias. Gradualmente, con señalada dificultad, comenzando por los prejuicios raciales que siempre estuvieron presentes, fueron apareciendo testimonio de otra realidad. De un mundo que había sido destruido por propios y extraños.  Se encontraron antecedentes que al menos desde hacía doce siglos había empezado el tráfico de esclavos. Para tal efecto se armaron ejércitos de grandes tribus negras. Su objetivo era agarrar prisioneros y venderlos a las potencias extranjeras que necesitaban mano de obra esclava. Así fue como empezó una destrucción sistemática de todo orden social y artístico. Más tarde, investigando las cosas de África, los antropólogos europeos fueron encontrando cráneos pequeños australopitecos en Sudáfrica hacia los límites con el desierto del Kalahari. Se llegarían a considerar el verdadero eslabón perdido entre el estado simiesco y el humano. Por lo que el continente negro muy probablemente hasta haya sido, en efecto,  nada menos que la cuna de la humanidad. Es decir que los negros tendrían millones de años para ir desarrollando su manera de representar las cosas y las ideas a partir de la oscura animalidad. El desarrollo de la antropología que estudia los orígenes del humano es igualmente interesante como la cuestión del desarrollo, decadencia y desaparición del arte negro. Circunstancias externas, pero sobre todo internas, fueron destruyendo lo que se ha considerado la cuna de una alta cultura que supone fue no solamente original sino la original de aquellas latitudes. Y caminando a través de millones de años, hacia el norte, un día llegó a lo que ahora se conoce como Europa Central. Las máscaras, dijo, siguen confeccionándose en África. Son de orden utilitario y en algunos casos de uso ritual. Pero son más bien para satisfacer al turismo. Como sea, algo queda de lo original... A semejanza de  las figurillas que venden en la Calzada de los Muertos de Teotihuacán. Están hechas estas piezas  con barro de Teotihuacán, en Teotihuacán y por teotihuacanos…
                                                                     
En realidad era yo quien quería seguir a Carmen hasta el fin del mundo. Por lo que ni con los lentes oscuros para la nieve, estoy seguro, he de haber podido ocultar la emoción que me produjeron las palabras que acababa de escuchar de aquella mujer. Recordé a Cork cuando decía que el misoginismo es un fenómeno social propio de las ciudades. Entre los irritilas, kikapúes, hopis, navajos y los del Pueblo de la Lluvia, de Oaxaca, antiguos y actuales, el hombre de todas las edades gira en derredor de la abuela, la madre, la novia y la esposa. En las comunidades agrícolas el cordón umbilical es cortado al nacer pero sólo para ser substituido por otro más fuerte de orden emocional. La figura de la tierra como madre sigue vigente entre ellos. En cambio había observado, me decía una y otra vez, tanto en la ciudad  la economía de mercado los había echado a pelear a todos. La explotan en la fábrica, en el laboratorio y en la oficina, la prostituye y le hace hijos que después llenarán las calles en el total desamparo, debajo de los puentes del metro Taxqueña. Nada más en el país hay en la actualidad más de seiscientos mil niños que viven en la calle.  De esos pocos se salvarán
Me dije que Carmen era la criatura con la que bien podía vivir  la cotidianidad diaria por los años que me restaran de existencia. Siento que, aun después del brinco hormonal debido a la edad, suyo y mío, la vería entonces como en este momento la veía en la pared de roca y hielo en la cual nos encontrábamos. Tenía leves escarificaciones en relieve sobre las sienes. Era la primera vez que las veía. Como su pelo era corto se le destacaban bajo el borde de la pañoleta. De pronto eso le daba otra dimensión. Era como algo o alguien que llegara de muy lejos en el tiempo y  la distancia. Quizá era solo una idea mía porque en realidad ella había nacido en la isla del Carmen. Su familia, originaria de Campeche, al menos de los últimos quinientos años, se había establecido en la ciudad de México en los últimos años con la idea que después  Carmen se inscribiera en la Universidad.
En vacaciones pasaba los días en alguno de los restaurantes que su familia poseía en la carretera que va de la ciudad de Puebla hasta llegar al Puerto de Veracruz. No más allá. La excepción era su tío Juan. Éste había recorrido muchos puertos del mundo trabajando en los barcos de carga y durmiendo cada noche en los hoteluchos de los puertos con tres mujeres en una misma cama. Cuando llegó a la edad de cincuenta años decidió establecerse en la isla del Carmen. Se dedicó a lo que más conocía en la vida, después de surcar los mares. Al año siguiente abrió el centro nocturno de El Pinar. En solamente dos ocasiones yo  había hablado con el viejo marinero cuando estuve en la isla. Para la segunda velada me había dicho que su lugar contaba con las mujeres más hermosas que pudiera alguien imaginar. Las mulatas rebasan cualquier idea que los pintores, poetas y demás artistas pudieran tener de ellas.
Ya lo creo- dije señalando a una que pasaba en ese momento de aquel lado de las hilera de las mesas-. Podría asegurar que en el mundo no hay mejor trasero que ese-.Casi puso el grito en el cielo:
- ¡Cuidado hijo, esa es mi sobrina! Ella estudia en México y aprovecha algunas vacaciones para convivir en este lugar. Toma notas y hace algunas preguntas discretas a las muchachas. Después escribe y escribe...Olvídala. Voy a hacer cuenta que no te escuché.
Por supuesto que la olvidé. Cuatro o cinco días más tarde volvería a México. Sería hasta la noche siguiente que conocería al otro marinero, al de la guerra de España. Entonces la vida barajaría sus cartas de distinta manera...
De las  escarificaciones y otros detalles de su personalidad ella misma no tenía mucha claridad de su origen. Al menos eso creía yo. Era un tiempo que en los círculos académicos del país se sabía  el origen detallado del mestizaje del mexicano. Pero la gente del pueblo lo ignoraba. 
Por mi parte estaba seguro que, en tanto pasara el tiempo, si le pedía que me leyera completas las obras molierescas ella lo emprendería con gusto. Para Carmen sería la tercera vez en su vida que leyera la obra completa de Poquelin. Después le pediría que hiciera lo propio con Goethe. El francés y el alemán eran sus grandes amores. Tanto que en algún momento sentía celos de ese par de viejos escritores. Pero comprendí que los celos procedían de mi poco conocimiento que tenía de ellos. El Tartufo y el Fausto era todo lo que a la sazón conocía...
 La atraje suavemente por medio de la cuerda y besé  sus enormes y bien delineados labios. Me acordé de Desmond Morris. Y fueron suficientes dos segundos de esos pensamientos para que la descarga eléctrica que nos sacudía  derritiera la nieve que cubría nuestros rostros.


Una voz nos regresó al mundo vertical y helado en el que nos encontrábamos. Era Benito Ramírez que nos aseguraba con la cuerda desde el fondo de la repisa llena de nieve.
-¡Me estoy congelando y ustedes diciéndose cosas encantadoras! ¡Avancen!
-¡Ya vamos!
- ¡Hola Beni!- le dijo Carmen -. Qué gusto volver a verte! ¿Te encuentras bien?
- ¡Helado!
- Perfectamente. En cuanto pueda instalar mi tienda les prepararé una taza de café americano que esté humeando.
- Café negro americano – dije sosteniendo la manía de decir café negro americano.
- Entendido- contestó la muchacha que avanzaba sujetándose de la cuerda que le ofrecía Benito Ramírez.
Para más comodidad, Carmen dispondría de su tienda particular, como el resto del grupo. Eso le dejaría libertad para su asepsia diaria. Carmen misma decía que sólo los personajes del Quijote o de la Biblia no tienen necesidades fisiológicas pero que el viejo y encantador Montaigne es diferente. Montaigne hasta escribe la manera onomatopéyica de sus pedos. Lo hace con muchas pppprrrrrrr…  Tampoco Virgilio, Dante, Catón. y Beatriz- agregó-. En todo el tiempo que se la pasaron en el infierno y el purgatorio ni una sola vez fue alguno de ellos al retrete.
Al atardecer nos reuníamos en la tienda- comedor para cenar. En ocasiones les  comentaba que nos es difícil imaginarnos lo azul y bello que en realidad es el cielo visto desde la Tierra, como ahora lo vemos desde los casi cinco mil.
-  Hay siempre tantos volcanes activos en el planeta que están arrojando hacia la troposfera cenizas y gases.
 Nuestra despensa era sencilla. Leche en polvo. Se componía básicamente de pescado seco y papas. Llevábamos algunos  kilos de pescado fresco cada uno en su mochila. Las temperaturas bajo quince lo conservaría todo el tiempo que permaneciéramos en la pared. Y lo primero que hicimos fue enterrarlo entre un cúmulo de nieve. También llevábamos atún en latas. Poca carne roja. Cuando las papas cocidas  se  terminaron empezamos a freírlas. Toci era capaz de comérselas crudas. Siempre llevaba en su mochila de excursión dos o tres papas crudas. Decía que con esas podría alcanzar cualquier parte después que se le hubieran terminado sus provisiones. Lo mismo hacía con la carne cruda roja seca. ¡Sólo una mazahua podía hacer eso! Y nos advertía que en caso necesario podría esperar a que declinara el Sol y practicar, sin el menor remordimiento, en tanto miraba hacia el oeste, la casa de Tezcatlipoca - Kitzigiata - Wakantanka, una especie de sacrificio ritual y saborearse alguno de nuestros brazos o muslos.... ¡Carmen gritaba horrorizada! La otra se reía a carcajada abierta y “la salvaje “agregaba que en el caso de los hombres había más de donde cortar...
- ¡Cállate!- volvía a gritar Carmen.
Permanecer semanas en un sitio que no tiene más de cien metros por diez requiere de imaginación. Así fue como inventamos comentar sucintamente cada día una nota sacada del celular. Empezamos por la mano derecha a como nos encontrábamos después de la cena.
Mario Campos: Hay en la Ciudad Universitaria una exposición impresionante de Gunther von Hagens, sobre cuerpos plastinados. Es la singular experiencia de mirar hacia el interior de uno mismo…
Juan Mereles: Benita Ferrero Waldner, excomisaria europea, dice que Europa tendería que ser más humilde  con Latinoamérica… 
Mario Campos: Después de seis viajes a la zona y varios días de duras negociaciones, John Kerry, secretario de estado, de Estados Unidos, logra que israelíes y palestinos reanudarán en Washington negociaciones por la paz, interrumpidas  durante tres años…
Eulalio Rivera: Al menos cincuenta muertos  en una nueva tragedia de inmigrantes, frente a  Lampedusa, golpea a Europa, sobre todo al conocerse que una docena de niños murieron, al naufragar, en el canal de Sicilia, un barco carguero con doscientos cincuenta somalíes y otros de origen eritreo.
Carmen: Javier Gomá Lanzón se pregunta, en un diario español, ¿donde está la gran filosofía? Dice que en los últimos treinta años la filosofía ha desertado de su misión de proponer un relato  a la sociedad de su tiempo. Y que la Universidad se ha quedado sin iniciativa. La orfandad teórica ha permitido en otras formas  como la historia o la crítica a la modernidad. Falta la construcción de un ideal.
Cork: Louise Erdrich, considerada como la voz literaria de los indios norteamericanos, lanza, en su novela La casa redonda, un alegato contra la injusticia. Vive en una reserva y desde ahí escribe una obra literaria calificada como “deslumbrante”.
Yo: Se exhibe en la National Gallery, de Londres,  una exposición de pinturas llamada Frente a la modernidad: el retrato de la Viena de 1900.Contiene ochenta obras de la época previa a la Primera Guerra Mundial.
Mario Campos se revolcó en su sleeping. Pensamos que quería agregar algo a su intervención pero lo que le escuchamos fue:
¡Dejen dormir, ya no estén chingando con sus chingaderas.
En ocasiones, por la noche, cuando subía un punto la temperatura o el viento arreciaba más de lo habitual en esta pared norte que por otro nombre tiene “Ventorrillo”, se oye un bloque, enorme, a juzgar por el ruido de su impacto contra las repisas del sector del  lado este, que va rebotando hasta perderse en el abismo.
Carmen observa que nuestra gran repisa del sector oeste  está  más expuesta que ninguna otra parte a los desprendimientos.
-Nos caerían directamente, sin tocar pared, sobre nuestras tiendas.
-Has leído algo del novelista sueco Per Olov  Enquist-le pregunté.
-Sí. ¿Qué tiene que ver con los desprendimientos de rocas?
-En alguna parte de su literatura, creo que fue en un entrevista que le hicieron, dice algo que me gusta. Y no sólo eso, también me ayuda en las situaciones de tensión, y es su frase: “llevo 25 años viviendo de propina.”
Ninguno de nosotros pasa los 25 años de edad. Pero el escalador se asemeja, de alguna manera, a esos animalitos que nace por la mañana y por la tarde ya son ancianitos…En pocas horas viven intensamente.
-No me parece convincente eso que dijiste. Una roca de tonelada sobre nuestra tienda es una tonelada.
Luego de varios días de preparar alimentos  empezamos a estar de acuerdo en que el hombre carece de la necesaria fortaleza anímica para sacar adelante semejante rutina. “Sus mamis son las culpables, no los enseñan desde chicos”, decía Carmen. Cocer las papas requería gastar mucho combustible  a esas alturas sobre el nivel del mar. En espacios abiertos y tan fríos jamás lo hubiéramos logrado de manera satisfactoria. Traemos también chocolate en polvo. En un lugar tan helado, como la repisa occidental del Abanico, eran bien recibidas todas las calorías posibles. Pan negro. Cada quien dispone de un frasco de solución madre de espinacas. Con unas gotas en cada comida habremos logrado reponer el gasto que hayamos hecho de hierro, silicio, yodo, sodio y potasio. Además tenemos alga espirulina en pastillas. El mejor complemento alimenticio del mundo, aseguraba Toci. La carne roja seca la comemos  de vez en cuando (no queremos saber nada del acido láctico y del estreñimiento) lo menos posible, en el ánimo de obtener alguna variación del atún. Nuestra carta fuerte es el pescado seco.
Carmen saca sus brazos de la bolsa de plumas en la que se encuentra metida para protegerse del frío intenso y en forma melodramática empieza a gesticular en tanto dice: “me encuentro en el tercer círculo. En el de la lluvia eterna, maldita, fría y densa, que cae siempre igualmente copiosa y con la misma fuerza. Espesos granizos, agua negruzca y nieve descienden en turbiones a través de las tinieblas”.Espera que alguien haga algún comentario. Le indica a Cork que guarde silencio cuando éste hace el intento de hablar. Finalmente comprende que la lectura de la Divina Comedia es en los tiempos mexicanos actuales cada vez menos conocida. Después de esto habla Cork para decir lacónicamente:                                                                - Canto Sexto.
De vez en cuando, en algún momento de la charla de sobremesa, Cork nos pedía que hiciéramos un ejercicio de concentración. Decía que la escasez de oxígeno de la alta montaña, y el frío, hacen que la indolencia vaya posesionándose del estado de ánimo de los individuos. A tal punto que algunos se abandonan y cesan de hacer las cosas, aun las más necesarias. Y tenía razón. Era sencillo. Sólo nos pedía que pronunciáramos algunas palabras. Una era Tlahuizcalpantecutli, el nombre de Quetzalcoatl en forma de lucero de la mañana. La otra era rumpelstiltskin que le había leído en alguna parte a Truman Capote. Decir Popocatepetl o Iztaccíhuatl para un extranjero ya es un trabalenguas, lo mismo que para muchos mexicanos del norte o del sureste. Pero Tlahuizcalpantecutli ni siquiera los mexicanos del Altiplano, donde se habla el náhuatl, las tienen todas consigo en cuanto a su pronunciación. En lo personal se me facilitaba. Pero para la otra palabra tuve que descomponerla. Empecé con rumpel, luego stil y lo último fue más difícil: tskin. Se me hubiere facilitado un tl, pero ese ts... Después de dos horas de charla animada nos retirábamos a dormir. De esa manera satisfacíamos nuestras necesidades de convivencia y de soledad.
 -¿Y la vieja pregunta de si el escritor se hace o nace. Usted que está en ese mundo de las letras, qué cree?-le pregunté a Carmen.
-Creo lo que se dice,  que el individuo es como es .Y desde esa hechura prenatal  va ser su modo de escribir. Por eso hay tantos estilos literarios como escritores y subjetivismos hay en el mundo. Luego de eso me apresuro a decirle  que todos aprendemos  el cómo y el cuándo, de los filósofos y de escritores que ha habido antes que nosotros. Son los mismos temas desde los presocráticos pero eternamente reactualizados por las generaciones que viene llegando, según vayan necesitando los tiempos. Lo irónico es que ocultamos el nombre de esos maestros muertos. Me acuerdo de mi maestra que me enseñó  a pegar las letras hasta lograr convertirlas en una palabra. Se llamaba Genoveva Luisa Bracamontes Swan. Siempre que hay ocasión lo digo como una especie de homenaje o reconocimiento a su empeño por enseñarme a leer. También sé que Platón, Schopenhauer, Baltasar Gracián, Santayana y Jean Wahl me familiarizaron con el devenir y la dialéctica. Y más acá Homero, Virgilio, Santo Tomás de Aquino del brazo de Aristóteles, Goethe, Thoreau, Faulkner, Bukouski, Tom Wolfe, Norman, Mailer…Pero de estos callo sus nombres y hago como que soy original en esos terrenos. Me estoy refiriendo a la novela porque en el ensayo es obligatorio nombrarlos. En muchas tabernas intelectuales todo sucede en la generación espontánea. Y precisamente porque el individuo escribe como siempre será es por lo que escribe con autenticidad.
-¿Pero cómo se conoce a los autores que valgan la pena sentarse a leerlos sin importar el tiempo que haya que emplear en ello?
-Que valga la pena va en función de la inclinación existencial propia y los intereses. Pero si se quiere conocer el todo, y no sólo la abstracción, entonces hay que lanzarse al mar. Los  autores, de cualquier tema, se van refiriendo unos a otros. Hemingway se refiere al  escritor que  en su fama le da por hacer loqueras pero tiene que seguir escribiendo para mantener su posición, sus mujeres y demás, y entonces escriben bazofia.Que no hacen bazofia a propósito sino porque  tiene prisa. Porque escriben cuando no hay nada que decir o no hay agua en el manantial. Porque son ambiciosos. Entonces, sigue diciendo, una vez que se han traicionado a ellos mismos, se justifican, y producen más bazofia.
 Desde el principio de nuestra relación Carmen me exigió, con la manera de súplica, que nos escribiéramos al menos tres veces por semana. Comentando cosas triviales o las que consideráramos importantes. No se me escapó que era una manera sutil de hacer  que yo estuviera pensando en ella, o con relación a ella, de día y de noche. Pero ella dijo que era una vieja práctica en su familia y con sus amistades. Pero que a últimas fechas estas cartas físicas, o por Internet, se iban haciendo cada vez más espaciadas, en la medida que la gente prefiere ver televisión a la práctica de escribir.
Tres días más tarde Cork  sacó otra palabra que recordaba del teatro plautino y era “terapontígonoplatagidoro”. Cuando estábamos a punto de revelarnos nos dimos cuenta que esta palabra se nos facilitaba de manera extraordinaria en comparación  con la de “Tlahuizcalpantecutli”.¿Cómo era posible que pudiéramos pronunciar una que pertenecía a un idioma extraño a otra que era del náhuatl? Aun recordó otra palabra, también de Plauto: “tesaurocrisonicocrisides”. Fue la última que le permitimos. Entonces recurrió a otra manera de hacernos pensar. Recordando sus lecturas de los viejos griegos, nos decía cosas sencillas para provocar alguna clase de reflexión, como que en una época se llegó a creer que la existencia del tiempo se comprobaba por el movimiento. Luego de un rato alguien opinaba:
-         ¿Entonces mientras dormimos no transcurre el tiempo?
- Juan Mereles siguió:
- ¿Y si el tiempo se midiera no por los ratos de movimiento si no por los intervalos de reposo?
-Y Toci les seguía la corriente:
- ¿Y qué sucede si uno está durmiendo en su tienda y el otro está en pleno movimiento preparando la cena en la tienda- comedor?
Preferíamos escuchar a Carmen cuando decía que, la presencia de la mujer en el mundo intelectual, no empieza con Sor Juana. En el teatro griego de la antigüedad tuvo una actuación central, como personaje, no como autor, en el teatro de Eurípides, Aristofanes, Sófocles, Homero y Odiseo. Luego ya veríamos con  Shakespeare e Ibsen. Con aquellos   griegos era,  en  realidad,  un mundo femenino de mujeres y diosas. La mujer griega está desde el principio  en el epicentro del torbellino de la vida. Su destacada actuación se halla en relación con el cuadro familiar. Para bien o para mal: Ifigenia, Medea…
Mientras Carmen habla de los griegos creo conocerla mejor. En cierta ocasión me   habló de sus  antecedentes familiares, cuando  contó la ocasión que fue a escuchar jazz a la ciudad de  Luisiana. La familia de Carmen vivía en Nueva Orleans desde  siglos atrás. Había participado en la American Civil War desde 1861. A finales del siglo diecinueve sus bisabuelos se fueron a vivir a la Isla del Carmen. El 20  de agosto de hace siete años, jovencita, Carmen fue a visitar a  sus tíos. Tenía tres días paseando con sus primos y amigas de estos. Una noche fueron a bailar y escuchar jazz a un  centro nocturno de Nueva Orleans. Algo habían escuchado de una tormenta  que  se formaba  sobre las Bahamas y cruzaba Florida ya como huracán de categoría 1. El meteorológico le llamaba “Katrina. La gente siguió con su ritmo de vida de siempre. Cuando las autoridades dieron la voz de abandonar Luisiana ya el huracán tenía categoría 2. Los que pudieron abandonaron pero  cien mil se quedaron. Después de todos los diques que protegían a Nueva Orleans, de las aguas del mar, estaba diseñado para categoría  3. Pero fue la máxima categoría de los huracanes, 5, con la que Katrina hizo volar   los diques y se metió a la ciudad. El panorama durante horas fue destrucción y muerte. Carmen dice que  se encontró dentro en un  huracán verdaderamente infernal. Los techos volaban, los árboles se quebraban, las personas se borraban de un segundo para el otro  bajo las inmensas olas del mar que recorría las calles y el agua que caía del cielo, los vehículos desaparecían, los comercios eran asaltados, llegó la tropa para detener el saqueo pero alguien de las autoridades detuvo la acción de las fuerzas armadas diciendo que los saqueadores no eran delincuentes sino que buscaban  comida era para calmar el hambre de sus familiares. Carmen y su familia fueron de los muchos que salvaron la vida refugiándose en el superdomo de la ciudad. Al final se dijo la cifra de  dos mil muertos (pero que la cantidad real jamás se sabría) y una pérdida de doscientos mil millones de dólares.  
Fue cuando  me hice la reflexión siguiente: “La familia de Carmen luchó en la Guerra Civil de Estados Unidos bajo las órdenes del general Robert E. Lee…”
Mario Campos comentó, al oír el golpeteo de la nieve sobre las tiendas:
-Esta nieve que cae…Qué condiciones atmosféricas… diez kilómetros arriba de nuestras cabezas, qué concentración de humedad, qué temperaturas tan bajas, qué velocidad de caída ya convertida en hielo, qué fuerza de impacto al chocar con el doble techo de la tienda…
Toci se apresuró a fundir más nieve para preparar otra olla de café.   
 Se acurruca junto a Cork y le dice en voz baja:
-¿Lo has hecho a los cinco mil?
-¿El qué, te refieres a beber una taza de café?
-En serio.

- ¿A los cinco mil, con menos quince y casi sin oxigeno? Creo que ni porque fuera pingüino del Ártico lo haría.





                                        39          Una noche Carmen nos pidió que guardáramos un minuto de silencio. Eran las diez del 17. No sabíamos de qué se trataba pero, alzando los hombros, lo hicimos por solidaridad. Entendido que, lo que fuera, para ella resultaba importante. Después nos explicó:
- En este momento el mundo culto de todo el orbe está de pie y en silencio. El 17 de febrero de 1673 murió  Juan Bautista Poquelin.
 Toci habló en seguida. Cork temió que “la salvaje” fuera áspera en alguno de sus comentarios. Era capaz de decir, por ejemplo: “No guardamos silencio luctuosos por Nezahualcoyotl o por su contemporánea de Moliere, Sor Juana Inés de la Cruz, pero sí lo hacemos por uno de fuera”. Sin embargo hizo una observación que nos dio la medida de su cultura:
- Un año antes, el mismo 17 de febrero, había muerto Magdalena Béjart, ex mujer de Poquelin y actriz de mucho talento en la compañía del gran escritor – y añadió: - De Francisco Moliere, un escritor desconocido, y asesinado en 1625, fue que Poquelin tomó su apellido...
Puedo jurar que en ese momento Toci conquistó la simpatía de Carmen para siempre. Cosa que desaprobaría, para siempre, se prima Clemencia.
Benito Ramírez exclamó en tanto daba un sorbo a su café:
- Mujeres...
Media hora después, Toci dijo a Cork:
- Bien, querido. He terminado mi cena. Ahora quiero ir a tu tienda y que me leas un rato algo de tu espantoso  Milton, que ya ni los inglese lo leen.
Ellos dos habían pasado en la montaña semanas enteras, dentro de una pequeña tienda tipo iglú, en tanto afuera caía con violencia la nieve. Pero también Toci, para enorme desconcierto de su parte, y por indicaciones de Cork, había tenido que instalar su tienda individual. Furiosa le había reclamado en un principio, pero el otro fue directo:
- Es para que tengas mayor libertad en el espacio de la tienda, de por si  reducido.
 En su réplica, que fue instantánea,  pareció que tenía la intención de incluir a Clemencia:”¡Tu entiendes que esas delicadezas no van conmigo! ¡Además ya sabes que nosotras (se refería a las mujeres mazahuas) no tenemos halitosis!
 Ante la inflexibilidad del otro, decía iracunda, sin que en apariencia viniera al caso:
- Si hubiera venido esa porcelanita, al primer descuido de ustedes...
- Lo creo – había dicho Cork. Y añadió enseguida:- Dos mujeres celosas juntas... ni difuntas.
En ocasiones, al salir de la tienda grande, la niebla lo había cubierto todo. Además junto con la oscuridad no distinguíamos la ubicación de las tiendas. Ni veíamos tampoco donde empezaba el abismo. Para solventar ese inconveniente tendimos, desde el principio, un hilo conductor de plástico delgado que unía cada una de las tiendas con el comedor.
Las lámparas de mano solamente las usábamos en condiciones de niebla cerrada. Había el riesgo que en noches despejadas pudiéramos ser vistos desde Tlamacazcalco y que, tomándolo como señal de demanda de auxilio, se movilizaran los grupos de rescate del albergue. Subirían directos a Teopixcalco, en los cinco mil. Una vez ahí alcanzarían rápidamente la cumbre del Abanico, desde el sur, y quizá harían algunos descensos de cuerda para buscarnos. En esas maniobras podrían provocar desprendimientos de roca que de seguro caerían directas sobre nuestras tiendas.
Con frecuencia la niebla espesa (y helada) llegaba, por las tardes, del valle poblano y nos aislaba del mundo. En dos ocasiones cayó nieve durante toda la noche. Pero las tiendas, tipo iglú, estaban bien instaladas y cubiertas con plásticos delgados y resistentes, aparte de su cubierta o doble techo original. Escuchábamos pasar el poderoso viento de los cinco mil que se desgarraba en las aristas cercanas de la pared de sector oeste del Abanico. Alguna noche, cuando la niebla se mantenía lejos, podíamos ver al oeste el formidable espectáculo de la enorme ciudad iluminada en el fondo del valle metafísico.
-Diez millones de automóviles, cruzándola todo el día, despidiendo ingredientes químicos- observaba Benito Ramírez.
Cork: - Partículas diminutas de niebla y ozono que se meten en los pulmones. Asesinos silenciosos de viejos y de niños. Además de la ceniza del Popocatepetl.
Benito Ramírez: - Hace tiempo esa mezcla de niebla y humo costó cuatro mil vidas a los londinenses en sólo cuatro días...
Toci:- Pocos han encontrado la clave del misterio de convivir para sobrevivir. Si por lo menos siguiéramos el sabio ejemplo de las caras pálidas que utilizan bicicletas en sus ciudades.
Benito Ramírez:- Para las caras rojas eso no da nivel social. Por eso buscamos tener automóvil.
Yo: -El mundo necesita practicar la solidaridad. Pero para ser auténticamente sociable (como una colonia de morsas) primero hay que vivir en la soledad. Nadie ama tanto a la multitud que cuando se está de regreso de la soledad geográfica. Cuando regresamos del desierto de Altar…
Cork:-  Al día siguiente que regresemos de esta escalada iré al primer cuadro de la ciudad de México y disfrutaré caminando entre  sus calles atestadas de gente. O me tomaré dos cafés negros americanos en El “Jarocho” del centro de Coyoacán. Mientras veré a la gente pasar. Y tal vez tenga suerte y descubra una buena dosis de lo prosaico. ¿Quién se asusta de lo prosaico? Tengo un amigo que vive en las calles y duerme en las bancas metálicas de la banqueta de El Jarocho. Carmen:-¡Es el plancton social de donde extraen sus obras los poetas! ¡La naturaleza misma, un paso antes de la sublimación! O del anfiteatro anónimo.
Cork dijo que la apoyaba. Entonces Toci volteó hacia él y exclamó:
- ¡Loco!  ¡Déjate de tonterías y vamos a escalar en las montañas de la sierra norte del Valle de México. Después iremos una semana al balneario de Amajac, en Hidalgo. ¡Te mostraré un bikini de nuevo estilo! Más audaz que el que me viste en Cabo Rojo  de Puerto Rico. Y ya que tendríamos cerca los prismas   rocosos para  hacer algunas prácticas de  escaladas. ¿Qué te parece?
- Veremos- contestaba escuetamente el otro. Y agregaba: - Veremos, mujer audaz y sin halitosis.
Yo: - El valle metafísico es en donde cada individuo consume cuatrocientos litro cúbicos de agua al día.
Carmen: - Veinte millones estables de individuos. Ocho mil millones de litro cúbicos.
Juan Mereles: – Cinco millones de individuos en tránsito cada día.
 Benito Ramírez: – Consumiendo la mitad de agua sin pagar ni un centavo. De todos modos son mil millones cúbicos más. Es decir, nueve mil millones en total. Por ahora... Piensen en  cuando aparezca la mega ciudad México - Cuernavaca -  Pachuca -  Toluca...¡No quiero estar ahí!
Juan Mereles:- Antes se colapsará por falta de agua y exceso de maleantes en todas las esferas de nuestra sociedad. Espero no estar para ese día.
Toci: – En otros países consumen cien litros por persona...
 Yo: - Y lo que regresa a los acuíferos es siempre menos después de haberse utilizado.
Juan Mereles: – Por eso los edificios están perdiendo la vertical. Si no fuera por los gatos hidráulicos. Y las once mil ochocientas toneladas de basura que salen cada día.
Toci: - En esa sima llena de humo  viven los poetas y los pensadores...
 Carmen:- Persiguen mundo ideales que jamás serán alcanzados. En una  novela de Faulkner sus personajes  se la pasan buscando una vaca que alguien se había robado. Dos o tres poetas se la han pasado dando coses  contra el clavo de  la repetición  del hombre que gusta y vive en lo cotidiano. También hay filósofos que tienen lo suyo. No son pocos los  que, durante cuarenta años,  han asistido puntualmente a sentarse al escritorio de su biblioteca, a escribir contra la rutina.
-         ¿Es cierto eso?- preguntó Juan Mereles.
- Tan cierto como que Aristóteles está en el Limbo, según refiere Dante.
 Cork volvió a acordarse de su amigo Salim, que soñaba con poder juntar un millón de dólares para empezar el  trabajo por la democracia.
Nos comentó que le había preguntado en cierta ocasión: “¿Cómo empezarías tu gran trabajo por la democracia” ?
- ¡Con poesía!
- ¿Con poesía? ¿Cómo está eso? No entiendo.
Citaba en seguida  las palabras textuales de William Carlos Williams donde dice que las artes por lo general no son un escape ni es, esta escritura, una consoladora distracción. Es la guerra o parte de ella, sólo que un sector diferente del campo de batalla.
-  Los poetas escriben por inspiración, ¿para qué quieres un millón de dólares?
- Son unos verdaderos artistas, sin ellos este mundo estaría en el nivel de las vacas. Pero, ¿sabes? Los poetas también necesitan comer.


Una noche  nos encontrábamos solos en la tienda - comedor. Carmen me dijo que  le gustaría que conociera por sí misma su vida relacionada en El Pinar. Después de todo – dijo -, esto se ha estilado desde la antigüedad. No es nada nuevo. Y las más respetables religiones lo conservan como parte de su razón de ser. En el terreno de la psicología también es un gran  recurso.
Buscaba yo con la vista el plano de debilidad entre la lutita y la arenisca de la roca sedimentaria que tenía en la mano. La había arrastrado en mi mochila hasta aquel vivac en la pared del Abanico. Comprendí en toda su intensidad el momento emocional por el que pasaba.
– ¿Es necesario?
-Sí. Quiero hacerlo.
Me volví hacia ella. Con la lupa en una mano y el trozo de roca en la otra.
- ¿Para qué?...? “El humano es definido por sus acciones, no por sus recuerdos” lo dijo el mutante a Schwarzenegger en El Vengador del Futuro. En lugar de recordar el pasado mejor hay que planear el futuro.
Miraba yo en dirección de la Iztaccíhuatl en aquel momento. Cuando no le oí decir más  me volví para buscarla. Quizá había sido demasiado duro con sus anhelos de intimidad. Ella veía también hacia el norte, en silencio. Seguía observando la roca sedimentaria. Rascaba con mi lápiz una línea por demás marcada. Ella seguía ahí. En el recuerdo de El Pinar en tanto el viento azotaba la ropa ligera del vestido y lo hundía en su cuerpo.
- Quiero explicarle. Durante millones de años el limo se fue depositando. Es este lodo finísimo. Después, por varias probables causas violentas, un material más grueso fue bruscamente arrastrado hasta ser depositado sobre...Las conchas, plantas y semillas fósiles son testimonios de cuando los dioses del Popol Vuh ensayaban a formar a la humanidad. Casi al final hicieron hombres de madera, pero tampoco estaban satisfechos. Luego hicieron ozomatlis.
- ¿Ozomatlis?
- ¡Changos!
- Eso es muy occidental.
- El Popol Vuh se escribió antes que  Darwin naciera y como literatura oral es más antiguo.
Entendió mi estrategia. El recuerdo de El Pinar no la abandonaría pero ya empezaba a quedar atrás. Después de todo era el cofre de sus secretos. Con ellos viviría hasta los últimos minutos cuerdos de su vida. Si le agradaban o no le agradaban yo me encargaría de casi borrarlos. Fue una promesa que le hice en ese momento.
-Jean Wahl dice que nuestros recuerdos nunca desaparecen-dijo ella-. Pero usted tiene razón.  Hay cosas en el pasado de cada persona que le han proporcionado placer y felicidad. De hecho es lo que se llama experiencia. De no haber tenido nuevos horizontes se volverían a hacer, tal vez... Lo he conocido a usted... ¿Las rocas sedimentarias tienen sus leyes?
- Necesariamente. Tan rigurosas como las estrellas mismas. Si no se encontraran  ciertas características sería otro tipo de rocas. Pero no sedimentarias. Nahui Olin, la del Dr. Atl, observaba determinadas reglas para poder ser una Nahui Olin. La Madre Teresa de Calcuta respondía a otras.
Creía que, con toda probabilidad, Carmen debería haberse encontrado bien en el terreno de la filosofía, en lugar del de la psicología. A diferencia de otras mujeres, preguntaba. Hablaba y hablaba. Pero también guardaba silencio. Y aquí es donde era diferente de muchas mujeres. Sabía escuchar. En El Pinar Carmen había interrumpido con frecuencia al marinero para preguntarle ¿por qué en la guerra de España no habían hecho esto o aquello? ¿Para que la hicieron? ¿Por qué la hicieron? ¿Por qué los del Eje actuaron de manera tan contraria a ellos. ¿O ellos, los españoles de la república, ¿por qué no instrumentaron una política de convivencia con todas las posiciones si al final de todas maneras buscarían hacerlo a toda costa pero cuando ya todo estaba perdido para ellos? Alejandro Bautista Jiménez le explicaba y entonces ella escuchaba sin interrumpir.
 Fue cuando le oí decir:
- ¿Por qué me invita a mí y no a una chica diferente?
- La invito a usted precisamente porque en mucho  no es diferente a las otras chicas. Pero también porque tiene mucho de  distinta a las demás.
-Me encuentro como Kayam ante el acertijo. Mejor así – agregó -. Es una tarea donde hay que resolver cómo es posible ser como las demás pero a la vez diferente.
- O ser diferente sin apartarse de los otros.
- Creo que lo voy conociendo más.
Se acercó y me mordió la oreja derecha.
- ¿Participó en una competencia de bebedores de cerveza en China?
- Bebe hasta que los otros revientan, después cruza la calle y va a comer al restaurante de enfrente. Pide una sabrosa comida y una garrafa de vino.
-¡Vaya noticia!
- Jamás apueste contra un bebedor como él. Perderá.
Entonces le conté el origen casi mítico de su disposición que tenía  para beber cerveza. El mismo previene que todo aquel que levante un vaso de vino con la intención de beberlo tendría que saber que equivale a levantar un vaso lleno de nitroglicerina. Que debía de contar con las circunstancias que tuvo él cuando su nacimiento. Que había llegado al mundo bajo el signo de Ome Tochtli. Sus padres acudieron con el niño a los sacerdotes para que cambiaran tal destino. Uno de ellos, por iniciativa propia, no llevó a cabo el conjuro. Si no se cuenta con eso más le valdría no levantar jamás su vaso. Pagará cara la intención si persiste en su empeño. Conocerá de manera alternativa noches de exacerbada alegría y amaneceres de maldita agonía. Lo inutilizarán los reumas a temprana edad. Finalmente acabará en el manicomio.
- ¿A un escalador se le puede llamar “el rutinario de la audacia?
- Supongo que también a un torero, a un militar, al cirquero y al que limpia ventanas en los altos edificios.. Así es un hombre rutinario.


El tiempo tempestuoso prolongado ya había pasado y en la mañana volvía a salir el sol. En las estancias prolongadas en la montaña es donde la reproducción de las acciones humanas es de valor inapreciable. Todo alpinista que ha participado en una expedición fuera de su país lo sabe. “El espíritu de grupo” es la garantía de triunfo o de salvación. Algunos del grupo, y uno de ellos era Cork, habían practicado la escalada solitaria. Eso los hacia apreciar aun más el valor de la cotidianidad desarrollada por el grupo.
 Juan Mereles: -. Por desgracia nunca falta alguien que carezca de espíritu de equipo. Se aparta, se vuelve indolente e irascible. Murmurador. Vive del trabajo del grupo expedicionario pero se rehúsa a trabajar para el equipo. No ayuda a preparar la comida, no va por el agua. Sigue murmurando. Si puede (lo que hará en cuanto vislumbre la posibilidad que no hay peligro), abandona el grupo y regresa al valle, a la ciudad, al aeropuerto y al país de origen.
En el interior de nuestras tiendas, tipo iglú, encendíamos la lámpara o la vela y por un rato leíamos cuando dejábamos la tienda - comedor y nos retirábamos a dormir. Si la temperatura bajaba más de  quince grados encendíamos un minuto la pequeña estufa de alcohol. Eso era suficiente para que caldeara el ambiente en tanto conciliábamos el sueño. Las  temperaturas mínimas que se han registrado en esta montaña tienen un promedio de quince grados, pero el viento en la pared las hacía considerablemente más frías. En un país tropical como México eso es extraordinario.
- Con dos zonas polares en los extremos de este planeta de forma de huevo - decía Juan Mereles -, las otras dos zonas templadas de los Trópicos de Cáncer y Capricornio y la zona tórrida del Ecuador, lo más normal es que los vientos vayan y vengan.  Recorran el Abanico y le den su nombre, como si alguien, efectivamente, estuviera agitando constantemente un abanico.
 En cierta ocasión  me levanté en la madrugada. No podía conciliar el sueño. Fui a la tienda – comedor a prepararme un café. Vi luz en la tienda grande. Era Cork que estaba sentado entre mochilas. La boina de lana le cubría el rostro hasta los ojos. Al verme me recitó un parlamento y  con ello describía lo largo que parece las noches de los vivacs:
-Ni las estrellas de la Osa  cambian de sitio en el cielo, ni la Luna se ha movido del sitio por donde salió, ni Orión, ni Venus, ni las Pléyades caen sobre el horizonte. Todas las estrellas están inmóviles, y la noche no deja paso al día y al final dijo: Plauto fue el primero que dijo eso.
Juan Mereles, que también estaba ahí, se afanaba en verter el agua en un recipiente.
- Así es –dije -. ¿Me invitan una taza café? El frío está endemoniado. ¿Ya vieron lo estrellado que está el cielo?
- ¿En Europa se  toma más café que aquí?
-“Aquí” un individuo toma el equivalente a cuatrocientos gramos de “café cultural” al año, como promedio. En Europa quince kilos.
- ¡Romántico que está tu cielo estrellado - dijo Juan Mereles dirigiéndose a mi -. Y entre los espacios de estrellas y estrellas viajan diminutas bolsitas de plástico.
- ¿Qué bolsitas de plástico?- preguntó Toci que también se había levantado al escuchar la cháchara.
- Bolsas especiales en las que los astronautas defecan y luego las lanzan fuera de sus naves.
-¡Espero que, al menos, estén desparasitados!. ¡Con tanto polvo de excremento de perro, que vuela por nuestras calles, ya tenemos suficiente para estar con amibas todo el año!
Juan Mereles preguntó cuándo deberemos dirigirnos a Río Frío, para subir al monte Tlaloc, y empezar la travesía hacia el Teocuicani.
 - Tres semanas después que hayamos bajado de esta pared - dije.
-  ¿Por qué?
Bajando de este lugar debo ir a Zacatecas. Luego viajaré a Hermosillo.
- ¿Qué vas a hacer en el norte?
- Ver lo del traslado de material tóxico que traen de Baja California. Desechos de plomo y cadmio. Se ha hecho un gran revuelo por esto y le han entrado al baile organizaciones políticas de todo tipo. Unos quieren el cierre definitivo de cierta empresa. Para poner en práctica su idea han puesto a la entrada de esta factoría más de cincuenta camiones repletos de escoria tóxica. Expedientes van y expedientes vienen por los escritorios de veinte oficinas. Los políticos andan muy activos. Han llamado el concurso de un Comité Técnico Internacional. Ahora llegó yo.
- ¿Si tampoco te hacen caso?
- Si  me ponen trabas que se vayan al infierno.
- Pasaron las épocas en que se personalizaba a las cosas -  dijo Toci -. Cuando la Tierra dejó de ser nuestra madre todos la convertimos en un gran basurero.  ¿Saben que los selenitas se quedaron con la boca abierta debido a la sorpresa que les causó el que Cavor (el inventor de la caborita), les contara que en la Tierra sus habitantes casi no conocemos el interior de su planeta?
Carmen: -. Wells.
Benito Ramírez se baja la boina hasta taparse las orejas.
Juan Mereles, que lo ha visto hacer ese movimiento, observa que en tanto nosotros nos congelamos en el Abanico, en una parte de Estados Unidos veinte mil individuos se afanan desde hace varias semanas en extinguir el fuego que hasta ahora ha devorado miles de hectáreas de bosques.
- Se necesitará un siglo para volver a restablecer los actuales niveles de flora y fauna- dice Toci. Carmen agrega:

-         Algunas  especies de animales  se extinguirán... ¡Ya se extinguieron!







                              40

La mañana que dejamos Amecameca, para internarnos hacia los bosques altos del  Popocatepetl, Cork había ido al establecimiento comercial. Lo acompañé en tanto los otros arreglaban sus mochilas en el hotel después del desayuno. Escribió en la computadora autorizando al coordinador del grupo irritila en la ciudad de México para que sacara dinero de su cuenta en el banco: “...la mitad de esa cantidad es para el grupo metropolitano. Favor de enviar el resto a Tlamatzinco”. Después en un local, en la primera calle del mercado, envió un fax hasta Tlamatzinco, su comunidad del desierto.
De regreso al hotel caminábamos por la banqueta, enfrente de la plaza principal de la población. Le oí decir que Tlamatzinco es una comunidad donde todos se conocen. Sus cualidades y sus defectos. Coinciden en sus creencias. Se sabe quiénes son. Muchos de ellos tienen parentescos comunes, hasta hay poco apellidos, aunque sean familiares lejanos...Luego de un silencio preguntó si valía la pena vivir en una ciudad de veinticinco millones de habitantes en la que sólo se conocen a no más de treinta personas. En estas no hay identidad de costumbres. En Tlamatzinco se casa una pareja y es un acontecimiento que abarca a todos. Porque lo que haga esa pareja puede impactar a todos. Aquí eso puede ser ajeno hasta para los vecinos de la misma calle. Con los treinta de una comunidad hay afinidad de muchas cosas. Con los treinta, de entre veinticinco millones, no. Cuando se dice el bien o los males todos coinciden en las definiciones y esto se materializa por medio de las tradiciones comunitarias. En las calles de la ciudad ya no hay fiestas comunitarias. Solamente las del calendario oficial que conmemora acontecimientos históricos respecto de los cuales hay un centenar de diferentes puntos de vista. Hay afán por cubrir las necesidades materiales y no queda tiempo para desarrollar una vida de valores esenciales. La existencia va simplificando sus satisfactores que son comida, sexo y descanso. Un capitán de la industria puede sentirse realizado con esto. Un obrero se pasará abrigando sueños de llegar algún día a ser como aquel. Pero vivir en una especie de etnia no quiere decir que se haya apartado de las corrientes exploradoras de la sociedad. En la ciudad el orden moral religioso se hace de lado en la carrera por el desarrollo técnico, que es el que garantiza cierta ventaja para la adquisición de un empleo. Al final del callejón se topan con las implacables leyes de la oferta y la demanda de cuyo manejo ellos están totalmente ajenos. Las calles están llenas de gente que descuidó su formación cívica  y que hace años  no encuentra un trabajo remunerador. Dejaron que el individualismo penetrara en sus vidas. “La vida es un deporte en equipo” dijo una vez Sabrina en uno de sus programas de televisión de la Bruja Adolescente. Después se acaba extraviado en el laberinto tecnológico. Tanta tecnología arroja su dosis de angustia en el humano. Cada campo se ha desarrollado enormemente a la vez que especializado. ¿Por dónde caminar? La sobada pregunta es si acabará la tecnología por dominar al hombre. Pregunta ociosa. Como si todas las tecnologías no fueran  otra cosa que medios de expresión del humano, no sus capataces. Sin embargo ahí está la inquietud. Esta angustia golpea al que no tiene ideas claras acerca del estilo de vida que quiere vivir. Cuando se tiene un camino, esta diversidad tecnológica  es un cúmulo de posibilidades para realizar las ideas. ¿Víctimas del desarrollo tecnológico o administradores de ese desarrollo para conseguir los cambios que queremos hacer en nuestra vida y en la sociedad? Ese es el asunto. O la pregunta. Pero esto va a depender de cada individuo. Si los avances tecnológicos se toman como auxiliares para el bienestar de la sociedad o como fines para una especie de exposición del ego. Resistirse a los cambios técnicos se considera una actitud senil. Mucha gente que venía del México rural  jamás aprendió a manejar cuando llegaron los automóviles. No fueron raros los casos en que alguien era dueño de tres automóviles pero era el chofer o los familiares los que lo llevaban y lo traían. Era un mundo nuevo que avasallaba a su mundo. Y él ya no se identificaba con ese cambio. Lo aceptaba pero no formaba parte de él. Hacia los años cincuenta del siglo veinte había quien utilizaba el ábaco en lugar de las ya populares calculadoras de palanca de vuelta y vuelta. Después vinieron las indescifrables calculadoras eléctricas del tamaño de una cajetilla de cerillos. Los teléfonos celulares. Cuando llegaron las computadoras se les vio como una cosa extraña y de la cual se podía prescindir. En la actualidad hay investigadores en el terreno de la ciencia y académicos que se resisten a acercarse a ese misterioso tablero enfrente de la también misteriosa pantalla. Siguen escribiendo en la tradicional maquina mecánica. Pero dejarse arrastrar por cualquier cosa que sale al mercado con la idea que debe ser realizada de inmediato es visto como algo infantil. ¡Llegó la telefonía celular y de pronto muchos, por negocio o por la urgencia que fuera, tuvieron necesidad de hablar por teléfono inalámbrico. Estar en el sitio o en la situación en que nos encontremos, los teléfonos se hace presente. En las salas de conciertos y en los templos religiosos tuvieron que ser fijados letreros tales como “favor de cerrar su celular”. Muchos chocaron por ir hablando por teléfono en tanto manejaban. La abundancia de tecnología puede, en efecto, llevar al terreno de la angustia. Esto en el caso que no  sepa qué meta perseguir. Ser parte del “mercado cautivo” de todo lo que se le ocurra a la tecnología o quedarse en la obsolencia por temor a cambios.
- Sería interesante saber si con la aparición de la telefonía celular disminuyó la cantidad de suicidios- dijo Carmen-.Es una especie de sucedáneo contra la soledad patológica.
En algunas ocasiones Toci se refería a México como un lugar que difería en algunos aspectos de su pueblecillo en la sierra. En “Mazahualandia” (solía decir en broma) el Estatuto comunal contenía derechos y obligaciones que era preciso que el individuo observara con puntualidad y celo. En México, en cambio, le parecía que se ponía énfasis en los derechos y había cierta dejadez en las obligaciones. Y hacía notar que el parricidio estatal, al menos en la modalidad de reclamo, estaba presente en todo momento. Se aborrece la figura gubernamental pero se protesta cuando se anuncia que se van a suprimir los subsidios...
Creo que sientes nostalgia por tu sierra, ¿no?
- Tienes razón. Stackpole, la periodista norteamericana, personaje de Henry James, dijo cuando se encontraba en Inglaterra, que uno no abandona a su país como tampoco abandona a su abuela. El uno y la otra son anteriores a la posible elección de uno.
- ¿Y en Tlamatzinco todo es belleza y alegría, ayuda mutua y conciencia colectiva? ¿El Paraiso sin árboles?- le preguntó a Cork.
- No. También hay quien transgrede el Estatuto Comunal. Se vuelven malhechores. Roban a la comunidad. No trabajan como los otros. No aportan sus fuerzas de trabajo colectivo y se desentienden de la ayuda mutua. Se hacen los enfermos para no acudir al trabajo y exigen que la comunidad los saque a flote.
- ¿Qué sucede en ese caso?
Los viejos lo llaman varias veces a que se reintegre al régimen comunal y a la conciencia general.
- ¿Si no hace caso?
Un día, a las cinco de la mañana, es llevado al lindero del pueblo. Uno de los ancianos le dice que de ahí en adelante pertenece al mundo, pero ya no a Tlamatzinco. Si tiene familia y ésta decide quedarse en el pueblo, serás respetada y protegida y ayudada como al resto de la comunidad. Pero que si él vuelve, antes que se cumplan las siguientes veinticuatro horas habrá perdido la vida. El malhechor lo sabe, pero de todas maneras los ancianos se lo dicen. La sola idea de ya no pertenecer a al comunidad significa lo más grave que le pueda suceder, aparte de la muerte física. Antes se pitorreaba de cómo se llevaban las cosas en Tlamatzinco. Pero ahora que ya no puede volver siente que ha perdido a su madre nutricia. De todas maneras sus días están contados. Con anticipación los ancianos de Tlamatzinco avisarán a los consejos de ancianos de los pueblos, por donde tendrá que pasar  a partir del día que se le expulse. Difícilmente llega al último pueblo. Por lo  general los de Tlamatzinco no tardan en recibir el siguiente comunicado: “Fulano fue encontrado muerto en tal parte”. Si quiere evitar ese tipo de muerte, puede optar por cruzar el desierto. Pero éste está tan lleno de peligros naturales, como víboras venenosas, el monstruo de Gila, escorpiones, falta de agua...Era más factible alcanzar San Francisco, escapándose de Alcatraz, que escapar a la fauna del desierto. Muy pocos son los que han salvado la vida y llegado a un pueblo grande donde nadie los conoce.


En la tienda-comedor había una bolsa grande de bicarbonato para uso comunitario que utilizábamos en la asepsia personal. También un paquete de algodón. A falta de regadera para el baño con un poco de agua ligeramente carbonatada obteníamos la mínima necesaria limpieza en nuestro organismo. Prevenía el desarrollo de enfermedades y nos daba sensación de limpieza. Las tiendas individuales y el comedor gozaban de ausencia de olores fétidos. De todas maneras los alpinistas no son muy exigentes en ese sentido. La atención se concentra en los problemas de la ascensión, y cómo ganarle a los dados a la dueña de la casa, y no estar más o menos limpio. La bolsa de plástico negra donde arrojábamos los algodones, y papeles y toallas  higiénicas, al final le prenderíamos fuego.
-Plotino-dijo Carmen-, el filósofo neoplatónico romano- egipcio de principios del siglo segundo de nuestra era,  es fama que no se bañaba, se habría quedado altamente sorprendido de los baños diarios de Cork.  Y también de Toci.  Como todos los de sus respectivas  etnias, para los que la limpieza corporal no es sólo una necesidad si no también parte del  ritual de vida diaria, llevan consigo una botella de plástico de alcohol. Diluido con agua  para el aseo de la mañana y el de la noche. Nosotros, mestizos habitantes de la ciudad  de México, solamente lo hacíamos una vez al día. Sólo si nos trasladábamos a poblaciones de altitudes  de apenas  quinientos metros sobre el mar, o casi en el nivel del mar, se nos hacía urgente bañarnos dos veces, como ellos.
De la misma manera haríamos con la bolsa negra de la letrina.  Una de las grandes incongruencias del pueblo mexicano estriba en que es muy limpio en lo individual pero sus calles están cubiertas de basura. Al final la sacaríamos de la repisa para enterrar su contenido, todo degradable, en la ladera arenosa noroeste del volcán. De no hacerlo así, con aquellas temperaturas tan bajas, nuestro excremento en la pared podría durar tanto tiempo que bien  se convertiría en materia de estudio para los antropólogos del futuro. ¿Qué comían, qué enfermedades tenían, en que parte de la ciudad comieron la semana anterior?
- No es mala idea- dijo Toci-. Así se harían estudios de qué cosas comíamos en el siglo veintiuno. Tendrían una idea de la agricultura, la flora y la fauna.. Cifras de colesterol, ácido úrico, descalcificaciones... Sabrían por qué el mexicano de nuestro tiempo alcanzó el primer lugar mundial en obesidad, diabetes e hipertensión. Se preguntarían cual fue la razón de que consumiéramos tanto refresco dulce, tanta harina, tanta sal y tanta grasa en las comidas.
-¡Basta -dijo Benito Ramírez-no hay que exagerar.
- Una pared tan bella de roca – dije -, nieve y hielo con esta  huella humana...Muchos  alpinistas son sensibles a la belleza de la montaña que suben y le cantan en verso y en prosa. Pero cuando  se retiran dejan tras de sí montones de basura. Hasta ahora se han organizado  cuarenta y seis expediciones a los Himalayas con el único objeto de sacar basura de sus laderas. Veinte  de ellas han sido nada más para  la cañada central del Everest. El refugio del Teyotl, en el lado norte de la Cabeza de la Iztaccíhuatl, está, de la misma manera, rodeada de abundantes botes viejos y bolsas de plástico. Un auténtico basurero.
De Benito Ramírez había sido la idea de que, cada componente del grupo, llevara consigo una buena dosis de avena, que podríamos tomar hasta en agua simple,  para prevenir el temible estreñimiento que suele hacerse presente en los alpinistas. También podrían ser jícamas y manzanas, para ese efecto, pero estas pesan demasiado para ser llevadas a través de la escalada. Como en las salidas prolongadas no se puede llevar todo lo necesario para una dieta balanceada, por comodidad se carga en las mochilas con víveres a base de carnes secas. Eso, y la poca movilidad obligada de los vivacs,  arrojan resultados dramáticos. En otras mortales. Con la  avena cruda,  bebida ésta  como agua de uso, se conjuraba en parte   el peligro.


- La tarjeta postal que pusiste en el buzón de Amecameca, ¿cuánto tarda en llegar a Tlamatzinco?
- Dos semanas. Es decir que debe estar por llegar.
 En realidad mi intención era indagar otra cosa pero la formulé de manera indirecta. El otro me  entendió:
- En la próxima reunión de la comunidad esa tarjeta paradigmática se pondrá, junto con otras, enviadas por los que andamos fuera, en el centro de la ceremonia –asamblea, cerca del fuego. Se considerará como si estuviéramos de cuerpo presente. Los niños y las niñas se fijarán en ellas y desde ese momento se empezará a anidar en su espíritu el anhelo de ser como nosotros. Salir al mundo, conocerlo, estudiar. Pero, sobre todo, que vivamos donde vivamos y como vivamos, estaremos pensando en el regreso. Tarde o temprano regresaremos. Como dijo Toci: la tierra y las abuelas es algo querido que nos fue dado sin contar con nuestra elección.
- ¿Y lo sientes en verdad
- Nuestro Estatuto Comunal se escribió hace tres mil quinientos años. En ideográfica, sobre pieles. Mucho antes que el Popol Vuh y que la Biblia. Cuando los arios todavía andaban en la India, en el desierto ya teníamos ese documento.  Tiene derechos y obligaciones. Aquí,  como en el Contrato Colectivo de Trabajo de la fábrica, no hay cómodas exquisiteces individuales. El espíritu de ese documento es la ayuda mutua. Si me encuentro en el Ártico o en Tombuctú, en la Iglesia o en un burdel, yo debo enviar mi solidaridad en dinero, no en palabras. Así como hace los feligreses en la Iglesia Católica, y en  la Protestante, en Europa, que rinden su impuesto. Allá es “impuesto” no es “limosna”, como en México y en general en América de habla española. Con el dinero a la vista sobran las palabras. El dinero aportado es la comunicación más perfecta que se ha encontrado hasta la fecha a través de los siglos. Lo descubrió la Iglesia católica y le siguieron las protestantes y las extra bíblicas. Por eso Jesús le dijo al rico que quería seguirlo: regala tu fortuna a los pobres...  no necesitaba decir más.
- ¿Si no tienes dinero?
- Si no tengo dinero ellos en Tlamatzinco  acudirán a mi llamada de auxilio. Saben que hay tiempos de recibir y tiempos de erogar. Si no hay correo o manera de hacérmelo llegar, ellos enviarán a alguien y me lo entregará personalmente. Donde sea. Si tiene que cruzar nadando el río Aqueronte enviarán a alguien que sea capaz de cruzar el Aqueronte. Si me encuentro del otro lado de una alta cordillera de montañas cubiertas de hielo y nieve, enviarán a uno que sea capaz de cruzar montañas altas y nevadas.
- ¿Cómo unos sencillos habitantes del desierto mexicano podrían llegar a Lasha?
- No enviarían a uno de Tlamatzinco. Escribirían por computadora al que se encontrara estudiando en el país más cercano a Lasha. Con estudios superiores y con el apoyo económico de la comunidad, lo sacarían de cualquier situación, en sólo veinticuatro horas, si esto fuera necesario.
- Aparte de estas situaciones especiales, ¿ellos que te dan a cambio?

-         El derecho de pertenencia. No es que esté comprando pertenencia. Soy de ahí. Lo que hago es refrendarla. Cualquiera puede decir soy de Paris pero sino contribuyo de manera práctica…El dinero sirve para dar idea de la medida de mi solidaridad. Mil palabras de solidaridad no compran una sóla pieza de pan. En Tlamatzinco  se utilizará ese dinero  para mejoras del pueblo, muebles de la escuela, del templo y de su dispensario. También de la biblioteca, sueldos de los maestros, uniformes de niñas y niños que están estudiando. Fiestas rituales... El grupo matriz fortalecerá el fondo para los jóvenes que decidan venir a estudiar. Así fue como llegué yo a México. Pero pude ir a otro país....Hay grupos irritilas-hopis-hohokams  establecidos en varios lugares de México, dos en el sur de América, tres en Estados Unidos y uno en el centro de Europa. Al que llegues, aunque no te hayan visto nunca, luego de identificarte, será como si llegaras a Tlamatzinco. Desde el momento que pones un pie en ese establecimiento... sientes la fuerza de su conciencia colectiva. No importa donde se encuentre un irritila solo, jamás estará solo. Los grupos de los países en los que el precio de la moneda es alta, envían su ayuda al grupo de la ciudad de México. De aquí, a su vez, se proporcionan ayuda a los grupos del extranjero donde la moneda está más baja...Paralelo a mi tarjeta postal, les envié mi aportación. Y algo extra para que esta navidad los niños tengan un guajolote más para comer, y los grandes una botella más de tequila para brindar, y gritar ¡Viva Pancho Villa, hijos de la…”








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